Por Gabriel Fernández *
El Grupo de los 77 + China cumplirá en 2024 sesenta años. Su fundación se concretó en 1964 al final de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Por entonces se firmó la Carta de Argelia, que brindó al grupo un formato institucional. Con el paso del tiempo, se han sumado decenas de participantes; el más reciente, en 2015, Sudán del Sur. Ya son 134. Sin embargo, el grupo ha mantenido el nombre original.
Es habitual efectuar una lectura superficial y destacar el carácter no vinculante del espacio. Se olvida que su objetivo es coordinar acciones dentro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y que el mismo ofrece pautas de efectividad, como los pronunciamientos descolonizadores. Pero sobre todo, que encarna y manifiesta las subas y las bajas de los pueblos que no participan del centro Occidental.
Si vamos a ser estrictos -cuánto cuesta equilibrar la vara en la información internacional- cabe apuntar que todos los “G” carecen de herramientas normativas para sus resoluciones. En verdad, el potencial concreto de cada agrupamiento político económico es el que define la posibilidad de vertebrar el rumbo dispuesto. Una de las prácticas habituales de los medios concentrados consiste en devaluar la aplicabilidad de las resoluciones que contrastan con los intereses corporativos. Las voces políticas que surgen de los alineamientos geo económicos suelen portar el volumen que su densidad habilita.
De hecho, el período más oscuro, menos intenso, del G77 + China ha sido el que está finalizando por estos meses. En su gestación tuvo un brillo significativo, de la mano del Movimiento de Países no Alineados (NOAL). Luego, desde fines de los años 70 hasta la crisis financiera 2008 – 2010, perdió influencia y muchas de las naciones que lo integran fueron disciplinadas por el capital financiero que controla el bloque anglosajón. Hoy, con el despliegue de la Multipolaridad y las asociaciones relacionadas, su perfil vuelve a elevarse.
ANTEAYER VIBRANTE, AYER GRIS, PRESENTE INTENSO. Al igual que los otros Grupos (los más renombrados son el G7 y el G20, pero hay más) sus decisiones no son de aplicación legal y plena -vale reiterar a modo de admisión- pero contribuye a la ligazón entre países y ofrece una caja de resonancia significativa para evaluar la correlación de fuerzas en el orden planetario. El año de su fundación, el grupo dio a conocer su ‘Declaración’ en la que hicieron un recorrido de lo que había sido la UNCTAD y se plantearon uno de sus principales objetivos: mantener la unidad.
“Los países en desarrollo consideran su propia unidad, la unidad de los setenta y cinco, como el rasgo sobresaliente de esta Conferencia. Esta unidad ha surgido del hecho de que, frente a los problemas básicos del desarrollo, tienen un interés común en una nueva política para el comercio y el desarrollo internacionales. (…) Su solidaridad se puso a prueba durante la Conferencia y salieron de ella con una unidad y una fuerza aún mayores”, rezaba aquél documento. Movió el avispero: los medios británicos lo evaluaron como “el fenómeno más importante del período de la posguerra”.
Los primeros años resultaron trascendentes y, en cierto modo, marcaron su historia. El Grupo funcionó con eficacia y energía desde 1964 hasta finales de la década de 1970. Luego, la imposición del dólar como moneda universal y el control de la producción y los precios del petróleo, más el re fortalecimiento de los Estados Unidos en el ámbito militar, degradaron su influencia. De hecho, en el extenso período posterior, muchos de sus miembros se disciplinaron a las políticas norteñas y se convirtieron en adalides del neoliberalismo, en detrimento de sus propias sociedades.
El núcleo, de todos modos, subsistió en tono gris. Hasta que la realidad mundial empezó a entornar las puertas hacia un futuro. El tramo reciente, marcado por el emerger intenso de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), los BRICS, la Unión Económica Euroasiática, la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental, así como el reordenamiento de la Liga Arabe y la Unión Africana, entre otros acuerdos, brindó el clima adecuado para su vivificación. Ahora, la relevancia del G77 + China es evidente cuando se pone en cifras la población a la cual representa. Y es que el grupo, junto con China, abarca el 80% de los ciudadanos del mundo. A su vez, suman más del 46% del PIB mundial y tres de sus miembros tienen asientos en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Asimismo, se trata del mayor grupo coordinador de países dentro de la ONU: contiene algo más de 2/3 de los miembros de la organización. Según la publicación especializada ´El Orden Mundial´ “el G77 también tiene una segunda función: ser un contrapeso al G7, que agrupa a Estados Unidos, Japón, Alemania, el Reino Unido, Italia, Francia y Canadá”. Y asegura que “ha logrado impulsar los intereses comerciales y económicos de los países en desarrollo frente a los de las economías desarrolladas”. Por eso cumbres como esta, “contribuyen a coordinar posiciones en el marco de los diversos mecanismos y en la Asamblea General de Naciones Unidas”.
LA AGENDA DEL SUR. El cónclave se despliega en La Habana. Las autoridades cubanas han enfatizado que el Grupo valora la cooperación en términos de tecnología, ciencia e innovación, debido a que se trata de un aspecto indispensable para el desarrollo equitativo de las naciones en el mundo. De hecho, en su convocatoria, Díaz-Canel remarcó que los avances científicos son “inaccesibles para gran parte de la humanidad”, por lo que contrarrestar esta situación es indispensable. El desafío radica en “movilizar los propios recursos para garantizar que dichos objetivos sean una prioridad efectiva en sus políticas internas”.
Energía y economía son dos de los ejes a analizar para disponer sugerencias a los miembros, y para cuestionar el andar de las potencias occidentales. Puertas adentro del G77 + China se está debatiendo lo mismo que en la OCS: alternativas para reformular el esquema de comercio internacional, las inversiones cruzadas entre los países del Sur y, en especial, el diseño financiero global. En línea, las acreencias: la deuda externa de los países del Sur se ha duplicado en los últimos 10 años. Solo que el poder para absorber recursos hacia el centro, se ha debilitado.
La perspectiva de los países del Sur sobre temas que han marcado los últimos años se está abriendo paso en las conversaciones. En ese sentido, la recuperación pos pandemia y la guerra en Ucrania cuentan con gran atención del plenario. El segundo de estos temas cobra relevancia tras conocerse las ínfulas belicistas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); desde una mirada opcional, naciones latinoamericanas y africanas vienen buscando desempeñar un papel de mediador entre Rusia y Ucrania, con el objetivo de convertirse en agentes claves para una posible salida negociada del conflicto.
Es inocultable que el espacio analizado posee la impronta de China. Incluso en su nombre. El gigante asiático ha tenido un gran interés en acercarse al Sur Global en los últimos años. Sin embargo, su rol en Grupo de los 77 arrancó hace ya más de dos décadas. En 1992, el coloso comenzó a participar de sus eventos de manera “externa”. Si bien su papel puede parecer ambiguo -el PBI chino rebasa con creces al resto-, los 134 han resuelto de hecho considerarlo un participante más. Cuidadosa como es su filosofía, las autoridades chinas afirman que no son miembro oficial, aunque respaldan las iniciativas de la organización.
De ahí que la priorización temática sobre ciencia y técnica en la nueva agenda resulte significativa. Con las sanciones impuestas por el Norte y la pretensión de quebrar la cooperación en la elaboración de semiconductores, China necesita acordar un nuevo mecanismo que favorezca el intercambio tecnológico en dimensión productiva. Se trata de otro de los factores que invirtieron un panorama, como ya comprenden la Federación de Rusia y la República Islámica de Irán: las pretensiones punitivas van derivando en la elaboración de circuitos alternos para seguir adelante con los avances esenciales que requiere la humanidad.
En concreto, el actual contexto geopolítico dimensiona el renovado andar del G77 + China. Es pertinente observar con cierto asombro el decir al respecto de los alemanes, desde la cada vez más variable DW “El acercamiento de China al Sur Global tiene que ver con el enfrentamiento que se está dando con Occidente en colectivo, especialmente EE. UU. y la Unión Europea, con los países fundamentalmente euroasiáticos encabezados por el tándem Rusia-China, por ganarse a los países sureños y obtener su apoyo en los ámbitos y foros en general, y también en los económicos”. Así están las cosas.
Como dice el tango, pero mirá, fíjate bien, prestale mucha atención: claro que no es cuestión de “ganarse” a los 134, sino de construir un andamiaje que los oriente según su propio interés profundo.
- Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
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