Por Erika Eliana Cabezas
Una casilla de madera devenida en puesto de migraciones. Una mujer que naufraga en la inmensidad de la Patagonia que, lejos de ser esa repleta de chocolate y frutos rojos, es árida y desierta. Varias preguntas y la soledad como punto de partida. “Cuando estábamos trabajando con Dani vimos todos los puestos que habían y verdaderamente algo de la Patagonia nos parecía que iba. Algo de esa extensión enorme, de poca gente por kilómetro cuadrado, de la ruta del desierto”, confesó Laura Fernández quien, luego del éxito de Petróleo, encara junto a Daniela Salerno el unipersonal Pacífico.
– ¿Cómo surgió la idea de hacer Pacífico?
– Ya había trabajado con Daniela Salerno, que es la actriz y coautora Pacífico, en otras obras anteriores y siempre cuando uno arma equipo le da ganas de seguir probando cosas. Hace bastantes años ella me dijo que tenía las cartas que su papá, exiliado de la última dictadura militar, le enviaba a su abuela y que tenía ganas de hacer algo con eso. En un momento pensamos la posibilidad de hacer un formato del orden del biodrama, pero nos fueron dando ganas de construir una ficción. Empezamos a pensar algunas cuestiones que daban vueltas alrededor de estar exiliado, en un lugar hostil, tener una comunicación interrumpida por el contexto. No teníamos ningún texto, simplemente la idea de un unipersonal en un lugar solitario. Ahí nos preguntamos qué pasaría en una casilla de migraciones, con los puestos de frontera, con la gente que se va en comisión, que en temporada puede tener algún sentido pero que sino son muy hostiles. Pensamos en la inmensidad de la Patagonia. Y, como dice el personaje en la obra, no es la Patagonia de frutos rojos, es la Patagonia de pasto árido y kilometros y kilometros de nada.
– ¿Qué se pone en juego al momento de llevar adelante el proceso creativo?
– Es muy artesanal el trabajo. Son todas microdecisiones. Trabajamos con algo de la casilla, pero luego dijimos “qué pasa si le ponemos como una especie de oposición”. Después, lo que nos gustaba era la idea de que hubiera algo del orden del relato que se pusiera un poco fantasioso, no porque fuera imposible sino por ampararnos en esta geografía en lo que todo puede pasar. En ese sentido, lo que queríamos era ir escuchando sutilmente qué relato se podía ir armando y, cuando más o menos tejimos la historia, nos pusimos a armar un texto trabajando con las reglas del monólogo. Queríamos un interlocutor con quien uno tuviera mucha confianza, que tuviera un lazo muy sólido y pensamos en la idea de los padres. Tampoco es que sea central para la obra, pero queríamos que se pusiera en juego algo de la emocionalidad. En el texto dice “vos sos quien más me quiere a mi, pienso yo”. Hablar con quien más lo quiere a uno. En el medio, mientras pensábamos la obra, justo sufrimos la pérdida de nuestros papás. Ahí se reforzó esa idea, sin que esto fuera una obra que hablara del duelo ni mucho menos. Simplemente son como unos secretos que una pone en juego.
– ¿Encontrás alguna similitud con lo que fue llevar adelante Petróleo?
– Las similitudes en compartir la mirada, el texto. A mi me gusta co-escribir. Con Piel de Lava hacemos algo que siempre nos divierte mucho. Cada una escribe una escena, y después la escena rara vez la corrige quien la escribió. Entonces, las escenas se pasan. Ya tienen un germen en una cabeza, después pasan por las manos de otra y la termina afinando. No sabemos después quien la escribió. A nadie le importa la autoría de la escena, por supuesto, pero a veces es necesario recuperar una versión anterior de la escena porque quedó un dato que era funcional y no sabemos dónde está esa versión original. Y acá con Dani hicimos lo mismo. La dramaturgia es la voz propia y ese espacio difuso entre el que escribe pensando en el cuerpo de ese personaje. Pero, si encima co-escribís, la voz está mucho más alejada. Y para quienes nos gusta escribir teatro no nos gusta escucharnos. O por lo menos a mi no me gusta escuchar la voz del autor o autora, no me gusta ver la mano del director o directora. Cuánto más se pierda ese germen y más en presente este es mucho más atractivo. Y así intento que suceda. En ese sentido hay un proceso parecido, que es el de producir un material, pasarlo. Se va como desfigurando pero para bien. Otra de las similitudes es que siempre trabajo con las actrices escribiendo. Tan rápidamente va a esos cuerpos que es poco el rulo sofisticado que se puede hacer porque es más deportivo. Se escribe y se hace. No hay como esa cosa de revisar en soledad el material para ver qué estilo se le puede dar y que sea una obra muy linda de leer. No sé si son obras lindas de leer, son obras que están hechas para ser volcadas inmediatamente en la escena.
– ¿Se puede decir que se trata de una escritura colectiva y una letra corporal?
– Sí, se podría decir que la escritura pasó por lo que permitía el cuerpo y lo que no lo aceptaba, quedaba afuera. Y de hecho pasó que, aun cuando le dimos curso a escribir la obra y tenerla de principio a fin, después volvimos con ese texto más complejo y se volvieron a recortar un montón de partes porque no tenían espacio.
Ficha técnica
Pacífico, de Daniela Salerno y Laura Fernández
Con: Daniela Salerno
Diseño de escenografía: Nicolás Botte
Realización: Nicolás Botte, Jerónimo Tedeschi, Manu Tedeschi, Emiliano Szumczuk
Diseño de luces: Matías Sendón
Diseño de vestuario: Lara Sol Gaudini
Diseño sonoro: Zypce
Diseño Gráfico: Martín Gorricho
Fotografía: Vicky Mc Coubrey
Prensa y redes sociales: Prensópolis
Producción ejecutiva: Alejandro Rozenholc
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