Anibal Clemente Villaflor, uno de los dirigentes sindicales que organizó el 17 de octubre dialogó en 1983 con el historiador Rafael Cullen. Esta conversación es parte de la investigación plasmada en el libro “Clase obrera lucha armada peronismos: Génesis desarrollo y crisis del peronismo original”. Cuenta en primera persona cómo desde el Comité de Unidad Sindical de Avellaneda organizaron la huelga general, ante una conducción de la CGT que decía “hay que esperar”.
Dirigente del Comité de Unidad Sindical organizador de la movilización del 17 de octubre en la zona sur del Gran Buenos Aires. Militante de la anarco sindicalista Unión Sindical Argentina desde la década del 30, y primer Comisionado peronista de Avellaneda en 1945. Tío de Azucena Villaflor de De Vicentis, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, lo que habla de las continuidades de nuestra historia. Decía en diciembre de 1983 “Perón en dos años le había dado al obrero todo por lo que veníamos peleando y perdiendo desde muy atrás (…) Además de lo conseguido era el respeto que empezaba a haber lo que a mucha gente la cambió (…) No hay que olvidarse cómo estaba el pueblo cuando llegó el peronismo. Yo empecé a trabajar en la Papini (fábrica de vidrio de Avellaneda), si no hacías la cantidad de trabajo que te exigía el capataz recibías una paliza…las veces que habré vuelto todo golpeado a mi casa. Por ocho horas de trabajo podías comprar un kilo de puchero y un poco de pan. A los 13 años trabajé en “La Negra”. La ropa de trabajo la vendía la empresa pagadera en cuotas que descontaban de la quincena. A mí me echaron por pasar frío. Resulta que me fui a mi casa ya enfermo por el frío, cuando volví después de estar en cama varios días ya estaba echado. Los días por enfermedad no existían. De los accidentes ni hablar. Mi hermano Florentino murió trabajando en “La Lanera Argentina” levantando un fardo se zafó el gancho, se cayó para atrás se golpeó la nuca y quedó muerto ahí mismo. Yo trabajaba con él cuando pasó. De chicos le robábamos pan al repartidor de la Panificación para llevar algo a casa.
Rafael Cullen (RC): Cuente sobre el 17 de octubre don Aníbal
Primero estuvo ese movimiento militar y cuando Perón organiza la Secretaría de Trabajo. Ahí nuestra organización creció al margen de la CGT y se arrimaban compañeros de otras fábricas delegados o no. En la lucha de la “Lanera” conseguimos el pago de las horas extras. Paramos un poco los abusos. Con el apoyo de Perón que estaba en la Secretaría. Pero lo conseguimos con nuestra lucha. Pero había de todo. Algunos eran como los conservadores solo que de arriba le venían otras órdenes. Cuando fui la primera vez a la delegación de Trabajo y Previsión en Avellaneda le dije al delegado que tenía que hacer cumplir lo que Perón dictaminaba. Le dije que los patrones no cumplían las leyes, no se pagaban las horas extras seguían despidos porque sí nomás. Me trataba de señor y me dijo que no era forma de dirigirse a un delegado que quién me creía que era. Llamó a un vigilante y me hizo meter preso. En la comisaría me largaron en un rato y me tuvo que seguir aguantando aunque habló con la empresa para tratar de hacerme echar. Después de las elecciones fue diputado….Por eso te digo, una cosa es lo que hizo Perón pero si conoces bien el peronismo por dentro no te dan ganas de ser peronista. Pero el coronel seguía firme, cuando más lo apretaba la oligarquía más se apoyaba en el obrero eso le admirábamos.Le dio dignidad al obrero. Fíjate los Tribunales del Trabajo…ir a pleitear con el patrón. A veces había que empujarlos a los compañeros para que fueran, pero esa da un orgullo que no se quita así nomás. Una vez que ponían la firma para empezar el pleito… listo. Por eso te digo que era anarquista porque el trabajador tuvo orgullo, dignidad, lo mismo que inculcaba el anarquismo.

RC: El 17 ¿Qué pasó? ¿Fue espontáneo como se dice o lo organizaron con mucho tiempo? ¿Cuál fue el papel de Eva? ¿Estuvo en la organización y en la movilización como se dice?
A Evita yo no la vi ni antes ni ese día. Puede haber estado en la capital o en otro lugar pero yo no la vi… De la nada no sale nada. Nosotros…
RC: ¿Quiénes eran?
Gremios autónomos organizados por fuera de la CGT. Organizamos el Comité de Unidad Sindical (CUS) de la provincia de Buenos Aires. Yo estaba como dirigente “rentado”. En asamblea los trabajadores de “La Lanera” decidieron que me iban a pagar un sueldo normal, tenía problemas con la empresa por las reuniones en la secretaría y con dirigentes de otros gremios. Me pagaban con el fondo de la cuota sindical, ponían un peso los obreros y cincuenta centavos las compañeras. Cuando metieron preso a Perón yo estaba en la Secretaría de Trabajo. Apareció una señorita toda asustada, dijo que habían metido preso al coronel Perón, que había que irse porque la cosa estaba peligrosa. Me fui para el local del sindicato (yo vivía en una pieza atrás), ella (su esposa presente) me dijo que los muchachos dijeron que era peligroso tener el local abierto. Lo cerraron y se fueron. Hasta los cuadros de Perón y Mercante habían descolgado. Uno que estuvo siempre en las reuniones del CUS apareció disfrazado de mujer. (Ríe).
Cuando pudimos juntar a algunos hicimos una reunión y redactamos un manifiesto: pedíamos la libertad de Perón y proponíamos un paro por tiempo indeterminado. Hicimos creo que cien mil volantes. Cipriano Reyes se llevó como veinte mil y nunca los pagó. (…) eso no se hace. Se compraron con dinero de los compañeros, no del sindicato. (…) En el CUS estaban los secretarios generales de los frigoríficos de Avellaneda (La Negra, Wilson, Anglo). Nosotros teníamos nuestra propia organización y la manejábamos nosotros. Queríamos luchar con otros pero no íbamos a depender de uno que apareció ese día.
RC: ¿Cómo siguió la cosa hasta el 17?
Imprimimos el manifiesto y lo repartimos por todas las fábricas de la zona y hablamos con los compañeros del paro que proponíamos. Dos o tres días antes fuimos a ver a los de la CGT, le daban vueltas, muchas ganas de sacar el paro no tenían. Decían que había que esperar, que las conquistas estaban garantizadas, que había que citar al Comité Confederal. Mientras tanto negociaban con Avalos.
El 15 fuimos otra vez a hablar con los de la CGT. Nos dijeron que teníamos que esperar. Nos fuimos a comer algo. Tardamos más de dos horas y seguían ocupados en reunión. Nos cansamos, volvimos a Avellaneda y decidimos (el CUS) el paro para el 16 al mediodía y que el 17 íbamos todos para Plaza de Mayo. El paro del 16 fue completo. Solo algunas fábricas estaban trabajando pero cuando fuimos pararon enseguida.
El 17 a la mañana tempranito unos cuantos del Comité (CUS) nos fuimos caminando para Plaza de Mayo. Algunos no aparecieron (irónico) alguno tardó en lavarse, otro que habrá estado descompuesto o con callos. Nos juntamos en una pizzería cerca de la Plaza para arreglar lo que íbamos a conversar con el presidente. En la Plaza había mucha gente, pero no una multitud. Se sentían en el aire los restos de los gases lacrimógenos.
En la Casa de Gobierno nos cruzamos con algunos de la CGT que nos dijeron: “hay que esperar muchachos”. Era todo un loquero. Pedimos hablar con el presidente y después de varias vueltas y de sacarnos los documentos apareció Farrell y nos preguntó que queríamos. Le mostramos el manifiesto. Un secretario lo leyó. Después el abogado que estaba reemplazando a Perón en la Secretaría de Trabajo nos dio una charla larga que no convenció a nadie diciendo que el gobierno iba a tomar medidas. (Se refiere a Juan Fentanes periodista de la revista católica “Criterio” que les dijo entre otras definiciones “ el progreso de las clases trabajadoras debe seguir el mismo ritmo de la economía general del país( …) no puede ser acelerado por audaces improvisaciones (…) El Estado no tiene por función azuzar odios ni pasiones”.
Farrell preguntó: ¿Quieren ver a Perón? Sí, le contestamos. Se portó bien el hombre nos puso dos coches para ir al Hospital Militar. Cuando llegamos nos cruzamos con una columna grande encabezada por un cura. Después me enteré que era Benítez el que fue confesor de Eva.
En el hospital, después de una larga espera, un soldado nos llevó hasta donde estaba Perón.
El coronel nos hizo pasar. Estaba en una salita. Nos preguntó qué pasaba en la calle. Como estaba la situación. Cara de enfermo no tenía. Protestó fuerte porque lo tenían preso. Le dijimos que no íbamos a levantar la huelga hasta su libertad y le entregamos una copia del manifiesto que le habíamos dejado a Farrell. Nos insistió un par de veces que anduviésemos con cuidado. Nos preguntó: ¿Qué van a hacer muchachos? Le volvimos a decir que el paro no se levantaba hasta su libertad. No parecía con ganas de seguir. En el pasillo nos encontramos con Mercante y el capitán Russo – un gran hombre que nos apoyó mucho, después vino varias veces a mi casa-. También los dos nos preguntaron qué íbamos a hacer. Se los veía con dudas. Estaban esperando que hacíamos nosotros.
RC: El apoyo del pueblo. ¿Los trabajadores salían al paro y a la calle?
Había gente con dudas y con miedo después que meten preso a Perón cuando le hablabas de un paro hasta el final. Pero les decías que era para que saliera Perón en libertad porque si no se acababa todo lo que se estaba consiguiendo y se acababa la discusión. Por Perón paraban todos.
RC: Usted fue intendente de Avellaneda ¿no?
Comisionado, me eligió el gobierno e la provincia, Mercante. Yo llamé a una asamblea del gremio en el cine que está allá por Pavón. “El Porvenir”. Les expliqué el ofrecimiento y les pedí la opinión. Como hay que hacer. No hubo quién dijera que no tenía que aceptar al contrario, todos estaban muy contentos. Seguí igual que siempre.
Interviene su esposa, Josefina: “Yo seguí lavando ropa para afuera como lo hacía antes, para ayudarlo con la casa”.
Duré menos de un año. Primero que nada junté a los secretarios generales de los gremios de Avellaneda y lo fuimos a ver a Perón. Se los presenté como mi equipo y le pedí un abogado para que nos asesorara porque para los papeles éramos brutos.
Conversamos de política un rato largo y me despidió con un: “chau Villa”. Eso sí; el abogado no apareció nunca.
Al poco tiempo ya me quisieron coimear. Aparecieron en mi casa los de la CHADE; en esa época la Municipalidad era la que contrataba el servicio eléctrico. Charla va charla viene, me ofrecieron veinte mil pesos para autorizar un aumento de 10 centavos por kilovatio. Con esa plata te comprabas dos o tres casas. A los pocos días de echarme la CHADE aumentó dos centavos el kilovatio. Otro se habrá comprado la casa. Me echaron por la huelga de municipales. Apoyé el aumento que era justo. No sancioné a nadie. El mismo Mercante que me había nombrado me dejó cesante. Volví al puerto. Después hablé con Freire (ministro de Trabajo del primer gobierno peronista) que era de Avellaneda y había trabajado conmigo en Papini. Me nombró delegado en San Luis…que miseria que vi. Trabajaban como esclavos, como antes de Perón. Empecé con las inspecciones y las multas. Nadie las cumplía. Ni cinco de bolilla. Volví a Buenos Aires y le pedí a Freire un abogado. No apareció nunca. Me vine para Buenos Aires y renuncié.
RC: Don Aníbal ¿Por quién va a votar? (Elecciones presidenciales de 1983)
Por Alfonsín.
RC: ¡Por Alfonsín usted que es un fundador del peronismo!
Alfonsín al menos es un político no un forajido como otros.
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