Con la delegación del FMI en el país, el presidente Alberto Fernández politizó la negociación por la deuda. Su frase configuró un mensaje intenso: “No puede ser que toda la economía argentina esté ajustándose a no indexar por arriba de la inflación, que les pidamos a sindicatos y jubilados que sólo aspiren a empatar este año; y que los acreedores nos exijan siempre ganar y nos amenacen con ponernos al límite”.
Por Gabriel Fernández *
La misma fue considerada un aval firme al progresivo endurecimiento de la postura del ministro Martín Guzmán. Contrariamente a las caracterizaciones ligeras que se difunden en las redes, Guzmán arribó a la cartera económica –aval papal mediante- con la misión de fortalecer la perspectiva de desarrollo y condicionar el modo de pago a las necesidades del mercado interno. De allí sus aseveraciones casi simultáneas.
¿Qué planteó Guzmán en las últimas horas? Las Fuentes Seguras indicaron que contrastó con las visiones “blandas” y tuvo varias reuniones internas con funcionarios para alinearlos así: se puede batallar y hasta castigar a los acreedores, fortaleciendo la postura argentina cuando arranque “la verdadera Superliga de las negociaciones por la deuda y se terminen los torneos de verano”. Ese comentario, filtrado por Ambito, es genuino.
En realidad quienes hemos tenido acceso a información certera sabíamos que con el vaciamiento estructural hallado al asumir la gestión, el primer trimestre implicaba una serie de medidas básicas para frenar la caída del consumo, pero que el atisbo de recuperación recién se percibiría en el tramo final del año en curso. El error fue votar a Cambiemos y por tanto, endeudarse. Este Gobierno debe lidiar con eso.
La deuda contraída fue innecesaria; su contenido se fugó y no tuvo incidencia benéfica alguna en la sociedad argentina.
Por supuesto que la opción drástica es romper con el Fondo y no pagar nada, pero la Argentina carece de respaldo externo que facilite esas acciones. Cuando Alicia Castro afirma que su objetivo es insertar al país en los BRICS, surge una pista. La Argentina, efectivamente, ingresará a esa coalición, pero después de ordenar sus cuentas y garantizar ante los aliados emergentes que no llega acarreando conflictos financieros internacionales.
Cuando se observaron con detenimiento los resultados de las propuestas para los bonos, Alberto decidió que el Gobierno no podía admitir que el canje de la semana pasada sólo hubiera tenido una aceptación del 10%, y que los que pretenden ingresar a la colocación programada exigieran una rentabilidad positiva y aún mayor. Allí cargó contra las empresas financieras que gobiernan los Fondos. Es que varias, para sumarse, requerían alza en dólares o superación de la inflación en pesos.
En definitiva. La deuda contraída fue innecesaria; su contenido se fugó y no tuvo incidencia benéfica alguna en la sociedad argentina. Por tanto, es injusta. Pero fue contraída por un gobierno electo dentro de los marcos de la Constitución y está ahí, pues lo cierto es que los acreedores estiman sin razón pero con razones que están ante el mismo Estado que la adquirió. Lo que es más: esa acreencia arribó por pedido expreso del anterior presidente, Mauricio Macri, sin que mediara presión externa alguna.
La negociación que se lleva adelante es firme. El debate político interno radica, correctamente, en el espacio económico del cual conseguir los recursos para hacer frente simultáneo al pago y al desarrollo de la economía local. Allí es donde el gobierno se percibe débil, tras algunos intentos de baja tensión, para recuperar divisas en manos de exportadores primarios, firmas privatizadas de servicios públicos, grandes empresas y entidades crediticias.
Es probable que el desequilibrio benéfico surja de la información adecuada del panorama presente, y de la acción de las organizaciones sociales, sindicales y populares para lograr consenso en la comunidad sobre quiénes deben realizar el esfuerzo mayor para ese desafío bifronte.
La comprensión social del cuadro de situación allanará el debate y permitirá mayor juego para tomar lo que se necesita del lugar que en verdad corresponde. El actual Gobierno no se está entregando a los acreedores; pero sí tiene una contradicción interior grave en la obtención del dinero imprescindible para dar los primeros pasos con éxito. Las herramientas del Estado para una recaudación adecuada deben fortalecerse, pues hasta ahora sólo funcionan exaccionando recursos del mercado interno.
Ese fortalecimiento puede alcanzarse con medidas internas claras, respaldadas por una franja mayoritaria de la población.
* Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
Discusión acerca de esta noticia