Por Nehuén Gusmerotti *
Derribar prejuicios sobre el metal. Así definió Ana Patané su objetivo, su misión, junto a Pablo Chihade y su música. Es que la artista del sur bonaerense trascendió en el pasado reciente a raíz de un gran primer disco, Ajeno al Tiempo, con reversiones de Hermética en canción popular. Su proyecto Ramanegra, formado con Chihade, tiene la misma impronta, aunque horizontes más amplios. Con estas reversiones buscar llevar la poética metalera a un público más amplio que ve el género pesado solo como un amasijo de ruido distorsionado. Esa misión fue la que los llevó una vez más a las tablas del Club Atlético Fernández Fierro este 1 de junio.
El recinto del Abasto tenía cita para las 21:00 y rápidamente colmó sus sillas y mesas de una mezcolanza de metaleros de negro vestidos y varieté popular. Para calentar la previa los Mercenarios del Zanjón desplegaron una gran selección de tangos y milongas propias y prestadas con dos guitarras, un guitarrón y la profunda voz de Ricardo Kulusic. Los santafecinos hasta se despacharon con una hermosa versión de “A Don Nicanor Paredes” de Borges y Piazzolla. La cosa arrancó seria desde temprano. El cuarteto cosechó muchos aplausos y vítores en su visita porteña y agradecieron en reiteradas ocasiones el respeto metalero.
El plato fuerte llegó pasadas las 22:00. Ana Patané se subió al escenario junto al responsable de gran parte de los arreglos de cuerdas de su disco, Julián Hermida. Esta primera formación se completó con contrabajo y violín y arrancó pisando fuerte con “Vientos de Poder”, “Predicción”, una desgarradora versión de “El Visitante” (Que acompañada de violín suma un dramatismo conmovedor) y la tristemente actual “Olvídalo y Volverá Por Más”. Antes de hacer “Otro día para Ser”, Patané retomó aquellos sentires de Iorio y destacó la redacción de esa letra en una temática ambiental que hoy golpea con más fuerte que nunca. La despedida de esta primera camada de músicos fue con un debut: “El Pibe Tigre”, ese relato descarnado que, como tantos otros salidos de las tripas metaleras, recupera vigencia en tiempos de crisis.
Llegó el momento de Ramanegra y Pablo Chihade se apersonó en el escenario. “Sepulcro Civil” fue la elegida para comenzar esta nueva faceta del show, que rápidamente incorporó las percusiones de Juan Manuel Martitegui para una tremenda versión de “Vida Impersonal” que despertó vítores y coros en el público metalero. Llegó el turno para, a entender de este redactor, una de las joyas del repertorio. Malón irrumpió en la sala a forma de guajira oscura con “Bajo el Dominio Danzante”, dedicada por Ana a todos aquellos que ponen el cuerpo para manifestarse en estos tiempos difíciles tras entonar “Despierta, no duermas patria mía” y esas letras que lejos de vibrar bajo, como se dice, están cargadas de significancia de lucha y resistencia popular.
Ya estábamos inmersos en uno de los tramos más intensos de la lista. “Sentir Indiano” mostró su sangre más folklórica bajo la interpretación de Chihade y el aporte en charango de Martitegui. Logos sumó su única, pero poderosa, presencia con “Como un Relámpago en la Oscuridad” y el himno obrero “Gil Trabajador” puso a todo el CAFF a coro con “De Pacheco a La Paternal, de Dock Sud a Tres de Febrero”, dedicado a todos los laburantes que están pasándolo mal en este momento. Luego, Ana y Pablo hicieron la pieza mítica de Marcelo Berbel “Destino de Ladrillero”, reencarnada en “Cancha de Lodo” a mediados de los 90´ por Malón. El dramatismo y oscuridad adquirida en la voz de Ana es escalofriante. Temas que hemos escuchado hasta el cansancio cobran un vigor renovado, ponen énfasis en lugares inexplorados y las letras reviven con claridad y nervio propio.
Al vigor de “Moraleja” lo sucede otro “tema nuevo”. De Peso Argento, esa obra de culto legada por Ricardo Iorio, Claudio Marciello y Flavio Cianciarulo, los Ramanegra toman quizás una de las canciones más bellas salidas de la pluma del Perro Cristiano: “Río Paraná”. Automáticamente todo el CAFF se traslada en sus versos a las barrosas riberas del río argentino con esa canción que hizo llorar al propio León Gieco hace tantos años. Ana logra ser igual de conmovedora que su creador, sumando desde lo musical colores nuevos a su propia versión.
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Otro de los debutantes en el repertorio metalero/popular es Horcas. “Solución Suicida” llega con una participación endiablada de Alex Musatov que se despacha con un solo que hubiera deslumbrado al propio Civile. El ritmo y la comunión no descansaron, uno de los himnos más grandes de la prole metalera cobra vida en una versión doble con los Mercenarios del Zanjón subiéndose a interpretar con Ramanegra “Tu Eres su Seguridad”. La versión tanguera está tan lograda que uno no puede creer que esa canción haya nacido en el género pesado. Kulusic esboza un “gracias por esto” visiblemente conmovido por un encuentro que no solo rinde homenaje al heavy nacional desde las letras y canciones, también lo hace desde el encuentro y la camaradería que lo caracterizan y que Ana sabe y reproduce con naturalidad. La noche es y seguirá siendo por un rato más una fiesta de encuentros.
Al show le quedan algunas balas en la recámara y Ana invita a su hermana a subir al escenario. Lucy, posiblemente una de las mejores violeras argentinas en actividad, se cuelga la guitarra para hacer esa poderosísima versión de “Del Camionero” que forma parte del disco debut de Ana. Amagan con el final, pero la mayor de las Patané sabe que un recital de metal no es un recital de metal si algún atorrante no pide “Destrucción” (En este caso y por puro compromiso con la causa le tocó ser a este cronista). El himno de V8, máxima expresión del metal argentino por excelencia transmuta en joropo venezolano, dedicado a nosotros, a los metaleros que somos parte y nervio vivo de este género en todas sus facetas. La versión no falla, el coro y el agite tampoco.
Sobre el final, como un mantra nace desde el público el cantito popular “Iorio es lo más grande del heavy nacional”. Así, mientras uno se retira del recinto para desandar las calles del Abasto, inevitablemente pone en el reproductor la obra de Ricardo Iorio. En el cuerpo hay una sensación de bienestar que transmite la tranquilidad de que algunos ídolos no necesitan el reconocimiento de la aristocracia. Su legado vive en el pueblo, grabado a fuego en canciones, letras y sentires compartidos. Los metaleros podemos estar tranquilos, mientras exista una Ana Patané que cante nuestras canciones (sí, son nuestras también), los cantores pesados vivirán para siempre.
(*) Conductor de Resistiendo con Ideas (Lunes a viernes de 20 a 21 horas)
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