Por Rocco Carbone
Mafia: la etimología de la palabra es incierta. Pero Jonatan Viale desde LN+ la vinculó con un acrónimo: “Mazzini; Autoriza; Furti; Incendi; Avelenamenti” (sic). Más allá de los estropicios en contra del italiano, el periodista dijo: “Mazzini era un político que promovía la unidad italiana pero era un poquito mafioso el tipo”.
Giuseppe Mazzini fue un militante de la Carbonería (1827-1830). Posteriormente, proyectó la Giovane Italia, sobre la base del principio republicano de la nación unida, integrada por ciudadanxs libres e iguales (Manifesto, 1831). Animado por profundas convicciones republicanas y democráticas, fue una de las mayores personalidades políticas y culturales del Risorgimento italiano y se distinguió en la lucha por la independencia italiana y por la formación de un estado con una conciencia unitaria. Contribuyó a la formación de una conciencia civil y política en Italia y muchos de los mayores sujetos que integraron el Risorgimento pasaron el por “mazzinianesimo”.
Tiene una obra amplísima, integrada por 18 volúmenes, en la edición daelliana (G. Daelli, editor milanés).
Viale es un ignorante y la Ambasciata d’Italia a Buenos Aires debería pronunciarse al respecto.
Mazzini, de Mafia, nada.
Cuando hablamos de mafia nombramos tres dimensiones que se intersectan:
1. Organización de la estructura represiva (incluido el accionar de la Justicia por medio del lawfare, que consiste en el ataque a opositores políticos -y sus familiares- a través de la manipulación del poder judicial como máscara de legalidad
2. Organización de la teoría de la información y la comunicación (telecomunicaciones, medios, servicios de inteligencia)
3. Instauración de la economía criminal (legal e ilegal)
Entonces, hablamos de un doble Estado oculto, una suerte de realidad secreta, que cuando se anuda con los tejidos vivos y activos de la legalidad institucional crea fricción con el poder constituido. Todo esto en la Argentina lo articuló el macrismo.
Aníbal Fernández, actual ministro de Seguridad, no tiene nada ver con esos poderes oscuros que en la Argentina tienen otra proveniencia.
Viale concluye que “el miedo mafioso frena el cambio” (¡qué consigna!). En realidad, es exactamente al revés, pues las mafias quiebran el estado de derecho, quieren ponerlo a su servicio, y a través de sus brazos comunicacionales articulan campañas de odio direccionadas sistemáticamente hacia el campo popular y sus cuadros políticos y sociales.
El elemento característico de la asociación de tipo mafioso es el método mafioso. Consiste en la intimidación: en la fuerza de la intimidación del vínculo asociativo. Y de la intimidación derivan el sojuzgamiento y la omertà. La manifestación continua y cotidiana de actos de violencia son sintomáticos del uso del método mafioso, pero por cierto la violencia no agota el contenido de la acción mafiosa. La capacidad de recurrir a la violencia para crear sujeción, intimidación y omertà, tiene el objetivo de lograr fines ubicados en el continuum legal-ilegal. Otras dimensiones que definen el método mafioso son los actos colusivos y corruptivos. Cuando hablamos de colusión nos referimos al entendimiento secreto entre dos o más personas para conseguir una finalidad ilícita o acordar una línea común de acción en contra de terceros. En la Argentina macrista, el blanco del accionar mafioso ha sido el kirchnerismo: en su versión política, empresarial o comunicológica.
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