Desde marzo que no se da sala y las luces de los escenarios permanecen apagadas. No hay actores que realicen interpretaciones ni público expectante. Los espacios teatrales permanecen cerrados, le hacen frente a los efectos desencadenados por la pandemia de coronavirus. O, mejor dicho, hacen lo que pueden por subsistir.
Por Erika Eliana Cabezas (*)
“Nuestros espacios están desapareciendo”, esboza el comunicado lanzado la semana pasada por Espacios Escénicos Autónomos (ESCENA), que agrupa alrededor de 40 salas porteñas. Y agrega: “Los tiempos burocráticos de organismos e institutos, para efectivizar los pagos de recursos ya asignados, lejos de acelerarse, se incrementaron, dejándonos en una situación crítica. En estas condiciones absolutamente evitables, los cierres de espacios se harán exponenciales. Estamos atravesando un momento excepcional, que requiere de respuestas rápidas y ejecutivas. No podemos esperar ni un día más, así como tampoco, brindar contraprestaciones artísticas cuando no tenemos para cubrir necesidades básicas”.
El problema radica en la demora de los pagos aprobados de Proteatro, Fondo Metropolitano de la Cultura, las Artes y la Ciencia, Prodanza, Bamúsica y Bamilonga. “Exigimos al ministro de Cultura, Enrique Avogadro y al Jefe de Gobierno Porteño, Horacio Rodríguez Larreta, la inmediata aceleración de los pagos adeudados y la declaración de la emergencia cultural, con carácter de urgente”, expresa el documento.
Por su parte, la Asociación Argentina del Teatro Independiente (Artei), entidad que nuclea 104 salas, está llevando adelante una campaña con la consigna “peligra el teatro independiente en Buenos Aires” para visibilizar la falta de respuesta y la desatención que sufre el sector. “La situación está muy muy complicada. El gobierno de la Ciudad está empezando a pagar las ayudas de emergencia y los subsidios por funcionamiento de sala recién ahora y a cuenta gotas. Las deudas nos taparon a casi todxs. Con cultura de Nación estamos trabajando en la implementación de otras líneas de ayuda, que no las de Instituto Nacional del Teatro, y en el protocolo para cuando podamos abrir, aunque sea sin público”, aseguró Liliana Weimer, presidenta de Artei.
Y remarcó: “Creo que en esta etapa, que es la de la emergencia, no vamos a sobrevivir todxs. Los que logren retomar las actividades tendrán que contar con planes y estrategias. Hay que trabajar con el Estado Nacional y de la Ciudad también, porque va a ser muy complicado el reinicio para quienes sobrevivan. Soy una gran defensora de la cuarentena y con total conciencia de la existencia de sectores más vulnerables que nosotrxs, pero como trabajadora de la cultura debo pelear para que no muera este movimiento que componemos gente en condiciones laborales totalmente precarizadas. Un movimiento tan importante y que nos da identidad acá y en el mundo no puede dejarse morir por un virus“.
El apagón. Indómita (Abasto) y Espacio 33 (Boedo) tuvieron que cerrar sus puertas por no poder afrontar los gastos del alquiler y los servicios. Por su parte, Oeste Usina Cultural (Caballito) está atravesando una situación muy delicada.
“Las salas permanecen cerradas desde mediados de marzo, eso implica que los lugares no están generando ningún ingreso por las actividades habituales: alquiler para clases y ensayos, además de las funciones. La inmensa mayoría de las salas ha seguido pagando el total del alquiler o negocia una deuda con los dueños de las propiedades. Las facturas de los servicios también se acumulan. Si bien es cierto que no pueden cortarse por decreto, la deuda se acumula. La cuestión económica es devastadora. A eso hay que sumar la pérdida cultural, referencial y emocional que representa cada uno de estos espacios, caracterizados por su espíritu comunitario. Somos puntos de encuentro, de intercambios, de formación y creación. Esas pérdidas son invaluables y todo indica que apenas comenzó la sangría”, manifestó Macarena Trigo, actriz y colaboradora de Espacio 33, en diálogo con Radio Gráfica.
Durante los primeros meses, Espacio 33 pudo afrontar los gatos debido al subsidio de emergencia otorgado por el Instituto Nacional del Teatro (INT). Pero, la plata se agotó y la incertidumbre se convirtió en una constante. “El futuro es incierto y nosotros no contamos nunca con un fondo de emergencia. Nuestra sala es autogestiva y su economía siempre fue de subsistencia, frágil. No podemos hacer frente a esta situación. El cierre es una pérdida económica importante, puesto que todo lo invertido en un lugar así no puede recuperarse en apenas cuatro años, que es el tiempo que llevamos funcionando. Supone el fin de un ciclo de producción y gestión cultural muy intenso y fructífero”, confesó Trigo.
Además de la programación habitual y los estrenos, la sala ubicada en el barrio de Boedo iba a coproducir seis unipersonales y realizar un programa de formación escénica anual con la sala El Refugio de Pigüé. “Sin duda, este era el mejor año de nuestra gestión y en apenas tres meses hemos perdido todo. Siempre quisimos que el espacio fuera importante para el barrio”, afirmó la actriz.
(*) Periodista de cultura de Radio Gráfica
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