Por Nicolás Podroznik (*)
Desde el aumento de equipos participantes realizado a partir de Francia ‘98, en el que se pasó de 24 a 32 selecciones, nunca se dio una Copa del Mundo con una paridad tan notoria como ésta. Antes del inicio de la tercera fecha, 27 de 32 equipos aún pugnaban por un lugar en la siguiente fase (Brasil, Francia y Portugal clasificados, Qatar y Canadá eliminados). Los batacazos estuvieron a la orden del día, todos los días. Hasta Costa Rica, que había perdido escandalosamente 7 a 0 con España en la primera fecha, llegó a estar en situación de clasificación durante un puñado de minutos. El Mundial de Brasil 2014 fue el del juego abierto y los goles. Rusia 2018 fue el del contragolpe. El del 2022, definitivamente, es el que entierra definitivamente la idea de que hay selecciones que vienen a completar los grupos. Al menos hasta que la FIFA decida aumentar el cupo a 48 equipos.
En el grupo D, todo pintaba para que Francia y Dinamarca pasaran de ronda, tal y como hicieron en 2018. El campeón vigente sorteó su grupo casi al trote, invicto y con sólo tres goles en contra. Los mismos que el equipo danés, que además ganó nueve de diez encuentros. Incluso, en la Nations League, los galos cayeron derrotados los dos partidos frente a los nórdicos. Por el lado de los australianos, su clasificación al Mundial fue tormentosa: pasaron de milagro la ronda final y se la jugaron en un repechaje frente a Perú. El conjunto oceánico -que disputa eliminatorias en la confederación asiática desde 2006- no brindó una buena actuación, pero los de Ricardo Gareca tampoco. Un aburrido 0 a 0 determinó que los penales fueran los que decidan la suerte de uno y otro. Los australianos obtuvieron el pasaje gracias a los yerros de Advíncula y Valera.
Llegaron para “completar el grupo”. Incluso se daba a Túnez, el restante integrante, por encima de los dirigidos por Graham Arnold. La primera fecha cayeron estrepitosamente contra Francia por 4 a 1. Se aventuraba un futuro negro, pero el empate entre daneses y tunecinos traía alivio. Había que jugársela con ellos. Contra todo pronóstico, ganaron ambos partidos 1 a 0 y se clasificaron a Octavos de Final. Ahora bien, ¿que podemos analizar de Australia?
Lo primero que hay que destacar es su orden. Tanto contra Tunez como frente a Dinamarca, no se salieron ni un ápice de su libreto y firmaron el triunfo con su arma predilecta: el contragolpe. En defensa, la garantía es el gigante Harry Souttar, mientras que en el medio el pelado Aaron Mooy es el termómetro y el relevista a tiempo completo. Donde haya un hueco que defender, allí estará el futbolista del Celtic escocés. La fortaleza física también es un pilar. Contra Dinamarca los australianos parecían mas enteros ante un rival que terminó chocando contra la defensa.
En términos ofensivos, ya no cuentan con nombres como Tim Cahill, Mark Viduka o Harry Kewell, partícipes de la última clasificación australiana a Octavos de Final en 2006. Sus delanteros son Matthew Leckie y Mitchell Duke. Mientras que el primero tiene una dilatada trayectoria en el fútbol alemán, el segundo tiene una historia particular: a punto de cumplir 32 años, la mayor parte de su carrera la desarrolló en Australia y Japón, sin grandes números que llamen la atención de la prensa o de equipos mas poderosos. Su currículum dice que apenas pasa la barrera de los cincuenta goles, que actualmente juega en la Segunda División japonesa y que estuvo seis años sin ser convocado a la selección. ¿Como llegó a ser el centrodelantero titular de Australia en un Mundial?
La respuesta la encontramos en Graham Arnold, el entrenador de los australianos, quien lo conocía bien de haberlo dirigido en las selecciones juveniles. De hecho, ambos fueron parte de la victoria frente a Argentina por 2 a 0 en los Juegos Olímpicos de Tokio. Graham confía mucho en él. De buen juego aéreo y capacidad para pivotear, es pieza clave del andamiaje de su selección. El concepto es claro: defensa dura y física, delantero pivoteador y contragolpe rápido. No va a ser novedad para Argentina. Todo parecido con la Selección de Polonia no es casualidad. No tendrá la técnica ni el roce internacional, pero el sistema y la estrategia no se escapan de los márgenes de lo que ofrecieron los europeos. Eso sí: cuentan con más velocidad.
Si bien comparados pueden asemejarse al agua y el aceite, Australia tiene también algunos puntos en común con nuestra Selección. El proceso de Graham Arnold es similar al de Lionel Scaloni: asumió tras una decepcionante actuación en Rusia 2018 y a pesar de muchas críticas, logró clasificar a la selección al Mundial. Se convirtió en un equipo con proyección en cuanto a jóvenes, muchos de ellos dirigidos por él mismo en categorías inferiores nacionales. Aún más: Graham jugó 56 encuentros con su Selección y fue parte del equipo que enfrentó a Argentina en aquel repechaje de 1993. Incluso en su cuerpo técnico hay ex compañeros de él, como Tony Vidmar.
Teniendo en cuenta todos estos parámetros, hay una sola respuesta a todo: Argentina debe proponer un partido similar al que le planteó a Polonia. Rotación de la pelota, búsqueda de espacios e incorporación de los laterales al ataque. La ausencia de Di María le hará perder fútbol y desborde, las dos por igual. Thiago Almada o Paulo Dybala pueden aportar la primera, mientras que Angel Correa la segunda. Será difícil reemplazar al rosarino, de muy buena actuación en las victorias frente a México y Polonia.
Una Copa del Mundo con resultados inesperados. Una selección que entró con el pie izquierdo y que se acomodó con carácter primero y con fútbol después. El libreto parece bien estudiado: si Argentina juega como lo hizo frente a los polacos, difícilmente el rival pueda hacer algo al respecto. La garantía está en que entre la pelota en el arco rival. La paciencia debe ser el primer aliado argentino.
(*) Periodista / Abrí la Cancha
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