Por Erika Eliana Cabezas *
El Reino es un thriller, compuesto por ocho capítulos, que no solo aborda cómo lo político se entremezcla con lo religioso en pos de un interés imperial, sino que también muestra a un Poder Judicial aliado a los servicios de inteligencia. El arranque es contundente. Emilio Vázquez Pena (Diego Peretti), un pastor evangelista, debe construir su candidatura presidencial tras el asesinato de Armando Badajóz, su compañero la fórmula.
Inmediatamente las piezas del tablero comienzan a moverse. Elena (Mercedes Morán), la esposa de Vázquez Pena, busca salvaguardar los intereses de la familia, obtenidos a través de la enorme financiación que recibe la iglesia. Rubén Osorio (Joaquín Furriel), elimina los obstáculos y delinea al candidato presidencial que le permitirá hacerse del poder. La fiscal Roberta Candia (Nancy Dupláa), intenta descubrir el porqué de un crimen que la estructura judicial no quiere resolver.
Otras acciones: cuentas off shore, carpetazos, extorsiones, fake news y causas que no avanzan. También dinero bendecido y un pastor que, desde el fundamentalismo, acompaña a un proyecto conservador para hacerse un lugar en la cima del poder. Con todo esto puesto sobre la mesa, el debate no tardó en llegar. “Muestra una pizca muy pequeña de lo que algunos venimos señalando desde hace más de una década. La Iglesia evangélica siempre estuvo inmiscuida en cuestiones políticas y electorales, pero no tan notoria como en los últimos años”, expresó el pastor Diego Mendieta para Radio Gráfica.
“Vemos como algunas expresiones evangélicas en América Latina se suman a un bloque de poder que está compuesto por el poder económico, por los medios hegemónicos de comunicación, por la política más rancia, por un sector del Poder Judicial recostado sobre un sector de la sociedad que acompaña este tipo de proyectos de hambre y de muerte.Por eso vimos lo que sucedió en Bolivia, en Brasil, el rol que cumplió la Iglesia evangélica en Perú acompañando a la hija de Fujimori”, analizó y opinó que El Reino “escandalizó la moral de unos pocos”.
La serie de Netflix fue repudiada por la Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera) que, en un comunicado, apuntó contra la guionista de la serie, Claudia Piñeiro, y la acusó de “usar el arte” para “crear en el imaginario popular” que los pastores “solo tienen ambiciones de poder o de dinero”.
“Lo que desnuda es que en Argentina hay Emilios. Tal vez no con las atrocidades que expresa el Emilio de la serie. No quiero decir que todos son asesinos, corruptos. Pero hay Emilios que se vinculan con sectores del poder, que son parte de la estrategia imperialista, que intentan arrogarse la representación de todo el campo evangélico y lo hacen a través de instrumentos como Aciera”, manifestó el integrante de la Pastoral Social Evangélica, y afirmó que “históricamente Aciera ha cumplido un rol nefasto”.
“El campo evangélico está en una permanente disputa, y en esa disputa pasan estas cosas. Están los Emilios, que hegemonizan el poder, que intentan representar a todo el campo evangélico, que salen con esta patada voladora cuando se señalan los privilegios; y están los pastores que caminan al compás de la lucha de los trabajadores, de las trabajadoras, que tienen una inserción territorial y una impronta comunitaria muy fuerte”, distinguió.
El evangelismo en los barrios. El integrante de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) remarcó que “la tarea que realiza el campo evangélico es tremenda” y “tan importante como la que llevan adelante los movimientos populares”.
“Cada vez que el Estado ha decidido estar presente de una manera que el pueblo no quiere, que es el gatillo fácil, el hambre, las únicas herramientas que quedan para luchar son los movimientos populares y las iglesias”, aclaró y contó que, en el marco de la crisis social sanitaria, la Pastoral Social Evangélica “transformó sus templos en lugares de acopio y entrega de mercadería”.
“Según dónde te parés, la ofensa que sentís por la serie. A mi me contentó porque puso en el tapete la discusión. Hay que evitar por todos los medios que expresiones evangélicas, católicas o cualquier tipo de credo acompañe, desde posiciones fundamentalistas, proyectos de hambre y de muerte. La serie muestra que hay privilegios y que toda institución, sea social, política o religiosa, puede corromperse y perder su razón de ser”, aseguró Mendieta e hizo referencia al rol de la militancia.
“El siglo que vivimos exige que nosotros repensemos cómo miramos la fe, la espiritualidad y la religiosidad de nuestro pueblo. Si no entendemos eso, le estamos pifiando”, sostuvo. Y agregó: “Alrededor de la fe, de la espiritualidad popular, se construye poder, se construye comunidad”.
(*) Periodista de cultura de Radio Gráfica.
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