Arturo Avellaneda, naturalista, escritor, periodista, director del portal PermaHabitante conversó en Radio Gráfica sobre el devenir de la peste y analizó la reconfiguración de los modos de vivir y alimentarse relacionados con una ruralidad argentina entendida en términos de acumulación y beneficios mercantiles. El entrevistado cuestionó la fumigación de pueblos enteros y aseguró que tiene relación directa con el aumento de casos de cáncer en esas regiones. Además, advirtió que si continuamos con este modelo productivo, inexorablemente, vamos a terminar siendo como Somalia, como Eritrea, lugares imposibles para la vida humana.
Ariel Weinman: Se habla del advenimiento de la peste, de camas disponibles de terapia intensiva, de vacuna, de médicos, enfermeros, centros de salud, crisis económica y crisis social, sin embargo, la pregunta de por qué hay peste quedó arrumbada, ¿qué te parece?
Arturo Avellaneda: La ciencia argentina ha estado “de lujo”, ha marcado una presencia muy útil e inteligente. Primero, pudiendo detectar con métodos fehacientes la presencia o no del virus y, actualmente, hay grupos de investigadores en el Consejo Nacional de Ciencia y Técnica (CONICET) que están trabajando en el desarrollo de una vacuna, incluso una vacuna oral que sería más segura que la propuesta por alguna de las grandes metrópolis del Primer Mundo. Las investigaciones desarrolladas en el Norte han inspirado una ola de aversión y desconfianza hacia un modelo científico indigno. Ha habido movilizaciones muy fuertes en Italia, España, Londres y Alemania preparándose para una resistencia social de escala a un modelo científico perimido, a un modelo científico de intervención humana bastante peligroso de aceptar. La ciencia argentina ha estado despierta, tiene capacidad propia, y me pregunto, como cualquiera se preguntaría, ¿por qué no tiene más trascendencia en nuestros medios locales?
AW: De algún modo, lo que ha predominado en la Argentina, como un modelo científico-político, ha sido la epidemiología. ¿Por qué (el Estado) no se ha aliado con otros componentes de la ciencia? Incluso con otros que trabajan con saberes que están por fuera de lo que habitualmente llamamos “conocimientos académicos”. Es incomprensible que la epidemiología tenga la hegemonía en el relato oficial porque fracasa una y otra vez., no sólo porque hasta ahora no ha podido contener la enfermedad, además, ha tenido la pretensión de presentarse como “nosotros vamos a revolver los problemas”. Y lamentablemente, el Estado ha asumido como propio y valedero la representación de la epidemiología como la totalidad de lo científico, cuando las preguntas de por qué unos virus que estaba contenidos en un ambiente, se trasformaron en amenazantes para la vida.
AA: El marco de la zoonosis es desconocido y azaroso. Un día el SENASA (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) decidió testear la brucelosis entre los empleados del Matadero de la Ciudad de Buenos Aires: todos los trabajadores tenían brucelosis. No salió en ningún diario. Otro, era consumir carne de cerdo sin un análisis veterinario de triquinosis. Podría ser una muy mala idea si vas y cazás el chancho, vas y lo comés; viene el examen, podrías contraer una enfermedad que va a molestar hasta el último de los días. O sea, las zoonosis son azarosas pero se pueden predecir. Nosotros como población biológica, acerca de la inmunidad “de manada” pasó a ser el discurso del “facho” en la comunicación dominante, pero todos tenemos un hígado igual. En la farmacia, la pastilla es la misma para todos, o sea, que somos una manada. Tampoco hay que politizar todos los relatos. Por eso la farmacología alopática con 60 sustancias llenaron las farmacias. Es decir, que nosotros tenemos soluciones y, otras veces, las tenemos que buscar. En el caso de la población humana como grupo, la inmunidad de rebaño se ha erosionado, se ha ido desgastando. Ese efecto está estudiado, se llama “efecto acostumbramiento” y, en gran parte, tiene que ver con la alimentación. Un grupo fue a estudiar en Salta, hablaban alemán, buscaban plantas para desarrollar cultivos alimentarios nuevos sobre preferencias alimentarías americanas, y descubrieron, en todos los casos, que las plantas de criadero eran un 20% menos nutritivas que las plantas silvestres de la misma especie, lugar y semillas en la primera generación nutricionalmente. Están exigiendo a grupos biológicos complejos que hagan cosas para las que no están diseñados por la “madre naturaleza”, y esto abarca al ser humano. El ser humano bajo la lluvia de antibióticos y vacunas está encerrado en una jaula que no ve, y afuera de la jaula puede pasar cualquier cosa. Como rebaño, tenemos que pensarnos en un escenario biológico. ¿Cómo es más sano? ¿Cuál es la salida más sana? Evidentemente, estar al sol, alimentarse de variedades silvestres, imitar la dieta del hombre primitivo, es una forma de estar musculado, es una forma de estar prevenido de cualquier enfermedad y dolencia, dinámico, bien ventilado pulmonarmente, y comiendo bien. Yo aconsejo comer al estilo “paleolítico” que es para lo que tu organismo fue diseñado, incluso comer grasas-animales si es que tenés vida dinámica, si no…
AW: A partir de la definición de la genética del virus, del coronavirus como de origen animal, (algunos investigadores) están poniendo en cuestión el sistema de producción industrial de animales para consumo humano, concretamente, la producción de pollos, cerdos y pavos, además de responsabilizar a la agricultura industrial en las causas de esta peste. ¿Qué pensás al respecto?
AA: Sin dudas el modelo industrial no se condice con la naturaleza humana sino con toda la naturaleza. Se propone ver la realidad en tres categorías: urbana, rural o silvestre. Generalmente, el pensamiento del Río de La Plata, el modernismo, el progresismo se han expresado territorialmente en dos categorías: rural y urbana. Y lo silvestre, heredando la doctrina de la Conquista (de América) es nulo, cuando en realidad, toda la naturaleza, y contradice el pensamiento occidental y cristiano, toda la naturaleza es la norma real y las intervenciones humanas son rurales y urbanas. Esta cosmovisión de ver a la realidad como lo que quiere el hombre se llama “antropocentrismo”. Para mí, los tres escenarios están claros, porque el que manda es el silvestre. Vos no estás pensando lo que tiene que hacer tu hígado o como metaboliza el aire de tu pulmón. La naturaleza es igual, no necesita la autoridad de nadie para reproducir y expandir sus poblaciones biológicas. Ese escenario silvestre es el más sano que hay. Ahí las plantas son lo más nutritivo que podés conseguir, los animales son los más fuertes y los más sanos que pueden lograr las leyes de su propia existencia y alimentación, que son azarosas, también, como la de todos los “bichos” que dependen de la suerte. Pero dependen de un proceso de selección, del cual se habla mal en el campo social, porque no está calificado éticamente por los mismos valores que desarrollas en la familia o en el barrio. Pero haciendo esa salvedad, esas reglas, ese modo de vida salvaje, es lo más sano que hay. Entonces, en una segunda categoría, disolviendo y perfeccionando lo dicho sobre lo silvestre, tener a lo rural que promedia, encuentra al animal más rápido de criar y lo captura y domestica. Encuentra la semilla más fácil de cocinar, la reproduce y la multiplica. Entonces así se da un escenario ficticio, donde el hombre tiene tiempo libre para poder formar parte de la comunidad de una manera más independiente. Primero, de su familia y después de su comunidad, de la comunidad humana, pero está el escenario metropolitano. La matriz del escenario urbano, allí primera la era del petróleo, la era de la máquina. La máquina manda, no importa el valor nutricional, sino su valor de mercado. La maquinaria social es industrial y nosotros, queramos o no, somos producto de la industrial, y cuando lleguemos a ancianos vamos a estrenar dolencias y enfermedades nunca vistas. Hijas de una vacunación muy temprana, múltiples defectos desconocidos de una lluvia de antibióticos, y lo que pasa ahora entre los veteranos, es que están todos medicados: no hay uno que no esté medicado. Entonces nos preguntamos, ¿estoy delirando o la jaula biológica existe? Y la verdad es que la manera de abrir “la puerta de la jaula” es volviendo a la naturaleza. Prefieran el alimento orgánico, elijan la carne de pastura, orienten su actividad diaria con el concepto de ventilarse con algún ejercicio, tomen sol y no se dejen vencer por la medicina que ya no es algo tan amigo, como lo fue a fines del siglo pasado.
AW: Se ha determinado genéticamente que el coronavirus es de origen animal. Hay una parte de la ciencia que está solapada, que no ha sido tomada en cuenta, que es la ciencia politizada, la ciencia en guerra contra este modelo dominante. Porque si hay algo que presenta la epidemiología que abraza el Presidente de la nación, es una que se presenta aséptica, neutral y, sin embargo, recomienda cómo tenemos que vivir y cómo habrá que vivir de aquí en más. Entonces, una vez determinado el origen animal, la ciencia politizada está diciendo, “ojo con la producción industrial de animales para alimento humano”. ¿Qué te parece?
AA: Yo celebraría que el Estado argentino volcara hacia la epidemiología objetivos sociales, y el resultado sería sorprendentemente diferente al que predican algunas de las inducciones que vimos circulan durante el año 2020. Sin entrar en detalle del barbijo, con el distanciamiento, con la incapacidad de relacionarse comercialmente, que no tiene nada que ver con la epidemiología. ¿Sabías que la causa de muerte en los pueblos fumigados alcanza el cáncer al 50% de los óbitos? Muchos de esos cánceres no tienen una letalidad del 50%, sino que se han enfermado todos de cáncer. ¿Sabías que en los pueblos fumigados los abortos espontáneos son más que los nacimientos vivos? Y esas son malformaciones que han tornado al embrión enviable y se han caído. ¿Sabías que la tasa de nacimientos de malformados en los pueblos fumigados supera el 300% y que la curva de hospitalizados mentales por taras evitables, de asistir a un colegio, creció geométricamente? ¿Creés que alguien ha tomado una medida contra los agrotóxicos, contra el agronegocio? Es un crimen de lesa humanidad cuya comprobación científica es inobjetable. No sólo Argentina tiene trabajo de campo en los pueblos fumigados, pero que a nivel internacional están las empresas involucradas: Monsanto, Bayer, Syngenta, Cargill, están pagando indemnizaciones cuantiosas. Hay juicios que han escalado varios millones de dólares por indemnizaciones, por ejemplo, el linfomano “Hotking”, que es una enfermedad que se contrae por el contacto directo con el glifosato. Nosotros estamos echando sobre nuestra ruralidad, o sea, nuestros alimentos, millones de litros de estas sustancias que hacen inviable la vida en estado silvestre. Son herbicidas, fungicidas, insecticidas, larvicidas; todas tienen efecto letal distinto. Sobre el ser humano producen una pequeña morbilidad en la primera pequeña dosis, pero si quedás expuesto permanentemente, te producen una lesión recurrente. Allí se hace un cáncer que va a matar. Esa lógica, ¿puede ser que se escape a la epidemiología argentina? ¿Puede ser que la banca de abogados argentinos no tenga un juicio decente en curso, en esta maquinaria de la muerte y el horror? Sin embargo, no lo tiene. ¿Por qué los abogados de Argentina, los jueces, los fiscales no proceden en el cuidado de la población frente a semejante estrago doloso seguido de muerte, en la asociación ilícita, etc.? La razón es muy sencilla; si colocás un abogado en la ruralidad de la “asociación argentina a sueldo”, se va a dar cuenta que si “agarra” la sucesión de una estancia, se queda con el 17% de cada campo por la Ley argentina, por el derecho sucesorio. Al abogado que tramita le toca el 17 (por ciento). Con 10 años de profesión, si te llevás bien con el estanciero, te hacés de medio campo. ¿Qué abogado va a ser tan tonto de demandar a un productor? No existe, o sea, no hay justicia para los pobres. Ahora no son tan pobres porque fumigan a sus propios parientes. Recientemente, he cuestionado firmemente el efecto epidemiológico del modelo rural, en todo su tenor, tanto para vegetales como para animales, y he podido corroborar que se mueren los abuelos de los mismos productores. Los abuelos siempre en la ruralidad argentina, optan por quedarse en el campo, seguir habitando en la casa que habitaron en la infancia, seguir sacando agua del molino con la bomba, tirar la gallina, tener perros, gatos, estar rodeado de caballos. Eso era lo que querían los abuelos. A la primera fumigación, les levanta la presión, tienen que ir medicados a vivir a la ciudad, porque si se quedan sin la pastilla pueden tener un ACV (accidente cerebro-vascular). Porque ese es uno de los primeros efectos que tiene la aplicación de fumigación. Entonces, ya les pasaron con “la topadora por arriba” del rancho, sacaron el molino, levantaron los alambrados, no quedaron ni las gallinas. Luego llueve, drena todo el líquido que aplicaron al arroyo, mueren los peces de una manera inmediata. Porque sin insectos no hay alimento, no queda nada desde el pastizal, o sea, que nosotros estamos inmersos hace 20 años en la escalada de un proceso de aniquilamiento de la vida silvestre y de la naturaleza, que nos están enjaulando. Yo he caminado en el campo desde chico, a caballo, en canoa, en todo lo que se te ocurra. Tuve esa suerte. Veía mariscadores, gente buscando oportunidades de trabajos distintas, alambradores, pescadores, cantidad de personajes que circulaban por el campo. Ahora no ves nada, porque ni siquiera atropellás bichos en el parabrisas del automóvil, en el radiador no te queda una mariposa, porque ha sido tan bestial la carga química del modelo rural que no pueden sobrevivir ni siquiera las aves características. La autora Rachel Carson, en la década del 60, empezó con lo del DDT, que es un producto inventado para matar gente en el Tercer Reich. El DDT se empezó a usar en la agricultura en la Argentina, en la década del 50. Rachel Carson escribió un libro que se llama Primavera silenciosa: el DDT. El DDT ataca el metabolismo del calcio en particular. El primer efecto en el que lo percibís es que se rompen los huevos de las aves y no nacen los pichones. Eso está presente en nuestra generación en varias modificaciones óseas. No son pocos los autores que han detectado su relación con la poliomielitis, que eso azotó a nuestra generación…
AW: Año 56, epidemia…
AA: Así es, año 56, no es casualidad. También se puede encontrar en otro azote en nuestra generación que es la osteoporosis. De modo que no se puede decir “voy a echar una cosa a la comida” que hace mal al metabolismo del calcio, y resulta que de esa generación todos usamos anteojos (risas).
AW: Arturo, cómo salir de acá, teniendo en cuenta que los que están atrás de la producción de la vacuna son los mismos que están generando, a través de sus producciones, cáncer en los territorios nacionales. ¿Cómo salir de aquí, cómo desviarnos, cómo encontrar un desvió de forma tal de poder destituir este modo de vida, que en nombre del humanismo, está “haciendo pelota” nuestro planeta? Las comunidades originarias dicen “terricidio”. ¿Cómo salir de acá?
AA: El terricidio es la síntesis del hecho de que las cosmovisiones originarias hayan podido ser observadores no considerados de todo este proceso, de toda esta maquinaria. Nosotros ahora nos preguntamos ¿para qué sirve o cómo salir de esta jaula? Pero que comenzó, conceptualmente, con la invasión llamada “La Conquista de América”, cuando estas categorías de pensamiento se ocuparon de reemplazar nuestra población, después ocupar nuestro territorio, luego atropellar nuestra flora nativa. El nombre que le dan al monte es “el sucio”: el lugar sucio significa “lugar a quemar”. Luego que se puede meter allí una maquinaria. El mismo gaucho te dice “el limpio”, que es el varón; pueden entrar la vaca europea. La vaca rebota en el monte porque el monte es apretado. Allí caminan las corzuelitas, pecaríes, que son animales de estatura baja, son finitos, los pasillitos son pequeños, no son para el caballo y la vaca. Entonces, cuando está limpio, porque ya han quemado el monte, viene la fauna exótica europea, que es considerada la fauna productiva por el “progresismo”. Recuerdo el texto de Ezequiel Martínez de Estrada Radiografía de La Pampa(1933), que describe de una manera taxativa y asocia el pensamiento del blanco, de lo ocupante rural que trae las especies europeas, lo asocia al progreso, al desarrollo. ¿Por qué es esto? Porque era hijo de una ocupación. Si nosotros hubiéramos sido hijos de una liberación no comeríamos eso, comeríamos pecarí, corzuela, ñandú y venado. Ahora, ¿eso es posible? Sí, es posible. Ese modelo de re-silvestramiento está en numerosos países del mundo. De hecho, el animal más adaptado es siempre el autóctono; es más económico, tiene un impacto positivo sobre su ambiente. La vaca, por ejemplo, en nuestro ambiente es un factor de desertificación, compacta los suelos, los aplasta, porque es un ungulado muy pesado. Es mucho negocio, entonces mejor. Pero no hay que pensar en tu negocio. Si hubiera en el mismo territorio la pastura que había, que era alta hasta el hombro, se hubieran mechado, escondido venados, ñandúes, que tienen esa forma de periscopio para poder mirar por encima de la pastura y esconder a sus pichones. Si hubiera la fauna nativa, nosotros no sólo tendríamos lanas de mejor calidad, carnes más nutritivas, sino que no tendríamos por qué hacer intervenciones veterinarias. No existiría la intervención fitosanitaria porque no existiría la maleza, porque toda la pastura sería nutriente de algún otro animal. Entonces podríamos hablar de salud como algo integral, elíptico, que tiene que ver con resilvestrarse un poco también uno, poder comer de una manera más diversa, pero sobre todo, gastar esas calorías de una manera enérgica, priorizando la salud. Esa relación podría parecer un poco utópica pero es la verdad.
AW: Pusiste ahí una antinomia muy fuerte entre “economía” y “vida”, no sólo vida humana porque hay otros vivientes en la Tierra, y otros no vivientes que también están en peligro con esta Economía Política que absorbe la totalidad de lo existente. Por otro lado, pusiste otra antinomia, entre la salud como un elemento hegemonizado absolutamente por la medicina. ¿No será el momento de abrir esto, de arrebatarle a la medicina, a la epidemiología este dominio que tiene sobre su objeto de manera total y absoluta? Para que aparezcan otras voces, las voces del pueblo, de la gente común, las voces del saber que tiene que ver con la experiencia y también las voces de otras corrientes de la ciencia, porque ¿cómo puede ser que ante una crisis actual solamente nos tengamos que amparar con una epidemiología vinculada a los intereses de las multinacionales? Las personas que se ponen al lado del presidente de la nación en las Conferencias de Prensa no son gente abrazadas a la salud, aunque hagan gala de la tradición de investigación universitaria estatal a lo largo de tantas décadas, pero son la expresión de los intereses de los laboratorios globales. Son ellos los responsables, esas empresas de porqué estamos como estamos, incluso muchas veces con nuestra propia complicidad. Ahora nos prometen que nos van a traer ellos mismos la vacuna. Genera mucha expectativa, pero se desconfía de las manos que están produciendo todo esto.
AA: Ha dado un giro, un giro muy importante en la narrativa nuestra con la naturaleza. Mencionaste los contradictorios, pero este contradictorio se había debatido en esta primera época de la pampa húmeda con un título que era “Civilización o barbarie”. El problema es que si seguimos civilizándonos no va a quedar nada. Realmente es perceptible en valores, más accesibles a la masa, a la gente, justamente ha decrecido la biomasa, la biodiversidad y se ha empobrecido la interacción. Tres valores a un naturalista lo guían permanentemente. Biomasa, biodiversidad y fenomenología de la interacción; entonces, nosotros nos empobrecemos visiblemente en la medida en que el suelo no tiene vegetación; se ven los cascotes pelados y el suelo compactado ya ni siquiera absorbe agua. Eso es el resultado de una persona que ha conocido el mismo campo a lo largo de dos o tres generaciones, lo puede percibir. Entonces, ¿cómo va a ser el campo que va a quedar para mis nietos? Y la verdad es que no va quedar nada. Hay un autor que se llama Jared Diamond que hace un relevamiento de cuáles han sido los terrenos que usó la agricultura en la historia de la humanidad, y anuncia que se han desertificado el 70% de los espacios a los que llamaban “cultivares”. Culturas muy importantes de la desertificación de Somalia, de Eritrea, de lugares que eran el Cuerno de África, eran el cuerno de la abundancia, son un desierto. Ahora, ¿por qué pasó eso que desertificaron con tan poca población? En 300 años no queda nada. Ahora estamos apresurándonos, estamos invadiendo la ruralidad histórica de Argentina con metodologías que son “de rompe y raja”. Directamente para extraer los nutrientes a una velocidad que sólo puede ser útil en el banco, en un modelo de extranjerización hasta de la moneda. Se llevan hasta la renta, no queda nada. No queda una infraestructura social como el molino, las gallinas, los abuelos. No queda nada. Queda la tierra compactada, estéril, el cascote expuesto al sol. Realmente ves la desertificación cuando la tierra queda sin una cubierta verde, empieza a evaporar la humedad que contiene, se forma crestitas de salitres sobre los cascotes. Parece a veces una helada y la tierra cuando ocurre eso está muerta para la agricultura. Eso es el destino que espera a la alabanza que están aplicando, y la única de poder revertirlo es “bajar un cambio”. Y empezar a recobrar estos valores: biomasa, biodiversidad y los fenómenos de interacción. Por más pequeños que fueran, como, por ejemplo, las lombrices, algunos enemigos del agricultor como el gusano blanco, la isoca que son grandes promotores de suelo, recuperadores de aves que son grandes dispersores de semillas, y así, entonces, empezar a poder vislumbrar un futuro venturoso para el entorno natural que nos rodea. Si no respetamos algunos lugares donde se reserven, donde puedan seguir viviendo de una manera intacta las variedades nativas, vamos a terminar siendo como Somalia, como Eritrea. Son lugares imposibles para la vida humana. Eso, inexorablemente, va a ocurrir si seguimos así. En algunos lugares de Argentina se observa este proceso, no sólo porque usan tóxicos que permanecen activos en el suelo durante cientos de años, sino porque, además, hay otras actividades que envenenan el agua como la megaminería con procesos de exiliación o el fracking que envenena las napas de agua. Entonces, si debiéramos decir “yo quiero recobrar algo que pueda llamar plan político”, un proyecto de vida compatible con él, que sea feliz para trabajar menos, para estar más tranquilo, para tener una familia holgadamente en paz, pienso que el modelo que están desplegando en la ruralidad argentina es nocivo. Encamina al éxodo, pauperiza la población y lo peor que, además, discrimina al habitante cultural que es el único que puede generar relato cultural. O sea, si se quiere ver desde un punto de vista social, ya exclusivamente, la narración de un pueblo es su cultura y la cultura proviene del quien lo habita. O sea, Walt Disney es muy lindo, pero no es de acá. Nosotros sí tenemos la capacidad de tener nuestro propio relato, cuando nuestro entorno es el nuestro, nuestra cultura, nuestro hombre de a caballo.
AW: Muchas gracias.
- Entrevista realizada en Panorama Federal (lunes a viernes de 7 a 8 horas)
- Redacción por Perla Casillas
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