Por Leila Bitar*
A través de una serie de reuniones con actores de relevancia nucleados en el G7 y la OTAN, la administración demócrata buscó acomodar la agenda internacional en torno a un eje que ya venía trabajando su antecesor republicano; la limitación de la expansión de China en el hemisferio occidental. La reunión con Putin, también debe analizarse en éste sentido. Los acercamientos entre Rusia y China hacen un contrapeso en la correlación de fuerzas que Washington no está dispuesto a tolerar.
Grupo de los Siete
El domingo los mandatarios de Alemania, Italia, Francia, Estados Unidos, Canadá, Japón y Reino Unido, terminaron las reuniones desarrolladas en el marco del G7 – fue el primer encuentro presencial desde que inició la pandemia–. Desde la ciudad inglesa de Carbis Bay, los líderes del grupo abordaron temas vinculados a la vacunación contra el Covid-19, la crisis climática, el brexit y la relación con China. Éste último ítem es el de mayor relevancia para el gobierno de Biden, que no sólo sugirió que China no brindó la información necesaria a los expertos de la OMS para detectar los orígenes del covid, sino que además puso sobre la mesa un ambicioso proyecto de infraestructura para contrarrestar los planes del gigante asiático en occidente.
‘Build Back Better World’ (B3W), es un plan de infraestructura global que será financiado por el G7, aunque todavía no hay definiciones concretas sobre la cantidad de recursos que se destinarán para tal iniciativa. La apuesta es fortalecer la posición occidental y recuperar el terreno perdido ante el proyecto chino de la “Nueva Ruta de la Seda”, con el que China otorgó préstamos para promover el desarrollo de obras en Asia, África y Europa.
Biden declaró que el B3W será un “mecanismo de financiación transparente y basado en valores como la lucha contra el cambio climático, la salud, la tecnología digital y la equidad de género”, valores que según el presidente, son representados por las democracias de occidente. Para Biden, se trata de una competencia con los “gobiernos autócratas del mundo”. En ese sentido, los líderes también anunciaron que le exigirán a China que respete los derechos humanos de las minorías étnicas (especialmente de uigures en Xinjiang), y la autonomía de Hong Kong, ex colonia británica.
Si bien Estados Unidos busca reforzar la oposición al país que lidera Xi Jinping, Europa mantiene una actitud moderada y no considera que el crecimiento chino sea una amenaza grave. De hecho, el país asiático es el primer socio comercial de varios estados de la Unión Europea, entre ellos Alemania, cuyas firmas encuentran en China un mercado clave para su desarrollo y han crecido, inclusive en pandemia, gracias a éste intercambio.
Cumbre de la Alianza Atlántica
El 14 de junio en Bruselas, se dieron cita los 30 miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Después del impasse durante el gobierno de Trump – que tildó a la OTAN de obsoleta–, las relaciones entre Estados Unidos y Europa vuelve a afianzarse formalmente durante la cumbre. Biden, como se esperaba de un líder globalista, apuesta a una fuerte presencia militar en Europa que contenga a Rusia. Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN hace poco señaló ante la prensa: “China pronto tendrá la economía más grande del mundo, ya tiene el segundo mayor presupuesto de defensa, la armada más grande, están invirtiendo fuertemente en capacidades militares avanzadas, ¡pero no comparten nuestros valores!”. El noruego, que había catalogado de “peligroso” el encuentro de 2019 entre Putin y Xi Jinping declaró en ese entonces que la colaboración en lo político y militar entre China y Rusia era motivo de gran preocupación.
“Estoy seguro de que los líderes de la OTAN confirmarán nuestro enfoque de doble vía hacia Rusia: una defensa fuerte combinada con el diálogo”, explicó Stoltenberg el lunes pasado. La necesidad de definir límites y atenuar la tensión creciente con Rusia, es en parte, una decisión casi obligada, que apunta al mismo objetivo de siempre: contrarrestar la influencia de China en occidente.
La reunión probablemente más esperada del año, entre Biden y Putin, se coordinó desde Washington, luego de que el mandatario estadounidense declarara en una entrevista que su par ruso era un asesino. Fue después de los ciberataques al mayor oleoducto de EEUU, que terminaron con desabastecimiento y aumento de precios, que Biden decidió llamar a Putin para una reunión que limara asperezas.
En el comunicado publicado tras la cumbre, el organismo manifestó su preocupación por el crecimiento defensivo de China, que “está expandiendo rápidamente su arsenal nuclear con más ojivas y una mayor cantidad de sistemas de lanzamiento sofisticados para establecer una tríada nuclear. Es opaco en la implementación de su modernización militar y su estrategia de fusión civil-militar declarada públicamente. También está cooperando militarmente con Rusia, incluso mediante la participación en ejercicios rusos en el área euroatlántica”, detalla el documento.
Cumbre Rusia – EEUU: “No hay felicidad en la vida, solo hay destellos de ella”
Para resumir el encuentro con su homólogo estadounidense, Putin citó una frase del escritor ruso León Tolstoi: “En la vida no hay felicidad, es solo un espejismo en el horizonte. Así que apreciaremos eso”. Después de una reunión privada en Ginebra, ambos mandatarios dieron conferencias de prensa por separado, donde repasaron los temas abordados en el encuentro: ciberseguridad y armas nucleares, derechos humanos, la situación en el Ártico, Siria, Bielorrusia, y el intento de Ucrania de ingresar a la OTAN.
“Dejamos en claro que no íbamos a seguir tolerando esto (supuesta injerencia rusa en elecciones estadounidenses), y él sabe (Putin) que esto tiene consecuencias. Esto es importante para él y los líderes de las naciones grandes, su credibilidad en el mundo se erosiona”, sostuvo Biden, quien acto seguido remató: ¿Cómo nos vería el resto del mundo si EEUU interfiriera en elecciones?”.
Consultado por la situación de Alexei Navalni, el mandatario contestó que si él opositor ruso muere “las consecuencias serán devastadoras para Rusia”.
“Le dije (a Putin) que ningún presidente puede ser fiel a EEUU si no defiende valores democráticos, si no defiende los valores universales de los seres humanos, esa es la esencia de nuestro país, el tema de los derechos humanos siempre va a estar en la mesa, no es cuestión de ir detrás de Rusia”, aseguró. Cuestionado por la injerencia en asuntos internos en otros países –sobre todos aquellos con los que EEUU compite en materia económica– Biden se escudó bajo el argumento de que “a diferencia de Rusia, nosotros, somos el producto de un ideal. ¿Cómo puede el presidente de EEUU no hablar acerca de violaciones de derechos humanos?”.
Por su parte, Putin se encargó de desarmar la retórica de preocupación por los derechos humanos que asumen los demócratas: “Hablemos de Afganistán. Con un solo ataque mataban a 120 personas, hubo ataques con drones y helicópteros contra civiles en Irak. ¿Qué es esto? ¿Quiénes son los asesinos?”. “Hablemos de los derechos humanos, Guantánamo sigue funcionando contra todo tipo de derecho internacional y leyes estadounidenses. Las prisiones de la CIA creadas también en países europeos, ¿acaso son un ejemplo de derechos humanos?”, se preguntó el presidente.
Cuestionado por un periodista de la CNN, sobre el caso Navalni, Putin explicó: “Estados Unidos declaró a Rusia como su enemigo en el Congreso en 2017. Luego aparecieron declaraciones acerca de apoyar procesos democráticos en nuestro país. Pero si Rusia es un enemigo, ¿qué tipo de organizaciones va a apoyar EEUU en Rusia?”. “Se trata de organizaciones y personas que contribuyen a la realización de la política estadounidense en territorio de Rusia”, concluyó.
Una amistad peligrosa para Occidente
Más allá de las conferencias, cargadas de críticas cruzadas, los gobiernos acordaron el restablecimiento de relaciones diplomáticas con el regreso de los embajadores a sus respectivas capitales. También hubo algunos acuerdos en torno a las armas nucleares de Irán que preocupan a la administración norteamericana; Putin se mostró abierto en colaborar. La reconstrucción de Siria y Libia, también fueron cuestiones abordadas en la mesa de diálogo.
Los últimos acercamientos entre China y Rusia no pasaron desapercibidos por los aliados occidentales, y la reunión con Putin debe leerse en ésta clave; la iniciativa de Biden para mejorar la comunicación con el líder ruso, cuenta con el respaldo de la OTAN, en alerta por el expansionismo chino en materia militar y la buena relación entre las dos potencias “autocráticas”. En 2019, Putin y Xi Jinping se reunieron en San Petersburgo para consolidar acuerdos ambiciosos. El gasoducto Nord Stream 2, que cruza el Mar Báltico para llevar gas ruso a buena parte de Europa molestó a EEUU, tanto como el desarrollo de redes 5G de China. Durante ese encuentro, además se habló de “repensar el papel del dólar” como moneda internacional por tratarse de un “instrumento de presión” norteamericano.
Una amistad peligrosa, que hoy más que nunca, está en la mira del establishment global.
(*) Periodista de Radio Gráfica
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