Ezequiel Radusky, cineasta tucumano, premiado en el Festival de Cannes por el largometraje Los Dueños (2013) -co-dirigido junto a Agustín Toscano -, presentó su primera película en solitario Planta Permanente en la edición online del Festival Construir Cine. Protagonizada por Liliana Juárez y Rosario Bléfari, la película introduce una crítica descarnada y punzante al funcionamiento de la administración pública en era macrista. En diálogo con Victoria Lencina, el director habló de las relaciones laborales en el sector público, los estrenos online y la distribución cinematográfica nacional en tiempos de aislamiento social obligatorio y preventivo.
Por Victoria Lencina*
– Planta Permanente presenta una crítica al funcionamiento de la administración pública en tiempos neoliberales. ¿Cómo surge la idea de la película?
– Soy empleado público desde el 2006. Actualmente vivo en Buenos Aires y trabajo en la Casa de Tucumán. Pero, cuando estaba en Tucumán, trabajé en política en la época de oro de Néstor (Kirchner), en la época de las cooperativas de trabajo. Tengo un conocimiento muy fuerte del sector público. Planta Permanente la escribí durante el Kirchnerismo y fue mutando durante el macrismo. Pero la escribí viendo cómo, en 2014, la figura del desclasado había vuelto a aparecer con mucha fuerza, gente que tenía dos pesos más que su vecino, lo odiaba por tener un celular o un par de zapatillas nuevas. Decido ubicar Planta contextualmente en el 2018, para además hablar de lo fuerte que fue el modelo macrista y de lo fuerte que es –porque sigue muy presente hoy en día –. La tesis con la que empiezo a escribir esta película surge cuando estaba haciendo Los Dueños y estaba trabajando la lucha de clases más tradicional entre patrón/peón. Entonces, ahí me pregunté si no habría un problema anterior a la clásica situación del oprimido y del opresor. Es el oprimido, oprimiéndose. La auto-opresión. Y creo que eso nos mantiene en una eterna desventaja ante la autoridad. Es casi imposible que en una oficina donde todos reconocen que el jefe es un pelotudo y se lo critica, cuando éste llega le digan algo sobre sus dichos o actitud. Por lo general, cuando el jefe entra todos lo saludan buena onda. Nadie se anima a decirle algo. No importa de qué partido político sea ese jefe o patrón, siempre se le teme a la autoridad. Porque en general quienes adquieren autoridad se vuelven déspotas en cinco minutos.
– En la película es muy interesante la idea del comedor comunitario dentro de un edificio público. ¿Cómo llegaste a eso?
– Cuando empiezo a trabajar en la administración pública, empiezo a ver un montón de cosas maravillosas y muchas cosas terribles de la gestión política. Cuando entro al área de cultura, ocurre un hecho que es gran parte de inspiración: una señora que cocinaba en su casa y nos llevaba la comida -que era riquísima-, pide un permiso y pone un restaurant en un lugar abandonado que había ahí. Abre y el primer mes contrata a una chica para que cocine y la comida empieza a ser asquerosa. Empezamos a dejar de comprarle. Un día viene uno de los jefes de cultura y le cierra el lugar porque no tenía una habilitación. A los dos meses, se veía un bar nuevo con una franja de censura. Un bar nuevo cerrado. Era una imagen muy fuerte.
– La Plata es una locación estratégica muy fuerte. Es la ciudad donde se concentran los poderes principales del Gobierno de Buenos Aires. ¿Por qué filmar en La Plata y no en otra ciudad?
– El plan era filmarla en Tucumán, pero no se pudo. Los productores me propusieron La Plata porque ellos habían trabajado ahí antes y les había ido muy bien. Lo bueno fue que en esa ciudad, cuando hacía teatro, fuimos con dos obras, “La Familia Punk” y “La verdadera historia de Antonio”, y también se había proyectado Los Dueños en el Festifreak, así que de alguna manera me conocían y sobre todo gustaban de mi trabajo. Entonces, tanto los técnicos como los actores que trabajaron en la película lo hicieron con mucha onda. Eso fue maravilloso y muy facilitador al momento de adaptar una película que durante años estuvo pensada para filmarse en un lugar y con un elenco y en dos meses la tuvimos que mover.
– Repetiste la dupla protagónica –Liliana Juárez y Rosario Bléfari – de Los Dueños. ¿Escribiste el guión para ellas? ¿Cómo fue volver a trabajar en equipo?
– Esta es la parte más hermosa. Yo hago la primera versión para la Lili (Juárez) y Marcela era un personaje que circulaba por la película. Rosario es mi amiga. Ella vivió en mi casa mientras filmábamos Los Dueños y me ayudó a encontrar una casa en Buenos Aires. Le pasé el guion para que lo lea, le encantó y me dijo que quería trabajar en la película. En ese momento, me parecía que el personaje de la directora tenía muchas similitudes con Pía –personaje que había interpretado en Los Dueños –. Me sorprendió porque ella no hablaba de la directora, sino del personaje de Marcela. A partir de la segunda versión del guión, las dos personas fijas siempre fueron Liliana y Rosario. Al principio, todo el elenco, era tucumane; pero cuando la película pasa a ser filmada en Buenos Aires tuve que hacer modificaciones y se dio la co-producción con Uruguay –que incorpora a dos actores uruguayos –. El personaje de Marcela fue escrito para Rosario. Yo la admiro a ella como artista. Es muy versátil. Siento que, cuando trabajo con ella, soy un director técnico y ella es mi diez. La persona a la que yo puedo tirarle marcas secretas que nadie sabe y le puedo decir “hace esto” y ella lleva la cosa para que pase. Rosario tiene mucha inteligencia emocional y mucha inteligencia intelectual. La Lili tiene mucha inteligencia emocional y un gran instinto. Es muy talentosa y te entrega mucho de su background de vida. Ella también es empleada pública. Y todo el tiempo te está contando cosas y relacionándolas con su vida. La Lili es una especie de animal salvaje que, si vos no lo sostenés, se te puede ir por lugares impensados de la actuación. Fue fundamental tenerla a Rosario, en ese sentido, porque iba corriendo a la par de ella, la iba pechando y la iba acomodando. Rosario fue fundamental para esa relación que se genera entre actrices.
– ¿Cómo se la rebuscan los directores durante el aislamiento social obligatorio y preventivo para seguir produciendo y exhibiendo material? ¿Cómo está funcionando la actividad?
– New Europe Film Sales es la distribuidora internacional de Planta Permanente. La están vendiendo y moviendo como se está pudiendo hacer. Se que están tratando de meterla en alguna plataforma, pero veremos. A mí me pasó, al principio, que no pude digerir lo que estaba pasando. Iba a ser un año donde yo iba a estar de estreno con Planta y no de no-estreno. Pero ya está, hay que aguantar y tratar de aprovechar el tiempo lo mejor que se pueda. A mí me pasa que, todas estas cuestiones de adaptar el audiovisual a estos tiempos, no me motiva –entiendo y estoy a favor de que pase y si hay gente a la que se le ocurren ideas para poder hacer y que les técniques puedan trabajar, excelente –. A mí no se me ocurren cosas así de rápidas. No me salen los videoclips, no me salen los cortos. Yo necesito tiempo. Y por ahora, tiempo es lo que sobra.
– Planta Permanente tuvo un circuito por distintos festivales y hace poco fue exhibida en Construir Cine de forma online. ¿Cuáles son los pros y los contras de lo online?
– El gran contra es ver la película tan chiquita. Cuando salga en cine se va a notar mucho la diferencia. Es maravilloso el trabajo que ha hecho Lucio Bonelli en la fotografía, Catriel Vildosola en el diseño de sonido, Valeria Racioppi en la edición, y Sofía Straface que hizo un trabajo exquisito en la toma directa. Se hizo un trabajo muy fino de aprovechar al máximo todo lo que había y de embellecer todo eso. Para mí, es durísimo saber que la película se está viendo en trece pulgadas. Pero, al mismo tiempo, la vio muchísima gente. Se la vio en Tucumán y en distintas partes del país. Circuló mucho. Ha tenido un buen recibimiento. La idea de “liberen” las películas está buena, pero también tenemos que comer. Hay otres directores que estrenaron online y están teniendo 65.000 vistas. Es un súper número que posiblemente en salas no se llega a hacer. Yo, la verdad, no veo la hora de que se termine todo esto y se vuelvan a abrir las salas de cine. Este es un tiempo interesante para reconfigurar algunas estrategias para hacer que la gente vuelva al cine, más allá de la higiene. Termina esto y tenemos que salir a abrazarnos. No tenemos que romper la cadena humana. El cine es una situación convivial maravillosa. Está bien que los estrenos sean online, es lo que podemos ir haciendo ahora y hay que abrazarlo. Pero, cuando esto termine, tiene que volver la invitación a la sala de cine. Eso es irremplazable.
(*) Columnista de cine y series en Desde el Barrio
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