Causal de enfermedades oncológicas, de la muerte de los suelos, de abortos espontáneos, de afecciones genéticas, de la pérdida de la soberanía alimentaria, los agroquímicos se encuentran cada vez más presentes en la producción agraria. Pese a existir estudios que demuestran la gravedad de los mismos para la salud humana, aún se siguen rociando campos, y también pueblos enteros. El caso de La Pajosa, en Santiago del Estero, no está exento, y el peligro es cada vez mayor.
Por Juan Patricio Mendez *
Salir a disfrutar del sol o de la lluvia, fuera de casa, en cualquier día de nuestra vida, es una posibilidad concreta (y usualmente practicada). Siempre y cuando lo que moje sea agua, o bien cuando mirar al sol no cueste ceguera por aquello que caiga del cielo. Hoy, en gran parte del territorio nacional y latinoamericano, esta última mención resulta ser una constante debido a la gran cantidad de químicos y fumigaciones, que siguen en aumento a pesar de los riesgos y la enorme cantidad de denuncias presentadas a nivel mundial. Los agroquímicos son, como mencionó el ministro de Ambiente Juan Cabandié, “un veneno para la sociedad”.
Claro, es lógico. Es que imaginar que el mero contacto con una gota de estos químicos pueda llegar a ocasionar desde lesiones cutáneas hasta la muerte misma, resulta, cuanto menos, alarmante. Cabe recordar el caso de Santiago Arévalo, el niño que murió por edema pulmonar en el año 2011 tras inhalar endosulfán, sustancia que el productor de la chacra lindera, Ricardo Nicolás Prieto, utilizaba para fumigar una plantación de tomates. Esta es una de las tantas historias que se esconden detrás de la publicidad de empresas químicas y agrícolas, cuyos discursos se centran en la salubridad y conservación de las especies.
Discursos que son más que una operación, una materialidad, puesto que si a las pruebas nos remitimos, incontables son los episodios tristes de esta larga consecución de “necroprácticas”, o mejor dicho, prácticas de muerte. Sin embargo, y pese a las regulaciones y normativas existentes, cierta clase terrateniente aún juega a ser amo de la vida ajena. El anclaje de la lucha ambientalista se enmarca en esta necesidad de reestructuración de los métodos productivos y de la igualación de derechos ciudadanos y de la naturaleza. Más que productivo, el agronegocio es desertivo.

La Pajosa, Santiago del Estero
La Pajosa es un paraje rural que se ubica en el departamento Jimenez, en la Provincia de Santiago del Estero. Casi al límite con la provincia de Tucumán, se trata de una región rural que padece, sistemáticamente, esta serie de atropellos contra la salud pública. Un vecino de la localidad, Américo Ramón Escobar, denunció los hechos, aunque aún no obtuvo respuesta.
El día sábado 12 de Septiembre evidenció como una avioneta fumigadora sobrevoló las casas de la zona, dejando caer los fitosanitarios, agroquímicos y pesticidas, de los cuales aún no se conoce exactamente de qué químicos se trata. El cansancio llevó a su familia a filmar el hecho y a realizar la correspondiente denuncia, en donde se pidió la urgente investigación del suceso delictivo, y eventualmente, el cese de estas actividades, las cuales no están enmarcadas dentro de la Ley Provincial 6.312, por la cual se establece el control de todas las sustancias que a ser utilizadas para la plantación intensiva de vegetales.
Y tampoco presta conformidad con la Ley 27.233, en donde se declara de interés nacional la sanidad de animales, vegetales; la prevención, control y erradicación de las enfermedades y las plagas que afecten a la producción silvoagropecuaria nacional, la flora y la fauna; y el control de los residuos químicos y contaminantes microbiológicos en los alimentos y el comercio nacional e internacional de los mismos. Y aunque parezca una obviedad, lo mencionamos en este artículo porque lo que parece muy claro es, en realidad, oscuro.
La denuncia fue presentada el mismo sábado, y en la misma consta la acusación en contra del encargado de la finca “Los Aluce”, llamado Rubén Bermudes. Además, los mismos vecinos de la zona confirmaron este testimonio, y añadieron que la avioneta fumigadora pertenece a “familias acaudaladas y enriquecidas por la agroexportación”, las cuales operan descontrolada y ferozmente sobre el vasto territorio norteño.
Práctica del descaro y del desinterés. La cotidianidad es el abandono, y lo ricos no piden permiso. Si bien conocemos la peligrosidad de los agroquímicos, los mismos son esparcidos por las regiones argentinas sin ningún tipo de remordimiento o preocupación. Dicho esto, algunos lugareños, como el caso del denunciante, luego de haber entrado en contacto con la sustancia, presentaron reacciones cutáneas.
El día lunes, el periodista y escritor Patricio Eleisegui compartió una imagen en sus redes sociales del rostro de Américo Escobar tras la fumigación. Las lesiones cutáneas son instantáneas, pero lo que aún desconocemos es el alcance que tendrá el veneno vertido por la aeronave. Y esto sucede en todos los rincones donde la luz parece no llegar.
Así está el rostro hoy, lunes, de Américo Escobar, tras la fumigación con agrotóxicos del último sábado. Auténtico atentado con venenos, compartí 3 videos de semejante locura. Ocurrió y ocurre en La Pajosa, departamento Jiménez, Santiago del Estero. Cc @alferdez @juancabandie pic.twitter.com/R931gv4T5F
— Patricio Eleisegui (@Eleisegui) September 14, 2020
Datos, no opiniones.
En el 2018, el SENASA (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) publicó los resultados de un estudio realizado sobre presencia de agroquímicos en los alimentos que consumimos, y los resultados no fueron alentadores. Se encontraron hasta 18 químicos en productos como la acelga, y se detectó la utilización de agrotóxicos prohibidos, como el DDT y el endosulfán.
Luego de haber repasado un caso de endosulfán que produjo la muerte de un niño por edema pulmonar, nos resulta interesante recordar que el DDT (Dicloro Difenil Tricloroetano) está prohibido en Argentina desde 1992, por el decreto 2121/90. El químico funciona como pesticida, y se lo ha utilizado, por ejemplo, para liquidar plagas como mosquitos y larvas. Sin embargo, se lo ha utilizado también como un antibiótico en las producciones a gran escala. Lo que en realidad produjo es la inmunidad de la planta, la muerte del suelo y la posibilidad de acrecentar el negocio de los transgénicos, puesto a que las modificaciones a nivel laboratorio de las semillas se enfocan en producir plantas capaces de crecer en territorios hostiles. Claro, la patente allí puesta representa la pérdida de la soberanía alimentaria.
Javier Souza Casadinho, ingeniero agrónomo, docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y presidente de Red de Acción en Plaguicidas de América latina (Rapal) publicó una investigación sobre el uso de plaguicidas altamente peligrosos en Argentina. El informe indica que 107 de los productos que se usan aquí, están prohibidos o no autorizados en otros países. De ese total, el 33% son plaguicidas altamente peligrosos (PAP) según los criterios establecidos por la OMS y la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO). Los herbicidas como la Atrazina y el Paraquat son algunos ejemplos, así como lo es también el DDT. En 2019, el SENASA advirtió que existen 52 tipos de pesticidas en frutas, verduras y hortalizas que se encuentran a la venta en zonas urbanas.
Pero poco se hace, realmente. La histórica falta de políticas públicas, así como la flexibilidad institucional en el cumplimiento de las normativas (acuerdos con multinacionales como Syngenta y Monsanto, alianzas con empresarios del sector que ocuparon cargos públicos, como el caso de Leonardo Sarquís, ex gerente de Monsanto y ex ministro de Agroindustria Bonaerense durante el mandato de Maria Eugenia Vidal), llevó al sufrimiento sistemático de las poblaciones rurales y urbanas y a un crecimiento exacerbado de enfermedades cancerígenas en amplios sectores de la nación.
Es por ello que la denuncia de Américo no debe quedar en la nada. Como mencionamos, el agronegocio es expropiador de la vida de las poblaciones, y el principal actor al que debemos afrontar si queremos lograr la soberanía alimentaria.
(*) Columnista de Ambientales en Abramos La Boca (Lunes a Viernes de 16 a 18 horas) / Radio Gráfica 89.3














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