Por Nehuén Gusmerotti *
Día de luto para el blues. Un 14 de mayo de 2016 se iba de este mundo B.B. King. El Rey del Blues falleció hace seis años mientras dormía en su casa de Las Vegas. Hacía poco tiempo habían comenzado las cancelaciones de sus shows por problemas de salud. Atrás quedó su última visita al país en 2010, lugar del mundo que amaba. Hoy lo vamos a recordar con algunas historias y mucha música. Un Rey que se bajaba seguido de su pedestal para referenciarse en sus colegas jóvenes, de quienes se nutrió para reconvertir su blues de la cuenca del Mississippi en un híbrido con tintes de jazz, rock, pop y rhythm and blues.
Algo de su historia en sus comienzos
Nació donde nació el blues: Mississippi. Obviamente en las condiciones de solapada esclavitud que se vivía a principios del siglo XX. Trabajó en las plantaciones de algodón, única salida para la gente de color en esos años. Parte de una familia diezmada, sus padres se separaron cuando tenía 5 años, su mamá murió poco tiempo después, terminó viviendo con su abuela. Comenzó como muchos otros, cantando en el coro góspel de la iglesia. Hasta que conoció el amor de seis cuerdas, a los 12 años tuvo su primera viola y ató su destino al blues. A las jornadas eternas en los campos de algodón como aparcero, le sumó tocadas nocturnas y un trabajo como disc-jockey de una radio de blues local. En este lugar nació su seudónimo, lo llamaban blues boy, lo que transformó tiempo después en el legendario B.B.
Algo a destacar, el blues nace con la idea del “Call and response” (Pregunta y respuesta) que se daba en los mencionados campos de algodón. Este fraseo fue explotado de forma sublime por King a lo largo de su carrera. B.B. hablaba con su guitarra, cuando tocaba no cantaba, cuando cantaba, la guitarra, Lucille, callaba. Tal era este fraseo que King jamás se dedicó a los acordes, todo su talento estaba abocado al fraseo. Además, al tener dedos gruesos, el slide no era una herramienta sencilla, por lo que adoptó el vibrato particular que daban mística a sus composiciones.
Lucille
Es imposible pensar en B.B. King y no pensar en Lucille, su amor de toda la vida. Esa Gibson negra “335” que era una extensión más de su cuerpo, o de su alma. Por Lucille B.B. estuvo a punto de morir quemado.
La historia del nombre de su Gibson es antológica. Hay que remontarse al invierno de 1949, a un salón de baile en Arkansas. King estaba tocando y durante el show dos hombres borrachos comenzaron a pelearse por una mujer. Durante la pelea tiraron un barril de querosén que se había encendido para calentar el lugar. Lo que siguió fue la automática evacuación del salón. Afuera, B.B. se da cuenta que su viola estaba dentro a merced de las llamas, por ende sin muchas dudas se vuelve a meter en el edificio a rescatarla. Cuando la rescató la nombró Lucille, tal era el nombre de la mujer por la que se estaban peleando los dos hombres que iniciaron el incendio. Así comenzó una leyenda que relata la canción que lleva su nombre, lanzada en el disco “Lucille” en 1968.
Su amor por Argentina
El amor que B.B. King tenía por nuestro país era tan grande como su admiración por Noberto Napolitano, a quien ubicó entre los más grandes del mundo. Esta historia de amor comenzó con un pancho en una esquina de Manhattan.
El responsable fue Carlos Geniso. Músico de blues de la banda Avalancha, que vendía panchos en una esquina cercana a las oficinas del manager de King, Sid Seidenberg. Una mañana vio pasar a B.B. King y se acercó a saludarlo y le regaló un pancho, gesto que agradeció el blusero con su sencillez habitual. Este gesto se repitió de ahí en adelante cada vez que King iba a la oficina del manager, hasta que B.B. lo invitó a pasar. Ahí Geniso le dijo que quería llevar a King a Argentina, Seidenberg le pidió 15.000 dólares para hacer la gira. Una utopía.
Geniso consiguió dólar por dólar, vendiendo panchos, remeras, de todo. Así logró su sueño de traer al icónico blusero al país. Una vez en Argentina, King dio un show íntimo en el Hotel Bauen, un 26 de abril de 1980. Cuando terminó la presentación, el músico estaba terriblemente conmovido por el acompañamiento, el amor y respeto profesado por el público. “Es increíble, gente que no tiene en general dominio del inglés y de la música ha sido tan atenta, tan compañía”, le dijo a su manager. Esa visita estuvo acompañada por dos noches en Obras en que el afecto fue enorme, más no la convocatoria, el blues no era masivo en esta parte del mundo todavía. B.B. volvería en 1991, 1992, 1993 y 1998, su última visita fue en 2010, donde conmovido, interactuó mucho con el público. Si bien expresaba su deseo de volver, esos shows tuvieron gusto a una sabida despedida.
El Carpo, o Mr. Cheeseman
Una de aquellas noches en Obras en 1980 Pappo visitó el camarín de King, como tantos otros músicos de la época. El carpo se acercó a B.B., besó el anillo de su ídolo y le regaló una horma de queso y un vino. Este gesto lo recordó King años después cuando lo invitó a tocar en los 90´ y lo apodó Mr. Cheeseman, o Señor Quesero.
King invitó a Pappo más de una vez a tocar con él. “Pappo es uno de los más grandes del mundo”, recordaba cada vez que alguien le mencionaba al “Carpo”. Pero hizo historia cuando lo llamó para tocar en el icónico Madison Square Garden, en Nueva York, junto a leyendas como Junior Wells y Buddy Guy. Un hecho que Pappo recordó toda su vida.
Abrir la caja de recuerdos de B.B. King es garantía de viajar por miles de anécdotas e historias. Fue un tipo coronado que eligió bajarse de su pedestal para aprender de músicos que a él lo tenían como mayor ídolo. Fue dueño de un corazón inmenso que hablaba a través de su hermosa Lucille. Y para recordarlo voy a citar su brindis, realizado en el Bauen en su primera visita a nuestro país, que lo describe perfectamente: “Amigos, un hombre simple dice cosas simples. Brindo porque, cuando yo me muera, en este lugar tan austral siga habiendo gente que toque rock y blues”, salud, por siempre, al Rey.
(*) Conductor de Resistiendo con Ideas (sábados de 18 a 20, domingos de 16 a 18)
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