Por Gabriel Fernández *
En estos momentos la humanidad atraviesa dos pandemias que se relanzan a sí mismas de modo continuo y afronta, en perspectiva, varios desafíos muy complejos a futuro. Aunque los problemas de fondo radican en el segundo bloque, de carácter estratégico, sin resolver los inmediatos resultará muy difícil avanzar.
Las pandemias son el coronavirus y la ausencia de comprensión política destinada a la acción. Si la segunda oleada y las nuevas cepas han anticipado como volantes ofensivos que quiebran una salida prolija, la falta de entendimiento arrasa cual tsunami cargado de palabras y definiciones que ocultan la realidad damnificando la posibilidad de operar sobre ella.
LA PANDEMIA. Una parte de Europa está cerrada, los Estados Unidos carecen hasta de un mal plan para afrontar los contagios, América latina propone restricciones lábiles y confusas, mientras el bloque euroasiático se muestra más ordenado y listo para vacunar a diestra y siniestra. En ese marco, la economía mundial deberá afrontar mucho más que el 2020 para ponerse realmente en marcha.
Los Estados más sólidos –créase o no y a pesar de todo lo padecido, la Argentina está entre ellos- afrontan el desafío sanitario con algunos criterios esenciales que les brindan ventaja. Aquellos que han sido penetrados hasta el desfase por los intereses rentísticos se perciben a la deriva, con gobernantes que simplemente no saben qué hacer y ceden a las presiones de los laboratorios que hallaron la ocasión para obtener recursos extraordinarios.
Los pueblos necesitan mirar hacia dentro y sacar de sus historias lo mejor. Así como señalamos que la mayor responsabilidad corresponde a los conductores políticos enlazados con sus intereses geoeconómicos profundos, también señalamos que el comportamiento público resultará decisivo para atenuar el impacto de la enfermedad.
Es raro plantearlo, pero ya dista de ser una cuestión etaria: La sensación en muchos territorios (ahí si incluimos por la negativa a nuestro país) es que la única forma de diversión y relajamiento consiste en reunir varios centenares de personas saltando y gritando sin protección. Por qué se ha desplazado la sencilla idea de escuchar música y conocer a alguien por esta variante tribunera, es difícil de especificar.
En todo caso, es probable congregar razones. Entre las confusas instrucciones gubernamentales, la publicidad privada destinada a fomentar esos encuentros y la prédica negacionista (criminal según el Papa Francisco) con un pie en las redes pero con gran difusión subliminal en los medios concentrados, puede borronearse una respuesta. Sin embargo, como estamos dialogando con personas que traen cerebro desde la fábrica, es preciso indagar ¿cuál es la gracia de contagiarse?
Varias naciones, entre ellas este Sur, han iniciado un proceso de vacunación que puede resultar exitoso si se lo acompaña de las precauciones esenciales de sencillo cumplimiento. Por tratarse de una guerra no parece extremo el empleo de jabón blanco para la higiene, el uso de un barbijo sobre boca y nariz, y el sostenimiento de una distancia razonable. Esa actitud social bien puede constituirse en vara que mensure, junto a otras, la conciencia.
EL ENFOQUE. La otra pandemia se desató en nueva versión, con raigambre honda en la historia reciente, tras los significativos episodios suscitados en el autodenominado faro de la democracia. La protesta sobre el Capitolio gestó una desesperación narrativa de las empresas que dominan los espacios monopólicos de la comunicación; ante la ausencia de argumentos recurrieron lisa y llanamente a la censura.
De tal forma se logró poner el foco donde no importa y dejar de lado el análisis a fondo sobre las causas de la eclosión. Los grupos armados de supremacistas blancos se llevaron todas las conceptualizaciones; esos núcleos de escasa representatividad permitieron que se evada considerar los niveles de desempleo y caída de la actividad económica que involucran a millones de personas en el Hemisferio Norte.
Esos millones lanzados a la indigencia durante más de cuatro décadas de ajuste financiero también usan camisas leñadoras y remeras de mal gusto, sólo que no se colocan sombreros llamativos ni portan armas largas. Ahí está el problema que el cerrado y autoritario esquema político norteamericano no alcanza a resolver. Los medios necesitaban la imagen payasesca de un puñado de confederados para difundir el miedo y evitar ahondar en la tragedia económica originada por el Consenso de Washington.
Si pensamos un poco hallaremos una equivalencia con las coberturas de actos populares en nuestros países. Cuando cientos de miles de personas se manifiestan, las cámaras se direccionan sobre grupos minúsculos que lanzan piedras así como los perros aúllan a la luna. Cuando cientos de miles de mujeres claman por sus derechos, el enfoque se dirige a una decena de desnudistas que vandalizan el busto de Eva Perón. Entonces muchos dicen “están locos, qué hacen, esa no es mi marcha, esa no es mi gente”.
La cuestión es que tras años de transferencia de recursos sociales hacia el deficitario sector financiero (quedó claro en el período 2008-2009), Estado cooptado mediante, las regiones productivas de los Estados Unidos están quebradas, sus inversiones posicionadas en mercados más atractivos y el tendal de desocupados instalado como una fase inevitable de un capitalismo que ya no es tal. Ante la perspectiva de un relanzamiento de esas políticas por parte de los mismos dirigentes que ya las aplicaron, surge el malestar.
Ahora bien, el drama se expande cuando la interpretación vulgar (“¡son de derecha! ¡ son racistas!”) podría quedar circunscripta a los medios mundiales concentrados, aquellos que se posicionan como críticos, alternos, progresivos, reiteran los mismos mantos de ocultamiento y se enzarzan en debates superficiales sin fundamento material. Lo curioso y lo imperdonable es que varios de esos espacios periodísticos provienen de una izquierda que alguna vez comprendió la importancia de las luchas económicas como determinantes.
Como ha señalado Landriscina: Supo ser baqueano … pero se olvidó.
EL FUTURO. Mientras tanto, en Ciudad Gótica, Elon Musk trepó al liderazgo de los más ricos. ¿De qué se ocupa? Básicamente de automóviles eléctricos y naves espaciales. Como señala Keiser Report, vende más ilusiones que realidades, pero esas ilusiones están afincadas en el mañana. Las automotrices más importantes fabrican más vehículos que Telsa –el doble- y las comisiones espaciales de los Estados –empezando por el chino, pero la Argentina tiene cosas para decir-son más desarrolladas científicamente. Como la lógica de valorización es oblicua y cuenta con el amparo mediático, el ladrón del litio boliviano hace pata ancha.
En sintonía con el proceso de absorción señalado, Musk se fue quedando con las enormes investigaciones realizadas por el Estado norteamericano y financiadas por su pueblo. Algo semejante a lo ocurrido con la Defensa de ese país, construida con restricciones a las masas y canalizada por los verdaderos dirigentes políticos corruptos, jamás víctimas de presiones judiciales, sobre la tríada finanzas – armas – drogas que controla el suprapoder.
Es decir, la humanidad está en una pulseada fenomenal de la cual depende su destino. Musk es mencionado en este artículo como vértice público pero el armado que integra supera holgadamente su corporación.
Una vez identificados los dos grandes dilemas presentes, cabe mencionar el sentido de la necesidad planteada en estas líneas por articular pueblos organizados y Estados fuertes, impermeables a las tensiones particulares.
El planeta puede colapsar entre los próximos 200 y 400 años. El calentamiento avanza y crecerán la temperatura y el nivel de las aguas. Andando el tiempo, habrá menos regiones habitables y más población. Al superar los 300 años hacia adelante, vivirán más de 30 mil millones de personas sobre el globo. Las distorsiones climáticas se están originando en las entrañas mismas del hogar común y en su desarrollo la actividad industrial humana apenas incide, dejando fuera de juego cualquier advertencia ecologista radicalizada. Es decir: a esta altura del partido, a la Tierra le toca calentarse, así como en el pasado sus componentes tendieron al congelamiento.
Frente a este panorama, surgen ideas bastante conocidas. Están los que evalúan la necesidad de aniquilar una parte de la población mundial, aquellos que suponen la desindustrialización como un paliativo y los que sueñan con controles estatales a escala planetaria que atenúen secuelas sobre bases indetenibles. Con los datos a mano, ninguna de las opciones tiene sentido práctico y sólo la tercera, algún perfil de aplicabilidad. Para nosotros es visible que el intento de resolver el problema radica en considerar el interés profundo del Viejo Topo.
La opción que tiene el ser humano es apostar, ahora y con todo, al desarrollo tecnológico de alta gama. Para empezar, la nanotecnología y simultáneamente, la ingeniería aeroespacial y la marítima. Junto a ellas, las investigaciones relacionadas con la salud y la supervivencia en distintos ámbitos. Es preciso desalinizar parte de las aguas oceánicas y garantizar con nuevas tecnologías la elaboración de alimentos.
Esto no lo van a desarrollar firmas privadas que ante cada paso exigen subsidios estatales y pretenden beneficios extraordinarios. Sólo aquellos Estados coaligados y orientados por la brújula geoeconómica profunda podrán zanjar las dificultades.
(Pese a los esfuerzos propagandísticos por reorientar la búsqueda hacia el espacio exterior, el ser humano no podrá ir más allá de Marte. Que no es poco. Pero mientras se explora esa posibilidad es preciso solucionar los asuntos por estos pagos. Lo explicamos en detalle en el texto publicado en La Señal Medios, Radio Gráfica y Motor Económico: http://www.motoreconomico.com.ar/aldea-global/futuro-cuando-se-caigan-a-pedazos-las-paredes-de-esta-gran-ciudad )
EL PENSAMIENTO. De allí que la advertencia lanzada desde los medios monopólicos y los alternos sobre la importancia de resolver “el problema Trump” para garantizar la democracia y el desarrollo en el orden mundial carezca de sentido y opere como obstáculo para el entendimiento y la eventual solución de los desafíos reales. Un diagnóstico equivocado del presente es tan dañino como una convocatoria bélica: la Internacional Progresista de los Ultimos Días, al advertir que la continuidad del rubicundo en el gobierno pondría a la raza humana en riesgo de “extinción” es un factor que disuelve la decisión de afrontar los verdaderos problemas.
Todas las sesudas consideraciones sociológicas sobre el crecimiento de la “derecha” en el mundo configuran aportes a la hojarasca que aniquilan el estudio a fondo de los intereses económicos en pugna y sus derivaciones sociales encarnadas en opciones políticas. Un recorrido por los editoriales de El País, The New York Times, CNN, O Globo, La Nación y Página 12, entre tantos, permitirá encontrar ese despliegue de insensatez que luego se vuelca a los tremendismos inmediatistas de las redes sociales. En vez de debatir rumbos, se aterroriza a poblaciones que frente a las imágenes pletóricas de neblina reciben el mensaje de una derrota inevitable.
Pero no hay derrota. Hay quienes envían ese cuadro de situación sin fundamento material por interés específico, porque son parte del esquema de poder descripto líneas atrás. Hay otros que lo hacen bienintencionadamente y creen que así ayudan a combatir ese autoritarismo que en verdad consolidan.
Pero arranquemos este 2021 con algo de humor:
Los lectores habrán visto que los multimillonarios propietarios de medios y redes que resolvieron censurar denuncias que afecten al poder concentrado son considerados adalides de la democracia.
Menos mal que están ellos para protegernos de las fake news. Qué sería de la opinión pública sin semejantes paladines de la libertad de expresión.
- Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
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