Por Gabriel Fernández*
Hubo un planteo que sobresalió. En el último tramo de la conferencia del viernes en Olivos, Axel Kicilloff expuso de modo intenso, justo, claro. Su enérgica mención a los comunicadores que hostigan y cavan la grieta en medio de la emergencia sanitaria merece especial consideración.
La virtud de esa franqueza radica en poner blanco sobre negro aquello que buena parte de la sociedad observa a diario. A través de canales y emisoras una pléyade de profesionales ha lanzado desde objeciones a la cuarentena original hasta mandobles sobre cifras y sugerencias oficiales.
No ha olvidado vapulear a tantos médicos. Conocemos varios que, en la primera línea de combate –junto a enfermeros y personal de maestranza- se exponen con valor. Cuando retornan a sus hogares escuchan voces que los califican de “epidemiocráticos” y “dictadores de la salud”.
Sin embargo, la notoria mención de Kicilloff merece un apunte: si los propietarios de los medios en los cuales se desenvuelven esos comunicadores no dieran la orden de condenar el aislamiento, socavar a los epidemiólogos, desconfiar de las medidas del gobierno, en pantalla nadie diría ni mu.
Las consecuencias a las cuales hizo referencia el gobernador bonaerense se originan específicamente en las direcciones de esas empresas comunicacionales, ligadas a intereses económicos variados que hemos descripto en reiteradas ocasiones.
Aunque una zona del público no lo perciba, quienes conocen el mundo periodístico saben impensable que semejante homogeneidad editorial se trasunte las 24 horas sin que se registre una determinación empresarial orientada en esa dirección.
Ninguno de sus empleados, por notorio que parezca, tiene margen propio de acción como para transgredir los lineamientos corporativos.
El agudo comentario efectuado por Kicillof contiene un problema esencial. Al no referirse a los genuinos responsables de los ataques a la salud pública nacional, termina en debate abierto con un puñado de repetidores de consignas con escaso vuelo informativo y analítico.
Como fue el propio mandatario provincial quien lanzó el guante, es pertinente recogerlo y debatir con franqueza el panorama comunicacional. Si cabe evaluar razonable que el Estado no perjudique a los medios críticos, también es posible preguntarse qué hacer ante el bombardeo destinado a quebrar una lucha nacional, colectiva, en contra de una epidemia.
El fortalecimiento editorial de los medios públicos podría ser una respuesta. El apoyo y dinamización de los medios populares, otra. De tal modo sería posible ofrecer a la comunidad otras perspectivas, sin censurar a nadie.
Brindar información exacta es una obligación en este oficio. Ahondar en las causas y antecedentes para ofrecer análisis fundamentado, también. No se trata de estar de acuerdo con el gobierno. Se trata de respetar al lector, al oyente, al televidente.
Aquello que sale a luz en los medios concentrados está orientado, dispuesto y en el mejor de los casos amparado, por los titulares empresariales de los mismos. Comprenderlo ayuda a un pueblo que necesita aire fresco comunicacional para entender su presente y construir su futuro.
(*) Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
Discusión acerca de esta noticia