Por Ariel Weinman
Hay que ponerle concepto a la información que circula en Argentina y el mundo durante las últimas horas. El poder económico concentrado, otrora nombrado como la oligarquía rentista articulada al capitalismo financiero globalizado, acumuló desde el viernes 14 de febrero, y en pocas horas, de 80 a 100 millones de dólares sólo con manejar información privilegiada, pero que el presidente argentino transformó en legítima y masiva con su promoción en la red social X. El salto de precios en la cotización de esta supuesta moneda digital “$LIBRA” lanzada ese día “se dio a partir de una publicación de Milei en sus redes sociales”, asegura Federico Kucher en Página/12, una data que incluyó por parte del jefe del ejecutivo la propagación pública del CBU de la cuenta para que los inversionistas hicieron sus depósitos.
La primera certidumbre que vuelve a confirmar esta maniobra especulativa es que en el capitalismo dependiente, colonial y subalterno siempre hay ganadores y perdedores. Ahora bien, si como dice el relato periodístico estaríamos ante una “megaestafa” calificada como “histórica”, “escandalosa”, “obscena”, “estafa vertical”, “una tormenta política”, “la maniobra de rugpull (que en inglés significa ‘tirar de la alfombra’) más grande de la historia” etc., etc., que sería poco menos que una originalidad en la historia del mundo.
¿Cómo definir el endeudamiento externo de la Argentina y la estatización una y otra vez de esa deuda ilegítima por parte de los aliados estratégicos de Milei –Cavallo, Caputo, Sturzenegger- que nos han condenado a vivir endeudados, subordinados a los organismos internacionales de crédito por el pago de una “deuda eterna”? ¿Qué decir de la explotación y la extracción de valor del territorio del Abya Ayala en el proceso denominado de “la acumulación originaria”, incluido el desplazamiento de millones de africanos desde su territorio de origen hacia la América poscolombina para la trata esclavista y, a su vez, el genocidio indígena? ¿Cómo habría de definirse el proceso iniciado por la Revolución “Libertadora”, continuado por la última dictadura y la década del noventa, que entregó la nación a los intereses petroleros, las corporaciones financieras y la geopolítica expansiva del Norte?
Lo segundo, es algo que ya había demostrado un tal Carlitos a mediados del siglo XIX, acerca de que el capitalismo es puro “fetiche”, en la medida de que se intercambia dinero por papeles/acciones/bitcoin porque se hace abstracción de que aquél es trabajo acumulado: en el capitalismo “el valor no lleva escrito en la frente lo que es”.
En tercer lugar, la producción de valor a través de la cripto-moneda promocionada por el presidente es parte de un fenómeno resultado de la alianza del capital financiero con las tecnologías digitales que sumerge la acumulación de capital y de dinero, quizás como nunca antes en el Planeta, en un proceso de abstracción absoluta. La percepción de los mecanismos de explotación y extracción de valor se han vueltos opacos para los sujetos constituidos en la fase neoliberal del capitalismo. ¿Qué transacciones, qué movimientos hicieron posible la realización de las ganancias con la moneda digital “$Libra”? Hay allí como condición de posibilidad de la transacción que ha capturado la atención global, una larga evolución, la confluencia de la revolución informática con la ofensiva del capitalismo como reacción al ciclo de luchas históricas de los pueblos contra el imperialismo en las décadas del 60 y 70.
El físico-matemático argentino Oscar Varsavsky, “el científico rebelde”, vio en la década del 60 que, con la investigación industrial a gran escala, la ciencia, la técnica y la revalorización del capital confluían en un único sistema. En su crítica al “cientificismo”, alentaba una “ciencia politizada” que imaginaba en base a una investigación científica al margen de la agenda del conocimiento de las empresas multinacionales. El maestro Horacio González explica que, en el siglo XXI, “el capital aglutina ciencia y técnica y subsume todo a sus modos de circulación financiera”. Y analiza las dificultades para relanzar un proyecto emancipatorio por las abstracciones en las que estamos inmersos pues se reconfigura la concepción del ser humano, “destinado a estar conectado, a pertenecer a una red que anula la espacialidad para convertirla en una temporalidad exenta de espacio-tiempo, que es una temporalidad numérica o algorítmica que reduce el tiempo social e histórico a ‘tendencias dominantes’”.
Dicho de otro modo, el poder económico ha dispuesto las condiciones tecnológicas ya no para tergiversar la realidad en base a una representación falsa, ya no para elaborar una imagen desfasada de lo realmente existente, sino la capacidad para construir una realidad inexistente, virtual, pero presentada como si fuera un fiel reflejo de una materialidad insobornable. En el caso de la moneda ¿del presidente Milei? se construyó como realidad “una empresa que captaba inversiones destinadas a pymes argentinas”, y la palabra de respaldo a la fintech por parte del presidente fue suficiente para captar a los inversores. Cuando la moneda alcanzó la cotización que los controladores del negocio deseaban se desplomó vertiginosamente. Pero aquí se presenta un pequeño índice de las cuestiones éticas que están en juego, no para Milei, claro, cuya ética se sustenta no en una teoría económica, más bien en la economización de la existencia, o sea, la vida sin más regulada por las leyes de la oferta y la demanda, sino para quienes apostamos a la reconstrucción de un proyecto político de liberación porque se trata no sólo de la Inteligencia Artificial “sino de la deconstrucción de los cuerpos en sus moléculas visuales, de las imágenes en sus pixeles, de la materia en sus átomos, del lenguaje en sus códigos algorítmicos”. Es ese fenómeno de disociación, desmantelamiento, desarbolado el que impide percibir, saber, conocer, rastrear la totalidad del proceso especulativo.
En los corredores iluminados por la competitividad, en los barrios donde se ve a los cuerpos como una superficie de extracción de valor, es decir, una zona que produce renta, cuando se considera que el motor que mueve al individuo humano es “el egoísmo” y el dinero es el equivalente universal de todas las cosas, pierden los perdedores de siempre. Lo dramático del capitalismo en su fase neoliberal son los dilemas mal planteados, cuando, por ejemplo, se presupone que existiría en nuestras sociedades subalternas una contradicción fundante entre el mercado y el estado. En el caso de $Libra se pone en evidencia que la timba financiera es una cuestión de estado. Una vez más se constata que, en esta época, muy lejos estamos de que el estado desaparezca o se retire, como lo piensa cierta prédica “desarrollista”, por el contrario, el estado es la condición de posibilidad para que los ricos sean cada vez más ricos. Cada cual -cada sector, cada clase, cada grupo de interés- atiende su juego como mejor le parece y puede.
La clase dominante encontró en La Libertad Avanza y en el gobierno de Milei el eje articulador de su proyecto económico y político en este segmento del siglo XXI que podríamos sintetizar como el retorno a las condiciones de la Argentina del Centenario, incluso antes al proceso de constitución del Estado-nación. Es decir, una patria subordinada a la racionalidad instrumental, a los centros imperiales, sin educación pública, sin salud pública, etc. En otras palabras, la apuesta por la destrucción del peronismo o, vale decir, el desmantelamiento del costado rebelde, herético y liberador de las clases populares que habitan el país de la plata o de los “pata al suelo”. Sin embargo, “en esta repetición de la historia como farsa”, repetición de “la tablita cambiaria”, repetición de “la plata dulce”, repetición del hambre y de los viajes a Miami, repetición del endeudamiento externo e interno, repetición del “negacionismo” y de la privatización de la vida, etc., hay novedades. Lo nuevo, la diferencia que irrumpe es que los explotados y las explotadas, los cuerpos sobre los que se extrae valor nos hayamos quedado a la intemperie, perplejos, sin representación, ¡en pelotas!, como decía nuestro héroe nacional respecto a cómo combatían “nuestros paisanos los indios”.
Por lo que se ve y se habla, ante la deserción de la elite política que hace rato dejó de empatizar con el dolor, el hambre y la humillación de las y los que trabajan, que renunció a mirar a los dos sectores más desprotegidos de una comunidad de trabajadores y trabajadoras, la niñez y la ancianidad, que siente ajenidad respecto al dolor y la indignidad de los y las sujetos que pretenden hacer de la vida una vida, una elite que se muestra enojada y “a los gritos pelados” porque la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de “ficha limpia” y la eliminación de las PASO, pero que mantiene silencio sobre los incendios en la Patagonia, los despidos en los centros productivos, la destrucción de la industria nacional, la persecución a las comunidades indígenas, la subordinación de la Argentina a los centros imperiales y se impuso no hablar del genocidio palestino por temor a los embates de los sectores vinculados al sionismo israelí, quizás esta sea otra oportunidad. La oportunidad para desembarazarnos de cierto iluminismo, pedagogismo y vanguardismo moral que nos acecha, que toma examen a las otras y los otros acerca de cómo votaron en 2023 y se regodea ahora mismo con los que apostaron por la Libra más famosa y perdieron. Y recobrar las energías de lucha y volver a juntar los restos del proyecto emancipatorio. En realidad, no tenemos mucho de qué reírnos: a nosotros hace rato que nos sacaron la alfombra.
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