Por Erika Eliana Cabezas
Año 1979. Joaquín Rodríguez Janssen era profesor de literatura española en un colegio secundario y tenía que explicar la obra de Miguel de Unamuno a sus estudiantes sin salirse de los márgenes establecidos. La tarea no resultaba para nada sencilla. Se trataba de un personaje controversial con un pensamiento político bastante zigzagueante. “Hay que poner en contexto”, le reclamaba sin cesar su alumno Sánchez, empujándolo a una situación límite y a la pregunta de qué hacer.
Tibio de Mariano Saba está atravesada por la duda. Pasado y presente, realidad y ficción se van entremezclando para contar la historia de un hombre que quiso, pero no pudo. “Esa superposición de capas, esas distintas líneas de relato que se van entrecruzando, es una de las cosas que más me gusta del material”, expresó Horacio Roca, quien se pone en la piel de Janssen cada domingo, para Radio Gráfica.
– ¿Cómo surgió la propuesta de la obra?
Mariano me había propuesto hacer un trabajo en torno a la figura, a algunas ideas de Unamuno, que es un personaje a quien él conoce mucho porque lo ha estudiado. Y quería volver sobre ese personaje desde el teatro. Le dije que sí, que avancemos. Se armó un material interesante con el cual empezamos a ensayar presencial en marzo del 2020, pero tuvimos un solo ensayo porque en el medio pasó la pandemia y se cerró todo. Empezamos a trabajar de manera virtual. Nos encontrábamos por Zoom una vez por semana. Nos vino muy bien, porque nos permitió una elaboración del material muy minuciosa. El material se fue complejizando, fueron apareciendo cosas. En el 2021, cuando fuimos a los ensayos presenciales, teníamos el 80 por ciento del trabajo hecho.
– La obra, además, tiene su complejidad. Son varias aristas las que se abordan: la vida de Janssen, las ideas de Unamuno, la dictadura cívico – militar
Esa es una de las cosas que más me gusta del material. Esa superposición de capas. Esas distintas líneas de relato que se van entrecruzando. Hay una metáfora en la obra con respecto a las pajaritas de papel sobre un texto de Unamuno. Él dice que cuánto más dobleces tiene una pajarita de papel, más carne adquiere. Esa complejidad es lo que le da riqueza al material. Está su aspecto personal, íntimo, con una novia que tuvo. Está la dimensión política, que atraviesa todo el material. El ambiente de época de la dictadura, que no es muy explícito, sino más bien un clima que envuelve. Está el conflicto interpersonal con ese alumno, la interacción con la clase, con algún otro personaje del colegio. El profesor de matemática, el regente, el rector. Algunas de esas capas no estaban en el material original con el que habíamos empezado a ensayar. Por ejemplo, toda la historia de él con esa mujer, con Beatriz, se desarrolló tardíamente y vino a enriquecer mucho. Esa es una de las características que más me gusta de la obra, que Mariano suele tener.
– El contexto era complejo, aún así, ¿se puede decir que Janssen fue un tibio?
Sí, lo fue. Pero lo fuimos todos, o lo somos todos en algún momento o en algún aspecto de nuestra vida. Creo que por eso pega la obra. Rodriguez Janssen expresa una característica humana que nos atraviesa a todos. Que tiene que ver con la duda, con la indecisión, con el temor a tomar decisiones, a quedar expuesto, a equivocarse, a las represalias. Y en un contexto represivo como el de la dictadura eso era muy común. Había que ser un héroe para no ser un tibio. Podías jugarte la vida, y entonces a veces era mejor mirar para otro lado o callarse. La presión en ese sentido era muy fuerte. El miedo es una cosa que empieza a estar en el aire. No hace falta que tengas a un tipo mirándote. Empieza a adueñarse de las conductas, sobre todo cuando es un período tan largo como fue ese. Me viene una imagen que es muy chiquita y que es muy representativa de eso. Cuando terminó la dictadura, estaba dando clases en el conservatorio, sería el año 83. A una cuadra de lo que hoy es la UNA, hay una plaza, que es la plaza Las Heras. Tenía una hora libre. Era un día divino de primavera y había un solcito bárbaro. Me desabroche un botón de la camisa, pero tenía ganas de sacarmela. Me di cuenta que lo que estaba haciendo era una acción incorporada por el miedo y me saqué la camisa. Pero no hubiera hecho eso seis meses antes. Sacarse la camisa en el banco de una plaza era un acto que no correspondía, una conducta sospechosa. El miedo se va metiendo en cosas insólitas, no solamente relacionadas con la actitud política. Y eso en la obra está bastante bien reflejado.
– Vos sos docente. En ese aspecto, ¿cómo te fue haciendo y cómo hiciste el personaje?
Soy docente de actuación, y no soy docente en un secundario ni estoy dando clases en esa época. Seguramente mi modo de dar la clase o de estar frente a un grupo hablando tendrá algo parecido a lo que estoy haciendo, pero todo lo demás no. No soy yo. El hecho de que sea un docente lo pone en un lugar de mucha exposición, es un trabajo muy expuesto, porque aunque él quiera es muy difícil escapar a las asociaciones de ideas dando literatura. Hay otro personaje en la obra, que es el profesor de matemática. Él vive con menos conflicto eso, además de que ideológicamente está parado en otro lado. Dice “nosotros, los de matemática la tenemos más fácil. Seno, coseno, tangente y a la lona. Nada de contexto, de doble sentido. No, números. En cambio las letras, donde hay una palabra hay un quiso decir y ahí estamos fritos”. Las universidades donde hubo más represión fueron filosofía y letras, sociología. Para la dictadura era un nido de subversivos porque se trabaja con ideas, y las ideas son peligrosas en un régimen dictatorial. El profe este pelea todo el tiempo por ir por una vía muy concreta, por no desviarse.
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