En Cosquín se llevó a cabo la décimo segunda marcha plurinacional por el agua, la tierra y Vida. Estos elementos, en tanto símbolos de lucha histórica, fueron los estandartes que protagonizaron una demanda histórica. En la desigualdad de los procesos y movilizaciones ambientales, esta marcha elevó la necesidad de comprender a los conflictos de manera holística y no sesgada.
Por Juan Patricio Méndez*
La ciudad de Cosquín se vistió de verde para recibir a la décimo segunda Marcha Plurinacional por el Agua, la Tierra y la Vida. Las consignas que tomaron forma de banderas reclamaban la atención de las gubernamentalidades a sectores que han sido marginados, en términos de políticas de saneamiento. A su vez, se destacó la comprensión holística de las dinámicas ambientales. Hoy no se trata de una sola área afectada: el país, la región y el mundo, en su totalidad, atraviesan un escenario de avasallamiento de la naturaleza y de las fronteras sustentables.
“El agua vale más que el oro”; “no es no”; “todxs somos territorio”; y “tomar agua nos dará conciencia, tomar conciencia nos dará vida”; son expresiones que, entre tantas otras, materializaron un reclamo histórico que expresa desigualdades y apropiaciones ilegítimas. Culminamos el año pasado en medio del reclamo por el agua en Mendoza, con la derogación de la ley 9.209, y continúamos al día de hoy, con mucha tensión, con la posible derogación de la ley 5.001, normativa que prohíbe el uso de cianuro en minería a cielo abierto.
¿Y por qué es relevante esta mención? Porque en todas las movilizaciones, las consignas son las mismas. Hoy, el agua y la tierra son comprendidos como elementos fundamentales en la vida de los ciudadanos. Desde Cosquín hasta Rawson, desde Catamarca hasta El Bolsón, el arraigo ideológico materializa la comprensión de la naturaleza como un par y no como un objeto de consumo. La Marcha Plurinacional por el Agua, la Tierra y la Vida que se llevó a cabo en la ciudad cordobesa, acaparó los reclamos de las asambleas socio-ambientales de Córdoba, comunidades indígenas, pequeños productores, comunidades originarias, algunas ONG’s y agrupaciones artísticas.
La voz es clara, fuerte y resuena en cada lugar del país: “Hoy está presente el mundo que sufre y grita que este sistema no va más”, expresó, al comienzo, el comunicado en conjunto que abrió el encuentro en la ciudad cordobesa. Por supuesto, la concatenación histórica de legislaciones que hicieron oídos sordos a los reclamos de los pueblos, hoy tiene como consecuencia el encuentro plurinacional que pide que se comprenda algo tan simple como la multiplicación por cero: “el agua es un derecho”. Manifestarse por el derecho a vivir en un ambiente saludable es el grado cero de la lucha ecologista.
El efecto “contagio” también es cierto. Algunas ramas de la psicología conductual explican que ciertas causas producen determinados efectos. Si en esta visión nos centramos, el lugar que ocupa en la agenda social el ambientalismo es alto, y se debe a la ampliación de coberturas sobre el tema. El fenómeno Greta Thunberg, la acción de Jóvenes por el Clima y los anuncios del actual presidente Alberto Fernández en relación a la “agenda verde”, son algunos puntos de inflexión a tener en cuenta.
Digamos, entonces, que la derogación de la ley en Mendoza fue efecto de una gran lucha sostenida por la ciudadanía y las agrupaciones ambientalistas. Asimismo, la imposibilidad de darle curso a la baja de la ley 5.001 en Chubut es resultado del aguante constante de las agrupaciones y los vecinos y vecinas. Así, las yuxtaposiciones de resistencias generan efectos determinados en la sociedad, y en este caso, la ampliación de la visibilidad de las movilizaciones ambientales han incrementado la cantidad de cuestionamientos de los individuos, en la cotidianidad de la vida.
Seamos claros, también: las multinacionales no van a buscar la sustentabilidad, a no ser que esta forme parte de los cálculos de beneficios en sus balances anuales. Es por ello que al reclamo del agua, se le suma la tierra y la vida. No hay vida sin agua, no hay agua sin tierra, sin tierra no hay vida. Es un ciclo natural de equilibrio en donde los seres humanos estamos insertados. La fundamental demanda no es vacía, es clara: los pueblos queremos vivir. Y por ello, algunos sectores destacan la incompatibilidad del sistema productivo capitalista, en términos de agronegocio y sociedad extractiva.
Como hemos ya comentado en una nota en Radio Gráfica, el pasado 5 de Diciembre de 2019 los trabajadores estatales de Chubut propusieron la consigna “No es No”, que junto con el “No a la Minería”, iniciaron un paro ambiental de 24 horas. Dicha movilización tuvo lugar en la legislatura chubutense, donde se elevaron consignas como “No al proyecto Navidad”, “Todxs somos territorio” y “Si votas cianuro sos un traidor”.
La soberanía territorial es un mensaje ideológico, fuerte y concluyente. Poder gozar de los bienes comunes de la naturaleza es un derecho de todos, y no solo de los corporativismos que, en conjunto con las pertinentes legislaciones, avanzaron (y aún avanzan) sobre estas cuestiones.
Por eso es importante mantener latente esta petición. En Cosquín, la columna principal se extendió casi 8 cuadras por la Avenida San Martín. En el medio de una gran cantidad de turistas, vecinos y miembros de asambleas, la marcha fue acompañada de aplausos, y el reclamo fue viralizado por las redes. Sin embargo, en los medios que han tenido histórica relación con sectores asociados al poder económico, no se ha esbozado palabra alguna. Será para reflexionar.
Ahora, la confluencia de un reclamo masivo con el festival de rock más importante de Argentina en la actualidad es un dato no menor. La concientización es uno de los focos fundamentales que se reproducen con el encuentro de actores divergentes en esta clase de escenarios. Y decimos actores divergentes no porque se trate de sujetos diferenciados simplemente, sino porque se trata de sujetos que se encuentran en un mismo lugar, en distintas circunstancias y con distintos motivos, y que sin embargo, comparten un mismo escenario de emociones y conciencias.
La escasez de agua, en Córdoba, es alarmante. Uno de los principales motivos tiene que ver con la contaminación y la falta de saneamiento de los ríos. El caso del río Suquía es emblemático en este sentido: se ha transformado en un desagüe cloacal desde su nacimiento en las sierras de Punilla hasta la laguna Mar Chiquita. El comunicado expresado por el encuentro Plurinacional por el Agua señaló que “las cuencas están contaminadas, se fumiga con agrotóxicos, padecemos sequías y solo queda el 3 por ciento de bosque nativo”.
En Córdoba, en Septiembre de 2019, los Pueblos Fumigados de Córdoba declararon que “los 4.200.000 hectáreas de soja y los 2.300.000 de maíz reciben fumigaciones que suman más de 97 millones de litros de agrotóxicos por año. Además, menos del 15% de esos venenos quedan en el lote donde se aplicaron y el resto contamina el ambiente donde vivimos todos”. La preocupación se centra en el avance del monocultivo de la soja, que tiene como actor principal al agronegocio, forma de producción que, vale la pena recordar, está “caracterizado por la destrucción de la biodiversidad, de la marginación de comunidades originarias y de la sobreexplotación del territorio y de los seres humanos. Un modelo que se apoya en el extractivismo y que pondera a las corporaciones y reduce al individuo como una herramienta de trabajo”.
La expansión de la frontera productiva pampeana ha llevado a desmontes de bosques para darle lugar a la soja. Con ella, los agrotóxicos y las fumigaciones han sido moneda corriente, y a su vez, los problemas de salud han ido en aumento en las poblaciones. Según un relevamiento elaborado por la Red de Pueblos Fumigados en Canals, localidad de la provincia de Córdoba, “el 55% de las muertes de los habitantes fueron por cáncer en los últimos 12 meses, producto del aumento en el uso de agroquímicos en la región”.
Asimismo, un estudio presentado en la International Journal of Clinical Medicine, elaborado por el Estudio de Salud Ambiental de Monte Maíz (integrado por médicos de la Universidad de Córdoba), concluyó que se detectó que la alta tasa de enfermedades cancerígenas presentes en la zona está asociada a una elevada presencia de agroquímicos.
Con estos datos, el anclaje es claro. La demanda de los Pueblos Fumigados es, ante todo, una solicitud ante las gubernamentalidades para que defiendan la vida de las personas. La contaminación de los ríos, sumadas a los basurales a cielo abierto, el desmonte y el glifosato, han generado un escenario de peligro para todos los habitantes de la zona y del país.
La mención a que afecta a toda la nación tiene que ver con la imperiosa necesidad de que, a pesar de la distancia, comencemos en conjunto a dejar de extranjerizar todos aquellos problemas que transcurren fuera de nuestra cercanía. La unión de los puntos hará que la hermandad crezca, en términos de conciencia ambiental y de clase.
Este es el sentido que le da Juan Nicastro, integrante de la Asamblea Ambiental de Villa Giardino, que indicó que “si bien la consciencia creció muchísimo, debemos ser conscientes de que Jáchal y Catamarca tienen sus ríos contaminados por la megaminería”.
Así, la Segunda Marcha Plurinacional por el Agua en Cosquín ha dejado un mensaje claro: queremos vivir. La deuda de quienes comandan el poder ejecutivo es asegurar la sustentabilidad de un ambiente en donde los ciudadanos podamos vivir y gozar de nuestra ciudadanía y nuestro entorno. El agua vale más que cualquier cosa, y esa es la política social que se debe perseguir.
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