Las Cataratas del Iguazú se encuentran, prácticamente, sin caudal ni curso de agua. La situación, que alertó a la ciudadanía de la Provincia de Misiones, pone en peligro la biodiversidad, los suelos y el acceso al agua de la población del noreste. Las principales causas son dos: una vinculada al cambio climático, la sequía que afecta a la región; y la otra de índole geopolítica, como el cierre de las compuertas de las Represas Brasileñas ubicadas sobre el Río Iguazú.
(*) Por Juan Patricio Méndez
Las Cataratas del Iguazú, epicentro turístico de la República Argentina y una de las maravillas naturales del mundo, declarado por la Unesco, se encuentran prácticamente sin caudal de agua, algo que no se registraba desde hace 15 años. El caudal histórico promedio es de 1630 metros cúbicos por segundo, y el domingo pasado llegó a 289 metros cúbicos. La causa principal tiene que ver con la faltante de agua en el Río Iguazú, uno de los principales afluentes del Río Paraná, y que da origen a las cataratas.
En aquel curso de agua existen 7 represas hidroeléctricas en total: 6 son de origen brasilero, y una cuya propiedad es compartida con Paraguay (Represa Itaipú). Estas son Foz de Areia (construída en el año 1980), Salto Segredo (1992), Salto Santiago (1980), Salto Osorio (1975), Salto Caxias (1999) y la última de todas, y quizás la más polémica por su potencia y cercanía a la frontera Argentina, la represa Baixo Iguacu (2019). Esta última se encuentra ubicada a 30 kilómetros del Parque Turístico Nacional, y se instaló pese al riesgo ecológico que advirtieron organizaciones ambientalistas y la Unesco.
En muchos de los saltos conocidos, como Bossetti, San Martín, Dos Hermanas, Floriano, entre otros, se pudieron ver desnudos los paredones de roca y musgo, los cuales están generalmente tapados por una cortina de agua. Por la cuarentena obligatoria, el miércoles 25 de Marzo, una resolución municipal prohibió el ingreso de “personas y transportes de cualquier nacionalidad” por el puente internacional Tancredo Neves, que une a esa localidad con Foz de Iguazu. Las sequías y el cierre del parque, sumado al aislamiento social obligatorio y al cierre de fronteras, fue lo que motivó esta normativa.
Las sequías en la región del Noroeste están atravesadas por un alto grado de conflictividad ambiental. La deforestación, las plantaciones de soja y el deterioro de los suelos han agudizado el cambio climático, y la modificación de las estructuras climáticas y geográficas de la zona, generaron un alto impacto en la faltante de lluvias. Las normalidades de un clima húmedo no se estarían concretando en la cotidianidad, y esto es un factor clave para tener en cuenta.
Sin embargo, a esto hay que sumarle otra cosa. Las empresas generadoras de energía eléctrica en Brasil, ante la falta de agua, cerraron sus compuertas dejando sin circulación de agua a muchos sectores por los que el Río Iguazú serpentea. La primera consecuencia, además del anegamiento hídrico, es la faltante del recurso en los barrios de Iguazú. El Instituto Misionero de Agua y Saneamiento (IMAS) advirtió que la bajante ocasionaría problemas en la distribución de agua potable. Actualmente los equipos de bombeo se encuentran prácticamente en la superficie debido a la baja del río, y por tal motivo no están en funcionamiento en plenitud, provocando que la planta potabilizadora se encuentre con el mínimo caudal de agua posible, el cual no alcanza para abastecer a la ciudad.
La crisis hídrica se presenta, entonces, más como una constante que como una novedad. Como hemos mencionado en una columna reciente en Abramos la Boca, la situación de emergencia ambiental y acuífera afecta a más del 25% de la población mundial. Hoy, este presente, materializó lo que hemos informado en la región del Noreste. La provincia de Misiones se encuentra en un conflicto de índole global, que no es nuevo, sino que lleva un largo tiempo operando y existiendo en la región.
En el año 2014 ocurrió la mayor crecida registrada del Río Iguazú. La causa está asociada a un gran deterioro ambiental producto de la acción humana en el territorio selvático: la deforestación de la cuenca, el represamiento del río y el colapso de la mega represa brasilera, la cual dejó un alto grado de contaminación del agua en la zona. El día 8 de Junio de aquel año, el Río Iguazú registró un caudal de 46000 metros cúbicos por segundo, produciendo desbordes, muerte, anegamientos y colapso en varios puntos de su cauce.
Deforestación y erosión de los suelos vienen de la mano. La introducción del agronegocio fue la principal causa de lo mencionado, que de a poco fue eliminando los remanentes de selva entre los campos. La vulneración al que el suelo queda expuesto, sumado a la constante introducción de agroquímicos, fitosanitarios y fertilizantes, va generando su muerte, y por lo tanto, su corrimiento y erosión. Su resultado final es la desertificación, y las consecuencias son evidentes.
Por otro lado, la introducción de las represas en el Río Iguazú generaron grandes y variados impactos ambientales. La alteración del paisaje, la afectación al curso de los ríos, la desaparición de la flora y fauna, la consecuente y creciente eclosión de los ecosistemas, el desequilibrio en la relación especie-territorio y la pérdida de cobertura vegetal son sólo algunas de las consecuencias de la implementación de represas. Es necesario destacar que los relevamientos ambientales previos a la implementación de las obras de esta índole, por lo general, no son tenidos en cuenta por las autoridades. Esto sucedió (y continúa sucediendo) con el Río Atuel, que como mencionamos en un informe previo en Radio Gráfica, mantiene vigente la histórica conflictiva geopolítica interprovincial entre Mendoza y La Pampa.
A su vez, también se incrementan el número de enfermedades en ambientes lénticos. Los ambientes lénticos son cuerpos de agua cerrados que permanecen en un mismo lugar sin correr, ni fluir. Entre las principales tenemos una constante en nuestro país: el dengue y el aumento de mosquitos transmisores. Estos impactos son evidentes en las represas de la región, que al estar estancadas (como sucede al cerrarlas) son propensas a eutrofcarse, es decir, a acumular residuos orgánicos causando la proliferación de sus aguas.
La última de las represas instaladas es la de Baixo Iguazú, inaugurada en el año 2019. Se encuentra ubicada en el punto donde el Río Iguazú ingresa al parque nacional, uno de los lugares que, hasta entonces, no había sido intervenido. El proyecto fue altamente cuestionado y rechazado por diversos sectores populares, por la provincia de Misiones, y altamente cuestionado por parte de la Unesco. El motivo principal es porque se está realizando sin la correspondiente consulta por el uso de un recurso compartido de agua entre dos países. Los otros motivos ya los desarrollamos: el alto impacto ambiental y la proliferación de enfermedades.
La pandemia ha ocasionado el cese de muchas actividades internacionales. Sin embargo, un conflicto geopolítico se acerca, fundamentalmente porque el hecho de dejar sin agua potable a una región implica dejar sin acceso a un derecho humano básico a una población. A su vez, la decisión del destino acuífero de un recurso compartido supone un acuerdo entre partes. La decisión de cerrar las represas fue propia de Brasil, así como su construcción. En ello, la cancillería deberá tomar cartas en el asunto y evitar un nuevo escenario de conflicto.
(*) Columnista de Abramos La Boca / Radio Gráfica
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