Suna Rocha es cantora cordobesa. En Radio Gráfica contó cómo atraviesa la cuarentena y recordó sus inicios. “En esta parte de la Argentina, en Córdoba norte, le fui dando una forma y me fui convirtiendo en una cantora”, dice sobre sus comienzos como “cantora de vocación”.
Entrevistada por Mario Sadras, se refirió, además, a los grandes pensadores nacionales. “Ser es ser culturalmente y esto lo he aprendido muchísimo de los pensadores nacionales, he leído, he estado con ellos, los he reconocido, Fermín Chávez, Osvaldo Guglielmino, Jorge Bolívar, toda esa gente que me dio una idea de lo que es el ser nacional”. Y contó que, cuando estuvo detenida en la dictadura, en el campo de las Riberas, la música le salvó la vida. “Daba vueltas un tarrito de hacer mate cocido de un litro, hacía compás y cantaba”, describió sobre esos días.
¿Cómo estás?
-Aquí estamos en una penitencia planetaria, que hemos llamado nosotros, aunque yo no la tenga porque vivo en un lugar alejado, en el campo. Estoy muy tranquila, voy, vengo, todo bien.
¿Penitencia planetaria?, ¿qué hicimos?
-Le puse así, porque en realidad esto se ve más en la ciudad, que cada uno tenga que estar encerrado en su hábitat por cuestiones obvias. Es un virus muy contagioso y la gente no puede acercarse entre sí, por eso es más conveniente que esté aislada en su casa… Estoy en Tulumba, es un lugar muy hermoso, muy pocos habitantes, es una villa muy bonita, muy detenida en el tiempo. Vas caminando sus calles empedradas y sus grandes farolas te hablan de un pasado lleno de historia, lleno de cosas lindas y no tan lindas. Acá está, también, la casa del Padre Benítez, aquel que estuvo al lado de Eva Perón hasta su muerte. Hay muebles que pertenecen al cura y la casa de los Reinafé, de aquellos que, según la historia, mataron a Facundo Quiroga.
Las luces y las sombras de la historia en un pueblo tan pequeño
-Es un pueblo tan pequeño con una historia impresionante, comenzó siendo un lugar de una pequeña colonia de franceses que se estableció, por primera vez aquí buscando un mejor clima. La vez pasada, por curiosidad, fui al cementerio de Tulumba y hay unos panteones antiquísimos, estamos hablado de la primera iglesia de 1700, desde hace muchos años. Esos panteones tienen columnas dóricas, jónicas, es decir, nos hablan de una forma de construcción europea, que se ve que la trajeron los franceses que vinieron aquí. Nadie nunca más vino a ver esos panteones, de manera que están llenos de telas de arañas, nadie los ha tocado, se pueden ver los cajones desde afuera, 6 de un lado, 7 del otro, nadie más vino. Ellos pusieron su impronta cultural en esos panteones.
Es que primero se conquista culturalmente, ¿no?
-Claro, la cultura es fundamental en un país. Ser es ser culturalmente y esto lo he aprendido muchísimo de los pensadores nacionales, he leído, he estado con ellos, los he reconocido, Fermín Chávez, Osvaldo Guglielmino, Jorge Bolívar, toda esa gente que me dio una idea de lo que es el ser nacional, así Lanata se ría de esa frase.
Me gusta esa definición de pensadores, porque leí que el campo popular no tiene intelectuales sino pensadores…
-Así es, tiene pensadores que nos han dejado a nosotros un montón de cosas y que nos han aclarado el camino para seguir y continuar. Yo me he refugiado en ellos, como te digo los he conocido, Oscar Ponferrada, un dramaturgo catamarqueño que conocí y que es autor de un tema que yo canto que se llama “Carnavalcito”. A todos ellos los he conocido y me he acercado porque me han enriquecido un montón, más adelante con Atahualapa Yupanqui. Todos esos hombre que, de alguna manera, han dejado su huella bien clara en esta parte del continente.
Vos hacías una diferenciación, mientras conversábamos en la previa, de cómo te gusta definirte, ¿por qué no lo compartimos con los oyentes?
-Soy una cantora de vocación, porque a los 4 años ya estaba subida a una silla con un palito y haciendo como que cantaba, ahí vieron mis padres en mí una actitud histriónica muy fuerte y poderosa. Yo le fui dando, en esta parte de la Argentina, en Córdoba norte, le fui dando una forma y me fui convirtiendo en una cantora. Abrevaba de los viejos guitarreros de la zona, porque aquí escuché las primeras vidalas, las primeras bagualas, los primeros estilos tocados en la guitarra con esas manos duras de alambrar, de sembrar.
En el pueblo donde yo nací, una de las industrias primigenias fue el tema del carbón, venía la gente para hacer carbón y se vendía en los negocios, se trasladaba a otro lugar para ser vendido en el tren del ferrocarril. La línea del ferrocarril Mitre que unía Córdoba-La Banda- Santiago del Estero, en esa época.
¿Qué hacían tus viejos?
-Mi papá era el jefe de la estación de trenes, por lo tanto, yo he latido muy al compás de las vías férreas. y te digo que he latido, porque el compás que hace las vías férreas es muy particular, como si fuera un malambo.
Ahí era la única posibilidad de que la gente viera por cinco minutos caras que no había visto nunca, entonces, se ponían sus mejores ropas y se iban a la estación de trenes, a ver pasar el tren y ver esas caras nuevas que no las vería quizás nunca más, pero que pasaban por ahí y esa era la única manifestación de novedad del lugar, porque era un pueblo muy pequeñito. Pasaba cada día de por medio, entonces. La gente iba y compraba el diario, compraba una revista que se llama “El alma que canta” que traía canciones y las posturas en la guitarra. Yo estudiaba eso, sola, con una guitarrita que me compró mi papá. A partir de los 5, 6, 7 años ya tenía mi guitarrita y le empecé a dar forma a esta vocación que yo sentía en forma muy profunda.
Y aparte algo que no suele darse, que vos partiste de tu pago chico, te proyectaste a nivel nacional e internacional y volviste a tu pago chico.
-Fue una idea mía desde siempre. Yo sabía que salía y me iba, porque la trascendencia implica eso, pero sabía, también, que iba a volver porque a mí me gusta mucho el campo.
¿Siempre tuviste claro eso, incluso en los momentos que supongo que alguna ciudad te absorbió, te encandiló?, ¿siempre supiste que ibas a volver?
-Siempre supe, porque a mí me gusta mucho el tema de la cultura de la contemplación, que es detenerme a mirar un árbol, un pájaro, a mirar una flor, a detenerme a escuchar los sonidos, que los hay y muy hermosos, muy primigenios, muy llenos de valor. Yo sabía que tenía que volver para nuevamente tragar ese paisaje que está en mis canciones, de alguna manera, en mi voz.
Creo que la voz tiene que ver con eso, transmite el tema del paisaje de una región, la cuestión geográfica. Yo nunca podría haber cantado tango, quizás, con esta voz que tengo, que es una voz que tiene que ver con la provincianía, que tiene que ver con otros sonidos y que tiene que ver con otro paisaje, simplemente, que no es la ciudad, precisamente.
No obstante, fuiste también una habitante urbana
-También. Y me siento orgullosa de conocer este ámbito a fondo, porque lo viví desde muy pequeña, y el otro ámbito, el de la gran ciudad, el del tango, el de haber estudiado ese hermoso ritmo que es el ir acompasando con el cuerpo… Y, entonces, la verdad que me gustó muchísimo aprenderlo. Fui amiga de Horacio Ferrer, estuve muy cerca de todo esos, de Faruk, de Héctor Negro. Sabés lo que es para mí, una provincianita que salió un día del norte cordobés, y después, codearme con esos personajes maravillosos.
Mercedes Sosa es de alguna manera tu madrina, ¿no? ¿Es un capítulo, Mercedes, en tu vida?
-Sí, sin duda fue muy importante. Santiago Ayala “Él Chúcaro”, muy pocos saben que él ha hecho una escenografía y coreografía geniales, lo que yo he visto de ese hombre, la creatividad, que en su cabeza tenía siempre 25 años, como Atahualapa. Vos los escuchabas hablar y eran gente grande, ancianos, pero que tenían una cabeza brillante, una inteligencia fuera de lo normal y lo común, me encantaba escucharlos y aprender de ellos, fundamentalmente. Fui amiga de los dos, de Chúcaro y de Atahualpa, y de hecho yo los junte cuando ya eran grandes, porque estaban medios distanciados. Ahora que no están los dos, te cuento en secreto que se me ocurre que pudo haber sido por polleras.
El tema “Esencia de mi pueblo” inicia con un audio de Eva Perón. ¿Cómo te llevaste con esta identificación política de esos años, que más o menos son de tu infancia y adolescencia?
-Mira yo siento una gran desesperanza, porque no hemos podido resolver el tema de la pobreza, que nos duele, a veces siento que somos un país adolescente, un país que no termina de aprender, a pesar de los 30 mil desaparecidos, a pesar de tantas cosas que hemos vivido, no termina de aprender que todos queremos lo mismo de alguna manera. ¿Quien no quiere que nuestros hijos crezcan yendo a la escuela, que se eduquen, que haya paz, que cada uno tenga lo que tenga que tener porque lo gana con su esfuerzo, etc., etc.? Y estamos todavía medio empantanados. Una vez vi una criatura, hijo de una amiga mía, que estaba gateando, iba y volvía, y yo pensaba, este está igual que nuestro país. ¿Cuándo nos vamos a levantar y vamos a caminar? Este pibe lo va hacer en algún momento, entonces, yo quiero que nosotros también lo hagamos, que no sea esa sensación de que siempre estamos comenzando. Quiero ver así mi país , que tiene todo para trascender.
Yo he ido a países extranjeros y he conocido de qué viven, cómo viven, por qué viven, y digo: ¡nosotros somos tan ricos! Porque yo he recorrido, querido negrito, el país de punta a punta, de sur a norte, de este a oeste y tenemos de todo, y no es un eslogan, tenemos todos los climas, todos los paisajes, las mil y una conformaciones de esta patria, esta América profunda, y sin embargo siempre estamos a los tumbos, hay algo que no terminamos de entender.
¿Qué pudiste entender de todos esos viajes y de todos estos contrastes? Porque a veces se habla de la argentinidad, y vos mismas acabas de decirlo: hay una cantidad de diversidades. Por ahí, los porteños nos parecemos más a los uruguayos, que a los santiagueños.
-Muy cosmopolita nuestro país, por supuesto que lo que pasa en Buenos Aires nadie se entera si no fuera por algunos medios, nadie se entera en cuanto a lo cultural, me refiero, que es lo que mi tema, lo que más manejo.
Además, es una forma de interpretar, es una cosmovisión, porque no todo es noticia, ni data dura, también se explica el mundo desde la belleza, desde la poesía, desde la música, desde la literatura.
-Totalmente, y en estos momentos más aun, cuando te das cuenta que la música es un elemento vital en un momento como este. Yo te diría que es como el alimento, el alimento que nos da día a día la música, hoy por hoy, tiene su razón de ser, tiene su importancia, tiene su inconmensurable valor.
La música, a mí, me ha salvado la vida, yo estuve detenida, aquí en Córdoba, en el campo de las Riberas, y daba vueltas un tarrito de hacer mate cocido de un litro, hacía compás y cantaba.
¿Detenida política?
-Claro, los tipos me llevaban a la orilla de una estufa, era pleno mayo, me hacían cantar y yo cantaba porque me hacía bien a mí y le hacía bien a mis compañeras, por supuesto con los ojos vendados, a mí me desataban las manos. Fue horrible, un paseito al infierno.
Eso sucedió cuando yo estaba ensayando y volvía a mi casa, me estaban esperando en la puerta, me miraron el documento y me dijeron, me parece que es a usted a la que estaban esperando, para eso habían cortado las calles, plena avenida General Paz y Colón, pleno centro de Córdoba vivía yo, iba a la facultad, trabajaba mediodía. Me acuerdo que le dije: ¡tanta cosa por tan poco! Cuando vi que la calle estaba cortada y los camiones enfrente y todo lo demás. Subí a los camiones, me llevaron y empezamos a caminar por la tierra. Empezó mi desesperación, pero me calme cuando paró el camión y empecé a escuchar risas de 2 o 3 chicas que eran compañeras mías, de la escuela de periodismo.
Me tocó estar ahí y cantaba, yo creo que me tomaron como cariño y simpatía, fueron de las primeras detenciones, por eso creo que me salvé, en pleno golpe del ’76. Salir de ahí, fue para mí, desde ya, bueno. Porque el tiempo ahí era tremendo, sé lo que es el encierro y estar privado de la libertad, fueron cosas muy duras, siento como que el canto salvó mi vida, después vinieron momentos mucho más duros y creo que no hubiese salido.
Después de eso, me fui a Brasil un año, después volví y ya no me quise volver a Córdoba por miedo y me fui a Buenos Aires, eso determinó mi vida. Tenía una hermana en Buenos Aires, pasaba más desapercibida en aquel lugar. Después, conocí a Raúl y vino lo que vino con el tema de la música, trabaje con Alejandro Romay un tiempo en una revista gráfica que se llamaba “Industria Argentina” para hacerle notas a los empresarios.
La música y el periodismo son comunicar, ¿no?
Sí, de alguna manera tienen cosas muy en común, son comunicadores sociales, y el canto no deja de ser eso. Una comunicadora social, porque uno canta para la gente.
Llegaste a Buenos Aires y, cuenta la leyenda urbana y algunas crónicas, que en San Telmo te escuchó Mercedes Sosa
-Sí, en un lugar que se llama “La peluquería”, que estaba en la calle Bolívar y que funcionaba como peluquería de día. Ahí estaba el sillón enorme antiguo y las cosas para hacer la barba y cortar el pelo, y de noche se transformaba en Café Concert, y ahí fue un lugar realmente mágico donde se dieron a conocer muchos artistas, Marziali, el Quique Llopis, el Cuchi , Hamlet, Ariel Petrocelli, muchos artistas que en ese momento se daban cita en “La Peluquería”.
Me acomodé con mucha naturalidad, sin ningún tipo de pudores. De niña ya tomaba parte en los actos en la escuela, los 9 de Julio, los 25 de Mayo yo siempre era candidata a hacer algo, he bailado hasta el Danubio Azul, ¿cómo lo habré hecho? Qué lástima que no había una cámara. Las maestras eran formadoras extraordinarias, en ese momento nos enseñaban de todo, nos enseñaban folclore, nos enseñaban teatro. Yo me identificaba mucho con ellas, como tenía esa aptitud desde muy pequeña, ellas veían eso en mí. Yo participé en coros, generalmente tenía la voz solista en los coros, siempre con esas ganas de actuar y participar, siempre estaba en los actos escolares. Ya de más grande, ya estaba acostumbrada, todo ese bagaje ya iba conmigo. Me considero una mujer de paisajes, porque lo llevo adentro mi paisaje, de manera que nunca tuve esos pudores, siempre me sentí muy segura arriba de los escenarios, tengo esa cosa antes de subir, que se me va ni bien subo los escenarios. Pero cuando subo sé muy bien lo que tengo que hacer ahí, ver el público, cambio los temas, mis músicos siempre han estado atentos a eso.
Uno de mis alumnos, Roberto Carlos, que es un excelente guitarrista y que me ha sorprendido con sus últimas canciones, dijo: ´yo fui guitarrista de Suna Rocha y ella es una artista con la cual nunca haces las cosas igual. Entonces, tenés que estar siempre atento porque la artista te cambia en un segundo el orden de los temas y la forma, y lo cambia porque ella considera que debe hacerlo acorde a cómo reacciona el público del otro lado´. Eso me enteré que dijo ese músico. Una apreciación que yo no me había dado cuenta de contarla o de decirla con palabras y que él lo dijo así de esa manera, y yo me puse a pensar, tiene razón.
Es una construcción de climas, ¿no?
-Claro, depende de cómo este el clima, depende cómo está la gente, depende del ánimo que tenga la gente, yo enseguida me doy cuenta, eso es el oficio.
Yo, por ejemplo, he sido una de las primeras que me he bajado, en Cosquín, con papel picado abajo en el escenario y bailaba el carnavalito, y después me amenazaron los organizadores diciéndome ´nunca más te bajes porque te vamos a cortar´. Me metía dentro del público, porque a mí me encanta mirarle la cara a la gente, la gestualidad, el contacto, compartir con la gente, siempre lo hice porque siempre me gustó y lo que no me gustó- ahí está lo de la cantora- es estar lejos de la gente o mirar al público desde arriba.
Hubo un Cosquín, que Julio Márbiz inventó en un primer momento, por suerte después fue cambiando, pero que no permitía subir instrumentos eléctricos
-Yo no recuerdo mucho de eso, pero sí alguna vez, él dijo: ´Suna no, porque ella siempre quiere hacer lo que ella quiere´. Cuando yo me enteré de eso, lo enfrenté y le dije: ´yo sé que es lo que quiero hacer, sé lo que debo hacer y ese es el tema´. Vio que no me podía mucho arrear. Él conmigo a lo mejor tenía algunas caras medias raras, pero yo sentía que él me respetaba porque siempre yo me acercaba, conversaba con él, le decía el porqué.
¿Cómo estás pasando este resguardo en la actualidad en Tulumba?, ¿qué planes, qué proyectos, cómo la están pasando los artistas populares, en este momento?
-Creo que mal para algunos que no tienen la posibilidad. Lo primero que pensé, cuando empecé a trabajar en mi carrera, fue que había que ahorrar un poco, porque he visto artistas muy carenciados en su última época, ya grandes. De manera que he tenido esa idea de resguardarme en ese sentido para el día de mañana no tener problemas. Pero tengo compañeros que son jóvenes, que están muy mal con este tema, no tienen trabajo, ellos viven de la música. Mi solidaridad para con todos ellos, porque verdaderamente no saben hacer otra cosa que no sea esto, es su vocación, pienso que la deben estar pasando realmente mal de no poder trabajar.
Va ser una de las últimas actividades que vuelva a habilitarse
-Yo creo que sí, porque también eso implica juntar mucha gente y eso es peligroso. Pero la gente necesita trabajar.
Sabemos que la medicina es un servicio esencial porque te cura, te sana, pero el arte te salva, ¿cómo haces para estar encerrado, sobre todo en los grandes ámbitos urbanos? Está bien, vos encendés la tele, pones Spotify, pones Youtube y escuchas música, pero alguien lo hizo y eso es lo que te ayuda a resistir, si no estuviera eso, ¿cómo se resiste adentro?
-Totalmente, alguna vez alguien me invitó a un encuentro de psicólogos de Latinoamérica en el Teatro San Martín, y le dije ´pero que voy hacer yo ahí´, y de pronto se me prendió la lucecita y se me ocurrieron cosas antes de cantar para ellos… una anécdota que me la contó Pedro Aznar. Un chico había quedado mal, sin conocimiento, porque se había pegado un golpe andando en moto, entonces, la hermana le habló a Pedro y le contó que su hermano había perdido el conocimiento, la memoria y que quería que lo fuese a ver. “El psicólogo dijo que le pusiéramos música y lo que más le gustaba era Serú Giran, con eso agarró la punta del ovillo y empezó a tirar de ahí, a tirar, a tirar y su memoria empezó a andar a partir de escuchar un disco de Serú Girán”, me contó Pedro. El chico volvió a tener memoria a partir de abrir ese cofrecito mágico que tenía la música de Serú Giran y que a él tanto le gustaba.
La música en este caso es bendita y qué maravilla que una persona pueda lograr recordar toda su vida y sus memorias a partir de la música.
Eso es extraodinario, en términos personales y en términos colectivos. Porque también la música nos vuelve a llevar muchas veces a los caminos que abandonamos y no debimos abandonar, ¿no?
-Sí y que a veces somos como ingratos, yo no me considero de ese palo porque siempre la tengo conmigo. Hacemos karaoke con unos chicos de acá, de Tulumba. Les gusta cantar, entonces les dije que iba a cantar con ellos. Tienen un entusiasmo, cantamos de todo, boleros, ¡no sabes! Y de paso nos comemos algo, que una pizzita, que un chorizito, que una copita y compartimos. Uno de ellos es el albañil, me está haciendo una habitación nueva acá en Tulumba y el otro, el peluquero del pueblo. Yo comparto con ellos la música los días sábados, una fiesta, para ellos y para mí. De paso agilizó un poco y hago trabajar mis cuerdas vocales.
- Redacción por Lucía Izaguirre.
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