María Fernanda Rey escribió un libro intenso y por momentos autobiográfico: El Partido de Ellas. Historias de botineras. Su vida siguió el camino profesional de su marido, Héctor Bracamonte. Un recorrido que la llevó a vivir junto a la soledad, lejos de sus afectos y realización personal, con un soporte imprescindible en las botineras: las parejas de otros futbolistas. Un libro que recorre un camino intenso e inexplorado.
María Fernanda Rey rompe prejuicios apropiandose de una palabra maldita: Botinera. Pareja de Héctor Bracamonte hace dos décadas. Siguió el recorrido profesional de su marido en Argentina, España y Rusia, donde estuvieron casi una década.
El Partido de Ellas fue el título elegido para romper estereotipos: “Existe uno muy claro sobre la mujer del jugador de fútbol. Ella es hipersexualizada, preocupada por la moda y el dinero de su marido. Esa es una generalidad muy alejada de la realidad“, dice Rey en diálogo con Carlos Aira en Abrí la Cancha.
“Cuando comencé a salir con mi marido hace veinte años, mis amigas decían ¡Que suerte! ¡Te casaste con un jugador de fútbol! ¡Y yo la pasaba tan mal en Rusia! En ese momento fui conciente de lo que se decía sobre nosotras. Una vez que me fui sumergiendo en el mundo del fútbol me di cuenta que no era un bicho raro. No era la única que vivía lo mismo. La inmensa mayoría de nosotras padecíamos lo mismo: la soledad cotidiana con nuestros maridos concentrados“.
“Las botineras nos ayudamos mucho entre nosotras porque dejamos carreras profesionales o estudios por seguirlos a ellos. En Rusia la pasé muy mal. Héctor venía dos veces por semana a casa y tenía a Juliana muy chiquita. Eran días donde no existía la tecnología de comunicación actual. La pase muy mal por sentirme menospreciada con el término botinera. Esa situación, entre otras, me llevó a escribir éste libro”.
“Cuando comencé a salir con mi marido hace veinte años, mis amigas decían ¡Que suerte! ¡Te casaste con un jugador de fútbol! ¡Y yo la pasaba tan mal en Rusia! En ese momento fui conciente de lo que se decía sobre nosotras. Una vez que me fui sumergiendo en el mundo del fútbol me di cuenta que no era un bicho raro.
“A las mujeres nos enseñan, culturalmente, que nos realizamos por medio del amor y la familia. Se nos mete esa idea en la cabeza. El sueño de la príncipe y la princesa. Es mucho más sencillo que una mujer deje todo por un hombre, hablando en términos profesionales“.
“Se tiene el preconcepto que entre mujeres competimos siempre y que las botineras somos frívolas e interesadas. Es al revés: siempre, pero siempre, donde he ido me han ayudado como he ayudado a otras esposas de futbolistas cuando yo ya estaba. Todas me hablaron con inmenso cariño de sus compañeros de camino. Me han contado historias preciosas y dolorosas donde siempre hubo una botinera al lado. ¿Que hubiera sido de nosotras si no hubo una mujer dándonos una mano para que tengamos tiempo para ir a depilarnos, tomar mate cuando nuestros maridos estaban concentrados o buscar jardín para el nene?“
“Padecemos la soledad. A las botineras nos falta el núcleo de referencia que es nuestra familia. Salvo que tu marido juegue en la misma ciudad, pero es dificil que suceda. Es duro que falte tu vieja para que cuide a los chicos, por ejemplo. La soledad se nota porque nuestros maridos concentran mucho. A mí no me molesta la soledad porque me hice a la soledad. He conocido parejas que volvieron de Rusia porque ella no aguantó. No es para cualquiera. Hay que tener un caracter muy especial para aguantar“.
“El acoso es otro tema importante. Lo padecen las chicas de ésta generación, quienes me cuentan que sus maridos reciben mensajes por las redes sociales. Lindo no es. Mas allá de eso, me parece que los jugadores de fútbol no son ni más ni menos infieles que otros hombres, lo que cambian son las ofertas. El jugador tiene poco tiempo para salir. En ese sentido, nos quedamos tranquilas, aunque suene naif”.
CA/GF/RG
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