Por Nehuén Gusmerotti *
El sábado pasó en Capital Federal algo que no debería ocurrir en ningún ámbito cultural después de la noche del 30 de diciembre de 2004 en Cromañón: un pibe prendió una bengala en un recital. Será cosa de estos tiempos, tener que volver sobre lo obvio para entender que hay actos que nos llevan a los peores momentos de nuestra sociedad. Aclarar que una bengala en un recital, en un espacio cerrado, puede costarle la vida a casi dos centenares de pibes y hundir a la música en años de oscuridad, con más vidas perdidas en el camino.
El show en que se encendió la bengala era de El Doctor, un artista ícono del real trap. Un tipo con calle, años en la música y una edad suficiente para haber vivido de manera consciente lo que pasó en Cromañón. Aún con estas consideraciones, el músico no hizo nada al momento de ver encendida la bengala en su show en Niceto, ya que el recital lo suspendió la seguridad del lugar, activando protocolo de incendio y evacuando el recinto. Obvio, El Doctor tuvo el tacto de sacar un comunicado horas más tarde repudiando enérgicamente el hecho. “Tanto yo como mi equipo repudiamos lo que sucedió y lamento que a 20 años de la tragedia que cambió las reglas en las que se llevan adelante los eventos en Argentina, pase esto en un show mío”, dice en un tramo del comunicado, que suma “No iba a dar declaraciones, pero lo hago por respeto al la gente, por respeto a las personas fallecidas y a las familias afectadas por Cromañón”. Hasta ahí correcto, lamentablemente el tipo tenía que cagarla sumando un párrafo final. “Pero tengo en cuenta que la noche de Cromañón hace 20 años era otro tipo de pirotecnia la que generó la tragedia y era pirotecnia completamente diferente a las bengalas de humo”.
¿Cuál es el sentido de relativizar el hecho? ¿De hacer una diferenciación vacía? Una bengala de humo puede tener el mismo desenlace fatal para una vida si los factores se alinean. La memoria colectiva (cada vez más bastardeada y dañada) tiene muy presente el peligro de encender pirotecnia en un espacio cerrado. Este comentario del músico va en línea con el de un sector de sus seguidores, aparentemente responsable del hecho, que también hizo su descargo: “Nosotros tomamos todas las precauciones para que nada malo pase, obviamente no queremos otra tragedia como la de Cromañón”. Cuál sería el conocimiento con que contaban sobre seguridad en eventos públicos que los llevaron a tomar todas esas precauciones, cabe preguntarse.
Rápidamente hubo varias manos señalando a Niceto. Que el espacio ubicado en Palermo no realiza ningún tipo de cacheo previo a los eventos en su interior es vox populi. Claramente no queda exento de responsabilidad, pero en línea con lo que pasó en diciembre de 2004, los cacheos deben prevenir, pero la memoria colectiva debe estar presente. Hace diez años, cuando La Renga presentaba un tema dedicado a Miguel Ramírez, asesinado por una bengala náutica en uno de sus shows, un imbécil decidió encender una bengala. Si bien el repudio del público y la banda fue inmediato (Chizzo dejó claro, “No entendiste nada loco, una más de esas y nos vamos”). Podemos descargar algunas culpas en los cacheos, pero el cuidado humano entre pares, más aún con el recuerdo reciente de una masacre que cumple veinte años este 2024, es indispensable. Niceto es responsable de lo que le toca, pero ¿En dónde quedamos nosotros?
Es preocupante, en sintonía con un contexto social que invita a perder la memoria y el cuidado entre pares, tener que vivir y explicar nuevamente algunas cosas. En esta ciudad un hecho como el del sábado pasado se cargó la vida de 194 pibes. Seguramente quien prendió el tres tiros que esa noche desató el infierno tampoco tenía mala intención, pero lo hizo y pasó lo que pasó. Ver que se repite sin que haya un compromiso de cuidado por parte del artista es doloroso. Doloroso para los que sabemos todo lo que significó Cromañón, como le cagó la vida a una generación, cambió el rumbo político de la Ciudad de Buenos Aires, hundió a la música emergente en años de persecución.
Relativizar lo que pasó es tan grave como haber sido quien encendió la bengala. Cuidarse no es careta, cuidarse no es de poco rocker. Cromañón nos pasó a todos, su recuerdo está vivo en cada pibe y pibe de mi generación. En tiempos en que tenemos que volver a explicar lo obvio, volveremos a pelear por la memoria y el cuidado en los shows de música, uno de los pocos espacios que nos quedan para ser felices en este contexto. Tenemos que cuidarlo.
(*) Conductor de Resistiendo con Ideas (Lunes a viernes de 20 a 21 horas)
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