El ex combatiente de Malvinas, Ricardo Pereira, quien se desempeñó como soldado del Grupo de Artillería Aerotransporado 4 y actualmente integra la Comisión de Homenaje Permanente del Grupo, recordó, junto a Radio Gráfica, su paso por el conflicto en el Atlántico Sur. También explicó por qué, a pesar de estar en desventaja, la Argentina sufrió pocas bajas en las batallas sucedidas en las Islas Malvinas, el encuentro con un amigo de la infancia y el castigo que le dio un superior por ir a conseguir comida.
Lucas Molinari: Todos los programas aprendemos algo nuevo. Llamar “batalla” y no “guerra” es interesante, porque es larga la historia de confrontación con los ingleses. Antes de que seamos nación, entre 1806 y 1807, nos invadieron; los pudimos echar; en 1833, se plantaron en Malvinas y todavía siguen ahí, ¿cómo siguen?
Ricardo Pereira: Tuve la oportunidad, gracias a la gestión de centros de veteranos de Lanús, de viajar antes de la pandemia. Siempre digo lo mismo, pensé que iba a cerrar un capítulo viajando a Malvinas. Para mí es abrir una enciclopedia. Es un capítulo más de la enciclopedia.
Allá me encontré con un territorio que conocí, que no conocía. Conocía nomás los lugares donde estuve, donde me tocó combatir, pero no conocía su magnitud, la riqueza que existe en Malvinas.
Ahí encontré muchísimas explicaciones del por qué mantener un enclave colonial más por parte de Gran Bretaña. Es por eso que, en mi caso personal, me obligué a estudiar, ahondar e investigar un poco más, cada vez un poco más acerca del desarrollo y desenlace de la batalla.
Mencionaste recientemente estos dos intentos de las invasiones inglesas. Obviamente utilizaron otra metodología.
LM: La económica, por ejemplo…
RP: Exactamente. Que aún seguimos siendo presos de todo esto. Y no es un detalle menor.
LM: El 90% de las mineras en Argentina son de capitales británicos o del mercado común británico, Australia, Nueva Zelanda, Canadá. Son cuestiones que hay que visibilizar. Ni que hablar de los bancos piratas como HSBC. Hay que poder dar cuenta que están entre nosotros, en el continente, y en el mar controlando toda la pesca.
RP: Una de las cosas que aprendí estando en Malvinas son las licencias de pesca. No sabía que una vez al año renuevan las licencias para cientos de empresas. Cada empresa no tiene un barquito. Tiene 30 a 80 barcos y son los que están devastando la riqueza de nuestros mar en complicidad con los kelpers.
Poco se sabe de esto, pero una empresa para poder tener derecho a explotar el mar, nuestro mar, tiene que estar asociado un kelper con una empresa que figure con un capital en cualquier lugar del mundo. Capitales que lo que están haciendo es desbastar nuestro mar argentino.
Es lo que lleva a que cada kelper tenga un estándar de vida superior a las 46.000 libras anuales. No es un detalle menor todo este tipo de cosas porque a veces uno se pregunta cómo viven allá.
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LM: Yendo a la historia, ¿qué recordás de aquel 14 de junio del 82?
RP: A veces parezco criticar todo, pero es una cuestión de repensar. ¿Quién puede decir que el último día fue el de mayor resistencia? Es un concepto que está bueno como para darle espacio, un lugar a un determinado día. Pero he visto trabajar desde el 23 de abril, que fue el día que pisamos las Islas, a todos mis compañeros. Cada uno de nosotros no mezquinó absolutamente nada. Todos los días que estuvimos en la Guerra fueron de mayor resistencia.
Quizás, en lo que se refiere a combate concretamente, eso sí puede ser el día de mayor resistencia, pero nosotros resistimos a otras cosas antes. Resistimos a no resignar nuestro patriotismo, porque para eso nos habíamos formado como soldados. Ahí empezamos a resistir. También a las inclemencias del tiempo, a la adversidad del clima. Cuando hablo del tiempo, no me refiero al frío, sino al conjunto de situaciones. A este tiempo interminable que uno lo mide en días, pero acontecen infinidad de cosas en la mente de uno.
Si te referís o volvemos al concepto de “mayor resistencia”, en mi caso me tocó pertenecer al Grupo de Artillería Aerotransportado 4. Fui el apuntador de la segunda pieza y fue la anteúltima pieza que quedó tirando en Malvinas. Mis compañeros de la última pieza, la primera pieza, la del sargento Mendoza, se quedaron hasta agotar municiones.
Nosotros dejamos de tirar con el cañón, el 105, por fatiga de la pieza. La tiramos mucho más de lo que se podía tirar con el cañón. Quedó desafectada. Las municiones que nos quedaban se las llevamos a la primera pieza y tuvimos que replegar. No tenía sentido que nos quedemos 20 o 30 personas cuando a un cañón lo manejan seis a ocho personas.
Resistimos a no resignar nuestro patriotismo, porque para eso nos habíamos formado como soldados
LM: ¿Cómo trabajaba la artillería?
RP: Entre seis y ocho personas mueven un cañón 105.
LM: ¿ Cuánto pesa aproximadamente?
RP: 1300 a 1500 kilos. Porque a veces se le agrega algún tipo de protección extra. Cada caja contiene dos municiones y pesa 53 kilos. En la actualidad siguen siendo exactamente iguales. Pero este cañón pesa 1300 kilos, se puede desarmar, trasladar porque está montado en dos ruedas, con un par de patas, que eran lo que a nosotros nos genera mucho trabajo porque se enterraban en la tierra, en la turba.
Hay roles específicos, está a quien le toca disparar, en mi caso, otros compañeros regulaban las espoletas de los proyectiles que teníamos que tirar, otros eran los que trasladaban y otros cargaban la munición. Teníamos roles específicos de combate que en nuestro caso fuimos rotando porque era bastante desgastante nada más que cargar el cañón, por ejemplo. O le tenían que dar un respiro a quien tenía que tirar, o apuntar.
Fuimos un equipo. Eso hizo que afortunadamente podamos volver muchos. Ahí nosotros construimos este sentido de pertenencia como grupo. Nuestra formación nos permitió, la del artillero y paracaidista, tener herramientas como para desempeñarnos en ese campo a pesar de que en mi caso soy clase 63. Tenía dos meses y medio de colimba.
Uno nunca llega a tener esa instrucción que dicen. La pregunta que te hacen es si estábamos suficientemente capacitados o si teníamos la instrucción. Creo que ni en una serie de ficción. Nadie, ningún ser humano, ninguna persona está preparada para la guerra.
Nosotros estábamos preparados para hacer y desempeñar el rol que nos tocó. Y creemos haberlo hecho bien porque está reconocido por el enemigo.
A veces costó mucho que nos visibilicen. Años de trabajo. Hay un inmenso proceso de desmalvinización y sobre el que venimos trabajando mucho porque es muchísimo más trabajoso desandar ese camino, el de concientizar, el de esclarecer, el de conceptualizar esto que fue política de Estado.
Nadie, ningún ser humano, ninguna persona está preparada para la guerra. Nosotros estábamos preparados para hacer y desempeñar el rol que nos tocó
Juan Natalizio: Ustedes tenían desde el 1º de Mayo los ataques de la aviación y de los buques durante todas las noches. Los fines de semana eran más intensos porque los británicos cobraban el doble. Van a hacer un blanco, un objetivo fundamental a destruir, a atacar por parte de los británicos. Vos lo mencionaste a la pasada, tiraron hasta destruir el cañón o hasta agotar munición ¿Cómo fue llegar hasta esos días de combate?
RP: A mí me es absolutamente grato mencionar que el bautismo de fuego, si bien se conmemoró ahora el 10 de junio, arrancó mucho antes, porque una batería de tiro de nuestro grupo de artillería estuvo en Darwin, absolutamente desprovisto de todo. No tenían ni rancho.
JN: ¿Qué es un “Rancho”?
RP: Me refiero a la provisión de comida. Ellos quedaron más o menos a la deriva proveyéndose de lo poco que llevaron y lo que pudieron rescatar. Saludo y celebro poder haber aprendido de mis propios compañeros la visualización de los compañeros de la Batería A del Grupo de Artillería porque esa fue una historia que tampoco conocíamos nosotros.
Mis compañeros nos graficaron como fue el primer desempeño. En realidad nuestro primer objetivo en la comisión de homenaje es ensalzar, resaltar e informar que si bien se menciona el 10 de junio como el bautismo de fuego esto comenzó antes. Ellos estuvieron en Darwin y resistieron hasta que pudieron.
JN: Los combates de Darwin empiezan en la noche del 27 de mayo y terminan el 29…
RP: El 27 tendría que haber sido nuestra fecha de bautismo de fuego como grupo. A nosotros nos bombardeaban desde las fragatas. La artillería de las fragatas tenían un alcance aproximadamente de 16 a 17 kilómetros. Nuestros cañones tenían un alcance entre 10 y 11 kilómetros, con lo cual teníamos 6 kilómetros que quedaban al descubierto.
Durante el 1º de mayo en adelante fuimos asediados por la artillería británica y en desventaja. Distinto fue cuando ellos hicieron tierra y avanzaron con su artillería. Cuando el duelo de artillería estaba el alcance entre uno y otro.
Ahí fue distinta la cosa porque afortunadamente el desempeño nuestro aparentemente fue bueno y dejó bastantes daños a la tropa británica. Siempre nos basamos en lo que ellos dicen y estoy absolutamente convencido de que no es toda la verdad lo que dicen. Lo pude comprobar cuando estuve en Malvinas hace poco menos de 2 años. Porque, por ejemplo, ellos contabilizan a sus caídos, pero contabilizan a los ingleses, no contabilizan a los gurkas, a las otras fuerzas que combatieron con ellos.
Cuando recorremos Longdon puedo asegurar que es algo paralizante. De la misma manera cuando pude reconocer la pieza y el lugar donde yo estuve porque fue terrible. Digo “yo estuve aquí”. Fue una bendición poder reconocer el lugar donde estuvo mi pieza apoyada.
Cuando miré alrededor, la cantidad de cráteres que habían, los pozos que quedaron alrededor… Tuve un suboficial, Luna, que él en algún videito muy breve, “La Última Pieza”, que está en Youtube, dura 3 o 4 minutos, él menciona que por las características de nuestra unidad podría haber desaparecido toda.
Ese fue el trabajo que nosotros hicimos desde que llegamos, desde el 23 de abril, hasta el desenlace. Desde el 11 al 14 de junio que fue el mayor combate, tuvo la posibilidad de tener el resguardo por todo el trabajo que hicimos previamente en el suelo.
Nosotros estuvimos un trabajo constante diario de mimetización y la preparación de cada cañón. Visto desde arriba, nuestros cañones eran difíciles de localizar porque debido a las inclemencias del tiempo nuestras primeras posiciones se inundaron.
Ahí, a sugerencia del Teniente Coronel, lo que hicimos fue una especie de iglú con tachos de 200 litros y con chapas que habían quedado de la vieja pista y nuestras posiciones copiaban el relieve lo que es la tierra. Entonces era difícil de localizar. Nuestras posiciones hicieron que afortunadamente nuestras bajas sean pocas.
Aprovecho como siempre que tengo oportunidad para recordar a nuestros 3 caídos Pizarro, Romero y Vallejos. Y más en estos días que nuestras emociones están a flor de piel.
LM: Con respecto a lo que contás de los británicos que muchas veces destacan más el valor argentino que los propios documentos oficiales de nuestro país. Eso da bronca por esto de la desmalvinización. También reconocemos que los británicos han declarado el secreto de estado respecto de cuántas bajas tuvieron. ¿Por qué pensás que hicieron eso?
RP: Estoy absolutamente convencido de que las bajas fueron más. Es incomprobable de mi parte, pero la artillería, como la antiaérea que era la 601 que era la que teníamos arriba, no paró de tirar en ningún momento.
Con los compañeros que tuve la oportunidad de hablar, del Regimiento 7, del BIM 5, del RI 12, cuentan que ellos hicieron blanco directo en más de una oportunidad. Con lo cual es muy difícil probar la cantidad de caídos. Es absolutamente improbable.
LM: Como también la edad de los combatientes es siempre “son chicos”. En términos etarios. En la época de las invasiones inglesas tenían 16 y 14 años los pibes que defendieron, los que andaban con Güemes haciendo tole tole, ¡y cómo combatieron esos muchachos! Antes del ´82, el Gaucho Rivero… uno piensa en la historia argentina y este bravo pueblo por algo fue temerario para los piratas.
RP: 27 años tenía el Gaucho Rivero. El primer gremialista de nuestra historia.
LM: Se peleaba por las condiciones de trabajo allí en Malvinas…
RP: Exactamente. Es muy poco reconocido en nuestra historia. Para mí es un doble desafío. Tengo que terminar mi tesis en la UNA y elegí justamente el tema del Gaucho Rivero. Cada vez que leo algo acerca del Gaucho Rivero veo esta controversia en la historia, esta dualidad. Si para la academia fue un tipo despreciable y como pueblo nosotros jamás lo pudimos reconocer porque desconocemos parte de nuestra historia. Es complejo, pero es la tarea que nos queda.
LM: El Gaucho Rivero estaba en los billetes.
JN: Estaba junto a una imagen de los ex combatientes, de los soldados y del Crucero que también es muy importante ambas. Era un muy buen billete. Vuelvo a 1982, hubo un día que te fuiste a buscar comida y te sancionaron.
RP: Cuando les cuento a los chicos en la escuela, les digo que no me fui de shopping. Me fui a buscar comida porque no había, y teníamos el dato de que en algunas casas de los kelper, por las características, había una bodega que tenía comida.
Antes de irme y dejar a mis compañeros sin una persona en la pieza, por si había un combate hablé con quien era mi jefe en ese momento, el sargento Castro, y le dije que no iba a tardar mucho tiempo. Que mi misión iba a ser rápida pero que valía la pena porque necesitábamos traer alguna que otra provisión.
De eso rescato dos cosas, la primera es que me encontré con un compañero de la infancia del colegio, Ricardo Retamar, que estaba haciendo exactamente lo mismo, pero había llegado antes a la misma casa. Esa es la primera y la más agradable.
LM: Para recordar la anécdota: vos entras a la bodega que estaba adentro de una casa…
RP: Era una especie de habitación pegada a la cocina. Cuando estoy llegando a ese lugar veo que me apunta alguien y ahí es cuando nos sacamos la gorra y todo. Me dice “sos Ricardo, ¿qué haces acá?”. Habíamos estudiado juntos en la escuela de Avellaneda, él se había ido a vivir a Lomas, nos habíamos desencontrado y tuvimos una breve charla.
Él es 62 y 63, estábamos haciendo el servicio militar en la misma unidad, pero nunca nos habíamos cruzado en el regimiento. Nos encontramos allá y a partir de ahí después laburamos 35 años juntos. Compartimos espacio en el libro que APSEE nos dio la posibilidad de escribir y hace 40 años que con Carlos venimos dando charlas donde nos llamen. Antes era en los colegios, pero ahora donde nos llaman vamos.
La otra parte fue que me enganchó la policía militar y la justicia militar determinaba que había que tener algún tipo de castigo. A mí me determinan que tenía que pasar 4 días de calabozo de campaña. De los cuales cumplí 2 nada más porque el combate requería que yo estuviese en mi posición.
LM: ¿Qué fecha fue eso?
RP: Tiene que haber sido en los primeros días de junio. No lo recuerdo exactamente.
JN: ¿En qué consistía la prisión de campaña?
RP: La prisión de campaña consistía en pasar el día, las 24 horas, debajo de un piloto. Algunos le llamaban estar estaqueado. Estar estaqueado sería estar atado de pies y manos, pero no fue mi caso. Las estacas estaban puestas para que esté tenso el piloto, y uno tenía que dormir debajo de eso.
La primera noche salí de ahí abajo con 20 centímetros de nieve porque fue uno de los días que más nevó. Creo que estuve vivo porque mis compañeros que se quedaron con el botín me traían permanentemente algo caliente.
JN: Fue algo duro lo que pasaste, ¿no tenés rencor sobre eso?
RP: No, no tengo rencor. Por varios motivos, primero porque hice un enorme proceso de análisis respecto de esto y sí, desobedecí una orden. Como soldado, no cumplí con lo que tenía que cumplir, que era quedarme ahí. No dejé a mi pieza de artillería sin la persona, porque otro me cubría, pero no hice lo correcto.
Tuve la oportunidad de hablar con quien me ordenó la pena y ahí si me revolvió un poco la tripas. Estuve 28 años con esa carga. Hoy por hoy no vale la pena siquiera mencionarlo porque es un miserable como tantos. Hubo gente que estuvo a la altura de la circunstancias y otras no.
En el caso de esta persona, cuando quise hablar muchos años después, él dijo que “lo volvería a hacer porque la doctrina militar lo ordenaba de esa manera”. Pensaba que quizás iba a tener un espacio de reflexión, o que hoy pensaría distinto. Pero no fue así. Me lo crucé la semana pasada en el regimiento. Cuando voy a los regimientos me saludo con muchísima gente, pero a tipos como estos están un rato y se van porque no se pueden bancar ni siquiera la mirada.
Hubo gente que estuvo a la altura de la circunstancias y otra que no
LM: Él se juega, por un lado, el código militar, las reglas que tienen que ver con el desarrollo de la guerra, con la disciplina y, por el otro lado, también con una Fuerzas Armadas que habían ido improvisando a la guerra.
RP: El tema es que nuestro Ejército tiene una larga historia de hipótesis de conflicto interno. A la hora de hablar de una hipótesis de conflictos con otros países que están a la altura de otros tipos de guerra es totalmente distinto. Nosotros fuimos a Malvinas con la misma gente que se formó en la Escuela de las Américas con una política o con la hipótesis de conflicto interno.
Nosotros fuimos a Malvinas con la misma gente que se formó en la Escuela de las Américas con una política o con la hipótesis de conflicto interno
LM: La semana pasada vino un piloto que contó que nunca habían volado en el mar. Siempre en el continente porque la hipótesis era la guerrilla. No era el colonialismo inglés que estaba implantado desde 1833 en el Atlántico Sur. O también Chile.
RP: No es una frase de manual ni mucho menos, pero estoy absolutamente orgulloso de haber vestido el uniforme militar y pertenecer al Ejército Argentino. Y absolutamente me despego de todo lo que tiene que ver con el Proceso. Para ellos les fue muy fácil patear la puerta de una familia porque pensaban distinto. O meterle una rata en la vagina a una mujer. Pero yo vi más de uno que se vanagloriaba en la instrucción diciendo ese tipo de cosas en una situación totalmente distinta en Malvinas. Pero bueno, eso queda en nosotros.
LM: La historia los juzgará y los ha juzgado. La vuelta, ¿cómo fue?
RP: El regreso fue duro porque en lo personal siempre digo que soy un bendecido. Tuve una familia que me esperaba. Mi viejo, mis hermanos y la esposa de mi viejo. Alguien me hizo llegar cartas. Recibí varias cartas estando en Malvinas y eso me daba un horizonte de que aquí alguien me esperaba.
La parte más compleja fue la inserción laboral. También fui bendecido en eso porque tuve la oportunidad en aquella época, que creo que es la única cosa que hizo positiva el gobierno militar, que fue darnos la posibilidad de ingresar a las empresas del Estado.
Para aquel entonces las empresas de servicios estaban en manos del Estado como la telefonía, la electricidad, el agua y el gas. Yo entré el SEGBA. Para mi fue, y lo digo en el libro, cuando el Tano Lamberto, que era el encargado de canalización me dice “pibe, ¿tenés vieja, tenés madre?”. Y mi mamá había muerto. “Bueno, ahora tenés una nueva madre se llama SEGBA”.
Yo entendí con el tiempo lo que era la gran familia de Luz y Fuerza, la gran familia que nos daba la posibilidad de tener un lugar de laburo donde no nos cuestionaban, donde gracias a mis compañeros de trabajo terminé el secundario, donde tuve compañeros que en ningún momento nos juzgaban como “los loquitos de la guerra”. Éramos un laburante más, teníamos que cumplir el horario de laburo, las obligaciones y todo lo demás.
LM: “Malvinas de héroes y trabajadores. Nuestra historia contada por veteranos”. Un hermoso libro de APSEE que está prologado por Carlos Minucci, titular del sindicato, y dónde está tu testimonio. ¿Cómo fue la privatización, si SEGBA era la madre? La rendición fue con Cavallo y Menem.
RP: Sí, estoy de acuerdo. Paradójicamente vos me mencionas la privatización que fue administrada por chilenos. Imagínense lo que era trabajar con jefes chilenos para los veteranos. Fue duro porque ellos vinieron con toda la impronta de achicar la empresa, y como todo poder genera un contrapoder nosotros formamos una comisión. Y fuimos a hablar con la máxima autoridad, que fue el gerente de personal y le dijimos “nosotros entramos a una empresa del Estado por el beneficio de ser veteranos de guerra, y esto es algo inclaudicable. Con lo cual no nos tenes que tocar”.
LM: ¿De cuántos laburantes estamos hablando?
RP: Nosotros entramos 279 a SEGBA, después la empresa se dividió en ocho empresas. En Edesur quedamos 36. Otros fueron EDELAP, EDENOR y algunas centrales. Algunos se fueron retirando porque hubo compañeros que no resistieron el laburo.
Paradigmáticamente tuvimos un trucho, cuando lo descubrimos lo sacamos de nuestras listas. El grueso nos jubilamos hace cuatro o cinco años. Quedan algunos compañeros que por ahí están en el gremio.
Fue muy duro porque había que bancarse tener gente que tenía otra mirada. A parte, inclusive hasta desde el punto de vista eléctrico. Chilectra manejaba una empresa que tenía un radio de Avellaneda. Y aquí pasaron a manejar una empresa que tenía desde la avenida Córdoba hasta La Plata y desde el Río de la Plata hasta Lomas.
- Entrevista realizada por Lucas Molinari y Juan Natalizio en Malvinas, 40 Historias (Martes de 14:00 a 15:00)
- Desgrabado con la colaboración de Carolina Ocampo
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