Por Lautaro Fernández Elem (*)
Hay que tener paciencia y ajustar clavijas. Antes –o durante– llueven los insultos a quien redacta. Vamos a desarrollar el partido según nuestra visión. Un Scaloni fiel a sí mismo, en nombres, juego y… errores. “No me interesa la posesión si no es ofensiva” como la bandera que faltaba en los últimos años en esta gran Selección Argentina.
Fascículo I: aprender de los errores.
Una formación acertada. Pero los errores del once inicial de la fecha 7 de eliminatorias frente a los chilenos que Scaloni supo corregir en el armado previo al match en Colombia, los volvió a cometer.
Si bien imaginamos a Armani en el arco, fue un acierto la inclusión para afianzar a Emiliano Martínez que respondió conforme a las circunstancias –incluso atajando un penal–.
La noche más floja en Santiago del Estero frente a Vargas y Alexis Sánchez había sido la de Martínez Quarta, quien hoy fue titular; Tagliafico también había perdido sus espaldas y cometió los mismos errores; Otamendi sigue sin ser garantía no sólo en duelos sino también en fallas que hacen al resultado.
Lo mencionamos en los análisis de eliminatorias y aquí refrendamos: no son problemas de funcionamiento defensivo, sino errores puntuales que cuestan resultados.
Las ideas técnicas del argentino fueron acertadas durante todo el primer tiempo. Marcadores de punta abiertos en posición ofensiva, carrileros como Lo Celso y De Paul cerrados en los flancos de Paredes para ser ellos el primer pase y poder asistir a los laterales que volaban al ataque, así como asociarse con Lionel Messi para jugar de frente a la cancha.
La movilidad manifiesta y coordinada en tres cuartos de cancha se coronó con los excelentes movimientos de la aparición del año: Nico González generó y aprovechó todos los espacios de la defensa chilena, pero la deficiencia en la definición, es el gran debe. Argentina rompió la cerrada y férrea defensa trasandina. Faltó el gol.
Lionel Messi, como Lionel Messi. Excelso tiro libre y una referencia eterna y necesaria para la recepción y la resolución.
Fascículo II: el entretiempo.
Evidente charla técnica “a la uruguaya” de Lasarte a sus dirigidos. El flamante DT de la Roja ya había asomado un “tienen miedo” a sus dirigidos en el primer tiempo y les cambió la cara para enfrentar el segundo.
Se notó ese ímpetu y Argentina comenzó mal. Una recuperación de Chile y la salida rápida. Símil gol argentino versus Suiza en octavos de final 2014 con la recuperación de Palacio y la conducción de Messi. Martínez Quarta ausente totalmente en el cuadro, Otamendi una vez más no pudo y Tagliafico acertó para errar inmediatamente.
¿Puede suceder? Sí. “Una desgracia” puede suceder. Mal parado el equipo y un exceso de vehemencia al marcar.
Ahora bien. No debería pasar todos los partidos que un error puntual se pague en el tanteador.
¿Por qué el desorden? Porque desde el minuto 45’ Lionel Scaloni desdeñó el buen funcionamiento de su 4 – 3 – 3 y retrasó a Nico Gónzalez para posicionar un 4 – 4 – 2 pre scalonista.
Fascículo III: los cambios.
Luego del gol, consciente tanto de la necesidad de ir a buscar el resultado como de ordenar el medio campo para tal fin, cometió un grave error: como si desconfiara de su propia creación, ignoró que Leandro Paredes puede jugar sólo en el mediocampo y enviar a la carga Barracas. No así, tiró a la cancha a “un habilidoso encarador” como Exequiel Palacios. El tiro por la culata. Palacios no pudo pasar mitad de cancha porque debía esperar el contragolpe chileno; ante su desconocimiento de la posición, Rodrigo de Paul lo tuvo que auxiliar armando un virtual doble 5. Ergo. Lo que debió ser un cambio ofensivo terminó retrasando a dos jugadores, y obligando a que la distribución que hacía un sólo jugador (Paredes), necesitara de tres intérpretes (De Paul, Palacios, Di María).
El ingreso de Sergio Agüero fue una apuesta –que cualquiera haría– y es entendible, mas no lo es la salida de Nicolás González. ¿Y por qué, si no emboca una? Porque fue el único que encontró los espacios de la defensa rival. Cuando salió del campo, Argentina no volvió a encontrar esos blancos.
Ángel Di María no merece más que una breve línea que solo refrenda la evidencia de sus ostensibles errores de resolución. “Arranca como Di María y la termina como Villa”, guiñará algún xeneize.
Argentina debe sostener el rendimiento y sí, debe ganar el viernes. No sólo para no sufrir en la clasificación sino a riesgo de que las críticas sobre el resultado empiecen a hacer mella en las ideas del DT. Es humano y es argentino. El bombardeo mediático resultadista es un desafío para cualquiera, y más aún para un joven técnico que trabaja para fortalecer su espalda. Esperemos que la falta de definición de algunos delanteros no termine haciendo creer a los argentinos que hay que cambiar todo un sistema, como sucedió hace pocos años.
Argentina juega bien. A veces, muy bien. Hace honor a su historia y a sus nombres. Hace tres partidos que defiende su posición ganadora y realiza todo lo necesario para llevarse los 3 puntos. Un mediocampo fuerte, un ataque ágil y certero y una pujanza más que notable. Sin duda es el camino que lo llevará al/los título/s. Pero debe fallar menos. En el fútbol sudamericano, los errores se pagan caro.
(*) Conductor de Desde el Barrio / Sindical Federal.
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