Los bríos triunfalistas del campo nacional están hoy más que nunca poniendo su potencial creativo al servicio de la patria. Y es que ya nos sabemos ganadores. La única forma de que se pierda en octubre, es que la anti patria haga fraude. Si no, no existe posibilidad alguna de Mauricio Macri sea re electo. Con este escenario, no podemos más que pedir lo imposible para que los personeros de la extranjería no vuelvan a pisar el Estado y que la igualdad y la soberanía popular sean las banderas de la emancipación nacional.
Por Omar Zanarini*
El triunfo electoral de la fórmula Fernández-Fernández, prácticamente es un hecho. Nadie se atreve a decir que en octubre -si se llega al 27- Mauricio Macri puede llegar a revertir la elección. Es que la mayoría de las encuestas que están circulando ubican al presidente de la Nación más de 20 puntos por debajo del Frente de Todos, que en las PASO sacó el 47,7% y ya estaría superando tranquilamente el 55% de los votos.
Sin soberanía popular, no hay ni democracia, ni justicia social y mucho menos Nación.
Un triunfo aplastante del campo nacional en un contexto de crisis habilita o mejor dicho, nos implica a tener que ser audaces y creativos, y saber que en ello el pueblo acompaña junto a sus instituciones, en tanto se lo convoque a ser parte de la soberanía popular que la democracia tiene como pilar fundamental. Sin soberanía popular, no hay ni democracia, ni justicia social y mucho menos Nación.
La pregunta que surge, creo, es si realmente puede existir un límite o un decir “hasta acá llegamos” en las políticas venideras de un gobierno popular. Si, como ya pasó. Me pregunto si es posible en un país semicolonial un “consenso del medio”, un nuevo Pacto de Olivos, que permita la alternancia en el poder de los gestores de la pospolítica, cómo pensaban algunos cráneos de la campaña del 2015.
El germen del rumbo, del proyecto o del programa que resulte a partir del 27 de octubre, debe llegar a diciembre mínimamente delineado para los primeros cien días de gobierno. Para ello, es tan necesaria la participación de las organizaciones políticas, gremiales y de los movimientos sociales, que en el día de ayer lograron que se imponga en el Congreso la Ley de Emergencia Alimentaria.
El germen del rumbo, del proyecto o del programa que resulte a partir del 27 de octubre, debe llegar a diciembre mínimamente delineado para los primeros cien días de gobierno.
El temor a que se radicalice la alianza plebeya pone en alerta a propios y ajenos que pueden ver menguar su estatus político o sus privilegios de clase. Algunos, que consolidaron su posición durante los 12 años de kirchnerismo, se enojan cuando un representante de los Movimientos Sociales plantea la necesidad de una reforma agraria. Pero, ojo, vamos a ir más allá y a exigir una Empresa Nacional Agropecuaria.
Si enumeramos solo un par de medidas que el gobierno popular va a tener que tomar para comenzar a desandar las políticas neoliberales que nos deja la kakitocracia oligarquica, más de uno le va a faltar audacia para asumir la tarea. Y allí aparece el sujeto de la transformación: el pueblo organizado para marcar en la calle hacia donde rumbear.
Y allí aparece el sujeto de la transformación: el pueblo organizado para marcar en la calle hacia donde rumbear.
Porque de lo que se trata es que las distintas expresiones de las organizaciones libres del pueblo entren en el Estado sin abandonar la calle, y esa es la única garantía de que la soberanía popular y los principios de igualdad sean reconquistados. De otro modo repetiremos los vicios de la democracia representativa y daremos lugar a que la república oligárquica, agazapada en sus instituciones, haga naufragar la esperanza de una patria justa, libre, soberana e integrada a Latinoamérica.
(*) Periodista – productor general de Radio Gráfica
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