Por Brian Ollearo*
La asamblea se extiende hasta altas horas de la noche entre lo tóxico del humo y el frío de un agosto repleto de lucha colectiva. Madres y padres jóvenes con sus hijos arropados en brazos aguantan en equipo. Hay telas sobre la gramilla y en ellas mates que por el virus no puede compartirse. Las voces traspasan el infinito catálogo de tapabocas y un micrófono que pasa de mano en mano y que por momentos se corta, ayuda a que la suma de subjetividades nos haga uno. Nos esforzamos por escuchar y hablar en tiempos cortos para que todos y todas tengan su momento. Somos sesenta, ochenta, no sé bien, pierdo la cuenta porque hay recambio. Y porque debajo de los barbijos y de las capuchas parecemos todos iguales.
Se desarrolla todo a metros del río Paraná, iluminados solamente por las luces tenues de cierta intemperie que, como las respuestas concretas a nuestros reclamos, también rodean silenciosas a toda Rosario. Se habla de lo acontecido en los últimos días y se organizan las acciones a futuro.
El sábado anterior no fuimos ni setenta, ni ochenta, ni doscientos. La agencia nacional de noticias informó sobre cinco mil personas. Pero yo digo que éramos más. Es que cada semana que pasa la cosa se agranda hasta volverse un monstruo social irreconocible. Me decía una compañera que al principio eran apenas cincuenta o cien en los cortes. El hartazgo multiplicó a las almas, y los cuerpos vierten activos desde todos los frentes volviendo a esta cruzada irreversible.
Impactantes fueron las imágenes de los drones, y las caras perplejas de los gendarmes que acompañaron desde su propio sistema solar el acontecer de semejante acontecimiento hace apenas una semana. Fue el primer cruce del puente y por eso se volvió histórico. Ocurrió cuando niñas y niños caminaron los más de cinco kilómetros de puente que unen las orillas de Rosario con Victoria (Es decir de Santa Fe y Entre Ríos) exigiendo el fin de los incendios, que según algunos recortes ya destruyeron más de 90 mil hectáreas de bosques nativos y áreas “protegidas”, y para pedir la urgente “Ley de Humedales”. Viejos, viejas y adolescentes gritaron entre artistas, movimientos sociales, auto convocados y cientos de carteles con infinidad de colores bajo un mismo paso.
Aunque esta cruzada fue pionera en su tipo, y el hartazgo colectivo a partir de los incendios parezca reciente, la idea del rescate ecológico no es nueva, ni para la población civil ni ante la mirada casi siempre adormecida de los responsables políticos: Los antecedentes dictan que incluso en 2013 el primer proyecto para legislar sobre los humedales ingresó al Senado, donde fue aprobado por unanimidad -aunque sin ser debatido- y hasta llegó a la Cámara de Diputados donde quedo trabado hasta perder estatus parlamentario en el año 2015. Incluso pasado un año se presentaron varios proyectos que lograron unificarse para juntar fuerzas, pero las idas y vueltas nuevamente truncaron la Ley que en 2019 se frenó hasta el día de hoy.
En la calle el trauma de convivir con el ecocidio se extiende como un festival atemporal donde los únicos que celebran son el poder concentrado y quienes adhieren a esta necro-realidad. El aumento de los focos de incendios una vez comenzada la pandemia y su toxicidad, pusieron fin a los últimos cartuchos de paciencia, y es por eso que, incluso, una nueva discusión apareció hace pocos días en las comisiones de debate de la Cámara de Diputados, y el lunes en la de Senadores.
21 % es el porcentaje terrestre que ocupan los humedales en nuestro país, que van desde Jujuy hasta Tierra del Fuego, ocupando salinas, ríos, arroyos e islas. Tan bastos en su extensión y riqueza natural, el caso de los humedales en el delta del Paraná es un ejemplo más de la enorme importancia que representan para la calidad de vida de todos los argentinos y argentinas dichos territorios, como así también para la flora y fauna que los habita. Convirtiéndose en uno de los ecosistemas más diversos del mundo, los humedales son reservorio de agua dulce, hogar de especies permanentes y de tránsito, contención para las inundaciones y almacenamiento de carbono, contribuyendo incluso a desacelerar el proceso de cambio climático.
Pero ninguna de estas particularidades ha puesto freno al avance del fuego. Los capos del agro negocio y la especulación inmobiliaria se constituyeron en una suerte de “clan” donde la idea de acción parece basarse en una especie de “anarquismo cleptómano”, dispuesto a todo por un cacho mas de terreno. No importa si vienen desde el gobierno nacional a invertir 12 millones por día en logística contra incendios (como se estuvo haciendo semanas anteriores después de largo tiempo de desamparo). Los aviones y helicópteros regresan a la capital y el fuego vuelve a encenderse como por arte de magia, como si nada hubiera pasado, volviendo el humo a ocupar las calles y las veredas, metiéndose por las ventanas y ahogado a nuestras familias. El clan “anarco-cleptómano” de grandes productores no solamente se burla del gobierno nacional y su reacción con delay de meses, sino también del poder judicial, que, pese a la precisión de los actos, no logra determinar con claridad quienes son los responsables de semejante atropello, ni castigarlos.
Las voces en la asamblea suben de tono. Muchos y muchas necesitan volver a sus casas porque es tarde y porque el frío se profundiza, pero aun así la resistencia sostiene el intercambio de ideas y refuerza a la organización de lo que se viene. Un compañero habla de “epopeya” y yo adhiero a su concepto porque me encanta la mística y su devenir. El compañero después de decir esa palabra da inicio a la toma de agenda según comisiones, proponiendo las nueva acciones para el domingo que se avecina. Dice que ya hay más de 230 inscriptos para cruzar el río a remo, en la convocatoria que desde algunos medios están titulando como “corte de río”, pero que nosotros preferimos llamar “unión de las dos orillas”.
Sucederá en el agua que une a ambas provincias. Guardavidas, timoneles, remeros y gente de las islas ya están alistados para la nueva acción. Y artistas de toda índole se preparan para generar en tierra un nuevo acto colectivo que exija respuestas concretas y fin de las dilaciones.
Sabemos que con la Ley no alcanzará. Sabemos que desde su aprobación hasta su aplicación, el clan “anarco-cleptómano” del agro negocio continuará avanzando sin pausa frente al adormecimiento de los únicos responsables en ponerles freno: Los Estados Provinciales y el Estado Nacional.
La suma de personas agregándose a las marchas se vuelve cada día más difícil de contar. Arrancaron siendo cincuenta y hace una semana fuimos cinco mil, pero seguiremos multiplicándonos hasta cubrir tantos espacios como sea necesario.
La situación de Pandemia nos propone nuevos paradigmas y formas de convivencia con el medio ambiente y es esta nuestra gran oportunidad para construir un mundo sano, sustentable, diverso y equitativo.
Apelamos al resto de los y las habitantes de esta gran casa a defenderla, a curarla, a sembrarla juntos y juntas.Estamos marchando, arriesgando nuestras vidas frente a la existencia del coronavirus, para salvarla de otro gran virus para el cual ya todos y todas conocemos la solución.
El momento es ahora.
Ley de Humedales. Ya.
*Director de La Nueva Escuela Teatro e integrante de la Multisectorial por los Humedales
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