Por Fidel Fourcade *
El sucesor de “Bien o Mal” (2022) es otro trabajo conceptual. Más cerca de la cultura hip hop, permitiéndose revisitar géneros que Trueno conoce muy bien como el trap y el reggaeton, agrega capas y groove a un disco muy bien logrado.
El tercer álbum del joven padawan MC trae consigo certezas y aciertos. Un trabajo lleno de decisiones tomadas, porque grabar un disco en definitiva es eso, tomar decisiones estéticas. Si bien, Mateo Palacios Corazzina no abandona al movimiento trap (que primero fue movimiento y luego género musical) lo toma como punto de partida para alcanzar su máximo potencial, como parte de la cultura hip hop. Lugar que mejor le sienta en términos estrictamente musicales y de flow.
Disco: Lugar donde el artista puede hacer lo que le gusta, como le gusta y pese a todo, triunfar.
Podremos hablar de la “paradoja Trueno”, demasiado joven para definir, pero lo suficientemente prolífico para tener un pasado analizable. Si algo le sobra a Trueno en este lustro que lleva de carrera en el mainstream es background, porque seamos sinceros, no muchos tuvimos ganas de seguir escuchándolo después de “La salamandra”.
Otro interrogante: ¿Cuándo un rapero transiciona a músico? ¿Por qué rapero y no cantante? Nada en desmedro del oficio del MC pero le estaría quedando corta la definición.
Con mucha audacia y flow criollo, así abre “Intro”, el primer track del disco. “Plo Plo” vuelve a la épica de “Bien o Mal” su disco anterior. Pero las primeras luces de “El último baile” se las lleva “Tranky Funky”, sólido y pegajoso haría sonreír al mismísimo Bootsy Collins. Con una pequeña muestra de todo se despacha la triada de canciones de Trueno versión 2024.
“No cap” viene sin sub-titulos, no hacen falta. “The roof is on fire” es una aventura del MC por el hood, montado en una base concisa y sólida al mejor estilo west side en Manhattan. En “Pull-up!” se anima sin prejuicios al reggaeton más básico, imprime algún carácter del mainstream y le permite al álbum sonar en alguna discoteca también. “Como antes” es más osado, desde la intención, no desde la temática que sigue en tónica hip hop/reggaeton. “Real gangsta love” se propone bajar el beat, irse a terrenos más cercanos al R&B para finalmente en “Night” condensar toda la alquimia a disposición del ritmo con una beta más trapera. Momento de experimentar en su propio laboratorio con los sonidos tropicales que hacen mella en argentina y sus artistas hace al menos un lustro.
“Ohh baby” es un subidón electro-pop necesario y un respiro merecido a este disco. “Cuando suena el bajo” es otro de los puntos altos del álbum. Una incursión a fondo en el mundo del techo y la electrónica. “La nota” es la canción de fin de fiesta, que anuncia el fin de la fiesta y la parte más melódica de un disco que tiene un poco de todo, bastante emparentado en espíritu con “Mesa Dulce” de Dante Spinetta. “Rain III” abona la teoría del eclecticismo del cual se nutrió Trueno para redondear un disco por arriba de la media, con todo el sentido del mundo “El último baile” se despide con un coro eclesiástico símil iglesia negra del Bronx.
Un disco atravesado por una ruptura amorosa, problemas legales respecto a los derechos de la música del artista en medio del auge del género y en su pico de popularidad, hacen que el universo de las letras sea más basto para recorrer.
Trueno apuesta fuerte al disco, al regreso de las bases y la búsqueda genuina de un lugar y un sonido. Cierra un álbum parejo con puntos altos y súper dinámico. El valor de la música negra, la alquimia entre los géneros y el experimento como valor agregado. ¿Cae en lugares comunes? Sí, pero también abre ventanas para espiar otros aspectos del artista.
(*) Columnista de Resistiendo con Ideas (Lunes a viernes de 20 a 21 horas)
Discusión acerca de esta noticia