Por Juan Patricio Méndez *
El mundo dijo basta. Expresamos que fue suficiente, pero parece que la suficiencia no se traduce en poder adquisitivo y poder político. La deuda ecológica, quizás la más silenciada y ocultada, aparece en el tablero de la actualidad para señalar que hoy no tenemos más recursos que utilizar. No hay planeta que aguante el modelo de consumo, y tampoco la metodología productiva. A partir del 24 de junio de 2022, Argentina entró en Default Ambiental, es decir que agotó los recursos naturales generados por el país para este año, incluso un mes antes de lo que estaba estipulado para el agotamiento en el mundo (el 28 de Julio)
¿Qué significa exactamente? Todo lo que se consume, a partir de dicho momento, pasa a ser parte de la cuenta de recursos naturales que se generan para el país del año 2023. También quiere decir que estamos usando un 75% más de los recursos naturales (o mejor dicho, bienes comunes) de los que el planeta puede generar en un año. Lisa y llanamente, gastamos todo lo que podíamos, y más también. Durante los próximos meses, estaremos consumiendo a crédito los recursos futuros.
El informe fue presentado por la Fundación Vida Silvestre. “Los datos dejan en evidencia que, si todo el mundo viviera como lo hacemos en Argentina, se necesitarían alrededor de dos planetas para abastecer los recursos naturales que sostienen el sistema de producción y consumo”, explicó Manuel Jaramillo, director general de la Fundación.
“Hoy necesitamos 1,75 planetas para mantener nuestro consumo a nivel mundial”
El estudio se basa en una medición realizada basada en los datos de la Huella Ecológica generada por país, cuyos indicadores desarrollados por la Global Footprint Network arrojaron resultados alarmantes y angustiantes. La fecha del calendario estipulada no es fija, sino que se modifica todos los años según el consumo y uso que la humanidad le da a los bienes comunes, y la capacidad que tienen los ecosistemas de regenerarse a partir de dicha actividad.
El informe proyecta que para el día 28 de julio de 2022, la Tierra agotará el presupuesto ambiental o ecológico del 2022. Y si bien Argentina no es el país que más rápido los consume, es importante destacar que se encuentra por encima de la media. Estados Unidos, China, Rusia y Francia lideran este “anti-top” (si vale la metáfora), habiendo agotado sus bienes comunes el 13 de mayo, el 2 de febrero, el 19 de abril y el 5 de mayo, respectivamente.
Overshoot Day, o “Día de Sobregiro”
Hay varios puntos a tener en cuenta a la hora de analizar este default. En primer lugar, se debe tener en cuenta que las prácticas productivas (no solo en Argentina, sino a nivel global) están llevando a nuestra “Casa Común” a un final catastrófico. Las advertencias sobre las actividades extractivas, el modelo del agronegocio, el ecocidio perpetrado a raíz de la expansión del capital financiero fueron desoídas en cada una de las convenciones internacionales (y nacionales también). El mercado sobrepuso sus intereses a los de la humanidad, y en consecuencia cada día es más normal (o mejor dicho, más frecuente) escuchar o leer noticias vinculadas a desastres ambientales.
Dichos desastres suelen quedarse en la simplista visión de una sequía, o una inundación, o un calor extremo. Pero lo que realmente debe advertirse son las causas por las que, hoy en día y en nuestro territorio, cada vez es más normal ver sequías en zonas húmedas, o inundaciones en regiones desérticas y/o urbanas, o picos de temperatura en lugares dónde el monte y el bosque nativo antes oficiaban de reguladores. Esto es sólo un esbozo de cómo los modelos del maldesarrollo y extractivistas quedan siempre ocultos tras el mando proteccionista de los grandes capitales transnacionales.
Pero volviendo al punto, el Overshoot Day, o Día de Sobregiro, se define cómo el “día donde la humanidad habrá consumido el conjunto de los recursos que el planeta puede renovar en un año”. En Argentina, al ritmo que consumimos actualmente, necesitaríamos 1,75 planetas Tierra para abastecernos.
“La única manera de retrasar esta fecha es a través de un verdadero cambio en nuestra forma de vida. Desde el modo que consumimos y producimos los alimentos, hasta la manera en que nos movemos, cómo conseguimos nuestra energía e incluso en qué invertimos nuestro dinero”, detalló Jaramillo en el comunicado de la Fundación Vida Silvestre. Y continuó: “Y si bien todas las personas podemos hacer algo para demorarla, hacen falta también cambios a gran escala desde los gobiernos y el sector privado. Nuestro país, por ejemplo, tiene la posibilidad de aumentar los compromisos asumidos en el Acuerdo de París. Podemos plantear un compromiso mucho más ambicioso de reducción de emisiones si buscamos enfrentar realmente el problema del cambio climático”.
El Overshoot Day, o Día de Sobregiro, se define cómo el “día donde la humanidad habrá consumido el conjunto de los recursos que el planeta puede renovar en un año
Argentina, en conjunto con otros países de la región, como Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay, se encuentra dentro de los países que cuentan con reserva de biocapacidad para producir recursos y proveer servicios ambientales. Sin embargo, esto no implica que no exista un problema estructural de consumo, sino que aún hay mucho por hacer, siempre y cuando exista el real interés de poner en marcha proyectos que reviertan la situación.
Los datos que explican la actualidad
No es casualidad tener el panorama que tenemos, si observamos con detalle lo insustentable de nuestras prácticas.
En relación a la deforestación (o mejor dicho al ecocidio sobre nuestros bosques nativos), se registran más de 10 millones de hectáreas arrasadas por año, en todo el mundo. El Gran Chaco es uno de los más afectados en todo el globo, y uno de los puntos donde la nación siente el extractivismo. Pese a la sanción de la Ley de Bosques Nativos en 2007, desde entonces se perdieron más de 3.5 millones de hectáreas en nuestro territorio.
De los residuos encontrados en la costa de la provincia de Buenos Aires, el 80% corresponde a plásticos, lo que detalla la gestión que aún falta hacer sobre la contaminación a nivel global.
Cerca de un 40% de los alimentos se desperdicia antes de ser consumido en todo el mundo. Lo que no solamente pone de manifiesto la inequidad internacional en la distribución de la comida y de los bienes, sino que también habla de la sobreproducción y del desperdicio de los bienes comunes implementados para su producción. En un mundo donde más de 1.200 millones de personas en el mundo padecen hambre, y 3.000 millones no pueden permitirse una dieta saludable (FAO), prevalece la sobreabundancia de los sectores más enriquecidos. Asimismo, en nuestro país, el 30 % de niños, niñas y adolescentes vive en emergencia alimentaria, y la tendencia está en aumento.
Asimismo, la utilización de combustibles fósiles representa la base de la matriz energética a nivel global. No sólo en Argentina, sino que fundamentalmente en Alemanía, China y Estados Unidos la emisión de gases de efecto invernadero parece no bajar, a partir de la perpetuación de esta práctica, y a pesar de las cláusulas internacionales estipuladas en el Acuerdo de París, al día de hoy incumplidas.
Se talaron más de 3.5 millones de hectáreas de Bosque Nativo en nuestro territorio
Por último, también es preciso destacar cómo está el nivel de consumo de recursos en todo el mundo, lo cual es una clara radiografía de la geopolítica internacional. Hoy en día, según la National Footprint and Biocapacity Accounts 2022, Estados Unidos necesita 5,1 planetas para abastecerse, al tiempo que Australia requiere 4,5. El podio lo continúa Rusia, con 3,4 Tierras, delante de Alemania con 3.0 y Japón, con 2,9. Pero no son los países que más tierras necesitan. Qatar lidera este podio, con 9 planetas, seguido de Luxemburgo con 8 y Bahrein con 5.2. Argentina, hoy en día, necesita 2.1 planetas.
¿Qué se puede hacer?
Desde organizaciones sociales, asambleas y redes y agrupaciones en todo el mundo han expresado que la mejor forma de mitigar este escenario es realizar la transición energética, alimentaria y productiva, llevando a un modelo de extractivismo y sobreproducción, a uno de entendimiento con los entornos y de respeto mutuo con la naturaleza y los ecosistemas.
Jaramillo, de Fundación Vida Silvestre, indicó que se necesita un “verdadero cambio en nuestra forma de vida, desde el modo que consumimos y producimos los alimentos, hasta la manera en que nos movemos e incluso en qué invertimos nuestro dinero”. También destacó que “hay muchas estrategias que permiten combinar lo económico, lo social y lo ambiental y no podemos seguir esperando para ponerlas en marcha”.
“Estamos en números rojos, cada año la situación empeora y la deuda ambiental se agranda. Es imprescindible poner el foco en la regeneración, la eficiencia y la sostenibilidad en el aprovechamiento de los recursos ecológicos. La naturaleza nos ha dado indicadores de su capacidad de respuesta si reducimos nuestra huella ecológica, recordándonos que necesitamos mucho más al planeta, de lo que él nos necesita”, concluyó.
Terminar con el extractivismo y con los modelos de producción insustentables e insostenibles para todo el globo parece un punto utópico, aunque necesario si es que queremos mantener a nuestra “casa común”. La encíclica del Papa Francisco, el Acuerdo de París, el Acuerdo de Escazú, y diferentes políticas públicas aplicadas (como el Plan Nacional de Políticas Ambientales presentado en el 2020) necesitan aún ser implementadas, y fundamentalmente comprendidas. Porque es desde el entendimiento donde el panorama devastador se aclara. Aún falta que la niebla se aparte de nuestro horizonte para ver con claridad.
Y también debemos resignificar definiciones mercantilizadoras. Mejor hablar de bienes comunes, propiedad de todos los pueblos del mundo y de todos los ciudadanos de la Tierra (y en especial de la naturaleza misma), y no recursos naturales, como si se tratara de un servicio disponible a disposición del mercado. Si los discursos representan el monopolio de la realidad social (Angenot, 2010) , su resignificación mostrará el camino del necesario entendimiento para afrontar el futuro.
Transición Alimentaria: Del agronegocio a la Soberanía Alimentaria
Por la parte de la Soberanía Alimentaria, y la transición hacia un modelo sustentable y agroecológico, la Dra. Myriam Gorban, directora de la Cátedra de Soberanía Alimentaria, ha sido clara: “la soberanía alimentaria representa la producción de alimentos soberanos de los pueblos y para los pueblos”. Hay dos modelos productivos: el agronegocio, con sus políticas de extractivismo y destrucción del ambiente y de los suelos; y el agroecológico, cuyas prácticas se orientan a la sustentabilidad, la sostenibilidad y el desarrollo y crecimiento de una economía circular que ponga en interacción al ser humano con la naturaleza.
Sus aportes, así como los de otros expertos en el área, implican una crítica fundamental al modelo de producción, que al mismo tiempo que “mal-sobrealimenta” al mundo, deja desposeídos y en situación de hambruna y escasez a otros grandes espacios y actores sociales. En esta “dinámica neoliberal”, el proceso de empobrecimiento continúa reproduciéndose, así como también lo hace la producción extractivista, química y envenenadora de alimentos.
La pregunta sobré por qué hay hambre si se produce para más de los que somos no es nueva, y es esclarecedora en términos de distribución y avanzada neoliberal. Por ejemplo, en Argentina se produce un estimado para 440 millones de personas, según un cálculo realizado por Sergio Britos, director del Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (CEPEA). La respuesta a esta pregunta previa la encontramos en dos puntos claves: la desigualdad, intrínseca y propia del sistema de acumulación; y la transnacionalización mercantil y globalizada de la alimentación.
Con respecto a este cuestionamiento, el ingeniero Carlos Carballo indicó que, “el dicho ´el hambre es tan vieja como la humanidad´ o ´tan vieja como la injusticia´ hace referencia a una problemática que acompañó la evolución de nuestra especie en el planeta y cuyas manifestaciones se mantienen aún en la actualidad”.
Argentina pasó de ser el granero del mundo, en el siglo XIX, a ser el “reino de la soja”, como lo definió el ingeniero. La expansión de los monocultivos, la introducción del negocio de las semillas y la sobreutilización de agroquímicos, fitosanitarios y repelentes ha producido el crecimiento del agronegocio. En este contexto, lo que emerge, en términos de Raúl Zibechi, es la “sociedad extractiva”, es decir, un modelo de sociedad dedicado a la conversión de la naturaleza en mercancías, sin transformación, innovación o productividad soberana de alimentos. Y, en consecuencia, un modelo basado en la acumulación y no en la alimentación, repartición o igualitarismo.
“La soberanía alimentaria representa la producción de alimentos soberanos de los pueblos y para los pueblos”
Desde las bases teóricas, la acumulación ya integra a la desigualdad como parte del proceso, en tanto y en cuanto establece una disparidad en cuanto a la disposición de mercancías. Pero, trascendiendo, la alimentación, el acceso a bienes comunes, a la naturaleza misma (como es el caso del cercamiento propietario de Joe Lewis y el Lago Argentino) han llegado al mismo límite desigualitario. La formulación continua de políticas de esta índole pusieron en jaque la soberanía de los pueblos, y han resultado en la imposibilidad de acceder a una relación sostenible y sustentable con la naturaleza.
La voz de Cabandié
”Es necesario tener en cuenta que Argentina no es de los principales consumidores de recursos ni contaminadores a nivel global“, indicó Juan Cabandie, ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación. Sobre el Overshoot Day, señaló que “es una evidencia más de la forma en la que estamos planteando nuestros modelos de producción y consumo, y nuestra forma de relacionarnos con nuestro entorno, que no son sostenibles. Debemos modificar nuestras prácticas productivas y el transporte urbano, comercial y de carga, transformar la matriz energética, además de aumentar las áreas protegidas“.
“Nuestro país, así como muchos de los países de la región, hacen posible que el mundo sostenga estos niveles de huella ecológica a partir de la preservación de sus bienes naturales“, concluyó.
Al planeta no le queda mucho tiempo. Habló, y habla todos los días mostrando índices cada vez más alarmantes o informes cada vez más contundentes sobre la irreversibilidad climática. El Default Ambiental es una deuda de la gubernamentalidad para con los ciudadanos del mundo, una obligación incumplida, un derecho arrasado, la avanzada sobre la soberanía de nuestros bienes comunes. Los organismos internacionales cada vez hacen más ruido con su silencio, y la falta de políticas públicas (y fundamentalmente de su aplicación) es evidencia del desinterés humanitario de la gobernanza.
¿Actuar? Si, siempre. Pero hubiese sido más oportuno escuchar, estrechar lazos, vincularse con las agrupaciones, conocer nuestros límites y responder ante nuestras demandas. Seguiremos estando, porque la resistencia no conoce sobre derrotas. Y mucho menos las da por sentadas.
(*) Columnista de Ambientalismo en Abramos la Boca (Lunes a Viernes de 16 a 18 hs.) / Radio Gráfica 89.3
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