El veterano de Malvinas Vicente José Bruno, que participó en el Regimiento de Batería 7 “Coronel Conde” de la Plata, dialogó con Radio Gráfica en el marco del ciclo de entrevistas que se realiza en el programa “Malvinas, 40 historias” que involucra, en 40 episodios que se transmiten los martes de 14 a 15 hs. por la FM 89.3, la voz de veteranas y veteranos con motivo de cumplirse este año 4 décadas de la Guerra de Malvinas.
Sus compañeros, el suboficial Baldini y la batalla de Monte Longdon, donde junto a 70 compañeros eran primera línea de combate; son algunos de los trazos en el diálogo con Lucas Molinari y Juan Natalizio.
Lucas Molinari: Cuando te tocó ir a Malvinas venías de haber transitado por la escuela técnica que está en el Astillero.
Vicente José Bruno: Sí. Venía de mal en peor y mi viejo me puso a estudiar ahí. Me recibí de mecánico montador naval. Tuve la suerte de terminar mis estudios y poder trabajar en mi segunda casa, porque la verdad que el Astillero para todos los trabajadores es su segundo hogar.
LM: Sos clase 62, o sea que cuando llegaste a las islas ya estabas con 20 años.
VJB: Sí, yo el 2 de abril cumplí los 20 años. Fui con 20 años ya cumplidos. Uno de los mitos de los chicos de 18, la mayoría éramos de 19 y 20.
LM: “Los chicos de la guerra…”
VJB: Cuánto mito, porque todo el mundo habla del frío, del hambre, pero no habla de las cosas buenas que se hicieron. A Malvinas lo estudié matemáticamente, y salió casi con un empate técnico contra la segunda potencia mundial, apoyada por la primera y por los traidores de los chilenos.
Si hago una cuenta rápida, se dice que se murieron 649, a eso le tenés que restar 17 que murieron en el sur, son 632. A los 632 le descontas los 323 con ese asesinato que cometió el Reino Unido con el General Belgrano que fue fuera de las 200 millas, te quedan 309. De esos 309 le podemos seguir descontando algunos más, pero 309 contra 255 me parece que es un empate técnico.
Con las condiciones en la que fuimos, con una guerra que se armó de un día para el otro, sin haber llevado todo el material que se tenía que haber llevado, y creo que para mí es un empate técnico y me siento orgulloso de lo que hizo Argentina.
Juan Natalizio: Nos habías adelantado que hiciste el servicio militar obligatorio durante 1981, te dejan de baja en noviembre y te convocan. ¿Cómo recibiste la noticia de la convocatoria? ¿Cómo fue ir a Malvinas?
VJB: Antes me gustaría contar que en los ocho meses que tuve de conscripción tuve unos 200 días de instrucción en el campo, porque mucha gente también dice que fuimos sin instrucción, que nunca habíamos visto un arma, y no es así. Al menos, mi regimiento tuvo 200 días de instrucción.
Era el 2 de abril, me levanté contento festejando mi cumpleaños, pero más festejaba la recuperación de las islas que siempre se habló en la escuela, pero uno nunca tomaba dimensión de lo que era. Pero por otro lado pensaba que ellos te dicen lo de la primera licencia, pero no te dicen que es la baja ya definitiva.
El 9 de abril, a las 4:30 de la mañana, apareció la policía en mi casa, trayéndome la cédula y que la convocatoria era el 9 a las 12 del mediodía. Tenía que hacerme presente en el regimiento. Mi papá me llevó. A medida que mi viejo iba con el auto yo iba mirando la calle, los negocios y la gente como despidiéndome, porque no sabía si iba a volver.
LM: De Policía la Berisso, ¿no? Vos siempre viviste en Berisso.
VJB: Sí. Una vez que llegamos al Regimiento salió un Cabo y dijo “bajá, no hay problema. Nosotros no vamos a ir a Malvinas. Vamos a ir al sur nada más”.
Ya más tranquilo, mi familia más tranquila, entramos, nos dieron la ropa, nos dieron el armamento, pero cuando nos dieron la ropa dije: ¿dónde vamos? El 13 de abril aparecieron unos micros, empezamos a subir, sube el segundo Jefe y a medida que iba llenando los micros, nos decía “bueno, mañana nos vemos en Malvinas”.
LM: Cuando escuchaste eso, ¿qué sensación tuviste?
VJB: La verdad que en ese momento éramos adolescentes y no tomamos conciencia de lo que estaba sucediendo. No tenía miedo o no sabía lo que podía pasar, no tenía conciencia.
Cómo será la cosa que salimos, llegamos a El Palomar, de ahí en avión a Río Gallegos, y de Río Gallegos en otro avión a Malvinas. No pudimos aterrizar porque se había cruzado un avión en la pista. Volvimos e hicimos noche en Río Gallegos y mi papá me había dado plata, tenía plata en el bolsillo. Me compré 4 atados de cigarrillos y un topolín. Me quedé con plata en el bolsillo pensando que después iba a estar la cantina allá en Malvinas. Eso para que entiendan un poco lo que nosotros pensábamos en ese momento.
Llegamos a Malvinas el día 15, lo primero que hice fue arrodillarme, besar el suelo argentino, y ahí estábamos cargados con los bolsos, con el portaequipo, la ametralladora, la bolsa de rancho, todo los implementos militares.
Empezamos a caminar, alrededor de 8 kilómetros para llegar al pueblo, cosa que se hacía difícil. Por suerte apareció un camión y el subteniente Baldini lo paró e hizo meter todos los bolsos arriba. Llegamos al pueblo casi de noche. Nos tiraron a un costado del camino, al lado de un corral de ovejas, y ahí pasamos la noche. Medio lloviznaba, nos acurrucamos como pudimos y al otro día nos levantamos, nos dieron el destino, Monte Longdon, que está a 14 kilómetros del pueblo. Baldini dijo que a la compañía B le tocó el peor lugar. Fue así.
LM: ¿Por qué el peor lugar?
VJB: Porque éramos la primera línea. Una vez que los ingleses llegaran, éramos los primeros que nos íbamos a enfrentar con el enemigo. Así fue. En la primera sección estábamos nosotros. Hubo compañeros que estaban en la segunda y en la tercera sección estaban un poquito más atrás, pero éramos la primera línea de defensa.
JN: Antes de meternos en lo que fue ese combate en el que participaron ustedes, hay un día que ustedes los combatientes de Malvinas en las islas que los marca, que es el 1º de Mayo cuando empiezan los combates.
VJB: Sí. Hasta ahí para nosotros era como una aventura más, como una instrucción más. El 1º de mayo, por lo menos a mí, me hizo un click y dije “estamos en una guerra”. Ahí empezó a cambiar un poco el ánimo de cada uno.
Si bien estábamos haciendo una posición mas o menos, nos empezamos a reforzar, a tener más cuidado. Después, a partir del 1º de Mayo eran todos los días bombardeos, así que como se podía había que traer material desde la huella y llevarlo hasta arriba del Monte Londgon.
JN: ¿Qué quiere decir la huella?
VJB: La huella, yo volví en el 2012 a Malvinas y todavía está. No hay un camino hasta el Monte Longdon. Es una huella de piedras y agua en la que van y vienen camiones, pero un auto es imposible. Por ahí se traían los víveres también.
A partir del 1º de Mayo con los bombardeos, la aviación inglesa, mas los helicópteros que andaban, siempre el traslado de alimentos se complicó. También, se complicó el traslado de munición. Después de eso la pasamos más difícil que otros, pero bueno, ahí estábamos por la Patria y ahí no se veía hambre ni frío. Si bien uno quería comer bien, pero no importa eso. Ahí estábamos para otra cosa.
Siempre digo que nosotros somos como los perros, estamos acostumbrados a todo, si te dan una vez por día de comer, te acostumbras una vez por día de comer; si te dan dos, te acostumbras a dos. Ahí en seguida nos acostumbramos todos. Hay gente que por supuesto la sufrió más que uno por ahí, porque venía de otro nivel social.
JN: Vos remarcaste bien que sentías que estabas preparado.
VJB: Hubo un poco de todo. Pero a mí lo que más me llama la atención es la gente que desmalviniza, porque hoy en día el general Thompson en su libro dice que estuvo a punto de bajar al regimiento de paracaidistas porque esos adolescentes disfrazados de soldados estaban teniendo muchas bajas.
LM: El mismo título dice “no fue un picnic”. Al contrario, ¿no?
VJB: Por ahí cruzas la Argentina y te dicen pobrecito tenían hambre, frío. ¿Qué “pobrecito”? Pobrecito nada. Yo fui a rendir mi Patria.
LM: Cuando uno analiza el Cruce de Los Andes, costó muchas vidas, fue difícil, pero uno no dice pobrecito San Martín, porque ahí se ganó. Hay una cuestión derrotista que se generó después de la Guerra para explicar lo que había pasado en las Islas. Quizás sucede en cierta cultura oficial, no en la cuestión popular, porque siempre remarcamos con Juan Natalizio que vayas donde vayas en la República Argentina hay una identidad malvinera que late.
VJB: A mí este año me ha tocado ir al interior y he ido también a otras provincias a dar charlas, y la verdad que se siente otra cosa. Se siente que ahí sí vieron a la guerra y la vieron con buenos ojos. En cambio, el porteño no. El porteño está con eso de pobrecitos, y todo lo demás.
Cuando bajamos nosotros, que volvimos, bajamos en Puerto Madryn, que fue el famoso día que se quedaron sin pan, ahí vos te das cuenta que realmente los argentinos vivieron una guerra. Cuando nosotros llegamos a Buenos Aires no lo podía creer. Jugaba la selección, el Mundial, boliches abiertos en todos lados, la gente que seguía de joda como si nada hubiese pasado.
La verdad que me molestó. A mí me molestó porque uno estaba allá dando la vida y venir acá, ver todo eso y decir: ¿en qué país estoy viviendo?
JN: En esa línea, si volvemos a lo que era el Conflicto, Vicente José Bruno era soldado en 1982 del Regimiento de Infantería 7, ustedes, como vos habías dicho, estaban destinados a Monte Longdon, y esos son los combates más cruentos, los de ustedes.
VJB: Antes de que lleguemos a eso, te quería contar algo: nuestro jefe era el Subteniente Baldini, un tipo muy militar, un tipo muy derecho, que le gustaba las cosas como corresponden. No le gustaba que le vayan por detrás. En el Regimiento era un tipo muy duro, en el sentido de que te tenía al jaque todo el día, pero para que aprendas y para bien. No por maldad.
En Malvinas demostró totalmente lo contrario. Fue una persona muy humana. Todos los días recorría la posición. Todos los días te incentivaba para que tengas el arma en condiciones porque había soldados que no le daban bolilla. El arma siempre tenía que estar limpia.
El día 25 de Mayo, un día muy especial para los argentinos, nos formó a toda la Compañía dentro de la famosa olla de Baldini. Nos formó en un cuadrado de soldados, y en un mástil improvisado, el soldado Gustavo Córdoba levantó la bandera y cantamos el Himno Nacional, y nos sorprendió con un cuarto de jarro de chocolate caliente.
Eso, la verdad que además de levantar el ánimo a todo el personal, a mí en lo particular me hizo dar cuenta de que era un padre para mí. A pesar que tenía 3 años más que nosotros nada más. Y había que estar en los zapatos de él con 3 años más y con 70 soldados a cargo.
Otra de las cosas que quería destacar es que unos días antes del 11 de junio, lo encontramos a Baldini con los pies al sol. Te puedo asegurar que eran negros y quemados por el frío, y hasta carne viva tenía, no entiendo como ese hombre caminaba. Fuimos con el soldado Néstor Flores a hablar con él y le dijimos “señor teniente, usted no puede estar así”. Él nos dijo: “yo vine con ustedes, me voy con ustedes o me voy donde Dios diga”. Así fue. Dejó la vida por la patria.
Hoy no está reconocido a nivel militar. Hoy te hablan de Gómez Centurión, de (Edgardo) Esteban, te hablan de un montón de gente, pero de Baldini no te habla nadie. Creo que hay que hablar y mucho de él. Por todo lo que hizo por nuestro país y por nosotros que estuvimos con él.
LM: Es un tema a remarcar porque a veces se engloba a todos los oficiales con el tema de los estaqueos. Acá siempre remarcamos como premisa que hay miles de historias. Uno no desconoce que pudieron haber malos oficiales, pero vos remarcas una historia que no está siendo reconocida y que eso es doloroso.
VJB: Te digo la verdad, Baldini estaqueó gente, gente no, yo vi uno, lo agarró tres veces durmiendo en la guardia. La segunda vez que lo agarró le dijo “la próxima te pego un tiro en la cabeza”. Lo agarró por tercera vez, lo tiró al piso, no te estaqueaba, no era que te ataban con un alambre y una soga, te tiraban al piso, te tiraban una frazada arriba y te dejaban cuatro o cinco horas ahí para que hagas caso.
Por ahí hay gente que va a decir que no tendría que haber hecho eso, pero ese tipo se durmió tres días en una guardia y atrás de él éramos 70. Ese tipo estaba de guardia para cuidarnos a nosotros. De última, si tenía sueño hubiese dicho “mire Subteniente, me pude cambiar o cambiar la guardia con otro compañero”. Creo que está más que justificado.
Cuando hablan de todos los militares, y meten a todos en la misma bolsa, esa es la costumbre que tiene el Cecim de La Plata, siempre digo que hay que hablar con nombre y apellido, porque no todos hicieron lo mismo. Es como que yo diga que toda la policía es corrupta. Hay policías que todos los días se juegan la vida por los demás.
LM: Después hay una discusión de si eso tiene que ser considerado delito de lesa humanidad cuando se estaba dando una guerra.
JN: Hay toda una historia que muchas veces se cree y una cuestión que hay que empezar a discutir también sobre que los oficiales los estaqueaban solamente porque eran soldados. ¿Eso estás planteando?
VJB: Es así. De hecho, antiguamente teníamos otros códigos. Hoy los códigos están en los alimentos nada más. Pero si tenías un arma en la mano y el oficial te estaqueaba, pegá un tiro y quién te iba a decir algo. Nadie. Pero no estaba en el ánimo de ninguno de los soldados meterle un tiro a tu oficial si te estaqueaba, pero es un tema muy largo, muy difícil…
JN: Si nos vamos a lo que es el combate en Monte Longdon en lo particular, porque además vos estabas justamente como apuntador de MAG, ¿cómo fue ese combate?
VJB: El 11 de junio… te aclaro que el apuntador de MAG tiene un ayudante que lleva la fuste y otro ayudante que es el que carga las bandas, el que llevaba la fuste, o sea el ayudante del apuntador, lo habían sacado, era mi amigo Fabián Caballero, de mi pozo, y lo pasaron con unos misiles Cobra que habían llegado unos días antes. Yo quedé solo con el Sánchez, que era el que cargaba las bandas.
Justamente estaba él de guardia cuando entra al pozo y me dice “Tano, salí que llegaron los ingleses”. En seguida me puse el casco, ya el ultimo día dormíamos vestidos porque sabíamos que el ataque iba a ser inminente. Me puse el casco y empecé a tirar para adelante. No me preguntes para dónde, lo único que sé es que tiraba para adelante, de izquierda a derecha, o de derecha a izquierda, de arriba abajo, que es lo que te permite hacer la MAG, porque no podía sacar la cabeza afuera porque eran bombazos, tiros y bengalas por todos lados, imposible sacar la cabeza.
En una se traba la MAG, después de haber tirado unas ocho o nueve bandas, cada banda tiene unos 50 tiros. Viene el Subteniente Baldini a cagarme a pedos para que siga tirando. Se para, para querer sacar el cerrojo, y le alcanzó un tiro en el abdomen. Cae herido, y me dice “Bruno, de acá no te vas hasta no terminar todos los tiros que tenés”. Se va corriendo para la cima de la montaña. Al otro día lo encontramos muerto. Por suerte pudimos reparar la MAG, la volvimos a armar, seguimos tirando, no se cuánto, no me preguntes qué tiempo tuvimos, porque la verdad no recuerdo.
Tuvimos que replegar a la segunda olla, pero tuvimos que bajar por donde subían los ingleses, ahí los encontramos a cinco compañeros, cruzamos la montaña del otro lado donde yo tenía un FAP en mi posición. Después de muchos años me enteré que era de Medina, que se lo había olvidado en mi posición. Y nos hicimos fuertes detrás de unas piedras, y ahí estábamos mirando que venían los tipos tirando bombazos, pero barriendo en zona. Tiraban tres bombas y la cuarta volvía a la segunda, y así iban barriendo en zona.
Después aparece una bomba de otro lado, no sé de dónde apareció. Nos alcanzó a mí, a Tatu y Fernández, y nos entierra entre piedras y tierra. A Rito le parte la pierna en dos y a otro le entró una esquirla en el casco y le abrió la cabeza. Como pudimos lo vendamos, le pusimos el casco bien, le pusimos todo dentro. Al Rito le pusimos un palo con unas vendas atadas, y entre los cinco estábamos ahí, nos íbamos turnando.
Fuimos bajando hasta llegar a la huella donde había un camión que era de la Cruz Roja. Cuando íbamos bajando había un Suboficial que era de Caballería, y la misma bomba lo había cortado al medio, y el otro Suboficial que estaba con él nos dijo que dejáramos los heridos y que volviéramos.
Los dejamos, volvimos, nos llevaron arrastrando hacia el puesto comando donde estaba el Segundo Jefe de Regimiento, y ahí nos encontramos con Castañeda, que era un Teniente de la Compañía C, que venía junto con 40 soldados más o menos, junto con el Cabo Primero Arribas, Cabo Mamani, y se armaron tres o cuatro grupos para volver a recuperar la olla de Baldini.
A nosotros nos tocó del lado noroeste, del lado del Río Murrell, y empezamos a ir para adelante tirando como locos. Los fuimos llevando hacia atrás a tal punto que los llevamos hasta la punta de la olla. Yo me topé con un muerto inglés, y escuché hablar inglés a 20 o 30 metros arriba. Había dos ingleses y yo los veía cuando tiraron las bengalas. Deseaba que se apaguen esas bengalas porque si me veían iba a ser boleta.
Me tire arriba del inglés, no sé cuánto tiempo lo tuve arriba mío. Hoy en mi casa tengo el abrelata, la sal, los chocolates que le afané al inglés, pero tuve la suerte de volver a la MAG. Cuando entro a la posición estaba el Teniente Primero Alberto Ramos, un correntino espectáculo de persona, que me dice “¿qué hace acá?”. Le digo, “¿qué hacés vos acá?”. Él no sabía del contraataque y me empezó a cargar banda. Di vuelta la MAG y empecé a tirar.
Eran mucho más grande el volumen de fuego de ellos, y el nuestro era cada vez menor. Cada vez era menos gente, muchos se tuvieron que ir para atrás y otra vez a replegarse. Llegamos, para todo esto eran las 7:30 de la mañana, se escuchaba una que otra escaramuza que para mí era muy poca…
LM: Fueron horas de combate.
VJB: Más o menos se calcula que hubo unas 12 horas de combate. Después caímos prisioneros. Vimos, lamentablemente, cuando arriaron la bandera argentina y subían la inglesa. Eso fue un gran dolor, no solamente para mí, creo que para todo el mundo. Después, nos metieron adentro de galpones, a nosotros nos tocó un lugar que era una cancha de basquet. Estuvimos esperando porque no sabían qué iban a hacer con nosotros.
Llegó el día 16 o el 15, nos suben al Canberra en unos lanchones y nos dijeron que no sabían si nos iban a llevar a Uruguay o a Argentina. Una noche nos hicieron apagar todas las luces y cerrar los ojos de buey porque decían que Galtieri quería bombardear con Argentina y todo adentro. Por suerte, una tarde nos sacaron a dar una vuelta por la cubierta y vimos que venía un barco argentino que era la Santísima Trinidad, y nos llevaron a Puerto Madryn.
Esto fue así. La verdad que una cosa es vivirlo y otra contarla a la Guerra, porque esas bengalas cada vez que se prendían vos veías gente corriendo para todos lados, llorando, gritando. El olor a humo, a sangre, la adrenalina que uno corre es imposible de explicarlo. Lo tenés que vivir para sentirlo.
Lo lamentable fue después, al otro día de que quedamos prisioneros, porque hubo que enterrar compañeros. Se complicó bastante en el estado de ánimo más que nada. Creo que lo que hicimos, no sé si estuvo bien o mal, pero me siento orgulloso de lo que hice, hice lo que pude, y tuve la suerte de que hoy dos compañeros míos están acá porque los bajamos con otros compañeros.
Creo que el pueblo argentino se tendría que sentir más que orgulloso de nosotros, porque le peleamos a la segunda potencia mundial y casi le sacamos un empate técnico. Más allá de que los números son vidas, pero hoy los tipos están usurpando no solamente el terreno, sino que están usurpando el mar y nos están sacando todo. No solamente eso, sino que se proyectan hacia la Antártida, y que sabemos que la próxima va a ser por el agua.
LM: Te pregunto por Astilleros Río Santiago, porque hay una identidad de lucha, los años ’90 fueron años difíciles también. Tu segunda casa, porque es también un lugar de resistencia, ¿no?
VJB: El Astillero no es solamente para mí, sino para todos, nuestro segundo hogar. Para nuestros padres, para nosotros que vinimos después y para nuestros hijos que están ahora. El Astillero siempre fue una empresa combativa. Hasta nos quisieron sacar los albatros de ahí adentro y no pudieron.
El Astillero Río Santiago se fundó en la época de Perón para la defensa nacional y para tener una flota mercante. Salió la Santísima Trinidad, salió la Libertad, salió el Cabo San Antonio. Te puedo nombrar mil barcos que participaron en la guerra y otros tantos barcos que son de línea marítima. Hoy nosotros pagamos fletes y todo, porque no tenemos barcos. No tenemos barcos de bandera argentina.
- Entrevista realizada por Lucas Molinari y Juan Natalizio en Malvinas, 40 Historias (martes de 14:00 a 15:00 horas)
- Desgrabación por Carolina Ocampo
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