El gobierno de Mauricio Macri agoniza y el peronismo en la versión de Alberto Fernández espera cauto, el momento de hacerse cargo de un timón demasisdo engorroso de encarrilar. El 27 de octubre, día del comicio presidencial, está lejos. Los tiempos legislativos parecen inviables de adelantar las elecciones ante una sociedad derruida, defraudada y expectante, porque la esperanza también irrumpe en la escena nacional. Los acuerdos al máximo esplendor y la política son el único camino ante la parábola final de la crisis del 2001. Todo un mundo de oportunidades.
Por Emiliano Vidal*
Los países y sus relaciones internacionales de poder, han mutado. Y como todo cambio brusco, generó daños colaterales. El mundo polarizado tras la Segunda Guerra Mundial, latente entre 1945 y 1990, y que se conoció como la “Guerra Fría”, fue un frágil contenedor en pos de evitar un tercer conflicto bélico entre las dos grandes potencia armamentistas. La entonces Unión Soviética –URSS- poseía su cuota de predominio en diversos puntos del globo terrícola y en Occidente, los Estados Unidos acentuaban su hegemonía.
La crisis en el pedrusco socialista, el derrumbe del Muro de Berlín, la puesta en marcha del Consenso de Washington y el rancio neoliberalismo, pergeñaron desde hace tres décadas, un plano exclusivo, digitado desde la Casa Blanca. Las refriegas, masacres y toda clase de menesteres armados, desde Irak a Afganistán, con escalada de muerte en Libia, y las intentonas permanentes de avasallamiento en Venezuela, sintetizan un claro mensaje en el núcleo de las balas, las bombas y la muerte: asegurar los recursos energéticos de los estados subordinados para el crecimiento industrial militar asignado a blindar el modelo referente a la oligarquía financiera mundial.
El gobierno de Mauricio Macri está herido de muerte. El propio Presidente lastimó su propia gestión desde el inicio. Las fuertes manifestaciones en diciembre 2017 frente a la reforma previsional macrista, golpeó a la mole mediática de quien por entonces había ganado las legislativas de mediados de ese año, aún salpicadas con manto de dudas como la sucedida en la provincia de Buenos Aires, en la batalla por la senaduría bonaerense entre el entonces ministro de Educación, Esteban Bullrich y la flamante ganadora en el conteo final del escrutinio, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. No eran gigantes los del oficialismo, sino muy pequeños.
El gobierno de Mauricio Macri está herido de muerte
La economía argentina creció mucho más entre 1930 y 1980 que en los períodos sumados del modelo agroexportador (1860-1930) y del desembarco del primer neoliberalismo (1976-2002). La inserción en el comercio internacional siempre fue dificultosa tras el derrumbe de Inglaterra. La razón es sencilla: Gran Bretaña, como Imperio, tenía una economía complementaria con Argentina; Estados Unidos, competitiva y China, es la venta comercial que se abre para los argentinos, casi sin merecerla. Mundo de oportunidades.
Macri emprendió sin faltar a una sola coma, la guía del manual del neoliberal. Apertura indiscriminada de importaciones, toma de deuda, exportación única de productos primarios, sometimiento hacia los Estados Unidos de Donald Trump, súplica de créditos al FMI,, aumento de la calidad de vida, reducción de salarios. El resultado: crecimiento del desempleo y vaciamiento total de la industria nacional.
El Banco Central está sin reservas y la fuga de capitales acorrala al Ejecutivo macrista. El economista Alfredo Zaiat, dice que “las incongruencias del Gobierno trajeron a escena los fantasmas de los peores momentos de la Argentina. La huida de ahorristas de depósitos en pesos y dólares ya está desatada. Macri no podrá detenerla”.
El Gobierno rueda por la pendiente de la crisis al que igual Fernando de la Rúa y la Alianza UCR/Frepaso del 2001. Los resultados van en la misma dirección. El Fondo Monetario Internacional es hoy tan responsable como entonces. La otra alianza, la de Cambiemos, Pro/UCR, llega con la soga al cuello al 27 electoral del mes próximo. Macri tiene una última oportunidad ante los ojos de la historia y cuando se escriba el capítulo negro del neoliberalismo de los CEOS por los votos en el poder: no ser el Carlos Menem de las elecciones 2003 y su huida ante la segunda vuelta en pos de su trastada final: dejar a Néstor Kirchner débil en la presidencia de la Nación y con el pliego de posiciones del diario La Nación como telón de mando para otro gobierno títere.
La historiografía tampoco escasea para el peronismo y el movimiento ante el desencanto macrista y la esperanza. El Frente de Todos, que encabeza Alberto Fernández y articula Cristina Fernández de Kirchner, deberá exhortar a las bases a acompañar y esperar lo que suceda hacia el 28 de octubre, día posterior del comicio y con el resultado a cuestas. Tres décadas son más que suficientes para comprender que la historia no se repite, sino que continúa. Los medios hegemónicos que blindaron a su criatura y paulatinamente le sueltan la mano ante el fracaso, la incapacidad y el culto a la ignorancia, también pueden tener su oportunidad, sin sumar más confusión e informar con una verdad, equivocada o no, más siempre honesta. Un mundo de oportunidades argentinas… ¿se podrá?
(*) Conductor de De Acá Para Allá (sábados 12hs por Radio Gráfica)
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