Por Carlos Aira (*)

Heber Mastrángelo fue uno de los mejores delanteros de su época. Los años 70s. Nacido en Rufino, provincia de Santa Fe, el 5 de julio de 1948, tuvo la suerte de encontrar en Juan Carlos Lorenzo el entrenador que supo explotar su juego rápido y vertical. La sociedad comenzó en 1975, en Santa Fe, cuando un sorprendente Unión de estrellas se animó a tutearse con el River de Labruna, el mismo que rompía 17 años sin campeonatos. A partir de 1976, Heber y Lorenzo se mudaron a la Ribera. En Boca ganaron todo. En Brandsen 805 perdió el apellido. Fue simplemente, El Heber.
“El apodo nació en Rufino, mi pueblo. Mi papá tenía un amigo que se llamaba Heber y le decía qué, cuando tuviera un hijo, le iba a poner Heber al nene. Cuando fueron a anotarme no les dejaron a mis padres llamarme Heber, por eso me anotaron como Ernesto Enrique. Pero mi mamá siempre me llamó Heber y así quedó en todo el pueblo. Con los años, a mi hijo tampoco me permitían anotarlo como Heber, así que llamé a Córdoba y me dijeron que aceptaban el nombre. Desde entonces en mi casa el Heber falso soy yo“.
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Rufino, punta de la bota santafesina. Tierra de dos gigantes del fútbol argentino como lo fueron Bernabé Ferreyra y Amadeo Carrizo. Para Heber, hubo otro grande nacido en el pueblo que nunca recibió el merecido reconocimiento: “Antonio Báez fue un grande. Gran jugador y mejor persona. Pipo Rossi que fue entrenador mío, me dijo que el Gallego Báez fue el mejor de La Máquina. Otra vez le pregunté a Adolfo Pedernera y también me dijo que Antonio Báez era el mejor de ellos. Para Pedernera, La Máquina tenía mejores suplentes que titulares. En Bogotá tiene una estatua como el mejor jugador extranjero de la historia”.
Heber se puso serio para recordar a Bernabé Ferreyra: “Fuimos muy amigos con Bernabé. Comía con él y la señora aquí en Buenos Aires. Cuando se enfermó lo fui a ver varias veces. El día que nació mi hijo murió Bernabé (22/5/1972). Mi señora tuvo problemas de salud después del parto. Me llaman de River y me dicen que tengo que llevar el cajón a Bernabé. Fui a River, tomé la manija del cajón y volví al sanatorio con mi hijo. Hoy, Bernabé está a cincuenta metros donde están mi mamá y papá“.

Amadeo Carrizo, el otro gigante de Rufino, también ingresa en la historia. Se entremezcla de una forma mágica: Un ídolo de River dándole la herramienta necesaria a Boca Juniors para su primera Copa Libertadores. Lo cuenta Heber Mastrángelo en Radio Gráfica: “Un día fui a Adidas a buscar botines y ahí trabajaba Amadeo Carrizo. Le pedí botines y también unos guantes. Amadeo me los dio y se los regalé al otro día al Loco Gatti. Días después, en la final de la Copa Libertadores 1977 ante Cruzeiro en Montevideo, el Loco le atajó el penal definitorio a Vanderley y vino corriendo a abrazarme. Se sacó los guantes, me los dio y me dijo: – Tomá, estos guantes son tuyos. Fue algo único porque para sacarle algo a Gatti lo tenés que operar. Amadeo nunca supo que esos guantes los usó el Loco y Gatti jamás imaginó que esos guantes me los dio Amadeo“.
“Un día fui a Adidas a buscar botines y ahí trabajaba Amadeo Carrizo. Le pedí botines y también unos guantes. Amadeo me los dio y se los regalé al otro día al Loco Gatti. Días después, en la final de la Copa Libertadores 1977 ante Cruzeiro en Montevideo, el Loco le atajó el penal definitorio a Vanderley y vino corriendo a abrazarme. Se sacó los guantes, me los dio y me dijo: – Tomá, estos guantes son tuyos. Fue algo único porque para sacarle algo a Gatti lo tenés que operar. Amadeo nunca supo que esos guantes los usó el Loco y Gatti jamás imaginó que esos guantes me los dio Amadeo”

Heber Mastrángelo debutó en Atlanta, año 1968. Allí se encontró con un técnico especial, Don Victorio Spinetto. Pasó por River Plate en 1972 jugando en Núñez hasta 1974. En enero de 1975, pedido por el Toto Lorenzo, llegó a Unión de Santa Fe. Un equipo notable en el recuerdo de Heber: “Allí me reencontré con el Loco Gatti, con quién compartí pensión en Atlanta, y estaban el Chapa Suñé, el Puma Trossero, Leopoldo Jacinto Luque, Tojo, Victorio Cocco, Baudillo Jauregui de 4. No salimos campeón porque teníamos la camiseta de Unión. Veniamos a Buenos Aires y te cobraban penales en el túnel. Pero le ganamos a River siendo locales en Vélez Sársfield con gol mio y otro de Luque. Siempre le hice goles a River…”
Llegó 1976. La vida de Heber Mastrángelo y Boca Juniors se unieron para siempre: “Yo estaba vendido a Independiente porque el Toto iba a ir para allá. Pero en diciembre de 1975, me llama Lorenzo a Rufino y me dice que no arregle con Independiente que él se iba para Boca y quería que vayamos junto al Loco Gatti. Fue una alegría enorme, porque de chiquito era fanático de Boca. De escuchar los partidos en el campo junto a mi papá en una de esas radios enormes con acumulador. Hay formaciones que aun recuerdo de memoria: “Mussimesi; Colman y Edwards, Lombardo, Mouriño y Pescia”. Era fanático de Ernesto Grillo y Paulo Valentím. Luego fui muy amigo del Cholito Simeone y de todos esos jugadores que admiré de pibe”.

Mastrángelo fue vital en el enorme ciclo de Boca dirigido por Juan Carlos Lorenzo. Ganó el Nacional 1976, la Copa Libertadores 1977 y 1978. La Intercontinental 1977, y en el caso de Heber, el Metropolitano de 1981. ¿Pero como jugaba aquel Boca de Lorenzo? Heber nos dice: “El contragolpe lo teníamos trabajado pero fijate que teníamos grandes jugadores. Teníamos a Gatti y Pancho Sá, el mejor arquero y número 2. Para mí, Pernía fue el mejor 4 de la historia porque marcaba y pasaba al ataque que daba calambre. Cuando Labruna se dio cuenta que el jugador de Boca que mejor tiraba los centros era el Tano, ya le habíamos ganado dos campeonatos. Desde ese momento, Emilio Nicolás Commisso comenzó a marcar la subida de Pernía. Era un equipo muy inteligente”.
“Aquel Boca de Lorenzo hoy jugaba caminando. El otro día estaba hablando con Diego (Maradona) y me dice sobre Messi: “Heber, viste a este pibe no le pegan ninguna patada. Pasa entre cinco y no le pegan”. Por eso el Diego fue mejor que cualquier jugador de antes y los de ahora. Los tres turnos los inventó el Toto Lorenzo. Seis y once de la mañana. Siesta y cinco de la tarde. Comíamos mientras corríamos. Estábamos tan bien que yo nunca me desgarré en toda la carrera y tenía una recuperación tremenda”.
“La Copa Libertadores era nuestro torneo. En aquella época los partidos de copa eran guerras. Jugábamos diez minutos y nos peleábamos quince, una cosa de locos. Pero en eso tiempo tan duro entre 1977 y 1979 eliminamos a River e Independiente en todas las ediciones. Estuvimos nueve partidos sin que nos metan goles. Teníamos un equipo que no sólo marcaba sino que jugaba muy bien. Mario Zanabria tenía un chicle. Yo lo puteaba y me decía: Heber, con lo que me cuesta agarrarla y vos querés que te la dé rápido. Toti Veglio era mejor que Zidane. Para ponerlo en la mesita de luz. Un jugador extraordinario que pegaba más que el Tano Pernía”.
(*) Periodista, conductor de Abrí la cancha.
- Entrevista realizada en Abrí la Cancha (Lunes a viernes, de 20 a 21hs. Domingo, de 23 a 00hs)
- Desgrabación realizada por Nehuén Ríos.
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