Por Marwan Sarwar Gill*
El atentado contra tres personas inocentes en una iglesia en Niza, junto con el asesinato de un profesor francés en relación con las caricaturas de Charlie Hebdo contra el profeta Muhammad, fundador del islam, han provocado indignación y han exacerbado las tensiones entre los musulmanes de Francia y el resto de la sociedad francesa. Los comentarios del presidente francés, Emmanuel Macron, “los islamistas quieren nuestro futuro” y que Francia “no renunciará a nuestras caricaturas”, han agravado las repercusiones entre Francia y algunos países musulmanes que han pedido el boicot contra los productos franceses por las caricaturas blasfemas. Por otro lado, no es solo en Francia, sino que también sucede en otros países del Occidente: algunas personas han desarrollado la visión de que el islam es una amenaza para la paz y los valores de las sociedades occidentales.
Ante todo, ambos asesinatos merecen la condena absoluta y no debe avivar el debate sobre el terrorismo y las enseñanzas pacíficas del islam.
“Islam” literalmente significa en árabe paz y desde su raíz lingüística ya condena todas las formas de violencia y terrorismo. El fundador del islam definió a un musulmán como quien de cuyas manos y lengua otros seres humanos están a salvo. Ésta es también la razón por la cual a los musulmanes se les ordena a saludar a los demás con palabras de paz: “Assalamu aleikum”. También en el Sagrado Corán, el libro divino de los musulmanes, se enseña a respetar la dignidad de cada vida y aclara que quien mata a una persona inocente es como si hubiera matado a toda la humanidad.
Por lo tanto, no hay ningún permiso ni justificación para que un musulmán tome la ley en su mano y que responda violentamente a provocaciones o actos blasfemos. En el islam no hay ningún castigo por un acto blasfemo, no hay un solo versículo del Corán ni un solo incidente en toda la vida del profeta Muhammad donde él hubiera mostrado alguna reacción violenta o haber castigado a alguien debido a sus actos blasfemos.
Un musulmán definitivamente siente tristeza y dolor por tales caricaturas de Charlie Hebdo. Sin embargo, el amor por el profeta Muhammad requiere también de un musulmán que él siga su noble ejemplo y sus enseñanzas. Ante cualquier reacción, un musulmán debe pensar cómo habría reaccionado el mismo profeta ante tales provocaciones:
¿Habría matado o atacado a esas personas? Ciertamente no.
¿Habría organizado manifestaciones violentas, destrozado o dañado edificios, autos, propiedades etc.? Ciertamente no.
¿Cómo habría reaccionado entonces el Santo Profeta ante tales provocaciones?
Él habría ignorado tales provocaciones y respondido con paciencia porque él fue enviado, según el Corán, como misericordia para toda la humanidad, incluso sus enemigos y las personas que lo atacan.
El islam apoya completamente el acto de expresar su opinión para analizar o cuestionar intelectual y racionalmente las doctrinas y los asuntos religiosos. Según el islam, el derecho de la libertad de expresión viene en combinación con la responsabilidad de no atacar o insultar a otros cobardemente escondiéndose bajo el escudo de la libertad. El islam recomienda poner ciertos límites a la “libertad de expresión” para garantizar la convivencia respetuosa en una sociedad y evitar el discurso de odio en nombre de la libertad. Incluso en las sociedades occidentales, se considera que ciertos temas están fuera de los límites, y afortunadamente no se tolera el lenguaje racista, antisemita, homofóbico o machista. El islam enseña que esto debe extenderse a lo que la gente religiosa considera sagrado. El Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, tomó una postura destacada y dijo en relación con el derecho a la libertad de expresión:
“Siempre defenderemos la libertad de expresión, pero la libertad de expresión no está exenta de límites. Nos debemos a nosotros mismos actuar con respeto a los demás, y tratar de no perjudicar arbitraria o innecesariamente a aquellos con los que compartimos una sociedad y un planeta. No tenemos derecho, por ejemplo, a gritar “¡fuego!” en un cine lleno de gente. Siempre hay límites. En una sociedad pluralista, diversa y respetuosa como la nuestra, debemos ser conscientes del impacto de nuestras palabras y de nuestros actos sobre los demás, en particular con las comunidades y poblaciones que aún experimentan una gran discriminación”.
Pues, necesitamos líderes que no sólo condenen la reacción violenta, sino que también reconozcan que el ejercicio de nuestras libertades y derechos no se debe utilizar para provocar o angustiar innecesariamente a los demás.
En respecto a la decisión de algunos países musulmanes en boicotear los productos franceses es una respuesta emocional, más que racional. Dada la realidad de la geopolítica interconectada de hoy en día, no es realista que esos boicots se mantengan o traigan un efecto significativo. También sería importante tener en consideración que hay más de cinco millones musulmanes en Francia y otros millones de franceses no musulmanes que no apoyan las caricaturas blasfemas contra el profeta Muhammad. Además, los musulmanes no deben participar en protestas que dañen la prosperidad de su propia nación.
No se puede ignorar, que tales provocaciones y comentarios islamófobos ocurran en el Occidente porque carece la unidad en el mundo musulmán. Mientras los países musulmanes están luchando y competiendo entre ellos, el Occidente lo observa y se aprovecha de tal división interna. Si los países occidentales supieran que el mundo musulmán, más de 50 países y casi 200 mil millones de personas en el mundo, levantará unido su voz para defender al islam y al profeta Muhammad, ningún gobierno permitiría la publicación de tales insultos y provocaciones contra el islam, ni siquiera en nombre de la libertad de expresión.
Su Santidad Mirza Masroor Ahmad, el quinto jalifa y líder mundial de la comunidad musulmana Ahmadía, al explicar cómo deben reaccionar los musulmanes ante tales provocaciones islamófobos, dijo:
“También digo esto a los que se denominan musulmanes, sean áhmadis, chiítas o suníes o pertenezcan a cualquier otra denominación del islam; cuando la personalidad del Santo Profeta es atacada, en lugar de exhibir una pasión temporal, quemar banderas, causar daños y destrucción y atacar embajadas, reformad vuestros propios actos en su lugar, para que los demás no tengan la oportunidad de señalaros con el dedo. ¿Creéis que prender fuego, Dios no lo quiera, es todo lo que demuestra el honor y el rango del Santo Profeta y que al quemar banderas o quemar la propiedad de una embajada le habéis vengado? ¡Ciertamente No! Somos seguidores del Santo Profeta, que vino a apagar el fuego, que fue el Embajador del Amor, y fue el Príncipe de la Paz. Así que, en lugar de adoptar medidas crueles, impartid esta hermosa enseñanza al mundo.”
*Marwan Sarwar Gill es Imam (teólogo islámico) y presidente de la Comunidad Musulmana Ahmadía en Argentina. Además, es el coordinador de la revista “Review of Religions” en Sudamérica.
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