Por Gabriel Fernández *
El bloque euroasiático se muestra ante el mundo como un hueso duro de roer. Es que ha madurado el aprendizaje, tras décadas de rispideces horizontales. Las mismas empobrecieron los contrastes que, por separado, Rusia y China tuvieron con Occidente. Ahora, los grandes de Oriente lograron una cooperación singular que incluye delicados temas políticos. Si el debate por las Olimpíadas emerge como portada, es preciso apuntar que la situación ucraniana late con intensidad y que la Nueva Ruta de la Seda ofrece la trama que contiene al conjunto.
Hace pocas horas, los presidentes ruso, Vladimir Putin, y chino, Xi Jinping, sostuvieron una conversación virtual que dejó mucho rastro. Ambos se preocuparon por difundir su contenido y los medios internacionales roen sus cerebros para hallar el modo más tendencioso de presentarla. Significativamente, el jefe del coloso asiático recordó que el intercambio comercial entre ambas naciones alcanzó en los primeros nueve meses del año la espectacular cifra de 100 mil millones de dólares, y planteó su gratitud a Moscú por resistir los intentos de “meter una cuña” en ese vínculo.
Putin, por su parte, apuntó que “Se ha formado un nuevo modelo de cooperación entre nuestros países basado en pilares como la no injerencia en asuntos internos, el respeto por los intereses mutuos y la determinación de convertir la frontera común en un cinturón de paz eterna y de buena vecindad”. “Creo que nuestras relaciones son un ejemplo real de cooperación interestatal en el siglo XXI”, afirmó el jefe del Kremlin.
Para despejar dudas, el mandatario ruso anticipó que se entrevistará cara a cara con Xi en febrero de 2022, cuando visite Beijing con motivo de la apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno. En esa dirección manifestó su rechazo a “intentos de politizar el deporte y el movimiento olímpico”. La referencia es clara: una condena abierta al boicot diplomático contra los Juegos de Beijing. “No tengo ninguna duda de que los próximos Juegos Olímpicos de Invierno se celebrarán al más alto nivel. En China saben hacerlo”, señaló.
Los Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Australia anunciaron un boicot a los Juegos Olímpicos por lo que entienden como violaciones de los derechos humanos en China, medida que también estudia la Unión Europea. Rusia, sancionada por presunto dopaje admitido por su Estado, participará bajo la bandera del Comité Olímpico Ruso. Nadie, en la órbita del deporte de alta competencia internacional, ignora que el hostigamiento contra ambas naciones tiene rasgos políticos. Cuando los deportistas rusos suban a lo más alto del podio en lugar del himno nacional se oirá el Concierto Número 1 para piano de Tchaikovski.
Cabe indicar que la cumbre entre los líderes de Rusia y China se concretó poco después de las reuniones virtuales que ambos sostuvieron con su par estadounidense, Joseph Biden. Sin hacer referencia a esos cónclaves, Putin y Xi ratificaron sus posturas sobre asuntos objetados por quien opera como vocero del supra poder financiero. Ese espacio global, con serias dificultades tras la crisis de 2008 – 09, muestra un deterioro económico proporcional a la creciente de los niveles productivos de los integrantes de la Organización de la Cooperación de Shangai, que nuclea gran parte de las potencias emergentes en este tramo de la Multipolaridad.
Fortalecido tras este encuentro, Putin exigió negociaciones “inmediatas” con la OTAN y Estados Unidos destinadas a establecer garantías para la seguridad de Rusia, en un contexto de crecientes tensiones a lo largo de su frontera con Ucrania. Lo hizo a través de un texto emitido por su Casa de Gobierno: “Vladimir Putin subrayó la necesidad del lanzamiento inmediato de negociaciones con Estados Unidos y la OTAN para definir las garantías jurídicas para la seguridad de nuestro país, con el objetivo de descartar la futura ampliación de la Alianza al este y el despliegue de sistemas de armamento que amenacen a Rusia en Ucrania y otros Estados vecinos”, indicó el Kremlin en un comunicado.
Antes de la pandemia, el jefe de Estado del Oso siberiano celebró su cumpleaños con Xi. Comieron salchichas y bebieron vodka, según narró el ruso. Por su parte, el chino subrayó en aquella ocasión, que había concurrido a Moscú para saludar a su “mejor amigo”. Parece verdad: en seis años se reunieron 25 veces. Estos amigos comparten cuatro mil kilómetros de frontera y el intercambio comercial más importante del planeta. Luego de décadas de desencuentros que fueron usufructuados por los Estados Unidos y sus aliados europeos, los actuales líderes han comprendido la trascendencia de coaligarse en modo hiperpotencia.
En ese último encuentro previo al surgimiento del coronavirus, Xi Jinping dejó claro que el vaivén de los dilemas terrestres jamás lograría resquebrajar el sentido profundo del acercamiento: “No importa cómo fluctúe la situación internacional, China y Rusia siempre han considerado el desarrollo de sus relaciones como una prioridad”. El siempre, claro, es objetable si se mira hacia atrás. Pero el sendero futuro parece diseñado con firmeza. Es posible que junto al derrumbe financiero que aplanó la hegemonía del Consenso de Washington, otra zona de clivaje se registrara en el freno impuesto a las ansias invasivas de los Estados Unidos sobre Siria. En 2018 se coronó la victoria de la coalición de hecho entre el gobierno de Bashar Al Assad, Rusia, China, Líbano e Irán, mientras la voz del Papa Francisco retumbaba exigiendo la paz.
Ahora, el gobierno norteamericano intenta arrastrar a sus socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a un conflicto en Ucrania. Rusia necesita detener la expansión de la OTAN hacia el este pues implicaría el despliegue de armamentos con el objetivo explícito de amenazarla. Los Estados Unidos también anhelan obstaculizar el creciente vínculo de Alemania con el bloque euroasiático asentado en un sólido intercambio comercial y en la provisión energética dispuesta desde Gazprom. En línea, pretenden diluir el despliegue sostenido del Puente Terrestre Euroasiático, popularmente conocido como Nueva Ruta de la Seda, que consolidaría la articulación interior asiática y el enlace chino con los demás continentes.
Uno de los problemas que afrontan estadounidenses, británicos y aliados tiene eje en las dificultades económicas que atraviesan sus modelos productivos. Otro, que pese al control ejercido sobre los grandes medios de comunicación, les resulta cada vez más difícil justificar sus pretensiones destructivas y hegemonistas bajo la bandera de la democracia y los derechos humanos. Frases que en otro momento impactaron sobre la opinión pública internacional, hoy suenan huecas. Cualquier analista internacional sabe, aunque no pueda revelarlo, que en Irán hay más libertades civiles que en Arabia Saudita; también, que las discusiones en los medios alemanes y rusos son más fluidas que el esquema censor norteamericano.
Durante esta reunión virtual, Putin y Xi no pudieron brindar. Pero consolidaron la relación en una instancia clave.
-“Querido amigo, me alegro mucho de verle”, dijo Putin en la videoconferencia.
–“Mi viejo amigo, me congratula celebrar con usted la segunda videoconferencia este año”, le respondió Xi.
Así están las cosas.
- Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
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