Enrique Martínez, ex presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y actual coordinador del Instituto para la Producción Popular (IPP), fue entrevistado por Lucas Molinari en Radio Gráfica, donde señaló las características de la actual crisis económica que atraviesa nuestro país y estableció las posibilidades de acción para hacerle frente desde el Estado.
– Queríamos plantear apuntes para la economía de la post pandemia. Vos, como militante, como un hombre que has estado frente del INTI durante una década y conocés al Estado por dentro, tenés para discutir las políticas públicas. ¿Qué dirías, pensando siempre desde el Estado, de cómo tienen que promover un modelo económico?
– Nos vamos a enfrentar, luego de la pandemia, a un país con una proporción de pobres muy superior a la que recibió este gobierno, a la que recibió el gobierno de (Mauricio) Macri. Comparable a la cantidad de pobres que la macro devaluación del 2002- luego del default- dejó en la Argentina. Es decir entre el 40, 45 hasta 50%. Manejar eso con políticas tradicionales de reactivación en un contexto, además, donde hay numerosas actividades generadoras de trabajo que van a quedar marcadas como complicadas. La gastronomía, los espectáculos públicos, los espectáculos deportivos que van a tener que reformular toda su actividad, incluso, expulsando trabajadores. Hace que tengamos que pensar en cómo generar nuevos trabajos para los más humildes, como eje central. Ahí queda, en un segundo plano, esas discusiones macro económicas de que nos salvamos expandiendo Vaca Muerta o exportando minerales o más soja. Eso es una discusión macro que interesa a los grandes capitales y que genera algún beneficio importante para la Argentina, pero no elimina la pobreza. De manera que, si vamos a focalizarnos en el principal problema que tendremos, de ahora en más y por varios años, necesitamos planes para reducirla y eliminarla sustancialmente. Si vos querés que yo haga un diagnóstico de cómo estamos armados para eso, creo que venimos mal porque venimos con diagnósticos muy obvios y muy elementales. No nos olvidemos que el gobierno tuvo una consigna absolutamente valiosa, que era eliminar el hambre. Pero cuando llegó el momento de descubrir dónde estaban los hambrientos, no hubo forma más que darle dinero a los que recibían la AUH (Asignación Universal por Hijo), porque no se tiene un mapa del hambre, ni se sabe – aparte de las personas que se suponían que son las más necesitadas, que son las que reciben la AUH – donde están los demás. Después, cuando hubo que fortalecer a la gente que fue dañada en su trabajo por la pandemia, se habilitó el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia). Se esperaba una cierta cantidad de inscritos y fueron 4 veces más. Hasta los 3 meses que han transcurrido, desde que ese llamado se hizo, no sabemos quiénes son, dónde están, a qué se dedicaban cuando tenían un ingreso, si lo van a recuperar cuando se vuelva a la dinámica del trabajo. Hay una cantidad de espacios vacíos que hacen que tengamos que ser muy modestos en los planteos, muy humildes, muy aplicados y muy enérgicos. Tenemos que trabajar con mucha intensidad.
– El tema de la tarjeta alimentar generó un recurso para un sector que era de la AUH. Cuando sacan lo del IFE, dicen “nos sorprendimos” y, en realidad, los movimiento sociales ya venían planteando que el universo era mucho más grande. De hecho, el Salario Social Complementario, que llega a medio millón de personas, sabemos que cada vez tiene más inscripciones. Rebalsan las planillas de los movimientos. Además hablamos de 8500 pesos que no resuelve la existencia de nadie.
– La AUH recibió la tarjeta alimentar. Desde que se emitió a fines de diciembre hasta ahora, la inflación de los alimentos supera el 20%, con lo cual la tarjeta alimentar ya dejó de tener la capacidad de compra que tenía, que era 20% menos y a fin de año probablemente tenga otro 20% menos. En consecuencia, si no se corrige la concentración productiva, la concentración de los formadores de precios que definen la inflación de alimentos por encima de la inflación promedio. Lo cual es absolutamente absurdo y es derivado exclusivamente a la manipulación especulativa. Toda modificación que se haga de ponerle plata en el bolsillo de la gente, será en realidad ponerle plata en el bolsillo de las corporaciones.
– ¿Cómo se controla eso? Se habla de la Ley de Abastecimiento, que es una herramienta que dejó el tercer gobierno de Perón, pero aplicarla para algunos funcionarios, quizás, no es simpático con estas grandes corporaciones. ¿Qué herramientas tiene el Estado para poder controlar el tema de los alimentos, que en el marco de la pandemia, no lo ha podido hacer?
– Estamos errándole el análisis a la cadena de valor, en realidad, hay más de 20 ramas distintas. Lo que puedo decir ahora no es generalizable a todas las ramas alimenticias, pero a varias sí. Un ejemplo, en el caso del azúcar, aumenta. Vamos al supermercado o al chino, vemos que aumentó y le aplicamos una sanción. Pero la azúcar está producida por un par de empresas y nunca fuimos a la empresa a entender porqué aumentan los precios, y en realidad nos han podido haber contestado “no, nosotros no lo aumentamos, fue el supermercado”. Ahí tendríamos identificado la situación. Pero en este caso, no es así. Aumentó la empresa porque Ledesma, que es la empresa que regula los precios de la azúcar en la Argentina, no ha sufrido ninguna inspección para ver porqué aumenta el precio. Se fijaron precios máximos y a Lesdesma no le importa los precios cuidados. En la leche, sabemos perfectamente que hay una o dos empresas que controlan. Los pollos, también. En varias situaciones de aceite, también. Si perseguimos al comerciante, aun al supermercado, estamos persiguiendo a la consecuencia y no a la causa. Tenemos que identificar la causa del problema, ir a fondo y tratar de diversificar.
Volviendo al azúcar, en el norte argentino hay un mecanismo por el cual las cooperativas de cañeros reciben parte de la azúcar que se produce con su caña y lo pueden comerciar libremente. Eso es en teoría, porque en la práctica no hay forma de sacárselo de encima ordenadamente y terminan vendiéndoselo al mismo que tiene la marca. Establecer mecanismos, por el cual, la producción de esas cooperativas puedan ser acercadas a los consumidores con cadenas cortas. Las cooperativas aceiteras, que hay más de una, y los molinos salineros pequeños lo hacen. Es organizarse para favorecer a la pequeña industria, que existe en magnitud, para que crezcan con capacidad de salir a competir en cadenas más cortas, acercándose a los consumidores, frente a los que hoy son los dueños del mercado.
Eso es una tarea activa, sistemática, como decía antes laboriosa. No es un tema de hacer un titular en el diario. Te puedo decir que es muy complicada. Nosotros estamos en la tarea de generar cadenas cortas en nuestra modestísima asociación civil que hemos generado. Creo que algunas cosas las tenemos claras, pero no es tan fácil, se necesita acceso y capital.
-El ministerio de Producción, que dirige Matías Kulfas, sería el que tendría que desarrollar esta idea. Después, también otros como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).
– Nosotros le hemos arrimado nuestras ideas a Paula Español. No recibimos ninguna contestación. Le arrimamos a Daniel Arroyo en varias oportunidades, e incluso me ha llamado y pedido papeles. Pero el discurso del ministerio de Desarrollo Social no se modificó un milímetro después de que le mandamos los papeles. Siguen hablando de las 5 áreas de generación de trabajo, que es para discutir en otro momento, pero que no ha tenido ningún efecto. Tomamos contacto con el presidente del Mercado Central, que es un muchacho que viene de la UTT (Unión de Trabajadores de la Tierra), con una enorme vocación y una enorme voluntad, pero que a mí juicio está en un espacio donde hay que apuntalarlo, hay que ayudarlo, colaborar con él y su organización. Fuimos a La Plata, antes de la pandemia, para hablar con el Jefe de Gabinete de Kicillof. Dejamos papeles por todos lados. Pero me parece que, a esta altura, estamos haciendo una tarea bastante estúpida porque no es simplemente difundir las ideas, sino encontrar mecanismos para construir sobre una realidad. Lamentablemente, hay que ser un poco troskistas, digamos, hay que esperar que se deteriore más y más, para que en definitiva puedan entender que hay que hacer las cosas de otra manera.
– Lo que está crujiendo, también, es el Estado neoliberal que nunca se terminó. Ese que se reformó en la década de los ’90 y que regaló las empresas. Hoy, justamente, hay que hacer otra gran reforma o revolucionar ese Estado para que de cuenta de la realidad, porque sino va ser muy difícil.
– Hay una tesis con que los gobiernos populares llegamos al poder, y es que el problema de los liberales es administrar de manera corrupta, de manera meritocrática y que, administrando de otra manera el mismo sistema, las cosas pueden cambiar. Eso no es cierto. Es una tesis falsa y engañosa, donde luego terminamos quedando entrampados en estructuras de las cuales dependemos. Si hace falta un ejemplo, está el de Vicentín, una empresa que se robó todo. Queremos encontrar la manera de convertirla en empresa testigo y los obstáculos son hasta de una parte de la sociedad que es minoritaria, pero muy ruidosa. Y, por encima de eso, la justicia, la cultura de cierto sector empresario y las propias limitaciones del gobierno popular, que no alcanza a entender el valor de tener una empresa testigo. Estamos hablando, incluso. de recuperar la empresa para que haga lo mismo que antes de quebrar, omitiendo solo la fuga de divisas o la suprafacturación. No es una solución, porque esa empresa aun comportándose “decentemente” está extrayendo valor de una región y no diseminando bienestar entre los compatriotas.
No es la solución hacer un gremio de los repartidores en bicicleta, o ahora, hacer gremios de gente excluida. Una vez que está excluida, tampoco la solución es incluirla y defenderla gremialmente. Es mucho más que eso. Es cambiar de estructuras que generan esa exclusión.
– Por ahí, pones el debate de la UTEP, la Unidad de Trabajadores de la Economía Popular.
– Respeto mucho a la UTEP y hay muchísimas cosas que coincido. Lo que no coincido son algunas afirmaciones que he leído últimamente de Emilio Pérsico, que sostiene que hay que defender a los vendedores ambulantes porque están ganando plata. Uno escucha lo que ellos quieren y ellos quieren que los dejen trabajar libremente. En realidad, cuando empezamos a discutir las tareas de supervivencia como tareas naturales que debieran generar un futuro, me parece que nos estamos confundiendo, pero eso es para otro debate. No quisiera ser categórico, ni axiomático. Respeto mucho a la gente que está en el llano y que está peleando por mejorar las condiciones de sus compatriotas. A mí me preocupa, en este momento, que nuestro Estado no está preparado para atacar la pobreza masivamente como debiera serlo y estar pensando en soluciones que son en el fondo, paliativos.
-Nunca vivimos y creo que esto lo compartís, tanta militancia popular en puestos del Estado. Esto no se había dado con el gobierno ni de Néstor ni de Cristina, Hoy tenés directivos de una dirección de empresas recuperadas, tenés un montón y la potencia es grande. El tema es ¿qué se hace y cómo estos debates estratégicos se pueden gestar y reproducir? Pensaba, viendo La Nación, porque si hay algo que te marca, es ese debate, más general y más de fondo, y están con el gasto público. Dicen que el gasto aumentó un 96% y critican la emisión de divisas. Esto creo que cala todavía en sectores que dirigen la economía en este gobierno, porque el aguinaldo en cuotas da cuenta de eso. En realidad, se está emitiendo en Estados Unidos y la Unión Europea porque tienen que lograr que la gente no se muera de hambre y que pueda, además, consumir. ¿Cómo ves el debate de la emisión monetaria en este contexto de crisis que sabemos que es uno de los debates cruciales en el Estado, a nivel económico?
– La Nación está planteando una teoría absolutamente apolillada y obsoleta cuando critica la emisión. En realidad, el problema de la moneda es la cantidad de moneda que hay y la velocidad que circula. Cuando desaparece el trabajo, como paso durante la cuarentena, desaparece la velocidad de la circulación. No hay compra de insumos ni venta en los comercios, y la gente tiene que comprar alimentos, cosas elementales, sin haber podido trabajar. La emisión está compensando esa desaparición de la velocidad de circulación. Eso sucede acá y en todo el mundo. Lo que dice La Nación es bastante estúpido, cala en algo en que se ha trabajado durante muchísimo tiempo, que emitir es generar inflación. Es contradictorio, porque la inflación cayó, justamente porque la velocidad de circulación de la moneda ha sido tan deteriorada. Como la gente que ganaba 30 mil pesos, hoy cobra el IFE y gana 10 mil, para dar un ejemplo. Obviamente la capacidad de consumo de esa gente cayó y, por lo tanto, la presión sobre los precios cayó. Eso es inexorable.
Este tema, del pago del aguinaldo en cuotas es una especie de concesión a ese pensamiento neoliberal. Es un error a mi juicio. Creo que no es un error solamente por castigar al bolsillo de los que reciben el aguinaldo en cuotas, es un error por comprar una teoría equivocada. O la teoría de que hay que acelerar el impuesto a las grandes fortunas, porque sino no hay como financiar la expansión. Eso no es cierto. Hay que acelerarlo por razones de justicia, porque es justo que los que tienen mucho pongan dinero en esta emergencia. Pero no porque sea imprescindible para financiar el IFE o la tarjeta alimentar, como se ha demostrado que no lo es, porque la tarjeta alimentar y el IFE ya se están pagando, aun, cuando ningún gran contribuyente puso un mango.
- Redacción por Lucia Izaguirre
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