Por Alejandro “Gitano” Ulloa
Durante 1968, a tono con una época donde el Mayo Francés y las movilizaciones de Tlatelolco en México mostraban los deseos de una juventud ardiente y llena de ilusiones revolucionarias, la Argentina templó los parches. Grandes huelgas en las obras de El Chocón en Neuquén, en la gráfica Fabril Financiera y en la destilería de YPF Ensenada sonaron como tambores de guerra y resistencia obrera. La ruptura de la CGT y la conformación de la CGT de los Argentinos facilitaban el inicio de la insurgencia obrera y popular donde los estudiantes fueron parte fundamental y necesaria.
La serie de sucesos que conformaron la explosión popular denominada “Rosariazo” se produjo en un clima áspero contra el gobierno militar, y culminó una escalada comenzada el 13 de mayo, en de Tucumán, donde los trabajadores del ingenio azucarero “Amalia” habían tomado las instalaciones en protesta por el impago de sus salarios. El 14 recorrieron Córdoba manifestaciones contra la supresión del descanso sabático; miles de obreros reunidos en asamblea en el Córdoba Sport Club se enfrentaron con la policía que pretendía reprimirlos, dejando 11 trabajadores heridos y 26 detenidos. Sin casualidad alguna, una revuelta obrera estalla en Villa Ocampo, al norte de Santa Fe, por el cierre de Ingenio Azucarero Arno. Unos 10.000 trabajadores movilizados fueron reprimidos por la policía en esa oportunidad, generando una batalla campal con decenas de heridos.
Mayo de 1969 fue el final anticipado de la dictadura de Juan Carlos Onganía. El Cordobazo del día 29 fue el punto más alto de una seguidilla de luchas obreras, estudiantiles y populares que exigían el fin de un gobierno de las clases dominantes que pretendió resolver la crisis de hegemonía abierta tras el derrocamiento de Juan Domingo Perón. El dictador había pretendido quedarse sin urgencias. Durante su gobierno desarrolló la teoría de la necesidad de atender primero el ‘tiempo económico’ para luego abordar el ‘tiempo social’ y el ‘tiempo político’. La “idea fuerza” era más concentración del capital, más entrega al imperialismo y el quiebre de la resistencia obrera y popular.
El 15 de mayo del ‘69 los estudiantes de Corrientes y Resistencia (Chaco) salieron a la lucha contra la privatización y el aumento del 500% en el precio de los tickets del comedor universitario. En Corrientes la movilización encontró un fuerte operativo policial que reprimió a la multitud con gases lacrimógenos y balas de plomo cerca del mediodía. Cae asesinado Juan José “Chelo” Cabral (22), estudiante de medicina de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE). Más de 30 heridos regaron de sangre las calles correntinas mientras los manifestantes se escondían en casas de vecinos.
La noticia corrió por todo el país y Rosario estalló de bronca: el 16 de mayo obreros y estudiantes salieron a las calles contra la represión en Corrientes y la dictadura militar de Onganía. Tras un acto relámpago del Centro de Estudiantes de Ciencias Económicas la policía persiguió y acorraló a un grupo en la Galería Melipal del centro rosarino, donde fue asesinado de un balazo en la frente Adolfo Bello (22) estudiante de economía.
Bello, Cabral, la lucha sigue igual
La indignación de la población lleva a que el 20 de mayo la Federación Universitaria de Rosario (FUR) decrete la huelga estudiantil. El miércoles 21 de mayo de 1969 se realiza una Marcha de Silencio en homenaje a Adolfo Bello, junto a la Confederación General del Trabajo (CGT). La represión policial y militar de la marcha produjo una sublevación generalizada conocida como Rosariazo.
Los estudiantes secundarios juegan un papel combativo tan notorio en su corta edad, que los llaman “los pirañas”. Las luchas habían perdido el carácter de espontáneas. Las barricadas se levantaron en cada esquina, con elementos sacados de las obras en construcción y entregados por los vecinos. Y se cruzaron automóviles para frenar el desplazamiento de los carros de asalto. Crece rápidamente el uso de las bombas molotovs y se tendieron alambres entre las columnas para frenar a la Montada. La policía provincial es desbordada y se retira para concentrarse en la Jefatura. La ciudad entera queda en manos del pueblo.
Los estudiantes y obreros, apoyados por el pueblo de la ciudad, levantaron barricadas, encendieron fuegos para disipar los gases y enfrentaron la represión, ocupando el rectorado de la Universidad.
Al día siguiente Rosario fue declarada bajo jurisdicción militar, y un plenario de 38 sindicatos de las CGT dispone una huelga general de repudio. Se realiza una masiva marcha de más de ochenta cuadras acompañando el féretro de Blanco, el joven obrero asesinado. Los diarios dicen: “Rosario vio pasar la columna fúnebre más imponente de su historia”.
La gran combatividad demostrada en las calles, y su grado de organización para enfrentar la violencia de la dictadura, junto a la unidad obrero-estudiantil del momento, marcaron el camino hacia un período de ascenso de las luchas populares en la Argentina.
Tardó mucho en ganar las portadas Rosario, postergado por la fulgurante Córdoba. La historia grande contiene y modifica los cuentos de aldea y las historias individuales de cada uno, es una derrota del olvido. El Rosariazo tuvo un efecto en cadena sobre un pueblo cansado de proscripciones, de planes económicos al gusto imperial, de una doble moral que se horrorizaba por las minifaldas de las chicas y cortaba el pelo largo de los chicos, mientras miraban a otro lado ante la cárcel sin motivo, la tortura y el asalto a las universidades. Vinieron el Mendozazo, El Rocazo, el Tucumanazo y un segundo Rosariazo obrero, en septiembre de 1969.
En la Argentina, la llegada del hombre a la Luna aportó menos a la pintura de la época que los “Azos” que se iniciaron en Rosario. Los protagonistas cambiaron su mirada hacia arriba para observar el horizonte, todo fue posible para aquella vanguardia de una generación.
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