Patricia Maidana ingresó en 1980 como personal civil al Centro de Control Aéreo de la Fuerza Aérea Argentina, donde desempeñó la tarea de Controladora de Tránsito Aéreo, misión que luego cumplió durante el conflicto en Atlántico Sur en el 82.
El 8 de marzo, Radio Gráfica inauguró un ciclo de entrevistas en el programa “Malvinas, 40 historias” que involucra, en 40 episodios que se transmiten los martes de 14 a 15 hs. por la FM 89.3, la voz de veteranas y veteranos con motivo de cumplirse este año 4 décadas de la Guerra de Malvinas.
La radarista Maidana, que actualmente se dedica a la docencia, conversó en este primer programa en un día especial, el día internacional de las mujeres trabajadoras. En diálogo con Lucas Molinari y Juan Natalizio, esta fue la primera vez que Patricia contó públicamente su historia sobre Malvinas.
Lucas Molinari: En el Día Internacional de la Mujer queremos tener los testimonios de algunas de las que estuvieron en ésta guerra del ´82. Nos contaba Juan que esta es la primera vez que vos hablas en público.
Patricia Maidana: Es verdad. Hablar por micrófono no me es nuevo, pero sí en una entrevista.
Juan Natalizio: Si nos vamos a 1982, primero un breve contexto, porque vos estabas como personal civil de las fuerzas en el centro de control aéreo como radarista, pero específicamente, ¿cuál era tu función?
PM: Mi función el 2 de abril cambió radicalmente. De ser civil, me militarizaron y nos enteramos que se iban a recuperar las Islas Malvinas en un operativo realmente gigantesco. Al ser bilingüe, estando en el teatro de operaciones sur, en el radar, pasé a ser no sólo por la escucha, sino la traductora y la controladora de tránsito aéreo, haciendo los planes de vuelos de algunos puntos del continente hacia las Islas Malvinas y las áreas circundantes.
JN: Dentro de esas misiones que vos hacías, vos estabas con el radar ¿Ibas guiando las rutas de vuelo, los aviones?
PM: Cuando hay misiones, se tiene que hacer silencio de radio, o sea, no se puede hablar. Las tripulaciones hacen los operativos, lo planean y yo en el radar voy viendo sus transponders, que es la señal que emite todo avión que la prende, y veía el operativo y veía el tránsito convergente. El tránsito convergente es el tránsito que viene hacia la aeronave. Pasa por arriba, por abajo o por los laterales. Pensar que en 1982 estuvimos en guerra, pero nunca se suspendió el tránsito comercial.
LM: Es fuerte pensar a la distancia lo que no cambió. De hecho, hay cuestiones como pagar la deuda de los ingleses que se siguió haciendo. Esto es algo que uno a veces destaca: por qué en un momento de guerra hay ciertas decisiones que se toman. Vos contás Patricia que Ezeiza no cerró los vuelos y continuó operando normalmente.
PM: Exactamente. Teníamos que ver que los vuelos comerciales, no solamente los vuelos nacionales, sino también los internacionales, no vieran a los escuadrones. Porque no se podía realmente. Nosotros teníamos que prever de cruzarlos por detrás, por arriba, por un lateral, y eso da la pericia de la tripulación. Los pilotos argentinos realmente son reconocidos por el enemigo y por las demás fuerzas del mundo.
LM: Eso te iba a preguntar. Si hay algo que se conoce de la actuación de los pilotos argentinos en la guerra del 82 es que hicieron cosas increíbles, al punto que es estudiado el accionar de los pilotos argentinos por las fuerzas aéreas de todo el mundo. Si tuvieras que explicarles, de tu lugar desde donde lo viviste, a alguien que está aprendiendo de lo que pasó hace 40 años, ¿cómo contarías el accionar de los pilotos argentinos?
PM: Excepcionales. Generalmente los argentinos tenemos ese concepto de que, ¿cómo va a ser premio Nobel si es vecino? ¿Cómo van a ser los mejores pilotos del mundo, si son argentinos? Acá no es fanatismo. La Fuerza Aérea es una familia y el debut de fuego, nuestro bautismo, fue Malvinas. Sabíamos que había buenos pilotos. Pero el coraje y la capacidad y la destreza realmente superaron cualquier expectativa.
Por lo pronto, como nunca habíamos estado en guerra antes, teníamos aeronaves que, en el Mercado Común Europeo, la commonwealth y demás, lo tomaban como amigos, no los detectaban como enemigo. Y los aviones nuestros, por ejemplo, Pucará, el A4Q y demás, tenían un desarrollo y una capacidad que otras aeronaves no las tenían.
Sumale a eso el coraje, el arrojo, el hacerle un agujero a la carlinga, que viene a ser la pancita de la aeronave para mirar a ver dónde está el agua, para calcular para hacer vuelos rasantes imposibles hasta ese momento. Muchos pilotos inclusive, cuando hablé con algunos pilotos de Jerusalén, hebreos, me decían que “no sabíamos que tenían esa capacidad hasta que lo vimos”.
Eso muestra un poco lo que era Argentina, el piloto argentino, los técnicos argentinos, pusieron todo, absolutamente todo para ganar la guerra, para defender al territorio sin ninguna duda, y para proteger a los que estaban en campaña.
JN: Dentro de esa línea, Patricia, vos hacías mención de lo que fue el 2 de Abril. ¿Cómo viviste ese día? Además de tu función, ¿cómo fue todo alrededor del trabajo de ustedes?
PM: Ese día no me lo voy a olvidar jamás. Llegué como cualquier otro día y me encontré con mis colegas militares vestidos de fajina, y antes la gente en la década del ´80 no te saludaban abrazándote, eran amables, pero no tanto. De repente me abrazaban y me dejaban un papelito. Automáticamente los agarraba, y alcanzaban a murmurar “avisá”. Cuando estaba en un lugar seguro, busco un teléfono, veo, y esos papelitos decían un número telefónico y la cosa era “avisá que estoy bien”. Antes no había celulares.
Todos los que partieron no pudieron despedirse de sus familias. Y no se pudieron comunicar. Los que volvieron, se pudieron encontrar, pero nadie, el 2 de Abril, se pudo despedir de sus familias, ni sus afectos. Yo agarré papelito por papelito, fui llamando y diciendo que se encontraban bien. No podía decir el destino, no podía decir nada, pero la familia entiende. Agradecían. Y me sentí útil.
LM: ¿Qué edad tenías en el 82?
PM: 23 años para 24. Era una piba.
LM: Han pasado 4 décadas. ¿Qué sensaciones tenés cuando recordás esas épocas?
PM: Primero, la guerra. Los argentinos se lo tomaron como un mundial de fútbol. Y al no tener idea de lo que realmente estaba pasando, solo la gente del paralelo 41, más o menos de Río Gallegos para abajo, tenían perspectiva de lo que estaba pasando, porque tenían operativo de apagón y veían los aviones sobrevolar.
Me pasó personalmente, mi papá andaba con el pin de las Malvinas y cantando la canción de las Malvinas y yo sabía la realidad que vivíamos. Y los actos de heroísmo me los tenía que callar.
Pensar que en esa época, principios de la década del 80, en las casas los hijos no decidían qué comer y a veces no podíamos ni opinar. Entonces no le podía decir, por cuestiones de guerra, no le podía decir a mis padres cómo iba la cosa o me guardaba en el recuerdo la voz de algún piloto que decía “máquina al 100 por ciento. Viva la Patria. Diganle a mi familia que los amo”.
Les recuerdo que en la zona de conflicto, el agua, si uno cae al océano, tiene minutos de sobrevida. Y las distancias, porque eso es algo que la gente no tiene conciencia, las distancias son tan grandes que si te quedas sin combustible, te caes o te caes. Los pilotos mostraron arrojo hasta el último minuto. Eso no se olvida.
LM: Vale contar el detalle ese que no es menor, porque los pilotos salían del continente, volaban al ras del mar para estar por debajo de los radares enemigos y volaban al punto de quedarse sin combustible.
PM: Claro, porque los operativos que hacían exigían mucho a la máquina. Por ejemplo, los Pucará se metían entre dos Destroyer como si fueran mosquitos. Pasaban por debajo de la superficie del barco y hacían un loop. Eso consume mucho combustible, y ahí podían disparar, hacer maniobras y evitar los cañonazos. Las fragatas no podían con los pilotos argentinos.
De hecho sucedió con el Invencible (portaaviones inglés), donde se encontraba “el principito”, así le decíamos, Andrés (príncipe de la Corona inglesa), que lo habían llevado unos pocos días antes para que tuviera presencia en la guerra. Jamás pensaron que los pilotos argentinos iban a llegar hasta el Invencible y darle la batalla que le dieron.
No por nada la Corona inglesa prohibió información sobre el Invencible por 100 años. Algunos dicen que hay información de que había un segundo Invencible con el mismo nombre y que lo reemplazaron porque estaba averiado. Nosotros sabíamos que estaba averiado. Yo estaba en esa batalla y sé cuándo le pegaron. Pero era algo que no podían concebir, que un país chiquito pudiera contra la Royal Navy.
JN: Cuando decís “yo estaba en esa batalla”, desde tu puesto como radarista, ¿cómo lo vivías? Porque además me imagino por la radio, poniéndolo en contexto, también algo que era muy importante era el silencio de radio, justamente para no ser detectado. Vos de repente escuchabas cómo se rompía ese silencio de radio para decir “máquina 100%. Viva la patria. Amo a mi familia”. ¿Cómo vivías esos momentos? ¿Qué era lo que estabas haciendo vos en esos instantes?
PM: En esos momentos no solo tenes adrenalina, sino que la misión es segundo a segundo. Un minuto es mucho tiempo. Yo veía los ecos, que son las señales de los buques y aviones sobrevolando, y de repente veía si desaparecía uno o no desaparecía. Y tenía que esperar el derrotero del radar que eran 360º para ver sí volvía a parecer. Era segundo a segundo.
Un poco como euforia, pero en silencio. No podías hacer nada, porque sino lo delataba. Porque si había escuchas de nosotros, a la vez también había escucha inglesa. Y ellos no lo podían creer. Y nosotros cada minuto sentíamos ese gran orgullo.
Un poco comparándolo con la invasión de Rusia a Ucrania, el pueblo ucraniano está orgulloso de su gente. Nosotros estábamos orgullosos de nuestra gente, de lo que hacían minuto a minuto. El profesionalismo y el coraje. Eso es un bonus track tremendo.
LM: Es muy fuerte imaginarte con 23 años en ese palmo a palmo con el piloto y vos siendo consciente que, como radarista, el piloto que se jugaba la vida dependía también de vos.
PM: Sí, pero el que se la jugaba era él ahí. Hace no mucho, participé en un zoom con tripulación y pude ver las caras de esas voces o de esos vuelos. Fue muy fuerte. Porque cuando la guerra no terminó, la guerra se cerró así, y no nos volvimos a encontrar. No hubo esa vuelta de página. Y esos días en un zoom pude ver las caras y se los dije, porque ellos no entendían qué hacía una mujer en el zoom. Y les dije que por fin pude ver las caras porque las misiones, lo puedo asegurar, que las recordás. Qué pasó, qué dejó de pasar, si había mucha interferencia, si había poca interferencia. Por lo general nos comunicábamos con “silencio de portadora”, cortando con el pedal. Entonces sabía que estaba vivo. Son esas cosas que no se olvidan.
JN: Dentro de esas cosas que no se olvidan, ¿hay alguna en particular que llega la fecha y la recordás?
PM: Uff… El 23 y el 24 de mayo. Fueron tremendas. Unas batallas muy cruentas. Bahía de los Gansos. El gobernador Menéndez, hay que llamarlo así porque el título lo tenía, le prohibió a los pilotos de Marina y de la Fuerza Aérea sobrevolar. Resulta que si ustedes tienen en la mente las Islas, verán que están divididas por un canal [estrecho de San Carlos]. Ahí tenían barcos ingleses de la cruz roja, pero estaban llenos de personal militar, cosa que está prohibida por la Ley de Ginebra.
Estaban destrozando y aniquilando a los pibes del Ejército Argentino. Los pilotos de Fuerza Aérea y los de Marina desobedeciendo órdenes, se subieron a los aviones y a puro coraje fueron a salvar a los pibes. Hicieron tal batalla que está recordada en la Royal Navy como una de las batallas más cruentas que sufrió Gran Bretaña en toda su historia.
Eso es lo que te puede marcar. Ahí no hubo gran planificación. Eso fue decisión, coraje, y lo que ustedes piensan y yo también pienso y no lo podemos decir, las tenían bien puestas.
LM: Cuánto para contar y cuánto olvido también. Arrancamos hoy el programa hablando de la desmalvinización, que arrancó justamente ese día de junio en que cesó el conflicto. Estamos haciendo un esfuerzo como para reponer la historia y la memoria.
PM: Te lo agradezco infinitamente porque es cierto. Nosotros mismos lo notamos. Porque yo creo que pensaron que la guerra, o la invasión, iba a durar tres días, que íbamos a perder y, bueno, borrón y cuenta nueva. Pero todo el personal que fue a combatir dio todo. Y superó las expectativas de los mismos comandos superiores. La guerra se prolongó mucho más de lo que ellos esperaban y cuando volvieron los escondieron debajo de la alfombra.
Los metían adentro de unos galpones para engordarlos, decíamos, por la debilidad que tenían. Pensar que estaban con ropa que no era para esa zona, con casi escasez de alimentos. La mayoría de los pilotos dormía sobre cartones en hangares vacíos.
No era una guerra de lujo. No teníamos equipos, no teníamos, porque me siento parte, yo estaba emocionalmente con ellos ahí, pero los que vivieron muy mal fueron los que estuvieron en Malvinas. Cuando vuelven en lugar de ser recibidos como verdaderos héroes fueron ignorados y hasta culpados. Eso es algo que no se entendió nunca.
Por eso les agradecemos a ustedes que tengan esa gentileza, esa amabilidad de reivindicar a los que quedaron ahí, a los que están todavía con secuelas, a los que volvieron y no sienten culpa porque dieron todo. Realmente dieron todo. Y los argentinos tienen que saber que hubieron hombres y mujeres que no tuvieron miedo de defender la patria, a la familia, al vecino, porque si uno no tiene principios no tiene sentido vivir.
JN: ¿Vos tenes hijos, hijas? ¿Cómo llevaron también que su madre fue parte del conflicto del Atlántico Sur?
PM: Tengo una hija y un hijo. Lo llevaron bastante difícil porque en las escuelas, en esta desmalvinización, les enseñan muy mal todo lo que había pasado. Yo les contaba la verdad de lo que podían saber y a la edad que correspondía. Siempre les decía “esto te lo digo acá, pero no lo cuentes en el colegio”.
Calculo que los soldados o los varones que estuvieron en Malvinas les debe haber sido muy difícil poder contar. Calculo que no les han contado a los hijos bien lo que ha pasado, porque no podían, porque no pueden contar. A veces el estrés es tan grande, por eso es que uno no sale de la guerra. Nadie que estuvo en la guerra, te lo puede decir un abuelo de la segunda guerra mundial, nadie sale de una guerra indemne.
A mis hijos traté de explicarles la verdad y vieron cómo la gente ignoraba a los combatientes. De hecho nunca dijeron que la madre es ex combatiente porque si no le creían a los varones, ¿cómo le van a creer a una mujer?
- Entrevista realizada por Lucas Molinari y Juan Natalizio en Malvinas, 40 historias, martes de 14 a 15 horas por Radio Gráfica.
- Desgrabación con la colaboración por Carolina Ocampo
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