Por Gabriel Fernández *
El Editorial referido a la intención atlantista de generar un ambiente bélico en Europa contra la Federación de Rusia ha originado una secuencia de comentarios bien interesantes. Gracias. Una de las precisiones que cabe considerar y complementa con solidez el planteo, fue realizado por Steve Jermy, comodoro retirado de la Royal Navy, ante el excelente Glenn Diesen. No fue aquí, cabe apuntar, sino en ese espacio.
Con franqueza, el británico explicó que al observar el accionar de Vladimir Putin y escuchar con atención su decir, se logra comprender que lo que busca es seguridad para el desarrollo económico propio. Esto es: Rusia no anhela controlar Europa, ni siquiera pretende hacerse de toda Ucrania.
Las corporaciones que dominan el poder europeo impusieron la idea de un avance de la potencia euroasiática sobre el Viejo Continente, y resulta hasta hoy parte de la argumentación inyectada sobre la opinión pública, cuando el Kremlin -a decir verdad- solo intenta posicionarse sobre el Dónbas y las regiones con pobladores ruso hablantes. Sin resignar Crimea, claro.
Agrega este periodista, ahora: la Federación tiene un interesante problema surgido de la ecuación entre extensión territorial y población. Hay una desproporción interna entre ambos factores y lo último que necesita es incorporar otro desafío demográfico. Ya tiene uno bien agudo, diferente al que afrontan India y China.
Es absurdo suponer que, con ese cruce de vectores, la Federación pretenda abarcar Europa. Ni siquiera está interesada en Europa Oriental, aunque sí busca sostener buenas relaciones con países que hoy se encuentran en las antípodas. Lo que no puede es descuidar a su gente, avasallada por largos años y muy en particular desde el golpe de Estado de 2014. Allí hay un punto de cuidado porque la OTAN conoce la trascendencia que el gobierno ruso otorga a la protección de lo que evalúa población propia.
En ese borde fronterizo, la provocación es posible.
Bueno, así están las cosas; en realidad, así está una porción del panorama, apenas, pues hay otros datos relevantes para incluir y se desplegarán a continuación. Para quienes no hayan escuchado el planteo original de esta secuencia, quizás resulte útil adentrarse en el video que se postea a continuación. Y, si andan con tiempo y ganas, recorrer ediciones previas de las Fuentes, en texto y video.
SUDÁFRICA. Cabe afrontar, a partir de aquí, una de las tensiones más interesantes desplegada a lo largo del año en curso. Sobre todo, porque casi nadie se ha enterado de su trasfondo. Sin embargo, incluye alineamiento occidental, nexo con multipolares, economía y geoestrategia.
Varios meses atrás, el presidente Donald Trump, mantuvo un tenso encuentro con el mandatario sudafricano, Cyril Ramaphosa, en Washington. Durante la reunión, Trump proyectó un video destinado a denunciar un supuesto “genocidio” de la minoría blanca, conocida afrikáner, en Sudáfrica. Ramaphosa rechazó ese señalamiento y pidió a Trump escuchar al pueblo sudafricano para desmontar tal narrativa.
La visita del presidente Rampahosa a la Casa Blanca permitió agitar una acusación que deterioró las relaciones entre ambas naciones. El republicano empleó la expresión “genocidio” para referirse al trato que el gobernante Congreso Nacional Africano brinda a los granjeros del país africano. El cónclave se llevó a cabo el pasado 21 de mayo.
Afrikáners es la denominación de los blancos de ascendencia neerlandesa que llegaron a Sudáfrica en tiempos de la colonia. Fueron ellos los que tuvieron el poder durante el ‘Apartheid’ y segregaron a la población negra del país, que es mayoría y ahora -tras largas y duras batallas- protagoniza la política local.
Si se rastrea el germen del problema presente, podrá observarse que los medios de comunicación occidentales empezaron a insertar esa denuncia una vez que Sudáfrica se asentó como quinta letra en el acrónimo que caracteriza a los emergentes. A decir verdad, los Estados Unidos, que nunca se preocuparon por el asesinato de blancos, de negros, de amarillos, de pieles rojas o lo que fuera, resolvieron aprovechar las dificultades internas de esa puerta de Africa para hostigar las decisiones internacionales de su gobierno.
La idea de un genocidio contra los blancos cobró fuerza con el respaldo del empresario Elon Musk, quien nació en Pretoria, y se plantó en el centro de la política luego de que Ramaphosa promulgara la Ley de Expropiación. Esa norma permite expropiar las tierras consideradas de interés público sin pagos a cambio. La mayoría de las tierras de Sudáfrica están en manos de los blancos, pues desde 1948 el apartheid ahondó las diferencias económicas locales.
El Gobierno de Trump, que ha recortado drásticamente los programas de acogida para migrantes latinoamericanos, recientemente otorgó estatus de refugiados a varias familias afrikáners. “En general, son agricultores blancos que huyen de Sudáfrica, y es muy triste verlo. Espero que podamos tener una explicación”, declaró al respecto el mandatario estadounidense.
En Sudáfrica, los granjeros blancos, que Donald Trump dice proteger, resultaron ser los primeros golpeados por sus aranceles. Desde el 7 de agosto, la mayor economía africana enfrenta un gravamen del 30% a sus exportaciones hacia los Estados Unidos. La medida impacta especialmente a los afrikáners.
Esta minoría, dueña de la mayor parte de las tierras cultivables, se convirtió así en víctima de la política fiscal norteamericana, pese a que sus autoridades insisten en que pretenden defenderla, alegando que es objeto de una política supuestamente racista por parte de Pretoria. Y advinieron, en simultáneo, en bandera pública ante los foros internacionales para, de soslayo, damnificar la acción multipolar sudafricana, justo cuando el continente oscuro intenta encender las luces que necesita para su visibilización.
Como en otros casos, este cruce no significa que Ramaphosa resulte un líder sin contradicciones y traspiés. Pero en este punto, recibe ataques por haber desplegado determinaciones acertadas.
JAPÓN. La premier japonesa Sanae Takaichi amenazó con enviar tropas a Taiwán si es que China incurre en un conflicto contra el gobierno de la isla. El presidente Xi Jinping replicó con maniobras defensivas y sanciones económicas; entonces, el gobierno nipón movilizó aviones de guerra y sacó a relucir sus misiles. Tokio es un aliado de Washington en su brega con el gigante asiático, en un escenario político internacional signado por el recrudecimiento de los choques comerciales y las tendencias a la guerra.
Como es sabido, Pekín considera a Taiwán, que está a poco más de 100 kilómetros del territorio japonés y se encuentra situada en rutas marítimas vitales, parte de su territorio. Xi Jinping impulsó la realización de maniobras con fuego real en el mar Amarillo y desplegó patrullas de guardacostas cerca de islas en disputa –Senkaku y Diaoyu– administradas por Tokio. En sintonía, suspendió las importaciones de productos japoneses e instó a la población a cancelar viajes a Japón, impactando así en su industria turística.
El gobierno japonés, por su parte, movilizó aviones de combate. Argumentó haber detectado un dron chino volando muy cerca de la isla Yonaguni –la más próxima a Taiwán–, desplegó misiles y anunció que movilizará nuevos sistemas defensivos. Desde ya que la República Popular de China no viene amenazando a Taiwán ni a Japón, y se precave de gambetear las intensificadas provocaciones. La sorpresa llegó a las cosas niponas cuando Trump -pocas horas atrás-, aconsejó a Takaichi no provocar a Pekín.
Más vinculada con las grandes empresas financieras y armamentísticas que con los gobiernos cercanos, la jefa del Partido Liberal Democrático (PLD) busca ahondar los rasgos guerreristas del Sol Naciente. Su gestión está evolucionando hacia una postura militarista y pretende una re asociación con los Estados Unidos tanto en el terreno económico como en el bélico. Es más: la funcionaria quiere reformar la Constitución para dimensionar su Ejército en base a un discurso coincidente con el formulado desde los países europeos centrales. Días atrás indicó que alzará el gasto en defensa al 2% del PBI.
Sucede que para todo eso necesita a los Estados Unidos y el zigzag trumpiano confunde sus perspectivas.
TAIWÁN. Un extraño intercambio se suscitó en la presente jornada: China objetó la política exterior norteamericana sobre Taiwán empleando un pronunciamiento de la potencia del Norte, que a su vez refrenda la postura del Dragón. En esta ocasión, el siempre atento Wang Yi, lanzó al ruedo al portavoz de su Cancillería, Lin Jian, quien especificó: “China se opone firmemente a cualquier forma de intercambios oficiales entre Estados Unidos y la región china de Taiwán”.
El vocero, cuyo cargo lleva el nombre completo de Sub director del Departamento de Información del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, instó a aquel país a poner fin a los intercambios oficiales con Taiwán y abstenerse de enviar cualquier señal equivocada a las fuerzas separatistas de la “independencia” de la isla. ¿Porqué planteó esta exigencia? El presidente Trump firmó este martes una ley que pide al Departamento de Estado revisar periódicamente los vínculos entre los Estados Unidos y Taiwán y buscar maneras de profundizarlas.
El mandatario norteño suscribió la ‘Ley de Implementación de las Garantías para Taiwán’, que instruye al Departamento de Estado a revisar y actualizar periódicamente las directrices que rigen las interacciones oficiales de los Estados Unidos con Taiwán. Bajo esta nueva normativa, la agencia gubernamental debe llevar a cabo dicha revisión “al menos cada cinco años”, así como presentar un informe actualizado al Congreso no más de noventa días después de completar esa revisión.
En respuesta, el portavoz de la cancillería del coloso asiático declaró en una conferencia de prensa que China se opone firmemente a cualquier forma de intercambio oficial entre los Estados Unidos y la región china de Taiwán y que esta postura es consistente y clara. Es pertinente recordar que la cuestión de Taiwán está en el núcleo de los intereses fundamentales de China y constituye la primera línea roja que no puede cruzarse en las relaciones sino-estadounidenses, evocó el vocero.
Lin afirmó que el principio de Una sola China es la base política de las relaciones entre China y Estados Unidos, y que el gobierno estadounidense asumió un claro compromiso en el comunicado conjunto sobre el establecimiento de relaciones diplomáticas, según el cual “Estados Unidos de América reconoce al Gobierno de la República Popular China como el único Gobierno legal de China”. En este contexto, indicó que “el pueblo de Estados Unidos mantendrá relaciones culturales, comerciales y otras que no sean oficiales con el pueblo de Taiwán”.
China reiteró a la parte estadounidense que debe adherirse profundamente al principio de Una sola China y considerar válidos los tres comunicados conjuntos China-Estados Unidos, referidos a manejar la cuestión de Taiwán con extrema cautela, poner fin a los intercambios oficiales con la isla y dejar de enviar señales erróneas a las fuerzas separatistas de la “independencia de Taiwán”, concluyó Lin.
Finalmente; este narrador está leyendo con atención los pronunciamientos del Papa León XIV. Varios apuntes sobre la resolución pacífica de los conflictos y la responsabilidad de las grandes potencias al respecto, emparentan su decir con el de Francisco. En ediciones venideras será preciso analizar en detalle el sentido de sus palabras; es probable que valga la pena sugerir una mayor atención a sus giras y a sus definiciones.
Como verá, lector, el planeta está revuelto. Unos mates y a reflexionar, porque en medio de la confusión, asoman ciertas líneas directrices. Es posible que en este artículo puedan detectarse.
- Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
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