Por Matias Strasorier*
El 2019 finalizó con 135 millones de personas sufriendo hambre extremo en el mundo, y en la Argentina con el 32,1% de los hogares en situación de pobrezas, el 59,5% de los niños y adolescentes sumergidos en la pobreza (informe UCA). Para este año la estimación es que 265 millones de personas en el mundo sufrirán inseguridad alimentaria severa, según estima el Programa Mundial de Alimentos (PMA), pandemia de por medio.
Sin embargo, en nuestro país se capturan 779.000 Tn de pescado en el mar argentino; se producen 3.9 Millones de Tn de carne; 13.175 Millones de huevos; más 10 mil Millones de Lts de leche; 317 mil Tn de Yerba Mate; 1.5 Millones de Tn de azúcar blanco; más de 3.5 Millones de frutas; más de 120 Millones de Tn de cereales y oleaginosas; 8-10 Millones de Tn hortícolas, entre otros.
Pareciera normal que mientras unos pasan hambre, muchas productoras y productores agroalimentarios se fundan, otro tanto de trabajadoras y trabajadores agrarios sufran explotación/esclavitud, y que la bioesfera y biodiversidad del planeta estén al borde del colapso.
¿Alcanza con estatizar Vicentin?
El modelo de mercado basado en la premisa de “ganar dinero” ha devaluado el fin social de la alimentación saludable tanto como la sustentabilidad de la biosfera y su biodiversidad, en cada punto del planeta.
La producción agroalimentaria está controlada por tres eslabones estratégicos:
1- Financiamiento: a modo de ejemplo, la Bolsa de Cereales de Rosario publicó un informe para la campaña agrícola 2016/17, donde estimó que se necesitaron u$s10.450 millones para costos de siembra, pulverización e insumos. El 70% (u$s7.320 M) fue financiamiento de terceros. Los principales financistas con u$s2.600, fueron traders y proveedores de insumos como AGD, Cargill, Bunge, Louis Dreyfus; en segundo lugar con u$s2.300 millones corredores, acopios y cooperativas; y en tercer lugar bancos u$s2.200 millones.
2- Tecnología o paquete tecnológico: este eslabón es controlado por 8 empresas trasnacionales Bayer-Monsanto; Syngenta-Chemchina; Dow-DuPont; BASF; John Deere; CNH; AGCO y Kubota. Entremezclándose a través contratos de colaboración y empresas compartidas de base digital-instrumental (PrecisiónHawk, Raven, Sentera, Agribotix). Controlan el conocimiento estratégico de la cadena agroalimentaria desde la semilla hasta los Blockchain, pasando por la IoT, IA, robótica, nanotecnología, genética, etc.
3- Comercio Global: ADM, BUNGE, CARGILL, DREYFUS, GLENCORE y COFCO dominan el comercio mundial de cereales y oleaginosas, y sus subproductos. Controlan 75% del comercio mundial sin importar la nacionalidad donde se produce, quienes producen y mucho menos quienes consumen. Vicentin participaba con la misma lógica, ocupando un lugar entre las 10 primeras empresas agroexportadoras de la producción argentina.
Intervenir Vicentin es clave, protegiendo a las y los productores, cooperativistas y demás acreedores estafados por la maniobra corrupta y fraudulenta más escandalosa de la historia nacional, que involucra al ex presidente Macri y al responsable del Banco Nación durante la gestión CAMBIEMOS. A la vez que desnuda la complicidad de los medios hegemónicos de comunicación masiva y el partido judicial.
Sin embargo, no alcanza sin un despliegue integral de políticas de estado que promuevan el desarrollo territorial, productivo y sustentable, con perspectiva de género, inclusión y federalismo en cada punto del territorio nacional.
Crisis global y una nueva oportunidad
La pandemia global COVID-19 mostró los cambios profundos en las relaciones sociales de producción, producto de una fase “digitalizada” y una industria altamente intensiva en conocimiento. En el territorio virtual se realizan muchas tareas que hace apenas 3 meses parecían las ficciones de Netflix.
En el sector agroalimentario algunos estaban preparados para la digitalización. A finales del 2019, ADM, Bunge, Cargill, COFCO, Dreyfus y Glencore Agriculture, anunciaron la plataforma conjunta digital de comercialización: COVANTIS.
Sin embargo, existe una disputa entre quienes quieren volver a la antigua normalidad de dominación y los que quieren construir una nueva. Ninguno de ellos piensa un modelo agroalimentario que cierre con los que producen, ni con los que consumen, siendo la biosfera y su biodiversidad contemplada solo para generar mayores riquezas o menos pérdidas.
Pero también se presenta la oportunidad de diseñar una política de estado para el sector agroalimentario acorde a los desafíos globales, con herramientas que permitan romper con la concentración y consecuente especulación en las cadenas agroalimentarias, construyendo una red solidaria de producción y distribución de alimentos, donde las y los productores obtengan ganancias justas, y a las y los consumidores logren adquirir alimentos saludables a precios justo.
Argentina cuenta con una estructura productiva y científica capaz de desarrollar un modelo agroalimentario productivo y sustentable, que desde cada localidad conectada virtualmente constituya una salida viable nacional y universal, que produzca y distribuya alimentos saludables, genere trabajo digno; y proteja la Biosfera y su Biodiversidad.
Hay 265 millones de razones por las cuales debemos animarnos a construir un modelo agroalimentario audaz y transgresor, en el cual la “nueva normalidad” sea que nadie se vaya a dormir con hambre.
(*) Director del Centro de Estudios Agrarios
[1] En base a informes de fuentes oficiales (Ministerio de Economía; MAGyP; SENASA; INTA; INDEC)
[1] https://www.bcr.com.ar/Pages/Publicaciones/informativosemanal_noticias.aspx?pIdNoticia=874
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