Por Gabriel Fernández*
Vamos a pensar un rato. Es cierto, como se viene indicando, que los medios generan climas. No logran conducir movimientos mayoritarios, pero brindan el impulso suficiente para que unas cuantas personas adopten premisas que pueden damnificar a la sociedad en que viven. Desde las postrimerías de la década del 30, para no ir más allá y recalar en la propaganda anti federal previa, que los vecinos decentes y principales, y los medios que los cobijan y amplifican su voz, señalan que los gobiernos nacional populares son deshonestos. Al fin, no han podido evitar que una zona vasta del pueblo respaldara al yrigoyenismo y al peronismo, pero si han logrado infectar una porción apreciable, que se convierte en riesgosa. Lo apuntamos al arranque de esta campaña sobre la “corrupción” en el último tramo de la Década Ganada, así que podemos ufanarnos de un anticipo propio de un buen volante.
Pero no es esa la única temática. Por estas horas se está cumpliendo un mes de la asunción de Sergio Massa y Gabriel Rubinstein en el Ministerio de Economía. Bueno: los medios se han serenado. No hay dramáticos titulares sobre la “grave crisis económica” ni apocalípticos comentarios acerca de los niveles de pobreza y de indigencia. Nada. Solo elogios para el dólar soja y las magníficas gestiones en Washington. Tampoco se ha vuelto a hablar de la necesidad de descartar un acuerdo con el FMI calificado como horrendo: ahora está muy bien hablar con el Fondo, buscar más créditos y cumplir con sus exigencias fiscales. Para nada ocupa centro de la escena la discusión sobre el ingreso promedio de la población, ni aparecen desgarradores testimonios de quienes poseen trabajo, pero no llegan a fin de mes. A diferencia del ítem anterior, acá comparten línea editorial medios concentrados y estatales, afines y liberales.
Lo cual lleva a este periodista a plantear un vínculo. Un vínculo molesto, ahora que todos aprendieron el libreto: ¿Qué es esto de los grupos de odio? A decir verdad, en el 30, en el 55, en el 76, y en los intentos frustrados que sacudieron el país durante los interregnos, la violencia política, criminal y masiva, fue impulsada por el poder oligárquico, en combinación con Gran Bretaña y los Estados Unidos. ¿Ahora no? ¿Ahora estamos a merced de la agrupación Kyle Rittenhouse? El nombre homenajea a un norteamericano que mató dos personas y fue exculpado. Por supuesto que son peligrosos porque se puede matar a quien sea con un arma difícil de detectar en un bolsillo, por supuesto que deben ser encarcelados por instigación al delito; o por complicidad con el mismo, si se corrobora. Pero acá los avances violentos fueron vertebrados y realizados por las grandes instituciones financieras, los agroexportadores y los poderes económicos ligados a esos espacios, con ligazón externa. Ellos consiguieron disciplinar a las Fuerzas Armadas y volverlas contra su patria y contra su pueblo.
Uno de los tantos compañeros necesitado de postear a toda costa, llama y dice: “Se viene un golpe, esto es una campaña de la ultra derecha”. Y uno se pregunta ¿pero qué es la ultra derecha? ¿Acaso la sociedad no se divide en clases sociales y, más abarcativamente, en pueblo y anti pueblo y en nación anti nación? Siempre, los lúmpenes fueron alquilados por la opción contraria al Proyecto Nacional. Es difícil entender el modo a través del cual se está analizando este presente. Por lo pronto, las corporaciones financieras mantienen un nivel extraordinario de beneficios, instalado por las normativas impuestas por José Alfredo Martínez de Hoz y reimpulsadas con ahinco por el macrismo, y los agroexportadores han sido beneficiados para garantizar la liquidación de divisas. Quienes reivindicamos la década kirchnerista compuesta por los gobiernos de Néstor y Cristina, observamos, legítimamente, que las pautas instaladas por el tigrense y el pianista no tienen mucho que ver con aquellos impulsos expansivos. Para reivindicar esos gobiernos ¿basta con repudiar el atentado reciente o sería pertinente realzar las políticas que beneficiaron a todo un pueblo?
No está en manos de un militante establecer un sistema de seguridad profesional en derredor de una figura pública. Se puede apoyar, rodear, aclamar, pero zapatero a tus zapatos, para eso están policías federales, servicios del Estado, y todos –junto a la cartera que los orienta- tendrán que seguir explicando si hicieron bien o mal las cosas. Y cómo las van a hacer a partir de ahora, tras el ataque miserable que conmovió al país y al mundo. En manos de un militante está levantar las banderas que dice sostener. Entonces otro compañero apunta: “Era necesario un ajuste. Alguien lo tenía que hacer”. Y uno, con cierto dejo de inocencia, pregunta: ¿Era necesario un ajuste? ¿La Argentina exigía un ciclo regresivo en vez de uno expansivo? ¿Y los indicadores de pobreza, y los ingresos de la población, y el reparto del PBI? Los cambios ministeriales se asentaron en la agitación en derredor de esos problemas, pero una vez plasmados, las medidas dispuestas resultaron inversas a lo proclamado. ¿De qué modo, entonces, se pueden defender las acciones de los 12 años que bien expuso la actual vicepresidenta durante el alegato de la semana pasada?
Otro compañero precisa: “pero es distinto, ahora tenés el stop an go, necesitás dólares”. Y, la verdad que el argumento flaquea, porque en el tramo final de la gestión nacional popular anterior, Cristina y su ministro de Economía Axel Kicillof padecieron el mismo problema y lo resolvieron sin ajustar y sin perjudicar el ingreso promedio de los argentinos. Lo que es más, venían de surfear una crisis financiera internacional extraordinaria, que en nuestro país ni se sintió gracias a las políticas protectoras de esa administración. Ahora, el ajuste es presentado como el único camino, Massa como un imprescindible para equilibrar y Rubinstein como la gran llave para hacer buenas migas con los poderes económicos. ¿Pero no se le enrostraba a Alberto Fernández su tendencia a dialogar con esos sectores y su falta de determinación para enfrentarlos?
El clima reinante es entreverado y amerita todas estas preguntas y muchas más. Entre otras, varias referidas a la política exterior argentina, en un marco mundial proclive al fortalecimiento de las potencias multipolares. No se cansan de abrirnos puertas. Puertas cerradas para los aliados de un Norte que ha retomado las prácticas belicistas más intensas y dañinas para la convivencia. Resultó grato, en las horas recientes, saber que el presidente argentino ratificó la decisión de ingresar al BRICS. No fue difundido, pues la figura del momento ha pasado a ser Claver Carone, pero la certificación existió. Vale subrayarlo y también indagar ¿el resto de la gestión está de acuerdo con ese sendero? ¿Alberto representa al gobierno que encabeza?
Sería gracioso, aunque también lamentable, que alguien sugiera que formular estas inquietudes, destinadas a recordar acciones saludables para la economía de nuestra gente, resulte un ataque al kirchnerismo. ¿El intento de magnicidio anuló el debate económico? ¿Por qué? Quizás, en modo judo, podría aprovecharse para dinamizar el industrialismo y las intenciones soberanas; de paso, serviría para explicar: la agreden por esto, por aquello y por todo lo demás. No por la gestión de Massa en Economía, sino por lo realizado en los años de crecimiento nacional. Si “defender a Cristina” implica respaldar un proceso de enfriamiento económico que retraiga la actividad, tenemos serios problemas para articular la coherencia interna del discurso. Si “defender a Cristina” implica reposicionar el programa de gobierno desplegado en la práctica durante su gestión, bueno, entonces sí.
(*) Director La Señal Medios / Área periodística de Radio Gráfica.
Artículo originalmente publicado en La Señal Medios.
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