Rubén Martínez, ex soldado del Grupo de Artillería Aerotransportado Nº4 integrante del Centro de Veteranos de Guerra de Malvinas de Lanús, fue entrevistado en el programa “Malvinas, 40 historias”. Recordó su paso por las Islas durante la guerra y el regreso al cementerio de Darwin.
Lucas Molinari: Los pueblos hacen las historias, hasta en los escenarios más contradictorios. Esos días previos, ¿Cómo lo viviste vos, Rubén?
RM: Recuerdo tres días antes del 2 de abril en el Grupo de Artillería Aerotransportado Nº4 que tiene la base en Córdoba. Yo soy soldado clase 62, pero entré con la 63, o sea tenía dos meses y medio de incorporado. El 30 de marzo a la noche empezó un revuelo grande en lo que era la cuadra, nuestra batería comando. No recuerdo exactamente cuántos éramos, pero arriba de 120 más o menos. La mayoría eran cordobeses.
Abrieron las puertas rápidamente, vino toda la plana, suboficiales, oficiales, el jefe de batería. Nos separaron a los cordobeses y a los de Buenos Aires. A los de Buenos Aires nos hicieron pasar por salas de armas. Nos armaron. Los Unimog encendidos, en marcha, entraba todo ese olor a gasolina adentro que lo impregnó todo. Teníamos que dormir vestidos, armados, al pie de la cama con el fusil porque la orden era salir en cuanto lo dijeran, salir a tomar la ciudad de Córdoba.
A esto lo podemos extrapolar a esa zona, estaba lleno de regimientos. Supongo que podemos pensar que en todos los regimientos sucedía algo parecido. Lo particular es que era para la gente de Buenos Aires nada más. Sinceramente, no recordé en ese momento lo del año 68, con el tiempo uno asocia con la situación. Por tanto los soldados de Buenos Aires estaban armados para salir a tomar Córdoba y todavía no habíamos tirado un tiro en el polígono. Recién nos estaban dando las armas. Una semana antes vimos por primera vez las armas.
LM: Para reprimir al pueblo de Córdoba si se levantaban diciendo “váyanse”…
RM: Entiendo que si, porque se veía en Buenos Aires, era muy duro. Lo vimos en directo en blanco y negro en una televisión pequeña que teníamos en la cuadra y veíamos a la gente en las vallas de contención de la Casa Rosada, que hoy esta rodeada de rejas. Pero se subieron a las escalinatas y al portón frontal de madera la dejaron astillada porque le daban con esas barras de contención corridas.
Sinceramente fue algo espantoso de ver porque uno decía ¿qué estoy haciendo acá? ¿Cómo que me van a dar un fusil para salir a la ciudad de Córdoba?¿Cómo puede ser esto?
LM: Había sucedido años antes la revolución iraní. Los yankis sabían que un pueblo movilizado podía avanzar en un proceso nacional de liberación y Malvinas tuvo esa contradicción, donde los yankis sabían que tenían a la cúpula, tenían a Galtieri que había sido un año antes, recibido como General Majestuoso.
Juan Natalizio: E inclusive lo recibió hasta el Vicepresidente de Estados Unidos que era Bush (padre)
LM: Pero cuando ve esa plaza llena hay quienes dicen que piensa en Irán. ¿Cómo pensar 40 años después esas contradicciones? Ese pueblo que fue a decir “váyanse”, pero que también después fue a decir que “las Malvinas son argentinas”.
RM: Tres días estuvimos con esta situación y a la mañana del día 2 de Abril estábamos viendo por televisión, esa violencia que había de reacción de decir “basta, se acabó”, a apoyar.
Uno en ese momento quizá no lo entiende con 19 años. Fue sorpresivo todo. Una época muy particular. Los militares ejercían sobre el mimbre verde, que resultaba ser un conscripto de 19 años, todo el poder que pudieran, y también dentro de ese uniforme estaban las personas. No nos tenemos que olvidar de eso también. No todo es una cuestión militar y no todos eran iguales.
Era como difícil de entender que de pronto los querían echar y al día siguiente los apoyaban. Pasa que no era tan así. Malvinas eran Malvinas. Y los militares eran justamente lo que había que sacar. Pero Malvinas era Argentina.
LM: ¿Cuál es la sensación que recordás de aquel 2 de abril de 1982?
RM: Fue muy loco. Insisto. Fue raro. Voy a ser muy sincero y a lo mejor habla mal de mí, porque habré faltado al colegio o tal vez mal de mis maestros a los que quiero muchísimo y los recuerdo a todos. No se tocaba el tema Malvinas. Nunca. Ni en primaria, ni en secundaria.
Malvinas para mi era argentina, ¿cómo que la habíamos recuperado? Hasta ahí llegaba mi ignorancia. No recuerdo que Malvinas fueran inglesas nunca. Porque nunca lo dieron en primaria, ni en secundaria. Al menos, yo lo recuerdo de esta manera.
LM: Igualmente, a favor de los docentes previo a la guerra, algo que hay que reponer Juan, había una interrelación muy grande de Argentina, si bien estaba ocupada por los piratas, había una YPF por ejemplo, había vuelos. Los isleños venían a atenderse a la Argentina.
JN: Desde 1971 con la declaración conjunta de Buenos Aires lo que hace Argentina es conectar el continente con las Islas. Los vuelos que vos decís línea aérea del Estado, se instala con una oficina que el 20 de marzo de 1982 es atacada . La Fuerza Aérea Argentina hizo la pista aérea. El día que se inauguró flamearon las dos banderas en Malvinas, y eso a ¿Quién le preocupaba mucho? Al lobby, al grupo de presión, a los grupos económicos.
LM: Los piratas. Y después ¿Cómo fue? Después de ese 2 de abril ¿Cuándo es que vos viajas a las Islas?
RM: Con el grupo partimos el 23 de abril por la noche desde Pajas Blancas.
JN: Porque ahí lo que estás contando hay un dato que me parece que está bueno que lo cuentes ¿Qué pasó el 10 de abril?
RM: El 10 de abril íbamos a hacer el salto. Era un grupo de artillería y paracaidismo. El único que hay en el país con esas dos especialidades. Hay paracaidistas, pero ingenieros de combates, infantes.
Ese día había viajado mi viejo, el Galleguito, para ver el salto de bautismo. Tenía 19 años cuando elegí eso porque fui voluntario al grupo, no quería ir al sur. Esto es muy particular porque yo no quería que me tocara como algunos pibes del barrio que venían inflados de gordos, habiendo estado en el sur y que tardaban seis o siete meses en volver al barrio. No quería que me pasara eso. Elegí Córdoba porque me provocaba el hecho de tirarme de un avión. Era una aventura.
Ese día vino mi viejo. Es fuerte. Me acuerdo que trajo un pollito, hecho por mi vieja, un bizcocho, y cuando lo dejan pasar, porque en realidad no lo iban a dejar pasar porque habían cortado todo, el salto se suspendió. Estábamos preparados para ir a tirarnos, y a la mañana llega la orden de que no lo íbamos a hacer.
Después nos enteramos tres días después o cuatro días después, que el grupo iba a ser destinado a Malvinas. Eso que había traído mi viejo con tanto cariño arriba de un colectivo, lo compartimos con los compañeros debajo de un pino, un eucalipto, dentro del cuartel.
Mi viejo vino a verme saltar. Se fue, y dos noches después me entero que el grupo iba para Malvinas y un día después, osea tres días después, hago el rol de combate de mi batería y encuentro mi nombre con el rol de combate de conductor motorista del jefe de grupo. Cosa que ni siquiera le comenté a mis padres. No me animé a mandarle ningún mensaje.
El 23 de abril a la noche, cursando el día, nos llevan a Comodoro Rivadavia. Y el 25 llegamos a Malvinas. Por la madrugada.
JN: Aclaro esto porque recién lo decía Rubén, que él se entera que va unos días antes porque su misión, como soldado conscripto era justamente, la parte más administrativa. El estaba haciendo con una máquina de escribir, muy dura, esa lista que va a Malvinas. Ni siquiera le había dicho un superior. Ahí se enteró que era soldado del grupo de artillería transportado 4 que iba a Malvinas.
RM: El furriel. El oficinista de la batería.
LM: ¿Y la llegada?
RM: La llegada fue de noche, fue muy loco. Cuando llegamos en un avión que no recuerdo, un Fokker, un avión como si fuera de línea, sin asientos. Hay un montón de fotos por ahí que tienen la particularidad que ves a todos los soldados sentados en un fuselaje, limpio totalmente, contra las ventanillas de espalda algunos, sentados arriba de los petate, de las mochilas, que transportábamos cada cual, unos 60 kilos cada mochila y en el centro tres o cuatro líneas, pero todos bien apretaditos.
Lo particular de la llegada, no recuerdo cuanto duró, pero para mí fue una eternidad. Era el segundo vuelo que hacía. La primera vez que me suben a un avión en realidad fue a un Hércules de ahí a Comodoro Rivadavia y luego en este. Cuando llegamos a Malvinas terminamos todos apilados casi de lo que era la puerta de entrada a la cabina porque estábamos sin amarrar ni nada. Un impacto.
Llegamos de noche, una muy fría, nos separan a unos 200 metros de la pista. Lo primero que veo es un tanque de YPF enorme, al lado de una casilla. Yo llegué cuando ya decían Islas Malvinas. Aeropuerto de las Islas Malvinas. Al lado YPF y a unos 200 metros nos hicieron poner en línea. Dormimos a la intemperie ese día. Ni carpa montamos. Llegamos a las 2 o 3 de la mañana.
Las estrellas del cielo eran faroles. Era una noche totalmente limpia. Pero un frío que te atravesaba. Recuerdo que nos pusimos con Sergio Siboldi, que está en el sur ahora mismo con su familia, nos pusimos con una bolsa de cama, pegaditos uno al lado del otro, la manta de él y la mía por encima, el poncho impermeable por encima. En la mañana, cuando despertamos recuerdo que en el lado izquierdo, tardé como dos horas para quitarme el hielo que tenía. Había caído semejante cantidad de rocío y hacía un frío tan fuerte que no lo podía despegar de la oreja. Teníamos el pelo muy corto en ese momento y era terrible porque no había forma de quitarlo. Hasta que al final fue soltando, y fue también con varios pedacitos de piel acompañados.
Lo recuerdo como algo muy frío, pero sinceramente ese día a la mañana azul limpio, el aire era muy denso. Era como respirar, respiraba libertad. Lo recuerdo con mucho cariño. De las pocas cosas que recuerdo con cariño de aquella experiencia.
JN: Ahí van a tomar posiciones el grupo e inmediatamente quedan en el lugar ¿cómo siguen todos ustedes?
RM: Tuvimos dos posiciones antes de saple, que es donde combatió el grupo de artillería 4, el grueso del grupo porque hubo una sección con dos piezas que fueron a Ganso Verde, “Green” que le dicen sino me equivoco, junto con el general Galsa con el grupo de artillería 3 fueron movilizados hacia el lugar.
Nosotros luchamos en Sapper Hills. Hubo dos posiciones antes, muy particulares. Lo recuerdo de esta manera, la primera estuvimos un día. Cavamos y el agua brotaba. No pudimos cavar y tuvimos que dormir en la carpa. Al día siguiente nos movieron de lugar, era un poco antes del pueblo cruzando lo que es una especie de puentecito que comunicaba el aeropuerto con el pueblo. Digamos que está a unos cuatro kilómetros del pueblo.
Nos movilizamos un kilómetro y medio más cerca del pueblo. Unas doce horas más o menos de que nos movilizaron de la segunda posición, fue bombardeada. Fuego naval. Ya estamos hablando del 1 de mayo.
Estamos tres días en la posición antes de Puerto Argentino, antes de la última en que combatimos y recuerdo un avión entrando. En la bahía de Puerto Argentino, de frente, hay dos montañitas que se cruzan, no se los nombres, ni los recuerdo. Son elevaciones. El mar está detrás. Estamos con Sergio en una posición cubierta de piedras con una mag que no sabíamos utilizar. En realidad si sabíamos utilizarlas, pero nunca habíamos tirado con ella. Nos habían explicado como era, pero nunca habíamos tirado.
Estaba como sirviente y entra un avión pegado al ras de agua derecho a la posición nuestra. Esto duró tres segundos. Él estaba apuntando hacia ese lugar porque era lo que teníamos que cubrir. Al lado nuestro pegadito, estábamos cerca de la orilla del mar pero en una elevación de 10 o 15 metros cubiertos por piedras, cuñas que salen de la turba. Estaba apuntándole, yo estaba teniendo la cinta y el avión viene derecho a nosotros.
Había pegado a la orilla un galeón, era de madera, antiquísimo porque era el esqueleto lo que estaba nada más. La quilla y los palos que simulaban las costillas de un barco. El avión empieza a ametrallar el agua. Estaba tan pegado al agua que el agua le pegaba en la panza al avión a medida que iba pasando. Levantó toda una cortina, largo toda una ráfaga en dirección a ese barquito hundido que había en el costado.
Por encima nuestro escuché una especie de sonido, miro para arriba y como si estuviera suspendido un cohete arriba de nuestras cabezas el avión que gira y este cohete que tenía la punta roja y la culata roja es como que gira y sale de él. Vimos toda la bola de fuego. El avión era real y tiraba.
Esa misma noche que entra el avión había un barco al cual nosotros estábamos llevando municiones. Porque íbamos a ser trasladados -esa era la orden y el conocimiento que teníamos- a Gran Malvina.
Nos montan arriba de un reo, un camión muy grande, cargado de municiones del Grupo de Artillería 4, entramos en lo que es el espigón para bajar las municiones al barco y dan la alerta roja. El camión que sale marcha atrás, volvemos a la posición. Totalmente oscuro todo. La noche estaba cerrada, no había ni estrellas. Pero era clara. Dentro de su oscuridad era clara. No con esa neblina constante que recuerdo de Malvinas.
Empezamos a escuchar los disparos de los barcos. Es un sonido muy particular. Es como algo que destapas pero a lo lejos. Y unos segundos después te sobreviene o un silbido o el fogonazo de una explosión. Eso te marca si está cerca o lejos. Si continuas con lo tuyo o no.
Todo eso era nuevo. Nos dicen “fuera del camión”. Lleno de municiones. A lo mejor habla mal de nosotros, pero éramos inexpertos en el asunto. Tres compañeros se pusieron debajo del camión para cubrirse. Todos los demás salimos disparados sin saber a donde. Yo recuerdo haberme caído varias veces porque no se veía absolutamente nada. Y como dos horas después estaban a los gritos para juntarnos.
Esas fueron las primeras experiencias que tuvimos. Para luego sí estar en Sapper Hills que fue donde realmente combatió el Grupo de Artillería 4. A lo mejor habla mal de nosotros, pero nosotros continuamos la instrucción en Malvinas. Teníamos dos meses y medio de incorporados.
LM: Fue un aprendizaje muy veloz…
RM: Cuando se te va la vida aprendes todo. Rapidito. Ya no hace falta que te digan “cuidado con el fuego porque quema”. De pibe por ahí sí, pero cuando ya lo viste dos o tres veces, o cuatro, el tema del bombardeo hasta ya aprendes como es la movida.
Había una particularidad. Los primeros bombardeos de día que tuvimos, dio la casualidad de que era a la hora de comer. A eso de las 2 de la tarde comíamos. Una comida diaria. La primera alerta roja que hubo, pues estábamos en fila para comer, empezamos a escuchar las antiaéreas. Eran aviones que estaban pasando. Veíamos dónde iban explotando porque quedaban como globitos blancos y algunos negros. Un avión muy, muy alto y por detrás la munición que explotaba de las antiaéreas que estaban todos alrededor de nosotros, del grupo de artillería que eran bitubos. Temblaba. Salimos todos disparados como hormigas.
El segundo día estamos casualmente en la cola a la misma hora para comer. Alerta roja. La alerta roja no sabía si era ataque aéreo, o bombardeo naval. Empezó bombardeo naval. Salimos todos disparados como hormigas.
El tercer día, cuando dijeron alerta roja y estamos en la fila, no se movió nadie. Aprendimos que si no escuchas el silbido, tenías que quedarte quieto, porque con vos no es. ¿Sabes cual es el problema? Que con vos no es, pero con otro, sí. De eso si que no nos dábamos cuenta. Uno pensaba “ya está tranquilo”, pero con el tiempo te das cuenta de que a vos no era. A vos no porque estabas en esa, ¿y donde caía? Eso no lo pensábamos en ese tiempo.
JN: Rubén, la función de ustedes, era artilleros. En un momento, lo voy a resumir porque además la experiencia de Rubén es muy rica para escuchar. Pero en un momento yendo puntual, empieza la batalla recién vos nombrabas, de lo que eran ataques aéreos y de buques. Pero un momento empieza la batalla de artillería terrestre contra la artillería terrestre…
RM: Hemos hablado unas cuantas veces. En realidad soy una persona afortunada y de ese afortunado que me considero, estoy acá, ¿no?. Soy afortunado. Me hizo mucho daño el pensar y creo que te lo vas a recordar cuando te lo diga, que yo abandoné.
Hay una parte que es la más álgida en la que estuvieron los muchachos tirando durante tres días sin parar hasta agotar munición. Casi 70 toneladas que habíamos llevado. Yo fui evacuado de Malvinas. Esa parte de la batalla de artillería terrestre ida y vuelta con los británicos pues no la tuve.
JN: Utilizas la palabra “abandoné”. Vos no abandonaste. Contanos ¿qué fue lo que pasó?.
RM: En unos de los tantos bombardeos que tuvimos. Era un ataque naval, hasta donde recuerdo, por el sonido que había antes de que cayeran. Es muy diferente el sonido de la artillería terrestre que el de los barcos. Es muy diferente.
Algo cayó relativamente cerquita de donde estábamos con los compañeros. En ese momento a mi me agarra corriendo para cubrirme detrás de unas piedras. Sapper Hills está pasando los dos tres kilómetros del pueblo alejándose de lo que es la bahía, pero es plano, muy plano. No tenés casi donde meterte.
Había unas cuñas que salían de la tierra y hacia eso estaba apuntando, hacia unas piedras, para poder cubrirme. Una onda expansiva no fue muy cercana, porque en realidad habrá caído a cincuenta metros o sesenta metros. Mientras yo estoy volando para cubrirme porque escuchaba el silbido, aparezco dado vuelta y de pronto nada. No empecé a ver de un ojo. Algo me dio en la cabeza, o en el casco mismo, no lo sé. El casco no lo encontré. Y me produjo una pequeña herida en la frente. Creo que se nota. La tengo siempre abierta porque está en la frente y es donde me nace el pelo. Una especie de y griega.
No sé lo que pasó, pero tres días después yo ya venía estando mal. No comía, poco había para comer, vamos a decir las cosas como son. No comía y al final me llevan al pueblo, me hacen unas curaciones, me cosen, me dicen que esa noche tenía que quedarme ahí.
El hospital de Puerto Argentino era un colegio. Yo lo conozco como el hospital de Puerto Argentino. Lo primero que hice fue ir al baño. No sé para qué, pero necesitaba un baño. Recuerdo que era chiquito. Eran de juguete. Tan chiquitos son los inodoros. No entraba. Hice todas mis necesidades, pocas porque no tenía que dejar, pero muy casualmente yo tenía la particularidad que en esos tres días con la herida ya abierta, olía la comida. Pero por ahí si el viento iba en contra mío era imposible olerla. El olor del rancho.
Llegaba la hora de comer. Al lado mío, un muchacho tenía enterocolitis, tenía hasta cigarrillos, recuerdo que me fumé como tres uno tras del otro. Y al hombre le dicen “te vas a tomar un té”. Protesta. Le digo “tranquilo, el té me lo das, y los atados de cigarrillos y yo te doy el plato de comida”. Y me pregunta ¿No me vas a cagar?. Le contesté “no, tranquilo”.
El té estaba riquísimo. Él empezó a comer a cucharadas hirviendo. Habían otros dos al lado que no podían comer de lo caliente que estaba, y el pibe se lo empujo todo. En ese momento entra el mismo soldado médico que nos había revisado a los dos y le dice “¿qué haces comiendo?”. En su última cucharada. Y me pregunta a mi “¿vos que haces que no estás comiendo?. A mi la comida me daba asco. Al día siguiente iba a volver a mi posición.
Ese día me revisa y encuentra que tenía hepatitis, pero no me lo dijo en el momento. Me dijo que vaya al baño y me dio un frasco vacío de café, me dice “tráeme con el orín”. Voy y de pronto por arte de magia lo llene. Y era coca cola. Yo te juro que pensaba que estaba muerto. Fui y le digo que estoy muerto ¿qué tengo? No me dice nada. ”Vos ponete los zapatos en el primer vuelo que venga, vos salís. Para vos se acabó”.
Esa mañana toda la noche estuvieron bombardeando. Me suben arriba de un Unimog con sus cruces rojas. El Unimog se puso dos veces en dos ruedas porque parecía que iban cayendo al costado del camino. El bombardeo había durado toda la noche. Fue el 28 de mayo.
Llegamos al aeropuerto, llega el avión, cinco diez minutos después de que habíamos arrimado con el camión y casi andando me quisieron hacer subir. Había un montón de chicos que lamentablemente estaban bastante mal. En camilla. Los suben a ellos primero, y cuando me suben a mi yo estaba por la escalera. Digo “¿a donde voy?’¿Cómo que estoy saliendo de acá?”. En lo único que pensaba era en mi compañero Sergio.
Sinceramente pensaba en todos los demás, estaba dejando a Sergio solo. Lo estaba dejando solo. Lo loco de todo esto. Es que a mi me duró hasta principios del 2000 pesadillas permanentes, constantes varias y diferentes pero era tan reiterativas. Yo había abandonado. Y Sergio sin embargo, estuvo ingresado en Campo de Mayo tres meses después de ese momento. Sergio me vino a saludar con toda su familia antes de que terminara junio.
Igualmente, no me pude sacar de encima el hecho de haber abandonado. Porque de mi grupo murieron tres. Pero uno era un compañero cordobés, un pibe muy majo, Vallejos, siempre presente. Para uno es como decir “te deje solo”. Uno es un privilegiado. Pero a veces hay que arrastrar cruces siendo privilegiado.
JN: Detalle de la unidad el teniente coronel en ese momento, Quevedo, fue con una enfermedad, ano contra natura, a Malvinas. Podría no haber ido a Malvinas y fue igual. Es algo que los soldados destacan mucho. Y lo otro que también destaco es que a la unidad antes de ir a Malvinas, les dijeron “vamos a Malvinas, el que no quiera venir, que levante la mano”.
RM: Fue así. En el playón del grupo. “Que dé un paso al frente el que no quiera ir”. Era una especie de U formada. Ninguno dio el paso al frente.
LM: Estuviste en Malvinas en el año 2019. ¿Qué sensaciones tuviste?
RM: Tuve un desarraigo de 21 años, desde el 91 hasta el 2012, viví fuera del país, en Europa. Puntualmente estuve en Inglaterra, trabajando.
Malvinas para mi quedó aplacada durante mucho tiempo. No tenía con quien hablarlo. Mi situación era tratar de estar en el lugar donde me desarrollaba en ese momento. Es muy difícil. El desarraigo es muy duro. Siempre te está llamando la tierra.
El tema es que empecé a descubrir Malvinas de vuelta en el 2009, me llegaron algunas películas, algunos más cercanos sabían la situación de que había estado en Malvinas. Allá a nadie le interesa. No les importaba. Ellos también tienen sus propias historias. Algunos picaron, siempre me preguntaban alguna que otra cosita. Uno me acercó una película muy puntual, una que te ilumina los recuerdos y que a veces uno comparte por lo menos en la forma en que ilumina. En definitiva, me empezó a revolver.
Cuando estuvimos en el 2019 con otros compañeros, durante todo ese tiempo, desde el 2012 al 2019 empecé a participar mucho con el tema Malvinas. Ahí fue cuando conocí a Juancito. Las cosas tienen que suceder porque no son casuales, hay siempre una causalidad para todo.
La gente tiene que aparecer porque es el momento oportuno. Nunca es tarde. Todo llega cuando tiene que llegar y descubrís buena gente. Pero a través de esa buena gente, vas descubriendo los relatos de otras personas, de otros compañeros que han estado en otros lugares y te pones en el lugar de esa gente.
Cuando visité mi lugar, Sapper Hills, no me provocó mucho. Si me provocó el hecho de recordar a los compañeros que ahí quedaron, Pizarro, Romero y Vallejos, presente los tres. Pero a mi Sapper Hills no me dio vuelta. Monte Longdon, sí. Y Darwin. Esos son los dos lugares que cualquier veterano que conozcamos un poquito de lo que ha sucedido durante estos 40 años, aprendimos a reconocer que los que somos veteranos, porque estuvimos dentro de las 200 millas marinas o entramos en efectivas acción de combate, aún sin haber tirado un tiro, uno reconoce lo que pasaron determinados compañeros.
Luchar cuerpo a cuerpo es algo que uno se lo pone a pensar y decís “joder..”, los pibes del Belgrano, también decís “joder…” Yo no cambio la que me tocó tal vez porque estoy acá, a pesar de todas las cosas, por las que sufrieron todos estos pibes. Pero lo más loco de todo es Darwin.
Ese lugar tiene una energía que yo no puedo explicar. Quizás sea algo muy puntual o particular, pero lo que yo experimenté ahí, y después he podido contar, porque es como cuando no podés encontrar las palabras para determinadas situaciones.
Mi viejo falleció hace cinco años. Obviamente a mi viejo lo quería muchísimo y sufrí tener que dejarlo ir, pero lo que me pasó en Darwin jamás en mi vida lo había experimentado. Jamás. Me revolvió la cabeza. Me revolvió el cuerpo. Ahí no hay muerte, ahí hay vida. Mucha vida. Y podríamos haber sido cualquiera de los que volvimos. ¿Por qué les tocó a ellos? No lo sé, pero hay una cuestión que queda muy clara, ahí está Argentina. Está en todos lados en las Islas Malvinas, pero ahí está Argentina.
Está en su virgen, en la virgen de Luján, la patrona, está en su indumentaria, dentro de la indumentaria de la virgen la bandera argentina. No flamea, pero flameó con los cuatro compañeros que fuimos. La hicimos flamear. No somos provocadores, pero es el respeto que le teníamos que dar a los compañeros que se quedaron ahí.
Ninguna de las cruces que están en Malvinas se quedó sin una flor. El viento lo tira todo. Al menos, cuando nosotros fuimos, a todos los saludamos individualmente. Después de haber estado ahí, creo que la mochila se me aliviano en unos 553 kilos, porque a partir de ese momento empecé a respirar un poquito más fuerte. Empecé a perdonarme, no sé de qué, pero empecé a perdonarme y a reconocer lo que tenemos que trabajar nosotros que es informar, dar el testimonio y fundamentalmente dar el mensaje de que eso no tiene que volver nunca en ninguna generación argentina. Lo tenemos que recuperar de una manera diferente, pero no nos tenemos que olvidar de ellos. Si nos olvidamos de ellos, los vamos a estar matando en serio.
- Entrevista realizada por Lucas Molinari y Juan Natalizio en Malvinas, 40 historias, martes de 14 a 15 horas por Radio Gráfica.
- Desgrabación con la colaboración por Carolina Ocampo
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