Por Ariel Weinman
Una densa vaharada multicolor le cambió el semblante a la mañana de domingo porteño y hasta por un rato le destituyó el nombre del creador de la Ley de Enfiteusis a la avenida “más larga del mundo” y la rebautizó “pan, trabajo, tierra y vivienda”. Cuando apenas la cabeza de Goliat bostezaba, una fiesta de multitud, como las que supo organizar Saúl Querido en los años de plomo en derredor del santo del trabajo, la sorprendió por la espalda. Y es justamente por ahí, en esa zona del cuerpo comunitario que nunca podemos ver, lo que permanece siempre por detrás, por donde ascendió el flujo de “condenados de la tierra”, los hermanados y las hermanadas por el destino común de ser el sobrante del neoliberalismo.
La multitud reunida frente al santuario de San Cayetano en el barrio de Liniers partió con puntualidad a las 9 horas en dirección del centro de la ciudad. La columna, encabezada por los Misioneros de Francisco con la Virgen de Luján a cuestas, quienes venían marchando durante toda la semana desde la ciudad homónima, avanzó cantando consignas que sintetizan la lucha popular por la justicia social y la igualdad de varias generaciones. Sin embargo, ese “no nos han vencido” que jóvenes gargantas hacían replicar hacia el éter no sólo es el puente con un pasado remoto, sino que actualiza la voluntad ante la estigmatización y la persecución que afecta al sector de la economía popular en el presente. Es que el mundo proletario que queda como resto de la globalización neoliberal fue sometido, después del momento más álgido de la pandemia, a una metamorfosis –tan inexplicable como la de Gregorio Samsa en un repugnante insecto- a través del discurso del poder: los héroes del Covid-19 en los comedores comunitarios y en la política de cuidados en los barrios pasaron a ser los responsables de todos los males sociales. Pero por debajo de esta última escena titulada “causantes de déficit fiscal y desorden en las cuentas públicas” para el malestar de los especialistas de la economía y el encanto del juicio moral de los propietarios de todas las cosas, lo que inquieta a esas mentes febriles como continuidad de una historia es la organización popular. Y se preguntan, “¿por qué quienes dicen ser ‘los últimos de la fila’ funcionan como un partido político?” Por eso tenía importancia que esta aleación de trabajadores desocupados, de la agricultura familiar, de comedores comunitarios, de la construcción, cooperativistas, cartoneros, recicladores, vendedoras ambulantes, feriantes, pueblos indígenas pudieran marchar unidos y hacer escuchar su voz en el centro político de la ciudad de pobres corazones.
Fue así que el minotauro popular conjugando manifestación social y procesión bíblica, remedando las pinturas de Antonio Bern, se detuvo alrededor de las 14 horas al llegar a la avenida 9 de Julio. Un enorme escenario fue la sede eventual de encendidos discursos de las y los representantes de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP). Desde allí, Gildo Onorato del Movimiento Evita denunció “allanamientos, causas judiciales, persecuciones a la CCC (Corriente Clasista Combativa) en la provincia de Jujuy pues les molesta la organización de trabajadoras y trabajadores, que los pobres de este pueblo levanten la voz”.
Por su parte, Dina Sánchez del Frente Popular Darío Santillán relató que estuvieron “realizando asambleas en distintos barrios y se escuchaba mucha bronca, mucha desilusión”. Y en esa organización se preguntaban, “¿qué pasa con el gobierno que militamos para sacar a Macri? ¿Cómo puede ser que después de seis años, donde la crisis nos golpea fundamentalmente a nosotras, las que pusimos la vida y el cuerpo en pandemia, sólo escuchemos respuestas para los mercados, para los que ‘se la vienen llevando en pala’ hace muchísimo tiempo?”.
A su vez, Esteban “Gringo” Castro, secretario general de la UTEP aseguró “que esta es una fiesta popular porque la lucha es masiva y cuando sabemos contra qué nos estamos enfrentando. Es la fiesta popular que está en nuestros barrios y tampoco la quieren ver, pero ahí está nuestro pueblo, aunque quieran hacerlo sufrir”. Más adelante en su alocución, Castro analizó el momento político del gobierno nacional: “tenemos un nuevo ministro de Economía que es el producto de la unidad política del Frente de Todos. Para mí eso es auspicioso porque se están decidiendo cosas de conjunto. Pero lo que se dijo en la presentación (de Sergio Massa como ministro) parece que había mucha felicidad en los muchachos que tienen mucha plata en el bolsillo”. Y en el reverso, el dirigente que tiene su militancia de base en la localidad de Moreno aclaró: “para nosotros hasta ahora no se dijo nada”.
La marcha Cayetana tuvo este año toda la carga del drama de la época, vale decir, aquello que se resiste a descripciones rápidas, fáciles, homogéneas, lo que entra en el relato con la figura de la paradoja. Pues no obstante de tener un gobierno propio, “el de una sola clase hombres (y mujeres), los y las que trabajan”, y de registrar el crecimiento del PBI y la producción industrial más importantes de los últimos tiempos, una parte del universo del trabajo subsiste en la precariedad, sin derechos sociales, como cuerpos abandonados que no valen la pena. Y aunque el mundo popular pueda ser definido por el poder del discurso con todas las fichas de la estigmatización, esta singularidad argentina, mezcla de religiosidad popular y masa sudorosa cantando de felicidad un domingo de invierno, hizo pensar por un momento que Dios está con los humildes.
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