Por estas horas se cumplen cinco años de la aparición de la Encíclica Laudato Sí del Papa Francisco. Arrancamos con una definición temeraria: aunque enlaza con preocupaciones sociales previas surgidas en zonas de la Iglesia, es nuevo y único por el encare estratégico que ofrece, superador del eticismo buenista que caracteriza a otras convocatorias, y es continuidad de las elaboraciones realizadas en el marco del Pensamiento Nacional argentino. Es, al mismo tiempo, superador para el pensamiento católico y continuador para la tradición forjista.
Por Gabriel Fernández *
El modo de atisbar el problema ambiental anclándolo en el factor social, y el desarrollo de ambos con el concurso de Estados, empresas y organizaciones representativas de la comunidad, posee un rastro que vincula esta reflexión para la acción con lo que por estos pagos conocemos como La Comunidad Organizada. Tal mirada facilita un sensación intensa que no suele percibirse en las elaboraciones ecuménicas: es posible, tiene razonabilidad y sostén práctico lo bastante firmes como para contribuir a un programa aplicable.
Como señalamos en “Cuando se caigan a pedazos las paredes de esta gran ciudad”, el planteo tiene otro aspecto decisivo para su vigor. Tal y como lo señala Jorge Bergoglio, los riesgos para la presencia sobre el planeta de las próximas generaciones son palpables. Sin embargo, a sabiendas de la dificultad de trazar un accionar ecológico ideal por sobre las necesidades productivas y laborales humanas, el texto prioriza a los pueblos como parte de la re elaboración medioambiental. Lejos de las loas a una naturaleza despegada de las personas, y conciente de la responsabilidad directa de grandes corporaciones en la contaminación, propone que la sociedad naciente se vertebre dignificando la vida de los humildes y mejorando el mundo cotidiano del trabajador.
Esto es observado con agudeza por una de las entidades que mejor ha captado, desde nuestro país, el espíritu –vale la expresión, sobre todo en este caso- del jefe del Vaticano, Factor Francisco: “El paradigma tecnocrático y el capitalismo financiero son el núcleo conceptual-material que amenaza al planeta. Es el hipercentramiento antropológico de occidente y su fase superior neoliberal la que se fuma bosques, pueblos y mares en una carrera sin final. El fenómeno objetivo tiene como contrapartida, fundamento y ariete, un pensamiento fatal y fatalista”.
En la dirección propuesta, Factor Francisco destaca que “La necesaria subordinación de la economía a la política es quizás el movimiento central que propone Francisco en “Laudato Si”. En el mismo movimiento, el Papa señala la necesidad de ir más allá de una política procedimental, hacia una marcada y desbordada por el protagonismo de los pueblos”. De allí que nos interesara enfatizar que las consideraciones vertidas en la Encíclica están destinadas a la acción. La misma –el movimiento- implica desorden, lío, articulados en esa vertebración que la sociedad occidental denomina política.
Dice al respecto Factor Francisco: “El paradigma de la sociedad civil y de los meros consensos, que prima en el mundo de los activistas y en las democracias liberales, es desafiado por la lógica de los pueblos. Esto implica concebir como sujeto de la historia una entidad mítica que rebalsa al sujeto, lo contiene, le da sentido y lo trasciende. Ser pueblo es estar en diálogo con el pasado, el presente y el futuro de la comunidad. Sobre esto, sin embargo, que acredita un acto de fe y de entrega, quedan siempre exigidas y pendientes las jugadas de construir el pueblo y el poder popular con la fuerza de ese reconocimiento. De otro modo, se estaría confiando en una entidad que, teniendo la fuerza del mito, no necesitaría la consistencia de construcción que implica la encarnación y la historicidad. Aquí habría una advertencia a quienes quisieran que el pueblo fuera puro dato o esencia a la que adherir, sin exigencia de politización y toma de partido”.
Semejante perfil permite comprender que el desembarco de la Laudato Sí en estas playas –donde fue gestado, que quede claro- se haya concretado mediante una singular edición de Ciccus que incluye un profundo prólogo de Juan Carlos Schmid. El dirigente obrero efectúa un extenso análisis de la obra papal y la vincula con trazos de la experiencia de construcción y lucha en la Argentina, al tiempo que la relaciona con culturas manadas de otros pueblos que confluyen pese a la distancia. “Soy un hombre de ideas y acción. Y me gusta garabatear esas ideas sobre un papel. Eso es lo que humildemente he realizado” apuntó el cegetista durante la presentación del volumen titulado “El mensaje del pescador”.
El párrafo no es vano. La imbricación de la gestión concreta de Bergoglio como orientador de El Vaticano con las definiciones más importantes surgidas del movimiento nacional con matriz gremial en este país resulta evidente y los cuestionamientos que origina, el sello que da cuenta de los espacios de poder que lima y molesta. De allí que el autor de Tierra Techo y Trabajo –discurso esencial lanzado en el Altiplano- sea el objetivo preciso de las movidas liberal –autoritarias (no nos vengan con que se trata de conceptos contradictorios a esta altura) pergeñadas por el lefebvrismo, los sacerdotes norteamericanos conducidos por el suprapoder, los grandes medios internacionales y los medios concentrados locales.
Por eso y por más vale zambullirse en la obra. En esas páginas donde el Papa Francisco aclara de entrada que Nada de este mundo nos resulta indiferente. A lo largo de ellas, surgen los temas. Contaminación, basura y cultura del descarte. El clima como bien común, La cuestión del agua, La pérdida de la biodiversidad. Y entonces el tercerista marca su territorio: Deterioro de la calidad de la vida humana y degradación social.
Entre tantos, hay segmentos bien significativos. Como este, cuando Bergoglio afirma pero también piensa junto al lector: “La gente ya no parece creer en un futuro feliz, no confía ciegamente en un mañana mejor a partir de las condiciones actuales del mundo y de las capacidades técnicas. Toma conciencia de que el avance de la ciencia y de la técnica no equivale al avance de la humanidad y de la historia, y vislumbra que son otros los caminos fundamentales para un futuro feliz. No obstante, tampoco se imagina renunciando a las posibilidades que ofrece la tecnología. La humanidad se ha modificado profundamente, y la sumatoria de constantes novedades consagra una fugacidad que nos arrastra por la superficie, en una única dirección. Se hace difícil detenernos para recuperar la profundidad de la vida. Si la arquitectura refleja el espíritu de una época, las megaestructuras y las casas en serie expresan el espíritu de la técnica globalizada, donde la permanente novedad de los productos se une a un pesado aburrimiento. No nos resignemos a ello y no renunciemos a preguntarnos por los fines y por el sentido de todo. De otro modo, sólo legitimaremos la situación vigente y necesitaremos más sucedáneos para soportar el vacío”.
El panorama llama a la acción. Por eso “Lo que está ocurriendo nos pone ante la urgencia de avanzar en una valiente revolución cultural. La ciencia y la tecnología no son neutrales, sino que pueden implicar desde el comienzo hasta el final de un proceso diversas intenciones o posibilidades, y pueden configurarse de distintas maneras. Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera, recoger los avances positivos y sostenibles, y a la vez recuperar los valores y los grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano”.
Y por qué no, dos trazos más: “Para que siga siendo posible dar empleo, es imperioso promover una economía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial. Por ejemplo, hay una gran variedad de sistemas alimentarios campesinos y de pequeña escala que sigue alimentando a la mayor parte de la población mundial, utilizando una baja proporción del territorio y del agua, y produciendo menos residuos, sea en pequeñas parcelas agrícolas, huertas, caza y recolección silvestre o pesca artesanal. Las economías de escala, especialmente en el sector agrícola, terminan forzando a los pequeños agricultores a vender sus tierras o a abandonar sus cultivos tradicionales. Los intentos de algunos de ellos por avanzar en otras formas de producción más diversificadas terminan siendo inútiles por la dificultad de conectarse con los mercados regionales y globales o porque la infraestructura de venta y de transporte está al servicio de las grandes empresas”.
Más claro: “Las autoridades tienen el derecho y la responsabilidad de tomar medidas de claro y firme apoyo a los pequeños productores y a la variedad productiva. Para que haya una libertad económica de la que todos efectivamente se beneficien, a veces puede ser necesario poner límites a quienes tienen mayores recursos y poder financiero. Una libertad económica sólo declamada, pero donde las condiciones reales impiden que muchos puedan acceder realmente a ella, y donde se deteriora el acceso al trabajo, se convierte en un discurso contradictorio que deshonra a la política. La actividad empresarial, que es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos, puede ser una manera muy fecunda de promover la región donde instala sus emprendimientos, sobre todo si entiende que la creación de puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común”.
Como se puede observar, el surgimiento de la Laudato Sí bien puede considerarse una bendición para la humanidad. Pero también, dada la argamasa que fue configurando por décadas ese razonar, una luz encendida para todos por el Pensamiento Nacional argentino. Esa gnoseología que aún no logra carta de ciudadanía en las universidades y los medios de la propia nación.
- Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
Discusión acerca de esta noticia