Según investigaciones de la Universidad Nacional de Luján, aquello que lo que el individuo no sintetiza de la droga, es eliminado a través de la orina y despachado a los cuerpos de agua. En consecuencia, el resto químico, en su paso, va alterando los ecosistemas y las relaciones simbióticas de las especies entre sí. Ya se han detectado mutaciones en la fauna acuática, y temen que el riesgo biológico ambiental siga en aumento. El ecosistema, una nueva víctima del fármaco-poder.
Por Juan Patricio Méndez*
El informe es contundente, y al mismo tiempo preocupante. Según la Confederación Farmacéutica Argentina, 34 millones de cajas de ibuprofeno fueron vendidas en Argentina en el 2017. Aproximadamente, la mitad de estas es entregada sin receta o prescripción médica, por lo que se infiere que son consumos evitables. Sin embargo, no sólo es medicado el ser humano, primer consumidor de la cadena: aquello que no es metabolizado por el cuerpo humano, es liberado a la corriente de agua y contamina a la fauna y flora circundante.
El filósofo Paul Preciado sostiene, en su teoría del fármaco-poder, que existe una política de dominación sobre los cuerpos desde la industria farmacéutica. El consumo, en este sentido, se vuelve político porque no solo se consume el comprimido químico, sino que, además, es ingerido todo el conjunto de ideologías y políticas de dominación. En este presente de la sociedad del consumo, el ibuprofeno no escapa a ello, y la automedicación se entreteje con la hiperproducción.
El medio ambiente, sin embargo, continúa siendo víctima del modelo de negocios. No sólo del extractivismo: además es el foco crítico de la hiperproductividad incontrolada. El ibuprofeno se encuentra dentro de un grupo de contaminantes llamados “emergentes“, es decir, productos de uso cotidiano cuyas composiciones químicas generan alteraciones y daños en el ambiente. Las consecuencias en su depuración pueden ser críticas si las mutaciones en la fauna y la flora continúan: “Según lo observado en nuestros estudios, estos desechos afectan la capacidad de natación de la especie y, por ende, su capacidad de trasladarse, alimentarse e incluso reproducirse”, planteó la Dra. Bettina Eissa, directora del equipo de investigación de la Universidad de Luján.
Las principales víctimas de los residuos son los peces, y en segundo lugar la flora circundante. Por último, y no menos importante en la cadena de conexiones, el conjunto total del ambiente es afectado. El problema de la profundización de esta cuestión radica en que la reglamentación ambiental y sanitaria no controla los efectos de la droga en el ambiente, debido a que, hasta el momento, no se la había considerado peligrosa o de alto riesgo. Sin embargo, gracias a la visibilidad y significancia del estudio presentado por los profesionales de la Universidad Nacional de Luján, el mismo será tenido en cuenta para los futuros análisis de riesgo ambiental. La gran presencia del fármaco en el agua se debe a la enorme cantidad de ventas del mismo y a su consumo sostenido a lo largo de los años.
La estructura química de la droga está compuesta por carbono, hidrógeno y oxígeno. Es un antiinflamatorio no esteroideo, devenido en analgésico y antipirético. La sobredosis en humanos es común por la posibilidad de conseguirlo sin receta médica. Por otro lado, la doctora Eissa explicó que “el ibuprofeno tiene una estructura química que no se degrada fácilmente, por lo que, a través de la orina, es eliminado del cuerpo casi igual que como cuando lo consumimos, entre el 30 y el 90 por ciento de las dosis de fármacos ingeridos por humanos son excretados en la orina como sustancias activas”, explicó la doctora.
El estudio detectó que, más allá de lo que proviene del desagüe normal de las casas (lavamanos, piletas e inodoros), la situación preocupante se da en “las plantas de separación de efluentes, donde esta droga puede traspasar las barreras de las farmacéuticas y llegar a los cursos de agua sin mayores dificultades”. Por otro lado, Eissa advirtió que se están dando algunos resultados poco equitativos entre hembras y machos. “Esta situación es responsabilidad de los anticonceptivos, que tienen un alto nivel de estrógeno”.
En relación a la especie “madrecitas de agua” (la cual fue analizada en el estudio), se han detectado cambios en el comportamiento de la misma: “Los que fueron expuestos al fármaco no tenían intentos de cópula, por ende, si esto es verdaderamente así en la naturaleza, se afecta directamente la actividad y estrategia reproductiva de la especie”, expresó la Doctora Eissa.
La hiperproducción y el gran consumo de medicamentos y de fármacos de venta libre es un problema global. No solo por la mega capitalización de las empresas farmacéuticas, sino por los altos niveles de toxicidad en los organismos vivos. La ideología de la producción neoliberal, enmarcada en el sintagma del desarrollismo, olvida al medio ambiente como eje central de cualquier relación humana y social. Es momento de interpretar las señales del ambiente y hacer propias sus demandas: el equilibrio será la tarea de todos.
(*) Columnista de Abramos La Boca / Radio Gráfica 89.3
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