Por Úrsula Asta*
Antes del horario de la convocatoria, comenzó el ida y vuelta entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad. Quedó en claro que iba a haber resistencia esta vez, imprimiendo un tipo diferente de combatividad desde que asumió Milei en la Argentina.
El gobierno no iba a permitir que lograra congregarse la movilización de las y los jubilados convocada a las 17 horas del 12 de marzo. Los días miércoles se convirtieron, desde el 2024, cuando el Poder Ejecutivo vetó la ley de movilidad jubilatoria aprobada por la mayoría de ambas cámaras del Congreso y dio un magro aumento por decreto, en días de marcha. Cada semana, desde hace meses, un grupo de jubilados marchó y fue reprimido.
La subjetividad popular se vio movilizada cuando, la semana anterior, hinchas del club Chacarita participaron y hubo represión. Uno de los jubilados marchantes es hincha de ese club y sus compañeros lo acompañaron en aquella ocasión. La jornada anterior a esa, incluso, había estado signada por la detención de dos militantes.
El miércoles 12 de marzo, muchas mas personas tomaron nota de la represión de la convocatoria precedente y llamaron a movilizar. El hecho está atravesado por varios elementos de la etapa argentina, que merecen el esbozo de algunos apuntes para pensar.
La resistencia; la sabiduría popular, que en esta ocasión emanó del fútbol en una narrativa maradoniana; la orfandad política evidente y si existe o no un cambio de etapa. Aunque ninguno de estos elementos puede ser reflexionado escindido uno del otro.

***
Los distintos destacamentos de las fuerzas de seguridad, en una puesta en escena a todo trapo por parte del Ejecutivo, como pasó otras veces -tal es el caso de la movilización contra la Ley Bases-, se hicieron presentes en un fuerte despliegue represivo. Pero hubo un elemento que modificó la escena: la pelea.
Evidentemente, los hinchas de clubes y otros, convocados de manera orgánica o por fuera -como luego veremos-, desplegaron una suerte de saber callejero. No es el primero, ni por lejos, de los paisajes argentinos en las que hemos visualizado hechos como este a lo largo de la historia, incluso reciente.
Barricadas, piedras, enfrentamientos con la policía. De nuevo: ante la búsqueda oficial de impedir la protesta y la brutal represión luego desatada, el hecho distintivo de esta jornada estuvo signado por la resistencia.
Incluso en el repliegue de la manifestación, no hubo disuasión como elemento mayoritario, sino un corrimiento de la escena con continuidad de la protesta. Hubo cuerpos dispuestos a bancarse lo que fuera posible y manteniéndose al frente.
En el trayecto de Avenida de Mayo, que une al Congreso con la Plaza de Mayo y la Casa Rosada, y sus calles paralelas y aledañas, se construyeron barricadas. Tachos de basura, maceteros públicos, vallas policiales, carteles de la vía pública, un patrullero, fueron incendiados para impedir el paso de los camiones hidrantes y autos de la policía. Por momentos, los efectivos solo podían avanzar a pie o en moto.
En el retroceso, muchos permanecieron en las inmediaciones del Congreso y muchos siguieron camino hacia la Plaza de Mayo, que no tenía operativo policial inicial, lo que evidenció que no se esperaba que los manifestantes llegaran hasta allí.
Cuando la zona del Congreso estuvo despejada, volvió a congregarse la protesta, una y otra vez. Fue reprimida una y otra vez. Mientras tanto, toda la zona, incluyendo el frente de la Casa Rosada hasta que las fuerzas policiales fueron a reprimir duramente allí, tenía grupos protestando.
“Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, se escuchó frente a la Rosada. “La patria no se vende”, “que vergüenza, pegarle a un jubilado por dos pesos con 50”, también sonó en cada lugar.

***
Algunas miradas, como aconteció ante la protesta popular de finales de 2017 en el gobierno de Macri ante la reforma previsional, apuntan a infiltrados y a que la policía plantó piedras o el mismo patrullero incendiado para que los zonzos pisen el palito. Lejos de conocer si hubo o no tales operaciones, o si las efectivamente las hubiera, incluso por estas horas circula la identidad de un policía que encendió un container, lo cierto es que ese análisis, sin pliegues, parece desconocer la sabiduría popular a la que hacemos mención.
Por un lado, abona en una suerte de omnipotencia de la dirección oficial, sin errores ni debilidades. Por otro lado, abona en que los violentos -o un grupo de violentos- son quienes se defienden o protestan ante la voracidad de un Estado que, coaligado con los intereses económicos, opera un despojo profundo a las mayorías del pueblo argentino. Con ese combo, se cuestionan los despliegues de formas de resistencia que utilizan como táctica la barricada ante el avance de balazos de goma y gases lacrimógenos sobre las personas movilizadas.
La lucha callejera existe y existió a lo largo del tiempo. Es un hecho, no una valoración. Incluso cuando, como sucedió ahora también, hay quienes dentro de la misma marcha intentan detenerlo en una argumentación “políticamente correcta”. Pero desborda.

***
El aparato del Estado y los medios de comunicación adictos hicieron oda a que era una marcha de barras bravas y militantes violentos que intentaron desestabilizar al gobierno. Figurita repetida: ese relato se repite como históricamente.
Otras miradas, imprimen una muestra de lo que la Historia ha demostrado, los pueblos luchan ante la voracidad del saqueo de lo que les pertenece. De la misma manera que se evidencia que el accionar oficial, que tiene el monopolio del aparato de represivo, disparó un cartucho de gas lacrimógeno sobre la cabeza del fotógrafo -y militante, como aclaró su papá- Pablo Grillo, que resultó herido de gravedad.
El trabajo de enorme cantidad de reporteros así lo demuestra. De la misma manera como hubo comisiones internas de trabajadores que informaron que en los medios en los que trabajan se cambió el título de “marcha de jubilados” a “marcha de barras bravas” y que las voces consultadas solo eran las oficiales y ninguna entre los manifestantes.

***
El sujeto impensado: los hinchas de fútbol. La cultura popular, la orfandad política, capítulos que exigen ser observados. Resulta difícil diseccionar el escenario callejero de una movilización con participación no sólo de jubiladas y jubilados e hinchas de clubes de fútbol, sino también por militantes políticos, sindicales, aunque también por muchas personas sin tal orgánica.
Aun así, o a pesar de ello, lo que queda sobre la mesa es que la convocatoria estuvo signada por un llamado bien por fuera de las estructuras políticas. Alguien escribió por allí “Maradona convocó”. Es cierto, quizás, y a buena hora. Lo que también es cierto es la cruda falta de representación política.
Fue un llamado a las calles expresado en una cultura de cancha. Hubo decenas de flyers de hinchas de clubes circulando en la previa, realizados por algunos ciudadanos comprometidos, que atrajeron -todo ello traccionado además por los hechos relatados al inicio- cúmulos de personas vestidas en las camisetas de sus clubes para acompañar, de manera genuina, el digno reclamo.
El evento, una muestra importantísima de músculo de la dignidad del pueblo argentino ante un escenario dramático. La ausencia o, en ocasiones, rechazo al direccionamiento político, un punto de atención sobre la difícil situación que atraviesa el mismo pueblo.
Incluso, hay quienes han llegado a resaltar lo bueno que es el hecho de que no fue convocado “desde la política”. No se advierte, quizás, que ese factor, la falta de representación política, es uno, entre otros elementos, que hizo que Javier Milei tuviera la mayoría de los votos válidos en un catálogo de horribles opciones entre las que tenían chances de acumulación mayoritaria en las últimas elecciones presidenciales.

***
Hay un punto de inflexión, hay un elemento distintivo: la combatividad callejera. ¿Es nuevo? No. ¿Había pasado desde que Milei asumió? No.
La movilización sufrió una violenta represión, aunque lejos estuvo de cumplirse el relato oficial de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, sobre su idea de orden en las calles. El gobierno no pudo mostrar su tan mentada capacidad de control.
Al mismo tiempo, una jueza liberó rápidamente a 114 detenidos argumentando lo poco justificada que estaban las detenciones y que no existía un control judicial básico. Además, un fotógrafo lucha por su vida.
¿Hay capacidad política de representar el descontento? No.
La política, alejada de las calles. La situación dentro del Congreso, simultánea, implicó el levantamiento de una sesión de manera violenta. No parece hacer mella, sino que se evidencia una oposición institucional inerte. La subjetividad popular se vio convocada ante un reclamo genuino, por fuera de las estructuras, que en algunos casos convocaron, pero su rol fue marginal.
Mientras tanto, el gobierno avanza en el despojo de los bienes comunes, en endeudamiento, en concretar el proyecto del paisito exportador, en transferir los recursos desde las mayorías hacia un puñado de grupos locales y extranjeros.
A pesar de ello, la muestra de dignidad popular es un signo vital. Será más temprano o más tarde, pero el resquicio para dar vuelta la taba siempre se encuentra.
Al pueblo argentino, salud.

Discusión acerca de esta noticia