Por Tony Aira (*)
En la Marina estadounidense la rama de los submarinos es conocida como el Servicio Silencioso. Los submarinistas son unos marinos extraños en cualquier armada. Discretos y profesionales, saben que en segundos pueden pasar de cazadores a presas.
Existen miles de historias de nuestros combatientes en Malvinas, pero la historia de 35 bravos marinos criollos es poco conocida. El ARA San Luis era un submarino de ataque tipo 209, botado en los astilleros Tandanor en abril de 1973.
En 1982 el San Luis estaba en malas condiciones. Uno de sus motores Diesel fallaba constantemente y el sistema de refrigeración, hélices y sectores del casco tenían una gran cantidad de moluscos adheridos. El buque entraría en dique seco en ese mayo de 1982, pero el inicio de las hostilidades encontró al submarino no solamente con estos achaques sino con una tripulación novata y un problema irresuelto con los torpedos filoguiados (guiados por cable) SST-4 contra blancos de superficie, estos torpedos de origen alemán tenían la alarmante tendencia a cortar el cable en camino al blanco.
El comandante del San Luis era el Capitán de Fragata Fernando Maria Azcueta, un marino de 40 años hijo de un submarinista. Con escasas 48 horas antes de salir de patrulla, juntó a su tripulación en la base naval de Mar del Plata para poner en las mejores condiciones al maltrecho buque.
Finalmente, el 11 de abril, el San Luis zarpa hacia la guerra. A poco de zarpar, y en pleno Atlántico, un extraño ruido se escuchaba en el casco del buque. Azcueta ordena una peligrosa emerción diurna y se descubre que una pistola remachadora quedo enganchada en el submarino. El dia 17 de abril se llega a la zona de patrullaje, el capitán abre el sobre lacrado con sus ordenes. Estas eran patrullar pero no atacar hasta recibir autorización con la intención de no interferir con las negociaciones diplomáticas.
El 19 de abril la computadora de control de tiro se avería y no puede repararse con los recursos a bordo, por lo tanto, solo se puede disparar realizando cálculos manuales y con una salva de un torpedo a la vez no con los tres que se puede disparar con la computadora. Las dificultades no se detenían. El sistema de refrigeración de los motores Diesel se avería haciendo que falle uno de ellos, esta rotura aumenta la cantidad de tiempo que los Snorkels (dispositivo que permite la carga de los motores eléctricos) tienen que estar en la superficie.
El 29 de abril el Capitan Azcueta comunica a la tripulación que recibió la orden de atacar a blancos británicos. La tripulación da vivas y se olvida del poco espacio (todo espacio libre se ocupo con víveres) y esperan ansiosos la oportunidad de atacar a el enemigo. El norte de la Isla Soledad se convierte en “Maria” el área de patrulla de guerra y no se esperó mucho para atacar. El 1 de mayo, el San Luis detecta sonidos de hélices de fragatas Tipo 21 británicas. Azcueta ordena a el Teniente de Fragata Maegli (un marplatense de 27 años) que realice los cálculos para el disparo de un SST-4 contra el buque enemigo.
Maegli realiza los cálculos y se da la orden de disparo. El torpedo se dirige a ras de la superficie en vez de hacerlo a 10 metros de profundidad, delatando el ataque. Los helicópteros antisubmarinos avisan a los buques británicos permitiendo eludir el ataque y el cazador se convierte en presa, la tripulación pasa a silencio total y durante 24 horas eluden el ataque ingles que fue con torpedos y cargas de profundidad.
La noticia del hundimiento del ARA “Santa Fe” en las Georgias del Sur impactó en la moral de la tripulación, pero rápidamente se buscó revancha. Los operadores del sonar argentinos tuvieron que aprender rápidamente a diferenciar el eco de una ballena y el de un buque enemigo. El 4 de mayo se detectó a un posible submarino enemigo y se disparó un MK- 37 torpedo antisubmarino. Se escuchó una explosión pero no pudo confirmar el blanco.
El 11 de Mayo se produce el tercer ataque del San Luis contra la flota británica. En la boca norte del estrecho de San Carlos se detecta el eco de dos buques que son identificados como dos fragatas tipo 21. Eran las HMS “Arrow” y la HMS “Alacrity”. Azcueta se da cuenta que por algún motivo las fragatas se estaban separando y que la “Alacrity” quedaría en una situación ideal para poder dispararle. Nuevamente se le ordena a Maegli la realización de los cálculos, y una vez realizados y con el enemigo a menos de cuatro mil metros, se dispara el torpedo.
Los fallos siguieron castigando a el San Luis ya que se rompe el cable de guiado y el torpedo no puede corregir su trayectoria por lo tanto ira hacia el blanco predeterminado. Se escucha una explosión, pero ante el contrataque ingles el Capitan Azcueta ordena el escape. Nuevamente, el peligroso juego del gato y el ratón. Estos valientes marinos eluden una feroz cacería de la Royal Navy, y luego de 36 mortales horas, pueden sacar el Snorkel a superficie y dar también las novedades recibiendo la orden de volver a puerto para realizar las necesarias reparaciones ya que sin la computadora y con la averia del motor era muy peligroso seguir la patrulla.
El San Luis regresa a la base naval de Puerto Belgrano el 19 de mayo luego de una patrulla de 39 dias y con 864 horas de navegación sumergida. Cuando el buque terminó su amarre, sus motores producen una avería total que lo deja fuera de servicio ante la consternación de la tripulación que quería regresar al combate.
Terminada la guerra se estableció que el problema de los cables de guiado se producía por que se había cambiado la polaridad por un mantenimiento equivocado. Los británicos aseguran que durante el ataque del 11 de mayo el torpedo argentino impacto un señuelo, pero hay sospechas de que el torpedo impacto a el HMS “Alacrity” pero sin explotar. El ataque del 4 de mayo es aun clasificado para la Royal Navy.
El valor de estos marinos argentinos, que en con un buque en malas condiciones y con el lastre de un armamento principal defectuoso, no solo atacaron a lo mejor de la Royal Navy sino además escaparon de los mejores especialistas de guerra antisubmarina de la OTAN (apenas terminada la guerra la OTAN cambia sus sistemas de defensa antiaérea y antisubmarina en sus flotas de guerra).
Pasaron 40 años de la hazaña que nuestros valientes submarinistas realizaron al enfrentar una de las mayores potencias navales del mundo. Marinos qué, como los valientes de nuestro ARA “San Juan”, estuvieron dispuestos a entregar la vida en cumplimiento de su juramento de defender a nuestra querida patria.
Está en nosotros recordarlos y agradecer su valor y sacrificio en cumplimiento de su deber.
(*) Historiador / Columnista de Desde el Barrio.
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