Por Agustín Lecchi *
Si uno ingresa a la redacción de Editorial Perfil, en el barrio de Barracas, piensa que está en una de las empresas de medios con más comodidades y derechos para ejercer el periodismo. Esa es al menos, la cara de la empresa que pretende mostrar su dueño a empresarios, dirigentes políticos y sindicales que lo visitan para ser entrevistados para las páginas de su diario. Cientos de pantallas iluminan un cuadrilátero gigante de más de mil metros cuadrados, rodeado por oficinas, un estudio de radio y otro de TV. Para llegar a esa redacción que es una de las más grandes del país hay que pasar por una sala de estar iluminada por una biblioteca digital con las publicaciones de la editorial y por un pequeño espacio histórico donde descansan hasta restos del muro de Berlín.
En su columna del último sábado, el empresario de medios Jorge Fontevecchia, dueño de Editorial Perfil, culpa a los sindicatos y la legislación laboral argentina por la falta de progreso en el país, por los niveles de pobreza y el ensanchamiento de la precarización laboral. Allí le reclama al gobierno anterior no haber impulsado una reforma laboral legislativa, algo que el macrismo deseó pero que no pudo llevar adelante por la correlación de fuerzas desfavorable y la lucha del movimiento sindical. Ahora Fontevecchia se consuela con reivindicar los programas de sectores marginales de la política como el de Florencio Randazzo, que busca llamar la atención con la vieja receta de destrozar los derechos laborales como supuesta fórmula para sacar el país adelante.
Para llegar a esa conclusión, Fontevecchia se vale de declaraciones de dirigentes, entre ellos de un debate legítimo que se dio en los últimos días al interior del oficialismo a partir de la propuesta de la UTEP de un salario básico universal para los sectores de la clase trabajadora precarizada, que hoy ronda el 50%. De este estado de situación crítico, que alcanzó su pico a partir de las políticas macristas y que en el marco de la pandemia no se revirtió, Fontevecchia saca la vieja conclusión de que el problema es la legislación laboral; quizá pretenda volver a los niveles de súper explotación del siglo XIX para resolver problemas del siglo XXI. En el mismo momento que ni mas ni menos que el presidente de los EEUU Joe Biden propone otorgar más presupuesto para ayuda social y reivindica el rol de los sindicatos.
Pero Fontevecchia, que en sus columnas del diario Perfil intenta mostrarse como defensor de los valores republicanos y democráticos, lo que pide llevar adelante por la vía legislativa ya lo impone de facto en su empresa, violando las leyes o los acuerdos en instituciones como el Ministerio de Trabajo. Por ejemplo, en los últimos cuatro años no pagó ningún aguinaldo en tiempo y forma y más de una vez pagó a sus empleados el salario fuera de los plazos legales, salarios que por otra parte en muchos casos están por debajo de los índices de pobreza. Es decir reclama que una reforma laboral legitime lo que él ya aplica de hecho por la vía de la fuerza.
Pero eso no es lo único: el mismo Fontevecchia que se queja de la injerencia estatal o del rol de los sindicatos por defender los derechos laborales básicos que él mismo viola como empleador, se aprovecha de todos los beneficios que otorga el Estado sin siquiera ajustarse a la ley. Desde que comenzó la pandemia Editorial Perfil pagó el salario durante ocho meses a través de los ATP (Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción), tres meses con Repro (Programa de Recuperación Productiva) y además cobró cuantiosas sumas en pauta publicitaria oficial y en impresión de cuadernillos del Ministerio de Educación de Nación. Aproximadamente el Estado invirtió en Perfil 500 millones de pesos, de los cuales los trabajadores y trabajadoras de la empresa no sólo no vieron nada sino que se empobrecieron aún más. Es una de las pocas empresas de la actividad que no mejoró la magra paritaria que la cámara del sector firma con un sindicato fantasma y sin representatividad, pagó los últimos aguinaldos en cuotas (y los pagó porque la asamblea junto a su Comisión Interna de SIPREBA y la Asamblea se movilizaron permanentemente) y expulsó de su empresa a decenas de periodistas por condenarlos a condiciones de pobreza total. Todos los lujos que ostenta en la redacción son una cáscara vacía que contrastan con el trato a la materia prima más elemental e importante de una empresa de medios: sus periodistas.
El problema del país no somos los trabajadores y nuestros sindicatos con los cuales defendemos los derechos básicos. Seguramente haya convenios y normas que puedan y deban ser reformadas a la luz de los avances tecnológicos y los cambios en la forma de producir y trabajar, pero nunca para resignar derechos sino para regular las nuevas funciones, porque lo que no se regula se impone por la vía de los hechos con la visión del más fuerte, que en una relación laboral siempre es el empleador. En los períodos en los que en la Argentina se otorgaron derechos a la clase trabajadora, el país vivió sus mejores momentos. Entonces, el problema, al revés de lo que sostiene Fontevecchia, no son los derechos o los sindicatos sino una clase empresaria totalmente parasitaria, que presiona a los gobiernos para vivir a costa del Estado y al margen de la ley, que no reinvierte en el país ni busca generar trabajo de calidad.
Lo que hay que discutir es cómo recaudar más para generar mas derechos y mejores condiciones de vida: una reforma tributaria, con un impuesto permanente a las grandes fortunas para redistribuir las riquezas (que la familia Fontevecchia se negaba a pagar por única vez), regulaciones a las plataformas multinacionales que desarrollan su actividad y obtienen ganancias en en el país, salario básico universal mientras se proyecta cómo generar empleo de calidad, reducción de la jornada laboral -como proponen legisladores y candidatos de extracción sindical como Roberto Pianelli, Hugo Yasky y Sergio Palazzo, como se discute en España y en distintas partes del mundo, trabajar menos para que trabajen todos, fijar precios para que los salarios no corran atrás de la inflación.
En pocas palabras, hay que discutir cómo reparten la torta los que se enriquecieron exponencialmente durante la pandemia, cuando millones murieron y millones se empobrecieron, y cómo, en los momentos de crecimiento no se la llevan toda los mismos cuatro o cinco de siempre. Los empresarios proponen generar mas pobreza y que el Estado redistribuya migajas y lo que hay que discutir es cómo redistribuir las ganancias que ya generamos los trabajadores.
(*) Dirigente del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA)
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