No hay dudas de que “El Eternauta” es la serie del momento, tras su exitoso estreno el pasado 30 de abril en la plataforma de streaming Netflix. Millones de personas, tanto en Argentina como en todo el mundo, ya vieron la adaptación de la clásica historieta guionada por Héctor Oesterheld e ilustrada por Francisco Solano López.
La historia de su autor y su familia es igualmente merecedora de ser contada. Una historia de militancia y tragedia, de clandestinidad y de lucha por un mundo mejor. Una historia que Alicia Beltrami y Fernanda Nicolini recogen en “Los Oesterheld”, la biografía publicada por la editorial Sudamérica en 2016.
“Es inevitable hacer el link con la vida del autor”, dijo Nicolini en una entrevista con Radio Gráfica. “El propio Netflix baja esta idea de que el único héroe es el colectivo y que nadie se salva solo. Es una buena oportunidad para decir, ‘El Eternauta’ no está solo en el mundo, alguien lo hizo, y también, cuál es el vínculo de la biografía del autor, que está desaparecido, con esa obra que sigue trascendiendo”.
Héctor Oesterheld, nacido en 1919 en Buenos Aires, publicó “El Eternauta” por primera vez en 1957, pero está lejos de ser su única obra: “Él ya venía desde casi 10 años antes haciendo historietas”, cuenta Nicolini, y amplía: “Él siempre tenía esta idea de refundar la historieta y separarla un poco de la idea norteamericana que el héroe es el superhéroe, que tiene superpoderes, que es único y elegido. Siempre en sus guiones se trata de un grupo de gente común que de pronto se ve en una situación de tener que hacer cosas extraordinarias”.
La co-autora del libro, que también se desempeña como periodista, luego indagó en la historia de Oesterheld, y su particular hábito de actualizar la historieta con el paso del tiempo: “Después de publicar El Eternauta en el ‘57, publica una versión nueva en Revista Gente, al que le empieza a cambiar unas cosas”.
Si bien no fue intencional que esta nueva publicación coincidiera con el estallido del Cordobazo de 1969, la obra de Oesterheld nunca estuvo separada de su contexto social y político: “Héctor estaba muy atento a lo que estaba pasando en el mundo, con la Revolución Cubana y el Mayo Francés. En ese Eternauta, ya se empiezan a ver algunas ideas en que los invasores están aliados a los países imperiales del primer mundo y Sudamérica está sola. Los militares, que en el primer Eternauta son aliados, acá ya empiezan a desconfiar”, remarca Nicolini.
No es sino hasta una compilación publicada en 1975, que El Eternauta alcanza la versión por la que se lo conoce hoy en día. “En ese libro hay una introducción en donde Héctor cuenta que se le ocurre hacer El Eternauta pensando en un Robinson Crusoe aislado pero en su propia casa con sus amigos, en vez de estar en una isla.Pero dice también esta idea de que uno no es héroe solo, uno es héroe en grupo. El propio Héctor le da una relectura a su obra veinte años después”.
La biografía, publicada en 2016 tras un trabajo investigativo de cinco años que incluye entrevistas a más de 200 personas, se adentra en la vida de Héctor Oesterheld, el individuo, pero también de su vida en familia, y cómo el guionista fue modificando su identidad política después de la primera publicación de la historieta.
LA TRANSFORMACIÓN POLÍTICA DE OESTERHELD
“A veces me gusta compararlo un poco con Rodolfo Walsh”, comentó Nicolini. “En Operación Masacre (1957), Walsh hacía los prólogos a medida que va cambiando de idea, no sólo en relación al golpe de 1955, sino al peronismo y a su propia posición ideológica. Si bien Héctor no es tan explícito, era un tipo que estaba muy atento a lo que pasaba alrededor, estaba muy formado. Él tenía una premisa de que como la historieta la leían los pibes, él decía, ‘tengo que hacer una historieta que esté buena, que cuando los chicos la lean puedan aprender cosas’. En esa misma premisa, él estaba todo el tiempo atento a meter contenido”.
Pero la biografía reconoce una fuente mayor sobre cómo a Héctor Oesterheld lo empiezan a atravesar nuevas ideas: “Él tiene cuatro hijas: Estela, Diana, Beatriz y Marina, y cada una de ellas empiezan a traer a la casa las conversaciones que tiene una en la facultad, la otra en el grupo de teatro, la otra en la secundaria, la otra que se acerca a la parroquia y salen a las villas a hacer trabajos de ayuda”.
“Después, ya a principios de los ‘70, cuando en Argentina se empieza a movilizar de nuevo el peronismo, Héctor era un trabajador de prensa y empieza a sumarse a asambleas de prensa, a paros, a acciones reivindicativas, y a partir de ahí se empieza a acercar ya directamente al peronismo, y al peronismo más combativo”, agregó Nicolini.
“Tenemos un testimonio en el libro que para mí es muy revelador”, contó la autora. “Cuando Héctor pasa a la clandestinidad, se va de su casa y se esconde con una de sus hijas. Este testimonio cuenta cómo él empieza a militar, y dijo, ‘a veces creo que empecé por mis hijas, que ellas empezaron y yo las quise acompañar. Pero también me pregunto si con todo lo que se leía y se charlaba en casa, no fui preparando ese terreno para que ellas tuvieran esa opción’. En la misma familia siempre se pensaba que había que hacer algo por el otro”.
Nicolini continúa: “Las hijas de Héctor, como le pasó a toda esa generación, nunca habían vivido en democracia, y siempre con un peronismo proscripto. Hubo una generación muy cortada de hijos que se rebelan contra padres que venían de tradiciones muy autoritarias, que veían con sospecha lo que hacían los hijos”.
El libro también destaca la figura de una persona que quedó por fuera de la militancia en la familia de los Oesterheld, Elsa, la esposa de Héctor y madre de las hijas. “Ella pensaba como madre, siempre estuvo en contra de que militaran, aunque después militó en Abuelas. Ella siguió enojada con Héctor, pero después, con el kirchnerismo, la reivindicación de la militancia y el fortalecimiento de las políticas de memoria, verdad y justicia, como que pudo en un punto incorporar la idea de que sus hijas habían militado por un mundo mejor. Eso fue muy importante para ella, le dio un poco de paz, al punto de que ella, en los últimos años, llamaba a la juventud a tomar como ejemplo a esos jóvenes que habían querido hacer algo por los demás”, explica Nicolini.
Y después de todo, a casi 50 años de su desaparición y tras 42 años de democracia, ¿qué hubiera pensado Héctor Oesterheld al ver su historieta plasmada en una plataforma global como Netflix, y del impacto que está teniendo?
“Yo creo que estaría fascinado”, Nicolini se anima a opinar. “Héctor siempre que pudo reescribir El Eternauta, le fue haciendo intervenciones, a él le interesaba que siguiera siendo actual. De hecho, él tenía la fantasía de que fuera adaptado a formato audiovisual, ya desde los ‘60. Con la proyección mundial que tiene, creo que es el sueño del pibe”.
Entrevista realizada por Úrsula Asta y Leonardo Martín en Feas, Sucias y Malas (sábados de 10 a 13 hs.) Redacción: Federico Sclausero
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