Por Lorena Fernández Bravo*
Las tareas de cuidado involucran a todas las actividades que son indispensables para satisfacer las necesidades básicas que garantizan el bienestar de las personas.
Esta definición de Rodríguez Enríquez y Marzoneto fue incorporada al documento elaborado por organismos del Estado nacional que conforman la Mesa Interministerial de Políticas de Cuidados -“Hablemos de cuidados. Nociones básicas hacia una política integral de cuidados con perspectiva de géneros”-. Allí, además, se enumeran las siguientes actividades como parte del conjunto de estas tareas:
- Autocuidado, condición fundamental para poder ocuparse de las demás personas.
- Cuidado directo de otras personas, como niñes, personas mayores que necesiten asistencia, personas enfermas o discapacitadas.
- Garantizar las condiciones para realizar el cuidado, como limpiar, hacer las compras y preparar la comida.
- Gestionar ese cuidado, por ejemplo, coordinar los horarios del colegio, de los controles médicos y de otras actividades, sumado a la coordinación de los traslados para llegar a esos lugares.
Por su parte, y vinculada a estas tareas, la definición “economía del cuidado” hace énfasis en mostrar la importancia de este trabajo para sostener el sistema económico ¿En qué sentido? Al tener la casa en orden, ocuparse de les hijes y preparar la comida se “ahorran” todas estas actividades.
La Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía dejó en claro cuál el aporte del trabajo doméstico y de las tareas de cuidado al sistema productivo, a través de un informe presentado el 1 de septiembre del 2020, el cual indicó que este trabajo “representa un 15,9% del PIB”. El aporte equivale a $ 4.001.047 millones de pesos, cuando la “industria aporta $3.324.163 millones al PBI, y Comercio, $3.267.584 millones”.
Las aristas del problema
En principio, este trabajo es subvalorado, cuántas veces habremos escuchado “¿de qué estás cansada si estuviste todo el día en casa?” Todo ello después de haber llevado a les hijes al colegio, lavar la ropa, hacer las camas, preparar la comida, ir de vuelta al cole, darles de comer a les niñes, lavar los platos, supervisar que hagan la tarea y ordenar la casa.
Además, es un trabajo altamente feminizado, según el Observatorio de Salud y Seguridad en el Trabajo, el 99,3% de las personas que hacen este trabajo de manera remunerada son mujeres. De otra manera, en muchos otros casos en los que no es remunerado también es realizado por ellas.
Por otro lado, la falta de reconocimiento de estas tareas es la base de la desigualdad económica, produce brechas salariales, exclusión o flexibilización en el mercado laboral y falta de tiempo para capacitarse o especializarse.
A un panorama poco favorable, en marzo del año pasado se le sumó la pandemia producida por la COVID-19. Muchas mujeres tuvieron que duplicar sus tareas de cuidado tradicionales y agregar clases por zoom, hacer de maestra suplente, de niñera y de paseadora de mascotas.
La acumulación de actividades produjo la “inelasticidad del tiempo” de estas personas, ya que se llegó al límite de horas disponibles. Según la Comisión Interamericana de Mujeres, en América Latina hubo un “incremento de la demanda de cuidados, poco descanso, y dificultad extrema para conciliar los cuidados con el trabajo remunerado”.
Pero esta situación no afectó a todas las mujeres por igual, sino que perjudicó más a los hogares de menos ingresos, donde la demanda de cuidado suele ser mayor, el ingreso menor y los recursos escasos.
El Observatorio Mujeres, Disidencias, Derechos de la organización Mujeres de la Matria Latinoamericana (MUMALÁ) hizo una encuesta sobre “Tareas de Cuidado y Uso del Tiempo, en épocas de pandemia” donde, entre otros datos, se resaltó que
- Solo el 43% de las mujeres encuestadas tuvo trabajo remunerado durante la cuarentena.
- Las mujeres con hijos y con pareja e hijos destinaron 10 horas diarias a las tareas domésticas.
- El 58% de las mujeres que vivían solas con hijos no destinaban horas a internet o las redes sociales.
Repartiendo
En julio del año pasado se conformó la Mesa Interministerial De Políticas De Cuidado y se puso en discusión que la redistribución de las tareas del cuidado es un problema público con el objetivo de implementar políticas integrales que ayuden a reconocer al cuidado como una necesidad, un trabajo y un derecho, -tanto a cuidar como a ser cuidades- en todos los tipos de familia; y a redistribuir las tareas entre varones, mujeres y otras identidades, y entre los hogares, el Estado, las empresas y las comunidades.
A su vez, en noviembre del año pasado también se formó una Comisión para redactar un anteproyecto de ley para crear un Sistema Integral de Cuidados con Perspectiva de Género. El objetivo no es eliminar los cuidados sino ponerlos en el centro de la agenda para que quienes los necesiten los tengan sin depender de su nivel económico ni de su familia y para que las personas que libremente elijan dedicarse a cuidar, puedan ser retribuidas y contar con la protección social adecuada.
El proyecto avanza, este 26 de marzo se realizó la primera reunión consultiva de la Comisión con el Ministerio de Educación Nacional y para junio debería haber novedades ya que el límite de tiempo para el anteproyecto es de ocho meses y la Comisión se formó en noviembre.
“Eso que llaman amor es trabajo no pago” es una frase de la filósofa Silvia Federici, y las feministas la hemos tomado como bandera para reclamar que los cuidados sean repartidos y reconocidos de manera igualitaria para que todes podamos gozar de nuestros derechos.
*Columnista “Loló Deconstructora” en Abramos la Boca, lunes a viernes de 16 a 18 hs, por Radio Gráfica.
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