“La veía a mi vieja en la tele, la veía al lado mío y no lo podía entender. Le agarraba la cara y se la estiraba, a ver si no era una máscara”, confiesa el actor Alejo Ortiz en Radio Gráfica. Su madre, Susana Ortiz, que trabajó en innumerables proyectos (Cosecharás tu siembra, Chiquititas, Verano del ‘98, entre otros), fue quien le permitió conocer ese mundo que hoy habita a través de la cooperativa El Descubridor y que lo tiene abocado al radioteatro La Compañía.
“Mi papá era director de teatro. Murió muy joven, a los 37, cuando tenía 9 años. Nos fuimos a vivir con mis abuelos, por lo tanto mi vieja tenía que parar la olla en la casa de mis abuelos. Laburaba como una condenada. Por suerte tenía mucho laburo, laburaba en todas las telenovelas de (Alberto) Migré”, narra Ortiz mientras desmitifica la creencia de que el actor estar salvado por ser famoso.
Y agrega: “Le juraba a mi vieja, y a todos los compañeros que han pasado por casa, que actor no iba a ser. ‘No me voy a morir de hambre como ustedes’, les decía”
Desde su infancia, calificada “de departamento” por estar sumergido en el caos de Pasteur y Córdoba, Alejo estuvo rodeado de actores. “Mi vieja era muy amiga de Alfredo Alcón. Y Alfredo, siempre que venía de España, al segundo día estaba en casa. Lo recuerdo muy bien porque me traía unos juguetes que eran increíbles. Entonces, siempre me quedaba esperandolo para ver que traía”, manifiesta.
“Hay una frase de Fidel Pintos que decía ‘los actores hoy comemos faisanes y mañana nos comemos las plumas’. Había momentos en los que nos iba mejor y otros en que era una casa humilde. Mi viejo, si tenía que agarrar un taxi, salía a manejar un taxi. Y Alfredo venía, no le importaba nada, lo único que le importaba era venir a comer a casa. No teníamos ni ventanas donde vivíamos”, reconoce el actor de Valientes y Cita a Ciegas mientras recuerda que le preguntaba a su vieja porqué Alcón salía en el diario.
La adolescencia la transitó en el Bellas Artes y de una manera “muy inusual”, ya que las giras que realizaba Susana le permitían estar en un “viva la pepa”. “Mi vieja por ahí se tenía que ir una semana de gira afuera. Entonces, con toda la culpa del alma, me dejaba la guita para la semana y se iba. Me llamaba por teléfono, a disco. Imagínate, andaba de acá para allá. Así también era que la convencían a los tirones, compañeras y compañeros más grandes del centro de estudiantes en el que estaba, para que me deje ir a un recital. Estaba en 1ro. Ahí empecé a ir a recitales. El primer recital que fui a ver fue de Fito”, expresa.
Y continúa: “Un día la convencieron de que fuera a ver a Los Redondos, que ellos me cuidaban, me llevaban y me traían. Los fui a ver a Cemento. Los Redondos todavía no eran masivos. Y ya, cuando era más grande, me iba directamente a Santa Fe a verlos. Toda una época muy ricotera, que después abandoné”.
A pesar que al principio se mostraba reacio a las tablas, Ortiz no tardó en cambiar de opinión y decidió estudiar teatro. Su madre no sólo lo tomó como un acto de rebeldía sino que también se negó. “Me decía que iba a sufrir porque era una profesión muy dura, que no era para cualquiera. Pero finalmente aceptó y, cuando salí del Bellas Artes, estudié 5 meses de cine y me metí a estudiar teatro con Norman Briski”, declara.
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Su trayectoria. Alejo Ortiz trabajó en innumerables proyectos tanto en televisión (Verano del ’98, Sangre fría, Don Juan y su bella dama, Historias de diván, entre otros) como en teatro (La soledad, 33 variaciones, Romeo y Julieta) . “Soy alumno de Raúl Serrano, por lo tanto tengo una cuestión bastante metódica, en algún sentido. Si bien me nutro de muchas cosas, de libros, de películas, de cuestiones que parecen que fueran ajenas y no lo son, lo que más me sirve para mi laburo es meterme con el instrumento, que es nuestro cuerpo. Experimentar en todas las posibilidades que haya, para explorar dentro la situación que tenga cada personaje”, destaca.
“Gustavo Yankelevich me obligaba a verme. Me decía ‘mirate porque así vas a aprender, aunque no te guste, te vas a dar cuenta que es lo que no tenés que hacer más’. No soy un actor al que le guste verse. Cuando vos grabás, está grabado y quedó. A los 10 minutos decís ‘esto era de otra manera, le hubiera puesto esto’ pero ya es tarde. En cambio en el teatro, vos tenés revancha todo el tiempo. Si te parece algo que decís ‘hay le tendría que poner esto’, se lo ponés mañana, y si te equivocaste, pasado se lo sacás. Salo Pasik me decía que una obra no se termina de ensayar nunca, que lo lindo del ensayo empieza cuando empezás a estrenar la obra, porque la seguís ensayando y seguís descubriendo cosas después de 3, 4 o 5 meses”, explica.
“El instrumento que tenemos los actores es nuestro cuerpo, y la voz forma parte de nuestro cuerpo”
Lo nuevo, radioteatro La Compañía. La pandemia de coronavirus lo tiene confinado en su casa. Aún así, Alejo se mantiene en movimiento. Interpreta a Lorenzo en la ficción radial de carácter federal que produjo El Descubridor junto a Radio Gráfica y que se podrá escuchar a partir de septiembre. “Es un proyecto cooperativista. Estamos todos contenidos ahí, generando, haciendo. El otro día decíamos ‘qué loco esto que pasó’ porque, en el momento de mayor encierro, nosotros estamos haciendo un radioteatro. Quizás es más difícil juntarse cuando hay pandemia que cuando no hay, pero lo hacemos igual, por Zoom. A mí me encanta, es un formato hermoso”, cuenta el actor.
“Estamos con Ingrid Pelicori, Arturo Bonín, Manuel Callau, Nacho Iambrich, Ana Carella, Anahí Gadda, Julieta Vallina, dirigidos por Carlos Demartino, que además fue mi maestro de voz cuando yo tenía 20 años. Estamos prácticamente en familia. Somos una compañía teatral que va por el país. Me parece genial poder encontrarme en un Zoom a grabar el radioteatro con gente de Córdoba, de Mendoza y estar todos en la misma. Vos vieras la felicidad que tenemos después de estar cinco horas grabando, la alegría que nos da hacer eso y que podamos todos mancomunarnos en un proyecto así. Espero con ansías que la gente lo escuche”, destaca.
Y describe: “Uno empieza de día y cuando levanta la cabeza ya es de noche. Terminás de grabar y te queda un vacío cuando se van todos, porque son como 10 o 12. Si hay algo que tiene el radioteatro es la posibilidad de que la gente pueda juntarse y de armar esto como esa cuestión de vieja caravana de circo”.
- Entrevista realizada por Mario Sadras en Hay Che Domingo (domingo de 9 a 12hs)
- Redacción por Erika Eliana Cabezas y Lucía Izaguirre
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